martes, 31 de marzo de 2015

Pequeñas Semillitas 2646

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 10 - Número 2646 ~ Martes 31 de Marzo de 2015
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
El próximo jueves, dentro de esta Semana Santa que ya estamos viviendo, también estaremos recordando la institución de la Eucaristía, por Jesús en la última cena (donde también instituyó el sacerdocio). Y el beato papa Pablo VI, que gobernó la Iglesia después de San Juan XXIII y antes de Juan Pablo I (entre 1963 y 1978), ha dejado el siguiente comentario acerca del sacramento en el cual Jesús se da a todos nosotros:
“La Eucaristía es conservada en los templos y oratorios como centro espiritual de la comunidad religiosa y de la parroquial, más aún, de la Iglesia universal y de toda la humanidad, puesto que bajo el velo de las sagradas especies contiene a Cristo, Cabeza invisible de la Iglesia, Redentor del mundo, centro de todos los corazones, por quien son todas las cosas y nosotros por él.
De aquí sigue que el culto de la divina Eucaristía mueve muy fervorosamente el ánimo a cultivar el amor social, por el cual anteponemos al bien privado el bien común; hacemos nuestra la causa de la comunidad, de la parroquia, de la Iglesia universal, y extendemos la caridad a todo el mundo, porque sabemos que doquier existen miembros de Cristo”

¡Buenos días!

El caballo y el asno
Los filósofos, los fabulistas y los refranes nos dicen una gran verdad que a veces descuidamos: “Buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro” (Platón). “Tú ganas lo que das; lo que conservas, lo pierdes” (Refrán chino). Y Jesús dijo que “hace más feliz al hombre dar que recibir”.

Un hombre tenía un caballo y un asno. Un día que ambos iban camino a la ciudad, el asno, sintiéndose cansado, le dijo al caballo: —Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida. El caballo haciéndose el sordo no dijo nada y el asno cayó víctima de la fatiga, y murió allí mismo. Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la piel del asno. Y el caballo, suspirando dijo: —¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber querido cargar con un ligero fardo ahora tengo que cargar con todo, y hasta con la piel del asno encima!
Cada vez que no tiendas tu mano para ayudar a tu prójimo que honestamente te lo pide, sin que lo notes en ese momento, en realidad te estás perjudicando.

Michel Quoist, en su famoso libro “Triunfo” escribió: “A partir del momento en que el hombre convierte su bienestar en fin, decae y muere. Hay que volver a dar al hombre del primer mundo, esclavo de necesidades cada día más tiránicas, una razón de vida valedera o condenarse a desaparecer por disgregación interna o a manos del inmenso ejército de sufrientes que terminará por levantarse de modo irresistible”. Que experimentes la alegría de dar y de realizarte en el amor generoso.
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, estando Jesús sentado a la mesa con sus discípulos, se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará». Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando». Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?». Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar». Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche.
Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto. Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros». Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde». Pedro le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti». Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces». (Jn 13,21-33.36-38)

Comentario
Hoy, Martes Santo, la liturgia pone el acento sobre el drama que está a punto de desencadenarse y que concluirá con la crucifixión del Viernes Santo. «En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche» (Jn 13,30). Siempre es de noche cuando uno se aleja del que es «Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero» (Símbolo de Nicea-Constantinopla).
El pecador es el que vuelve la espalda al Señor para gravitar alrededor de las cosas creadas, sin referirlas a su Creador. San Agustín describe el pecado como «un amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios». Una traición, en suma. Una prevaricación fruto de «la arrogancia con la que queremos emanciparnos de Dios y no ser nada más que nosotros mismos; la arrogancia por la que creemos no tener necesidad del amor eterno, sino que deseamos dominar nuestra vida por nosotros mismos» (Benedicto XVI). Se puede entender que Jesús, aquella noche, se haya sentido «turbado en su interior» (Jn 13,21).
Afortunadamente, el pecado no es la última palabra. Ésta es la misericordia de Dios. Pero ella supone un “cambio” por nuestra parte. Una inversión de la situación que consiste en despegarse de las criaturas para vincularse a Dios y reencontrar así la auténtica libertad. Sin embargo, no esperemos a estar asqueados de las falsas libertades que hemos tomado, para cambiar a Dios. Según denunció el padre jesuita Bourdaloue, «querríamos convertirnos cuando estuviésemos cansados del mundo o, mejor dicho, cuando el mundo se hubiera cansado de nosotros». Seamos más listos. Decidámonos ahora. La Semana Santa es la ocasión propicia. En la Cruz, Cristo tiende sus brazos a todos. Nadie está excluido. Todo ladrón arrepentido tiene su lugar en el paraíso. Eso sí, a condición de cambiar de vida y de reparar, como el del Evangelio: «Nosotros, en verdad, recibimos lo debido por lo que hemos hecho; pero éste no hizo mal alguno» (Lc 23,41).
Abbé Jean GOTTIGNY (Bruxelles, Bélgica)

Santoral Católico:
San Benjamín
Diácono y Mártir
Fue diácono en la Iglesia de Argol (Persia). Durante el reinado de Vararane V, perseguidor de los cristianos, no cesó de predicar el Evangelio, mostrando un gran celo misionero tanto a la hora de sostener en la fe a los fieles como a la hora de llevarla a los paganos. Arrestado y llevado a juicio, ante su negativa a apostatar del cristianismo y abrazar la religión persa, lo torturaron metiéndole cañas afiladas en las uñas y en los orificios del cuerpo. Por último lo asesinaron el año 420.
© Directorio Franciscano     

Palabras del Papa Francisco

“Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos en este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón (…) Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y a las hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro. Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con vosotros a Cristo “Haz nuestro corazón semejante al Tuyo”. De este modo, tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia”

Tema del día:
Martes Santo
Hoy el Evangelio nos habla de un apóstol que no fue fiel. El Señor lo llamó personalmente, vivió tres años con él, era de sus íntimos, y sin embargo le hizo traición. Lo entregó por el precio que se pagaba por un esclavo. Por unas cuantas monedas, unas 30. Otros son capaces de ofender a Dios por menos, porque les apetece quedarse en casa un domingo y no van a misa, o porque les apetece darle una satisfacción al cuerpo.

¿Qué le sucedió a Judas? Fue elegido personalmente por Jesús: tenía vocación de apóstol. El Señor le amaba mucho.  ¿Qué le sucedió? Al principio ¿quería al Señor? ¡Pues claro que le quería!, como los otros once. Tendría defectos como el resto de los apóstoles. Eso no es de extrañar. Pero el amor que tenía a Jesús no fue creciendo. El amor a nuestro Señor tiene que ir aumentando poco a poco. Judas se fue acostumbrando a tratar a Jesús.

Cada vez le iba resultando más antipático, más distante. Fue perdiendo poco a poco la sintonía con Él. Sus sermones le parecerían un rollo, incluso exagerados. Con el paso del tiempo pensaría que el Señor era un idealista, y él quería estar con los pies en la tierra, había que pensar en el futuro. Veía como los demás, incluso las autoridades, hablaban mal de él, y algunos de sus discípulos le habían abandonado.

Lo peor no fue que su amor fuese a menos, que se hubiera acostumbrado a Jesús, que le resultase incómodo lo que decía. Lo peor fue que se fue callando, que no dijese nada, que no hablara personalmente con el Señor. Sin duda el problema de Judas también fue de sinceridad.

Era un corazón viejo que contrastaba mucho con el resto de los apóstoles que, a pesar de sus miserias, eran generosos: porque la verdadera juventud consiste en darse. 

Nuestro Señor necesitaba corazones jóvenes, como el del resto de los apóstoles, para cambiar el mundo. Así era al principio el corazón de Judas hasta que envejeció prematuramente y traicionó al Señor por las cosas de la tierra. ¡Si al menos hubiera sido feliz aquí abajo! Pero era imposible que lo fuera porque una persona que vuelve la cara a Dios termina mal. Judas perdió la razón de su vida. ¡Qué pena, qué pena, porque Jesús le quería!

A nosotros Judas nos cae mal, pero a Jesús no, y le estuvo dando oportunidades hasta el último momento. El Evangelio nos relata todos los detalles que tuvo el Señor para ver si se arrepentía. Pero no podía obligarle porque le había regalado la libertad. El Señor ante nuestra libertad se detiene: el amor no se exige, se da. ¡Vamos a querer a Jesús! ¡Vamos quererle con hechos, de verdad!

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente y en otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración para Amanda, afectada de cáncer de páncreas en situación terminal, rogando al Señor de la Pasión que tenga misericordia de ella.

Pedimos oración por una niña de Cuba, llamada Beatriz T., que tiene 10 años y luego de muchas dificultades podrá tomar su Primera Comunión este Jueves Santo. Que además de Jesús que se hará presente en su almita, la Virgen Santísima la acompañe siempre. Damos gracias a Dios.

Pedimos oración para José D. N., de Buenos Aires, Argentina, que está muy enfermo por cáncer, operado de vejiga y pasado a terapia intensiva por descompensación cardíaca. Que el Señor, por los méritos de su divina sangre, le conceda sus gracias de sanación.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Unidos a María
Si queremos tener éxito en el apostolado, tenemos que invocar a María que es la Reina de los apóstoles, pues Ella da fuerza y eficacia a todo apostolado. En algunos lugares el hablar de Dios no mueve, pero el hablar de María, de la Madre, sí que llega a las almas. Entonces hablemos de Ella a las gentes, pues la Virgen prepara las almas para el encuentro con su Hijo Jesús.
Así como María fue elegida por Dios para que sea la estrella que anunciaba al Sol de Justicia, Jesucristo, así también ahora María es la anunciadora de Jesús en el mundo, es la que prepara al mundo a la venida del Reino de Dios.

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

lunes, 30 de marzo de 2015

Pequeñas Semillitas 2645

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 10 - Número 2645 ~ Lunes 30 de Marzo de 2015
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
En su entrada a Jerusalén el Domingo de Ramos, Jesús nos muestra cómo afrontar y vivir las situaciones duras y difíciles en las que, sin duda, nos vamos a encontrar a lo largo de nuestra vida. Es nuestro modelo de humanidad plena, solidaridad, valentía, generosidad, pasión.
La opción de Jesús no es el triunfalismo. Su silencio es paciente, elocuente, misericordioso... Clave para entender el aparente silencio de Dios. 
Nos enseña a ser libres, a practicar y valorar el silencio, a saber cuándo debemos hablar y cuándo callar, a confiar solamente en Dios.
Imitemos el ejemplo de Jesús en cada momento de nuestra vida terrenal…

¡Buenos días!

Sócrates y la amistad
Los amigos son escasos. Los puedes contar con los dedos de la mano y siempre te sobrarán dedos. Por eso tal vez no tengas muchos, pero los que tienes siempre serán suficientes para llenar tu alma. Un amigo es como la perla evangélica que, cuando la encuentras, vas y vendes todo, con tal de poseerla.

Construía Sócrates una pequeña casa, en las afueras de Atenas, cuando algunas personas le preguntaron para qué serviría esa minúscula habitación. Él contestó que era para sus amigos. Admirados le replicaron que ahí no cabría casi nadie y entonces, con su ya tradicional y fina ironía, respondió: ¡Qué diera yo por poder llenarla!

“Un amigo no es un hermano de sangre, sino del corazón. Por eso un hermano puede ser tu amigo, pero un amigo siempre será tu hermano. Un amigo siempre estará ahí, aun cuando no lo necesites. A un amigo lo necesitas porque lo quieres; no lo quieres porque lo necesitas. Con tus conocidos hablas, con tus amigos te comunicas. Un conocido te oye, un amigo te escucha, y lo más importante es que no te escucha con sus oídos, sino con su corazón”. Dios te conceda el tesoro de uno o más amigos.
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con Él a la mesa.
Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?». Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis».
Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús. (Jn 12,1-11)

Comentario
Hoy, en el Evangelio, se nos resumen dos actitudes sobre Dios, Jesucristo y la vida misma. Ante la unción que hace María a su Señor, Judas protesta: «Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: ‘¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?’» (Jn 12,4-5). Lo que dice no es ninguna barbaridad, ligaba con la doctrina de Jesús. Pero es muy fácil protestar ante lo que hacen los otros, aunque no se tengan segundas intenciones como en el caso de Judas.
Cualquier protesta ha de ser un acto de responsabilidad: con la protesta nos hemos de plantear cómo lo haríamos nosotros, qué estamos dispuestos a hacer nosotros. Si no, la protesta puede ser sólo —como en este caso— la queja de los que actúan mal ante los que miran de hacer las cosas tan bien como pueden.
María unge los pies de Jesús y los seca con sus cabellos, porque cree que es lo que debe hacer. Es una acción tintada de espléndida magnanimidad: lo hizo «tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro» (Jn 12,3). Es un acto de amor y, como todo acto de amor, difícil de entender por aquellos que no lo comparten. Creo que, a partir de aquel momento, María entendió lo que siglos más tarde escribiría san Agustín: «Quizá en esta tierra los pies del Señor todavía están necesitados. Pues, ¿de quién, fuera de sus miembros, dijo: ‘Todo lo que hagáis a uno de estos pequeños... me lo hacéis a mí? Vosotros gastáis aquello que os sobra, pero habéis hecho lo que es de agradecer para mis pies’».
La protesta de Judas no tiene ninguna utilidad, sólo le lleva a la traición. La acción de María la lleva a amar más a su Señor y, como consecuencia, a amar más a los “pies” de Cristo que hay en este mundo.
Rev. D. Jordi POU i Sabater (Sant Jordi Desvalls, Girona, España)

Santoral Católico:
San Juan Clímaco
Abad
Hacia los veinte años de su edad estaba de monje en la península del Sinaí, donde experimentó la vida comunitaria y la vida solitaria. Cuando tenía unos sesenta años, lo llamaron a guiar como abad el famoso monasterio del Monte Sinaí. Para una mejor formación de los monjes escribió en griego la obra que tanta repercusión ha tenido en la espiritualidad de todos los tiempos: “Escala del Paraíso”, en la que propone el camino del progreso espiritual a modo de una ascensión hacia Dios por treinta peldaños. «Escala» en griego es «Klimax», y de ahí le viene el sobrenombre de «Clímaco». Murió el año 649.
© Directorio Franciscano   

La frase de hoy

"En los momentos felices, alaba a Dios,
en los momentos difíciles, busca a Dios,
en los momentos de quietud, adora a Dios,
en los momentos de dolor, confía en Dios,
y en cada momento, da gracias a Dios"

Tema del día:
Lunes Santo
Significado del Lunes Santo
Durante estos días Jesús y sus discípulos se prepararon para celebrar la pascua, fiesta principal de los judíos. Pero Jesús sabía muy bien, que eran los últimos días de su vida, pues la pascua judía se iba a convertir en la pascua de Jesús; su paso de la muerte a la vida. Por eso el evangelio de estos días habla de la intimidad de Jesús con los discípulos y la que él vive en este último tiempo. Visita a sus amigos de Betania, prepara la última cena y sufre terriblemente la traición de Judas.

Lunes Santo
¿Qué hizo hoy Jesús? Jesús ha dormido en el pueblo de Betania, en la casa de Lázaro, Marta y María, sus mejores amigos. A media mañana sube andando a Jerusalén, que está a unos cuatro kilómetros. En el camino, como es la hora de comer tiene hambre. Se acerca a una frondosa higuera, llena de hojas, pero en la que no hay higos, entonces la secó por no tener frutos. Al llegar a Jerusalén, va al templo y lo encuentra lleno de comerciantes haciendo negocios y los echa a latigazos, pidiéndonos que tratemos con respeto a Dios y a las cosas de Dios. Por la tarde pasa por el monte de los olivos, donde estuvo haciendo un rato de oración, y vuelve a pie a Betania.

A lo mejor Dios tampoco encuentra en ti los frutos que Él esperaba. Pídele perdón. ¿Tratas con respeto a Dios y a sus cosas? ¿Cómo te comportas en Misa, en el Oratorio, o en la Iglesia? ¿Haces con cariño las genuflexiones? Cuando oyes blasfemias, ¿pides perdón a Dios interiormente? Fíjate como Jesús dedicaba todos los días a hacer un rato de oración como tú ahora. No lo dejes ningún día, aunque sea unos pocos minutos.

En este día se proclama, durante la misa el evangelio de San Juan, cap. 12. Seis días antes de la pascua, Jesús llega a Betania para hacer una última visita a los amigos de toda la vida, y allí se anticipa el desenlace de la crisis. María unge a Jesús con el perfume. Jesús es consciente de lo que está ocurriendo y dice a Judas que protesta por el despilfarro: “déjala, pues lo tenía reservado para preparar mi entierro”. Este gesto de María es una anticipación de la sepultura de Jesús. Es la hora del amortajamiento, pero es también la hora de la esperanza, porque el que está ahora embalsamado con perfumes, habra de ser ungido por el Espíritu, al resucitar de entre los muertos.

¿Cómo vivir este día?
Hoy, Lunes Santo, en nuestras familias y comunidades empezamos a crear el ambiente apropiado a la celebración del Misterio Pascual. Es bueno preguntarnos a qué punto hemos llegado en nuestro proceso de conversión, cómo están nuestras relaciones familiares, de grupo; como es nuestra participación en la vida de la comunidad.

La lectura y meditación del evangelio de este día nos ayudaran a alimentar los sentimientos y actitudes que requiere de nosotros la participación en estos días santos: cambio de vida, solidaridad y unidad.

Intensificamos por lo tanto nuestro espíritu de oración y de servicio y nos acercamos al sacramento de la reconciliación en las celebraciones penitenciales que se desarrollan en muchas de nuestras parroquias.

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente y en otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Unidos a María
Cuando nos asalte la tentación debemos invocar a María, porque el nombre de María hace huir al diablo y sus demonios. ¿Hemos visto lo que hacen los niños al ver un peligro? Corren hacia su mamá o la llaman a gritos. Pues así tenemos que hacer cuando viene la tentación, el peligro de pecar; correr a los brazos de la Virgen, llamarla en nuestro socorro, porque Ella es el Auxilio de los cristianos. Pero también debemos ir a María e invocarla cuando la tristeza quiere atenazar y amordazar nuestra alma, y así llevarnos a la desesperanza y al desánimo, atándonos las manos para el apostolado y para la oración. Entonces acudamos a la Virgen que es la Causa de nuestra alegría. Ella siempre nos dará la alegría cristiana, y viendo su sonrisa estaremos felices y las pruebas y tristezas de la vida desaparecerán o se harán muy llevaderas. ¡Si supiéramos quién es María! ¡Si viéramos lo poderosa que es ante Dios! Con María lo tenemos todo, sin María no tenemos nada. ¡Dichosos los devotos de esta Virgen todopoderosa!

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

domingo, 29 de marzo de 2015

Pequeñas Semillitas 2644

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 10 - Número 2644 ~ Domingo 29 de Marzo de 2015
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Palmas, gente, seriedad, sol o lluvia… ¡Ambiente de Domingo de Ramos!
Año tras año se revive esa entrada triunfal, pero este año ¿Qué encontrará Cristo a su llegada? ¿Fe, amor y compasión, o encontrará gente cansada de vivir? Como en aquella Jerusalén habrá gente que lo rodee, alaba y canta ¡Hosanna! Pero ¿Cómo pronuncia ese clamor? ¿Con sinceridad y valor, o lleva un sello de mera tradición…?
"Este pueblo me alaba con los labios pero su corazón está lejos de Mí."
Cristo quiere el corazón y todo lo que hay en él. No quiere meras palabras bonitas. Un corazón sufriente abandonado en la soledad, solo mendiga el amor. Miremos a nuestro lado qué tipo de personas hay. Miremos fijamente en nuestro interior y encontraremos algo que nos dificulta ser libres y felices. Miremos a Cristo para mirar con sus ojos y encontraremos la Paz.
Domingo, palmas, procesión, gente, cantos y un corazón puro pueden gritar a Cristo: ¡Hosanna, Tú eres mi Rey!

¡Buenos días!

Sentido del dolor
Tarde o temprano el dolor, la tribulación o la prueba aparecen en la vida. Observa la naturaleza:
“No hay árbol recio y consistente, si el viento no lo azota con frecuencia” (Séneca). Por otra parte “la desgracia descubre al alma luces que en la prosperidad no llega a percibir (Blas Pascal). Además “quien no ha tenido tribulaciones que soportar, es que no ha comenzado a ser cristiano de verdad (San Agustín).

“Una visión del mundo que no pueda dar sentido al dolor y hacerlo precioso, no sirve en absoluto. Fracasa precisamente allí donde aparece la cuestión decisiva de la existencia. Quienes acerca del dolor sólo saben decir que hay que combatirlo, nos engañan. Ciertamente es necesario hacer lo posible por aliviar el sufrimiento. Pero una vida humana sin dolor no existe y quien no es capaz de aceptar el dolor rechaza la única purificación que nos convierte en adultos”, escribió el  Cardenal Joseph Ratzinger.

Un golpe inesperado te duele, un revés de fortuna te abate, una enfermedad grave te desconcierta, y te quejas amargamente a Dios. Si prestases atención entonces a una voz que percibes en el fondo de tu corazón, oirías: —¿Y tú, hijo mío, por qué me has olvidado? ¿Por qué estabas adormecido en el bienestar de una vida mundana y placentera? ¿No he dicho yo que el que quiera seguirme debe llevar su cruz todos los días? Tus dolores, amigo/a, “son como astillas de la cruz de Cristo. No está bien que adorando esa cruz, maldigas sus astillas” (V. Gar-Mar). 
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle. Pues decían: «Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo».
Estando Él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, de mucho precio; quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza. Había algunos que se decían entre sí indignados: «¿Para qué este despilfarro de perfume? Se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios y habérselo dado a los pobres». Y refunfuñaban contra ella. Mas Jesús dijo: «Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una obra buena en mí. Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis; pero a mí no me tendréis siempre. Ha hecho lo que ha podido. Se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Yo os aseguro: dondequiera que se proclame la Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya».
Entonces, Judas Iscariote, uno de los Doce, se fue donde los sumos sacerdotes para entregárselo. Al oírlo ellos, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él andaba buscando cómo le entregaría en momento oportuno.
El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?». Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle y allí donde entre, decid al dueño de la casa: ‘El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?’. Él os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros». Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.
Y al atardecer, llega Él con los Doce. Y mientras comían recostados, Jesús dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará, el que come conmigo». Ellos empezaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: «¿Acaso soy yo?». Él les dijo: «Uno de los Doce que moja conmigo en el mismo plato. Porque el Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!».
Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, este es mi cuerpo». Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos. Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios». Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Jesús les dice: «Todos os vais a escandalizar, ya que está escrito: ‘Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas’. Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea». Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no». Jesús le dice: «Yo te aseguro: hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres». Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré». Lo mismo decían también todos.
Van a una propiedad, cuyo nombre es Getsemaní, y dice a sus discípulos: «Sentaos aquí, mientras yo hago oración». Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia. Y les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad». Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de Él aquella hora. Y decía: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú». Viene entonces y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «Simón, ¿duermes?, ¿ni una hora has podido velar? Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil». Y alejándose de nuevo, oró diciendo las mismas palabras. Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados; ellos no sabían qué contestarle. Viene por tercera vez y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Basta ya. Llegó la hora. Mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos! ¡vámonos! Mirad, el que me va a entregar está cerca».
Todavía estaba hablando, cuando de pronto se presenta Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. El que le iba a entregar les había dado esta contraseña: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es, prendedle y llevadle con cautela». Nada más llegar, se acerca a Él y le dice: «Rabbí», y le dio un beso. Ellos le echaron mano y le prendieron. Uno de los presentes, sacando la espada, hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le llevó la oreja. Y tomando la palabra Jesús, les dijo: «¿Cómo contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos? Todos los días estaba junto a vosotros enseñando en el Templo, y no me detuvisteis. Pero es para que se cumplan las Escrituras». Y abandonándole huyeron todos. Un joven le seguía cubierto sólo de un lienzo; y le detienen. Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo.
Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y se reúnen todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. También Pedro le siguió de lejos, hasta dentro del palacio del Sumo Sacerdote, y estaba sentado con los criados, calentándose al fuego. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando contra Jesús un testimonio para darle muerte; pero no lo encontraban. Pues muchos daban falso testimonio contra Él, pero los testimonios no coincidían. Algunos, levantándose, dieron contra Él este falso testimonio: «Nosotros le oímos decir: ‘Yo destruiré este Santuario hecho por hombres y en tres días edificaré otro no hecho por hombres’». Y tampoco en este caso coincidía su testimonio. Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y poniéndose en medio, preguntó a Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?». Pero Él seguía callado y no respondía nada. El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?». Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo». El Sumo Sacerdote se rasga las túnicas y dice: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?». Todos juzgaron que era reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, le cubrían la cara y le daban bofetadas, mientras le decían: «Adivina», y los criados le recibieron a golpes.
Estando Pedro abajo en el patio, llega una de las criadas del Sumo Sacerdote y al ver a Pedro calentándose, le mira atentamente y le dice: «También tú estabas con Jesús de Nazaret». Pero él lo negó: «Ni sé ni entiendo qué dices», y salió afuera, al portal, y cantó un gallo. Le vio la criada y otra vez se puso a decir a los que estaban allí: «Éste es uno de ellos». Pero él lo negaba de nuevo. Poco después, los que estaban allí volvieron a decir a Pedro: «Ciertamente eres de ellos pues además eres galileo». Pero él, se puso a echar imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre de quien habláis!». Inmediatamente cantó un gallo por segunda vez. Y Pedro recordó lo que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres». Y rompió a llorar.
Pronto, al amanecer, prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín y, después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato. Pilato le preguntaba: «¿Eres tú el Rey de los judíos?». El le respondió: «Sí, tú lo dices». Los sumos sacerdotes le acusaban de muchas cosas. Pilato volvió a preguntarle: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan». Pero Jesús no respondió ya nada, de suerte que Pilato estaba sorprendido.
Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso, el que pidieran. Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato. Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder. Pilato les contestó: «¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?». Pues se daba cuenta de que los sumos sacerdotes le habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les soltase más bien a Barrabás. Pero Pilato les decía otra vez: «Y ¿qué voy a hacer con el que llamáis el Rey de los judíos?». La gente volvió a gritar: «¡Crucifícale!». Pilato les decía: «Pero, ¿qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaron con más fuerza: «¡Crucifícale!». Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.
Los soldados le llevaron dentro del palacio, es decir, al pretorio y llaman a toda la cohorte. Le visten de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñen. Y se pusieron a saludarle: «¡Salve, Rey de los judíos!». Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante Él. Cuando se hubieron burlado de Él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera para crucificarle.
Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. Le conducen al lugar del Gólgota, que quiere decir: Calvario. Le daban vino con mirra, pero Él no lo tomó. Le crucifican y se reparten sus vestidos, echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno. Era la hora tercia cuando le crucificaron. Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El Rey de los judíos». Con Él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda. Y los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días, ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!». Igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. ¡El Cristo, el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos». También le injuriaban los que con Él estaban crucificados.
Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», que quiere decir «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?». Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías». Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber, diciendo: «Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarle». Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró.
Y el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo. Al ver el centurión, que estaba frente a Él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios». Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. Se extrañó Pilato de que ya estuviese muerto y, llamando al centurión, le preguntó si había muerto hacía tiempo. Informado por el centurión, concedió el cuerpo a José, quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de José se fijaban dónde era puesto. (Mc 14,1—15,47)

Comentario
Hoy, en la Liturgia de la palabra leemos la pasión del Señor según san Marcos y escuchamos un testimonio que nos deja sobrecogidos: «Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios» (Mc 15,39). El evangelista tiene mucho cuidado en poner estas palabras en labios de un centurión romano, que atónito, había asistido a una más de entre tantas ejecuciones que le debería tocar presenciar en función de su estancia en un país extranjero y sometido.
No debe ser fácil preguntarse qué debió ver en Aquel rostro -a duras penas humano- como para emitir semejante expresión. De una manera u otra debió descubrir un rostro inocente, alguien abandonado y quizá traicionado, a merced de intereses particulares; o quizá alguien que era objeto de una injusticia en medio de una sociedad no muy justa; alguien que calla, soporta e, incluso, misteriosamente acepta todo lo que se le está viniendo encima. Quizá, incluso, podría llegar a sentirse colaborando en una injusticia ante la cual él no mueve ni un dedo por impedirla, como tantos otros se lavan las manos ante los problemas de los demás.
La imagen de aquel centurión romano es la imagen de la Humanidad que contempla. Es, al mismo tiempo, la profesión de fe de un pagano. Jesús muere solo, inocente, golpeado, abandonado y confiado a la vez, con un sentido profundo de su misión, con los "restos de amor" que los golpes le han dejado en su cuerpo.
Pero antes -en su entrada en Jerusalén- le han aclamado como Aquel que viene en nombre del Señor (cf. Mc 11,9). Nuestra aclamación este año no es de expectación, ilusionada y sin conocimiento, como la de aquellos habitantes de Jerusalén. Nuestra aclamación se dirige a Aquel que ya ha pasado por el trago de la donación total y del que ha salido victorioso. En fin, «nosotros deberíamos prosternarnos a los pies de Cristo, no poniendo bajo sus pies nuestras túnicas o unas ramas inertes, que muy pronto perderían su verdor, su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos de su gracia» (San Andrés de Creta).
Rev. D. Fidel CATALÁN i Catalán (Terrassa, Barcelona, España)

Cada día de Cuaresma
Día 40: Entrada triunfal en Jerusalén
Jesús hace su entrada en Jerusalén como Mesías en un humilde borrico, como había sido profetizado muchos siglos antes (Zacarías 4, 4). Y los cantos del pueblo son claramente mesiánicos; esta gente conocía bien las profecías y se llena de júbilo. Jesús admite el homenaje. Su triunfo es sencillo, sobre un pobre animal por trono. Jesús quiere también entrar hoy triunfante en la vida de los hombres sobre una cabalgadura humilde: quiere que demos testimonio de Él, en la sencillez de nuestro trabajo bien hecho, con nuestra alegría, con nuestra serenidad, con nuestra sincera preocupación por los demás. Hoy nos puede servir de jaculatoria repitiendo: Como un borrico soy ante Ti, Señor..., como un borrico de carga, y siempre estaré contigo. El Señor ha entrado triunfante en Jerusalén. Pocos días más tarde, en esta ciudad, será clavado en la Cruz.

Desde la cima del monte de los Olivos, Jesús contempla la ciudad de Jerusalén, y llora por ella. Mira cómo la ciudad se hunde en el pecado, en su ignorancia y en su ceguera. Lleno de misericordia se compadece de esta ciudad que le rechaza. Nada quedó por intentar: ni en milagros, ni en palabras... En nuestra vida tampoco ha quedado nada por intentar. ¡Tantas veces Jesús se ha hecho el encontradizo con nosotros! ¡Tantas gracias ordinarias y extraordinarias ha derramado sobre nuestra vida! La historia de cada hombre es la historia de la continua solicitud de Dios sobre él. Cada hombre es objeto de la predilección del Señor. Sin embargo, podemos rechazarlo como Jerusalén. Es el misterio de la libertad humana, que tiene la triste posibilidad de rechazar la gracia divina. Hoy nos preguntamos: ¿Cómo estamos respondiendo a los innumerables requerimientos del Espíritu Santo para que seamos santos en medio de nuestras tareas, en nuestro ambiente?

Nosotros sabemos que aquella entrada triunfal fue muy efímera. Los ramos verdes se marchitaron pronto y cinco días más tarde el hosanna se transformó en un grito enfurecido: ¡Crucifícale! La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén pide de nosotros coherencia y perseverancia, ahondar en nuestra fidelidad, para que nuestros propósitos no sean luces que brillan momentáneamente y pronto se apagan. Somos capaces de lo mejor y de lo peor. Si queremos tener la vida divina, triunfar con Cristo, hemos de ser constantes y hacer morir por la penitencia lo que nos aparta de Dios y nos impide acompañar al Señor hasta la Cruz. No nos separemos de la Virgen. Ella nos enseñará a ser constantes.
P. Francisco Fernández Carvajal

Palabras de San Juan Pablo II

“Jesús entra en Jerusalén sobre un borriquillo que le habían prestado. La multitud parece estar más cercana al cumplimiento de la promesa de la que habían dependido tantas generaciones. Los gritos: "¡Hosanna!" "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!", parecían ser expresión del encuentro ahora ya cercano de los corazones humanos con la eterna Elección. En medio de esta alegría que precede a las solemnidades pascuales, Jesús está recogido y silencioso. Es plenamente consciente de que el encuentro de los corazones humanos con la eterna Elección no sucederá mediante los "hosannas", sino mediante la cruz”

Juan Pablo II
Dom. Ramos 1979

Tema del día:
El gesto supremo
Jesús contó con la posibilidad de un final violento. No era un ingenuo. Sabía a qué se exponía si seguía insistiendo en el proyecto del reino de Dios. Era imposible buscar con tanta radicalidad una vida digna para los «pobres» y los «pecadores», sin provocar la reacción de aquellos a los que no interesaba cambio alguno.

Ciertamente, Jesús no es un suicida. No busca la crucifixión. Nunca quiso el sufrimiento ni para los demás ni para él. Toda su vida se había dedicado a combatirlo allí donde lo encontraba: en la enfermedad, en las injusticias, en el pecado o en la desesperanza. Por eso no corre ahora tras la muerte, pero tampoco se echa atrás.

Seguirá acogiendo a pecadores y excluidos aunque su actuación irrite en el templo. Si terminan condenándolo, morirá también él como un delincuente y excluido, pero su muerte confirmará lo que ha sido su vida entera: confianza total en un Dios que no excluye a nadie de su perdón.

Seguirá anunciando el amor de Dios a los últimos, identificándose con los más pobres y despreciados del imperio, por mucho que moleste en los ambientes cercanos al gobernador romano. Si un día lo ejecutan en el suplicio de la cruz, reservado para esclavos, morirá también él como un despreciable esclavo, pero su muerte sellará para siempre su fidelidad al Dios defensor de las víctimas.

Lleno del amor de Dios, seguirá ofreciendo «salvación» a quienes sufren el mal y la enfermedad: dará «acogida» a quienes son excluidos por la sociedad y la religión; regalará el «perdón» gratuito de Dios a pecadores y gentes perdidas, incapaces de volver a su amistad. Ésta actitud salvadora que inspira su vida entera, inspirará también su muerte.

Por eso a los cristianos nos atrae tanto la cruz. Besamos el rostro del Crucificado, levantamos los ojos hacia él, escuchamos sus últimas palabras… porque en su crucifixión vemos el servicio último de Jesús al proyecto del Padre, y el gesto supremo de Dios entregando a su Hijo por amor a la humanidad entera.

Es indigno convertir la Semana Santa en folclore o reclamo turístico. Para los seguidores de Jesús celebrar la pasión y muerte del Señor es agradecimiento emocionado, adoración gozosa al amor «increíble» de Dios y llamada a vivir como Jesús solidarizándonos con los crucificados.
© José Antonio Pagola

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Agradecimientos
Dicen que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde México, llega un agradecimiento a Dios y a las personas que rezaron por el nacimiento de Viviane, hijita de Maria Elena, que tras haber estado en el hospital 16 días fue operada de cesárea y nació su bebita de 32 semanas de gestación. La bebé se encuentra en terapia intensiva pero los doctores dan muchas esperanza de vida y Marielena se está recuperando favorablemente después de recibir transfusiones de sangre de y seguimos rezando para que se recupere.

También de México llega un agradecimiento de la familia Aquino González que han encontrado la paz y la armonía por la que pedían en oraciones.

Llega un agradecimiento de parte de Louise B., que padeció dengue y cuya recuperación es favorable, sigue hospitalizada pero fuera de peligro.

Unidos a María
¡Cuántas veces, en la noche del sábado, íbamos a bailar y volvíamos a la madrugada del domingo! Y siempre nuestra madre nos dejaba una luz encendida, la cama preparada, y algún detalle de su amor también presente.
Así es también la Virgen, y cuando los hombres nos alejamos de la casa paterna y caemos en el pecado, es Ella quien nos prepara un lugar en la Iglesia y el Cielo para hacernos regresar, después de una vida de pecado, a la casa de Dios.
Dicen los estudiosos que en la parábola del hijo pródigo, si hubiera estado la madre, el hijo menor no habría abandonado la casa paterna.
Más allá de esto, lo que debemos saber los hombres es que si somos devotos de María, tenemos muchas posibilidades de salvarnos, porque Ella vela por nosotros y no deja que caigamos en pecado, y si caemos en él, entonces es la Virgen quien nos deja una luz encendida para nuestro regreso. Y al regresar encontraremos muchos detalles de amor que nuestra Madre del Cielo ha preparado para que nos sintamos felices.
¡Pobres pecadores que andan deambulando por el mundo, esclavos de Satanás, que no se dan cuenta que hay una Madre que los espera día y noche, con la luz encendida, para iluminarles la vida para siempre!

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-