lunes, 29 de julio de 2013

Pequeñas Semillitas 2098

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2098 ~ Lunes 29 de Julio de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)

Alabado sea Jesucristo…
En la Misa para Obispos y Sacerdotes durante la JMJ, dijo el Papa Francisco: “Estamos llamados por Dios, con nombre y apellido cada uno de nosotros,  llamados a anunciar el Evangelio y a promover con alegría la cultura del encuentro. La Virgen María es nuestro modelo. En su vida ha dado el «ejemplo de aquel amor de madre que debe animar a todos los que colaboran en la misión apostólica de la Iglesia para engendrar a los hombres a una vida nueva» (LG 65). Le pedimos que nos enseñe a encontrarnos cada día con Jesús. Y cuando nos hacemos los distraídos, que tenemos muchas cosas y el sagrario queda abandonado, que nos lleve de la mano, pidámoselo. "Mira Madres, cuando ando medio así por otro lado, llévame de la mano". Que nos empuje a salir al encuentro de tantos hermanos y hermanas que están en las periferias, que tienen sed de Dios y no hay quien se lo anuncie. Que no nos eche de casa, pero que nos empuje a salir de  casa. Y así que seamos discípulos del Señor. Que ella nos conceda a todos esta gracia.

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».
(Lc 10,38-42)

Comentario
Hoy, también nosotros —atareados como vamos a veces por muchas cosas— hemos de escuchar cómo el Señor nos recuerda que «hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola» (Lc 10,42): el amor, la santidad. Es el punto de mira, el horizonte que no hemos de perder nunca de vista en medio de nuestras ocupaciones cotidianas.
Porque “ocupados” lo estaremos si obedecemos a la indicación del Creador: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla» (Gn 1,28). ¡La tierra!, ¡el mundo!: he aquí nuestro lugar de encuentro con el Señor. «No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno» (Jn 17,15). Sí, el mundo es “altar” para nosotros y para nuestra entrega a Dios y a los otros.
Somos del mundo, pero no hemos de ser mundanos. Bien al contrario, estamos llamados a ser —en bella expresión de Juan Pablo II— “sacerdotes de la creación”, “sacerdotes” de nuestro mundo, de un mundo que amamos apasionadamente.
He aquí la cuestión: el mundo y la santidad; el tráfico diario y la única cosa necesaria. No son dos realidades opuestas: hemos de procurar la confluencia de ambas. Y esta confluencia se ha de producir —en primer lugar y sobre todo— en nuestro corazón, que es donde se pueden unir cielo y tierra. Porque en el corazón humano es donde puede nacer el diálogo entre el Creador y la criatura.
Es necesaria, por tanto, la oración. «El nuestro es un tiempo de continuo movimiento, que a menudo desemboca en el activismo, con el riesgo fácil del “hacer por hacer”. Tenemos que resistir a esta tentación, buscando “ser” antes que “hacer”. Recordemos a este respecto el reproche de Jesús a Marta: ‘Tú te afanas y te preocupas por muchas cosas y sin embargo sólo una es necesaria’ (Lc 10,41-42)» (Juan Pablo II).
No hay oposición entre el ser y el hacer, pero sí que hay un orden de prioridad, de precedencia: «María ha elegido la parte buena, que no le será quitada» (Lc 10,42).
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Santoral Católico:
Santa Marta de Betania
Hermana de Lázaro
 
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Fuente: Catholic.net    

¡Buenos días!

Valor de los sacrificios

El mensaje de la Reina de la Paz nos conecta hoy con Jesús que no buscó su propia complacencia, sino agradar siempre a su Padre. Te pide unir a la oración, renuncias y sacrificios para fortalecerte contra las seducciones del mal y de su instigador.

“¡Queridos hijos! También hoy los invito a llenar cada día con breves y ardientes oraciones. Cuando oran, su corazón está abierto y Dios los ama con un amor especial y les da gracias especiales. Por eso, utilicen este tiempo de gracia y conságrenlo a Dios como nunca antes hasta ahora. Hagan novenas de ayuno y de renuncia para que Satanás esté lejos de ustedes, y la gracia permanezca alrededor de ustedes. Yo estoy cerca de ustedes e intercedo ante Dios por cada uno de ustedes. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”

Sufrir una ligera palabra, reprimir un leve resentimiento, condescender con la voluntad del prójimo, excusar una indiscreción, mortificar un pequeño deseo, he aquí un elenco de actos virtuosos al alcance de todo el mundo y que se nos presentan a cada paso, (A. Milagro). Que estos ejemplos te iluminen para seguir un valioso camino de dominio de ti mismo.
Padre Natalio

Palabras del Papa Francisco

“Ayudemos a los jóvenes a darse cuenta de que ser discípulos misioneros es una consecuencia de ser bautizados, es parte esencial del ser cristiano, y que el primer lugar donde se ha de evangelizar es la propia casa, el ambiente de estudio o de trabajo, la familia y los amigos. Ayudemos a los jóvenes, pongámosle la oreja para escuchar sus ilusiones, necesitan ser escuchados, para escuchar sus logros, escuchar sus dificultades... Sepamos perder el tiempo con ellos. Sembrar cuesta y cansa, cansa muchísimo y es mucho más gratificante gozar de la cosecha”
Papa Francisco

Misa de Clausura de la JMJ
Homilía del Santo Padre
Queridos jóvenes:

«Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos». Con estas palabras, Jesús se dirige a cada uno de ustedes diciendo: «Qué bonito ha sido participar en la Jornada Mundial de la Juventud, vivir la fe junto a jóvenes venidos de los cuatro ángulos de la tierra, pero ahora tú debes ir y transmitir esta experiencia a los demás». Jesús te llama a ser discípulo en misión. A la luz de la palabra de Dios que hemos escuchado, ¿qué nos dice hoy el Señor? Tres palabras: Vayan, sin miedo, para servir.

1. Vayan. En estos días aquí en Río, han podido experimentar la belleza de encontrar a Jesús y de encontrarlo juntos, han sentido la alegría de la fe. Pero la experiencia de este encuentro no puede quedar encerrada en su vida o en el pequeño grupo de la parroquia, del movimiento o de su comunidad. Sería como quitarle el oxígeno a una llama que arde. La fe es una llama que se hace más viva cuanto más se comparte, se transmite, para que todos conozcan, amen y profesen a Jesucristo, que es el Señor de la vida y de la historia (cf. Rm 10,9).

Pero ¡cuidado! Jesús no ha dicho: si quieren, si tienen tiempo, sino: «Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos». Compartir la experiencia de la fe, dar testimonio de la fe, anunciar el evangelio es el mandato que el Señor confía a toda la Iglesia, también a ti; es un mandato que no nace de la voluntad de dominio o de poder, sino de la fuerza del amor, del hecho que Jesús ha venido antes a nosotros y nos ha dado, no algo de sí, sino todo él, ha dado su vida para salvarnos y mostrarnos el amor y la misericordia de Dios. Jesús no nos trata como a esclavos, sino como a hombres libres, amigos, hermanos; y no sólo nos envía, sino que nos acompaña, está siempre a nuestro lado en esta misión de amor.

¿Adónde nos envía Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envía a todos. El evangelio no es para algunos sino para todos. No es sólo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente. El Señor busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su misericordia y de su amor.

En particular, quisiera que este mandato de Cristo: «Vayan», resonara en ustedes jóvenes de la Iglesia en América Latina, comprometidos en la misión continental promovida por los obispos. Brasil, América Latina, el mundo tiene necesidad de Cristo. San Pablo dice: «¡Ay de mí si no anuncio el evangelio!» (1 Co 9,16). Este continente ha recibido el anuncio del evangelio, que ha marcado su camino y ha dado mucho fruto. Ahora este anuncio se os ha confiado también a ustedes, para que resuene con renovada fuerza. La Iglesia necesita de ustedes, del entusiasmo, la creatividad y la alegría que les caracteriza. Un gran apóstol de Brasil, el beato José de Anchieta, se marchó a misionar cuando tenía sólo diecinueve años. ¿Saben cuál es el mejor medio para evangelizar a los jóvenes? Otro joven. Éste es el camino que hay que recorrer.

2. Sin miedo. Puede que alguno piense: «No tengo ninguna preparación especial, ¿cómo puedo ir y anunciar el evangelio?». Querido amigo, tu miedo no se diferencia mucho del de Jeremías, un joven como ustedes, cuando fue llamado por Dios para ser profeta. Recién hemos escuchado sus palabras: «¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que sólo soy un niño». También Dios dice a ustedes lo que dijo a Jeremías: «No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte» (Jr 1,6.8). Él está con nosotros.

«No tengan miedo». Cuando vamos a anunciar a Cristo, es él mismo el que va por delante y nos guía. Al enviar a sus discípulos en misión, ha prometido: «Yo estoy con ustedes todos los días» (Mt 28,20). Y esto es verdad también para nosotros. Jesús no nos deja solos, nunca les deja solos. Les acompaña siempre.

Además Jesús no ha dicho: «Ve», sino «Vayan»: somos enviados juntos. Queridos jóvenes, sientan la compañía de toda la Iglesia, y también la comunión de los santos, en esta misión. Cuando juntos hacemos frente a los desafíos, entonces somos fuertes, descubrimos recursos que pensábamos que no teníamos. Jesús no ha llamado a los apóstoles a vivir aislados, los ha llamado a formar un grupo, una comunidad. Quisiera dirigirme también a ustedes, queridos sacerdotes que concelebran conmigo en esta eucaristía: han venido para acompañar a sus jóvenes, y es bonito compartir esta experiencia de fe. Pero es una etapa en el camino. Sigan acompañándolos con generosidad y alegría, ayúdenlos a comprometerse activamente en la Iglesia; que nunca se sientan solos.

3. Para servir. Al comienzo del salmo que hemos proclamado están estas palabras: «Canten al Señor un cántico nuevo» (95,1). ¿Cuál es este cántico nuevo? No son palabras, no es una melodía, sino que es el canto de su vida, es dejar que nuestra vida se identifique con la de Jesús, es tener sus sentimientos, sus pensamientos, sus acciones. Y la vida de Jesús es una vida para los demás. Es una vida de servicio.

San Pablo, en la lectura que hemos escuchado hace poco, decía: «Me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles» (1 Co 9,19). Para anunciar a Jesús, Pablo se ha hecho «esclavo de todos». Evangelizar es dar testimonio en primera persona del amor de Dios, es superar nuestros egoísmos, es servir inclinándose a lavar los pies de nuestros hermanos como hizo Jesús.

Vayan, sin miedo, para servir. Siguiendo estas tres palabras experimentarán que quien evangeliza es evangelizado, quien transmite la alegría de la fe, recibe alegría. Queridos jóvenes, cuando vuelvan a sus casas, no tengan miedo de ser generosos con Cristo, de dar testimonio del evangelio. En la primera lectura, cuando Dios envía al profeta Jeremías, le da el poder para «arrancar y arrasar, para destruir y demoler, para reedificar y plantar» (Jr 1,10). También es así para ustedes. Llevar el evangelio es llevar la fuerza de Dios para arrancar y arrasar el mal y la violencia; para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio; para edificar un mundo nuevo. Jesucristo cuenta con ustedes. La Iglesia cuenta con ustedes. El Papa cuenta con ustedes. Que María, Madre de Jesús y Madre nuestra, les acompañe siempre con su ternura: «Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos». Amén.

Oración a San Miguel Arcángel
San Miguel Arcángel
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo contra la perversidad
y acechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú, Príncipe de la Milicia Celestial
arroja en el infierno con tu divino poder
a satanás y demás espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para perdición de las almas.
Amén

La Festividad de San Miguel Arcángel se celebra el 29 de Setiembre.
Pero igualmente es una práctica muy recomendada el rezar esta oración
todos los días a la finalización de la Santa Misa.
Y también en estos tiempos para pedir por el Santo Padre
y por la santidad de todos los sacerdotes del mundo.
En "Pequeñas Semillitas" la publicaremos los días 29 de cada mes.

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por la Jornada Mundial de la Juventud que se realiza en Río de Janeiro, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por la Paz en el mundo, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por dos personas de Santa Fe, Argentina: Lucía B., de 65 años que tiene graves problemas de corazón; y Clarita, de 9 añitos, quien será operada de la garganta hoy. Para ambas pedimos la bendición del Altísimo.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a feluzul@gmail.com y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados. Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.

“Intimidad Divina”

La esperanza no falla

Abrahán, “esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones” (Rm 4, 18). Las virtudes teologales están profundamente relacionadas; la fe enciende la esperanza, y la esperanza sostiene la fe. Y como el cristiano da prueba de la solidez de su fe perseverando en ella a pesar de la oscuridad, así da prueba de la solidez de su esperanza no dejando de esperar en las circunstancias adversas. Las mismas contrariedades robustecen la esperanza. Por eso puede decir San Pablo: “nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza”. Y concluye: “la esperanza no falla” (Rm 5, 3-5). La esperanza cristiana no falla nunca, ni siquiera cuando las adversidades maltratan la vida del hombre. Entonces es el momento de esperar contra toda esperanza y de recordad que “la esperanza no falla”, porque cuenta con el amor de Dios, y este amor ha sido ya derramado en nuestros corazones “por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5, 5). El amor de Dios, su gracia y más aún el Espíritu Santo son las arras de la vida eterna que nos espera y a la que el sufrimiento nos preprara.

“El hombre no podrá nunca amar a Dios cuanto está obligado a amarle, ni creer o esperar en él cuanto es necesario” (S.T. 1-2, 64, 4). Se puede decir con verdad que la medida de la esperanza en Dios es esperar sin medida. Cuando el hombre busca sinceramente hacer de su parte cuanto puede para agradar a Dios, no debe temer ser demasiado atrevido en su esperanza. Le agrada tanto al Señor la esperanza ciega e ilimitada en él, que cuanto más espera una criatura, tanto más la socorre y la colma de sus bienes. “Cuanto más espera el alma, tanto más alcanza”, dice San Juan de la Cruz; y Santa Teresa del Niño Jesús, haciendo suyo este pensamiento, escribe: “Nunca se tiene demasiada confianza en Dios tan poderoso y misericordioso. Se obtiene de él cuanto se espera”. A veces la conciencia de los pecados cometidos, de las infidelidades y de los fracasos en la práctica de la virtud pueden desanimar y cortar las alas de la esperanza. Es preciso entonces recordar que Dios no nos ama porque estemos sin pecados, sino porque ha infundido en nosotros su gracia y nos ha hecho hijos suyos. Él quiere nuestra salvación y nuestra santificación más que nosotros; si una criatura lo busca con todo el corazón y confía en él con todas sus fuerzas, él mismo la santificará a pesar de las faltas del pasado o de las miserias y debilidades del presente.

El cristiano auténtico es un hombre de esperanza invencible y un sembrador de esperanza. El mundo moderno, inmerso en la indiferencia religiosa, prisionero del materialismo y no pocas veces tentado de desesperación, tiene una extensa necesidad de abrirse al dilatador influjo de la esperanza cristiana. Es necesario que todos los hombres de la tierra se sientan “despertados a una viva esperanza, que es don del Espíritu Santo, para que, por fin, llegada la hora, sean recibidos en la paz y en la suma bienaventuranza” (GS 93). Este era el augurio de San Pablo a los romanos: “El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza” (Rm 15, 13). El cristiano debe ser portador de ella a todo el mundo.

¡Oh Dios y Señor nuestro! Esperemos al abrigo de tus alas. Protégenos y llévanos. Tú llevarás, sí; tú llevarás a los pequeñuelos, y hasta que sean ancianos tú los llevarás, porque nuestra firmeza cuando eres tú, entonces es firmeza; más cuando es nuestra, entonces es debilidad. Nuestro bien vive siempre contigo, y así, cuando nos apartamos de él, nos pervertimos. Volvamos ya, Señor, para que no nos apartemos, porque en ti vive sin ningún defecto nuestro bien, que eres tú, sin que temamos que no haya lugar adonde volar, porque de allí hemos venido y aunque ausentes nosotros de allí, no por eso se derrumba nuestra casa, tu eternidad. (San Agustín, Confesiones)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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