martes, 12 de febrero de 2013

Pequeñas Semillitas 1951


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 1951 ~ Martes 12 de Febrero de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
En la hojita “El Domingo” de Editorial San Pablo (Argentina), leía hace dos días, con referencia al llamado de Jesús a ser discípulos, que “por el bautismo, todos estamos llamados a servir a los hermanos con los dones que Dios nos regaló….el Señor necesita varones y mujeres con una especial consagración, dedicados a él y a los hermanos a tiempo completo, sin otras ataduras o distracciones. No busca a los perfectos, sino a los decididos, a los generosos, a los que confían en él y, abandonándolo todo, son capaces de seguirlo”
Y estas palabras me vienen a la mente ahora, ante la noticia de la renuncia de Benedicto XVI al Papado, reconociendo humildemente que las fuerzas físicas lo están abandonando, pero luego de haber consagrado sin límites toda su vida al ministerio de Cristo cumpliendo cabalmente con el llamado de Jesús en el Evangelio del pasado domingo: “y dejándolo todo, lo siguieron”.
Esta decisión del Sumo Pontífice, perfectamente encuadrada en los cánones de la Iglesia, está llena de amor, de sencillez, de despojo de toda ambición de poder, de ejemplo claro de conducta humilde por parte de un Pastor Universal que reconoce que su tiempo ha terminado y debe dejar paso a otra persona que el Espíritu Santo -con su iluminación infalible- indique para nuestra Santa Madre Iglesia.
¡Cómo no reconocerle al Papa Ratzinger su invalorable trabajo en bien de nuestra Iglesia en tantos años de ministerio sacerdotal, episcopal  y pontificio! Lo más reciente que tenemos en nuestras retinas son sus muchos años de cercana colaboración con nuestro muy amado Juan Pablo II. Y luego, a pesar que tal vez su edad ya no era la más propicia, su aceptación generosa para sucederlo en el trono de Pedro durante estos últimos ocho años de difícil trabajo.
Por eso, en este momento, le damos las gracias al Señor por habernos dado a Benedicto XVI, rezaremos de corazón por él en los últimos años de su vida e invocamos desde ahora al Espíritu Santo para que ilumine al Colegio Cardenalicio en su altísima misión de elegir el nuevo Papa, con la confianza puesta en Jesús, que es quien dirige la Barca en medio de todas las tempestades que se puedan presentar.


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas, -es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas-.
Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?». Él les dijo: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres’. Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres». Les decía también: «¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre y: el que maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con la muerte’. Pero vosotros decís: ‘Si uno dice a su padre o a su madre: Lo que de mí podrías recibir como ayuda lo declaro "Korbán" -es decir: ofrenda-’, ya no le dejáis hacer nada por su padre y por su madre, anulando así la Palabra de Dios por vuestra tradición que os habéis transmitido; y hacéis muchas cosas semejantes a éstas».
(Mc 7,1-13)

Comentario
Hoy contemplamos cómo algunas tradiciones tardías de los maestros de la Ley habían manipulado el sentido puro del cuarto mandamiento de la Ley de Dios. Aquellos escribas enseñaban que los hijos que ofrecían dinero y bienes para el Templo hacían lo mejor. Según esta enseñanza, sucedía que los padres ya no podían pedir ni disponer de estos bienes. Los hijos formados en esta conciencia errónea creían haber cumplido así el cuarto mandamiento, incluso haberlo cumplido de la mejor manera. Pero, de hecho, se trataba de un engaño.
«¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición!» (Mc 7,9): Jesucristo es el intérprete auténtico de la Ley; por eso explica el justo sentido del cuarto mandamiento, deshaciendo el lamentable error del fanatismo judío.
«Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’» (Mc 7,10): el cuarto mandamiento recuerda a los hijos las responsabilidades que tienen con los padres. Tanto como puedan, les han de prestar ayuda material y moral durante los años de la vejez y durante las épocas de enfermedad, soledad o angustia. Jesús recuerda este deber de gratitud.
El respeto hacia los padres (piedad filial) está hecho de la gratitud que les debemos por el don de la vida y por los trabajos que han realizado con esfuerzo en sus hijos, para que éstos pudieran crecer en edad, sabiduría y gracia. «Honra a tu padre con todo el corazón, y no te olvides de los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido. ¿Qué les darás a cambio de lo que han hecho por ti?» (Sir 7,27-28).
El Señor glorifica al padre en sus hijos, y en ellos confirma el derecho de la madre. Quien honra al padre expía los pecados; quien glorifica a la madre es como quien reúne un tesoro (cf. Sir 3,2-6). Todos estos y otros consejos son una luz clara para nuestra vida en relación con nuestros padres. Pidamos al Señor la gracia para que no nos falte nunca el verdadero amor que debemos a los padres y sepamos, con el ejemplo, transmitir al prójimo esta dulce “obligación”.
Rev. D. Iñaki BALLBÉ i Turu (Rubí, Barcelona, España)


Santoral Católico:
Santa Eulalia
Virgen y Mártir


Según la tradición cristiana, santa Eulalia vivió cerca de Barcina, Hispania (actual Barcelona, España) en los tiempos del emperador Diocleciano (284-305) durante el siglo III o IV, siendo papa san Marcelino.

Durante la persecución de los cristianos en la región, Eulalia, una muchacha de entre 13 y 15 años escapó de una casa de campo donde sus padres la habían encerrado para que no se entregase a las autoridades, abiertamente confesó su fe y fue entregada al martirio.

Fue víctima de diferentes tormentos y murió en la cruz, si bien hay serias dudas sobre la historicidad de la narración de su martirio.

De acuerdo con la tradición, uno de estos tormentos consistió en lanzarla rodando dentro de un tonel lleno de vidrios rotos por la calle (actualmente llamada Baixada de Santa Eulàlia -Bajada de Santa Eulalia-), donde hay una imagen de la santa en una pequeña capilla.

Dice la leyenda que fue clavada desnuda en una cruz de forma de ´X´ (forma conocida como cruz de Santa Eulalia). En aquel momento para preservar su intimidad le crecieron los cabellos y comenzó a nevar.

Fue canonizada y se considera santa tanto por la Iglesia Católica Romana, como por la Ortodoxa. Sus despojos fueron localizados en 878 por el obispo Frodoino y trasladados solemnemente a la catedral

Fuente: Catholic.net


¡Buenos días!

Camino del gozo

Con frecuencia Dios, por sus profetas, invitó a Israel a revisar su estilo de vida para hacer los necesarios reajustes que exigía la alianza solemnemente pactada. La Reina de la Paz te invita hoy a cambiar para bien, y te motiva dulcemente a dar pasos de crecimiento espiritual. Ábrete a su mensaje y aprovecha su fuerza renovadora.

“¡Queridos hijos! Hoy deseo envolverlos con mi manto y conducirlos a todos hacia el camino de la conversión. Queridos hijos, les ruego, entreguen al Señor todo su pasado, todo el mal que se ha acumulado en sus corazones. Yo deseo que cada uno de ustedes sea feliz, pero con el pecado nadie puede serlo. Por tanto, queridos hijos, oren y en la oración, ustedes conocerán el nuevo camino del gozo. El gozo se manifestará en sus corazones y así podrán ser testigos gozosos de lo que yo y mi Hijo deseamos de cada uno de ustedes. Yo los bendigo. Gracias por haber respondido a mi llamado! ”

El sacramento de la reconciliación o confesión es una excelente respuesta al llamado a la conversión que nos hace hoy la Virgen María. Te animo a acercarte a este sacramento, pues tranquiliza la conciencia, te da consuelo espiritual, ayuda a conocerse más a si mismo, y es fuente de gracia para superar la fuerza del mal y del pecado que existe en nosotros.

Padre Natalio


La frase de hoy

“Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando”

SS Benedicto XVI


Tema del día:
Significado de la Cuaresma


La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.

La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza (mañana) y termina el Domingo de Ramos, día que se inicia la Semana Santa. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.

En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios.

Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.

La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.

En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades.

La práctica de la Cuaresma data desde el siglo I cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.


Meditación breve


La Cuaresma es el tiempo que precede y dispone a la celebración de la Pascua. Tiempo de escucha de la Palabra de Dios y de conversión, de preparación y de memoria del Bautismo, de reconciliación con Dios y con los hermanos, de recurso más frecuente a las “armas de la penitencia cristiana”: la oración, el ayuno y la limosna (ver Mt 6,1-6.16-18).
De manera semejante como el antiguo pueblo de Israel marchó durante cuarenta años por el desierto para ingresar a la tierra prometida, la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, se prepara durante cuarenta días para celebrar la Pascua del Señor. Si bien es un tiempo penitencial, no es un tiempo triste y depresivo. Se trata de un tiempo especial de purificación y de renovación de la vida cristiana para poder participar con mayor plenitud y gozo del misterio pascual del Señor.
La Cuaresma es un tiempo privilegiado para intensificar el camino de la propia conversión. Este camino supone cooperar con la gracia, para dar muerte al hombre viejo que actúa en nosotros. Se trata de romper con el pecado que habita en nuestros corazones, alejarnos de todo aquello que nos aparta del Plan de Dios, y por consiguiente, de nuestra felicidad y realización personal.
La Cuaresma es uno de los cuatro tiempos fuertes del año litúrgico y ello debe verse reflejado con intensidad en cada uno de los detalles de su celebración. Cuanto más se acentúen sus particularidades, más fructuosamente podremos vivir toda su riqueza espiritual.


Pedidos de oración

Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por Benedicto XVI para que el Señor recompense con abundancia su entrega generosa y humilde en su ministerio como sacerdote, obispo, cardenal y papa. Y oramos también para que el Señor ilumine a los Cardenales que elegirán al próximo sucesor de Pedro.


“Intimidad Divina”

El Bautismo

El día de su bautismo, el cristiano regenerado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, ha recibido la gracia, o sea la participación de la vida divina de Cristo y ha sido hecho hijo adoptivo de Dios, inserto en la misteriosa realidad del Cuerpo Místico del Señor y miembro del Cristo total que es la Iglesia. El Bautismo es como la puerta que introduce al fiel en la vida cristiana, es la habilitación fundamental y radical para recibir los demás sacramentos y así llegar al estado de “hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo” (Ef 4, 13). En efecto, como explica el Concilio, “el bautismo por sí mismo es sólo un principio y un comienzo porque todo en él tiene a conseguir la plenitud de la vida en Cristo” (UR 22; cf. GE 2). San Pablo no se cansa de repetir: “Sepultados con él en el bautismo, con él también habéis resucitado… Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba… aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra” (Cl 2, 12; 3, 1-2).

El bautismo imprime el carácter de hijo de Dios que nada –ni siguiera los pecados más graves que pudiera el fiel cometer– será capaz de destruir: es un “marcado” para toda la eternidad. Eso se expresa con énfasis en las fórmulas que acompañan el rito bautismal. Al bendecir el agua, ora el sacerdote: “Ven con tu poder, oh Padre, y santifica esta agua, para que los bautizados en ella queden limpios de pecado y renazcan a la vida de hijos de Dios. Santifica esta agua, para que los bautizados por ella en le muerte y resurrección de Cristo, respondan a la imagen de tu Hijo”. Y para asegurar a los nuevos bautizados una vida acorde al carácter de hijos de Dios y hermanos de Cristo, la Iglesia recuerda a padres y padrinos su responsabilidad de educarlos en la fe, el amor y la obediencia a Dios, según el espíritu de las promesas bautismales que a tal fin se renuevan entonces.

Administrado el sacramento, al colocarle la simbólica vestidura blanca, dice el ministro: “Esta vestidura blanca sea signo de vuestra dignidad de cristianos…”. Presentado luego el cirio encendido dice a los padres: “Que vuestros hijos, iluminados por Cristo, caminen siempre como hijos de la luz, y perseverando en la fe, puedan salir al encuentro del Señor cuando venga”. Con el pasar de los años, las preocupaciones, los deberes y las obligaciones de toda clase se irán acumulando sobre los hombros del cristiano, pero su primer deber será siempre el de guardar intacto su bautismo. Vanas serían las prácticas de piedad, vana la Eucaristía y vanos los demás sacramento, vanos el apostolado, la consagración a Dios y el mismo sagrado ministerio para el cristiano que no se preocupase de mantener íntegro el brillo de la gracia bautismal y encendida la lámpara de sus promesas bautismales, recordando que en la sagrada fuente ha sido consagrado solemnemente como templo de la gloria de Dios, morada del Espíritu Santo y miembro del Cuerpo místico de Cristo.

Consérvame, te lo suplico, inmaculado el culto de mi fe y haz que, hasta el último suspiro, escuche el testimonio de mi conciencia. Que posea para siempre –yo, bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo– lo que he profesado en el símbolo de mi regeneración; que te posea a ti, Padre nuestro; haz que adore a tu Hijo contigo y como tú; que reciba yo como mío tu Espíritu Santo que procede de ti por tu único Hijo. En verdad que tengo un testimonio digno de fe para garantizar lo que creo, y es aquél que dijo: “Padre, todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío”, Jesucristo, mi Señor, que mora en ti, y que, siempre Dios, procede de ti y está en ti y es bendito por los siglos de los siglos. Amén. (San Hilario de Poitiers).

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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