PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 1949 ~ Domingo
10 de Febrero de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
El episodio de una pesca sorprendente e inesperada en el
lago de Galilea ha sido redactado por el evangelista Lucas para infundir
aliento a la Iglesia cuando experimenta que todos sus esfuerzos por comunicar
su mensaje fracasan. Lo que se nos dice es muy claro: hemos de poner nuestra
esperanza en la fuerza y el atractivo del Evangelio.
La escena de la pesca es insólita. Cuando de noche, en el
tiempo más favorable para pescar, Pedro y sus compañeros trabajan por su
cuenta, no obtienen resultado alguno. Cuando, ya de día, echan las redes
confiando solo en la Palabra de Jesús que orienta su trabajo, se produce una
pesca abundante, en contra de todas sus expectativas.
¿No hemos de poner el Evangelio en el primer plano de
todo? Lo más importante en estos momentos críticos no son las doctrinas
elaboradas a lo largo de los siglos, sino la vida y la persona de Jesús. Lo
decisivo no es que la gente venga a tomar parte en nuestras cosas sino que
puedan entrar en contacto con él. La fe cristiana solo se despierta cuando las
personas descubren el fuego de Jesús.
José Antonio Pagola
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En una ocasión, Jesús estaba a la orilla del lago
Genesaret y la gente se agolpaba sobre Él para oír la Palabra de Dios, cuando
vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado
de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón,
le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la
barca a la muchedumbre. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar
adentro, y echad vuestras redes para pescar». Simón le respondió: «Maestro,
hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu
palabra, echaré las redes». Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces,
de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de
la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto
las dos barcas que casi se hundían.
Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús,
diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador». Pues el asombro se
había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que
habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran
compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador
de hombres». Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.
(Lc 5,1-11)
Comentario
Hoy, el Evangelio nos ofrece el diálogo, sencillo y
profundo a la vez, entre Jesús y Simón Pedro, diálogo que podríamos hacer
nuestro: en medio de las aguas tempestuosas de este mundo, nos esforzamos por
nadar contra corriente, buscando la buena pesca de un anuncio del Evangelio que
obtenga una respuesta fructuosa...
Y es entonces cuando nos cae encima, indefectiblemente,
la dura realidad; nuestras fuerzas no son suficientes. Necesitamos alguna cosa
más: la confianza en la Palabra de aquel que nos ha prometido que nunca nos
dejará solos. «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado
nada; pero, en tu palabra, echaré las redes» (Lc 5,5). Esta respuesta de Pedro
la podemos entender en relación con las palabras de María en las bodas de Caná:
«Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5). Y es en el cumplimiento confiado de la
voluntad del Señor cuando nuestro trabajo resulta provechoso.
Y todo, a pesar de nuestra limitación de pecadores:
«Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador» (Lc 5,8). San Ireneo de Lyón
descubre un aspecto pedagógico en el pecado: quien es consciente de su
naturaleza pecadora es capaz de reconocer su condición de criatura, y este
reconocimiento nos pone ante la evidencia de un Creador que nos supera.
Solamente quien, como Pedro, ha sabido aceptar su
limitación, está en condiciones de aceptar que los frutos de su trabajo
apostólico no son suyos, sino de Aquel de quien se ha servido como de un
instrumento. El Señor llama a los Apóstoles a ser pescadores de hombres, pero
el verdadero pescador es Él: el buen discípulo no es más que la red que recoge
la pesca, y esta red solamente es efectiva si actúa como lo hicieron los
Apóstoles: dejándolo todo y siguiendo al Señor (cf. Lc 5,11).
Rev. D. Blas RUIZ i López (Ascó, Tarragona, España
Santoral Católico:
Santa Escolástica
Virgen
La única fuente histórica sobre la vida de Santa
Escolástica, hermana de San Benito, son los capítulos 33 y 34 del segundo libro
de los Diálogos de San Gregorio Magno. Las noticias, legendarias que se
añadieron, enriquecen poco la imagen sencilla e intensa de la santa. Pero a San
Gregorio no le interesaba presentarnos una noticia biográfica completa de Santa
Escolástica, sino completar el perfil interior del padre del monacato
occidental.
Parece que el año del nacimiento de los dos santos
coincide: el 480. Por tanto, Benito y Escolástica probablemente fueron gemelos,
y si no lo fueron anagráficamente, sí lo fueron espiritualmente, pues sus vidas
fueron paralelas hasta la muerte, en el 547, a 40 días de distancia.
Escolástica nació en Nursia y desde muy joven se consagró
a Dios; después siguió a su hermano San Benito a Subiaco y a Montecassino. En
Piumarola, a los pies del monte, estableció su monasterio, como si humildemente
hubiera querido detenerse en las faldas de la montaña, en cuya cumbre el
hermano había fijado su habitación. Pero, a pesar de estar tan cerca en el
lugar y en el afecto, Benito bajaba a visitar a la hermana sólo una vez al año.
Es comprensible que Santa Escolástica quisiera detenerse un poco más con su
hermano, pero San Benito era muy riguroso en el cumplimiento de la regla que él
mismo se había impuesto.
En el último coloquio, que tuvo lugar tal vez el primer
jueves de cuaresma del 547, Dios demostró que le agradaba más el gesto de
afectuosa caridad que el cumplimiento riguroso de la regla. En efecto,
Escolástica le pidió al hermano que permaneciese con ella, como refiere San
Gregorio, “para que toda la noche hasta el día siguiente pudieran hablar de la
alegría de la vida celestial”. Ante el severo reproche de Benito, Escolástica
juntó las manos y permaneció en oración. “Pudo más ante Dios porque amó más”,
comenta San Gregorio Magno.
Y efectivamente, pocos instantes después pareció que se
abrían las cataratas del cielo: el aguacero y los truenos obligaron a San
Benito a desistir de regresar al monasterio, pero le echó la culpa a la hermana
que cándidamente replicó: “Pues bien, yo te lo pedí y no me quisiste escuchar;
pedí al Señor y Él si me escuchó; vete si puedes, y regresa al monasterio”.
En el lugar del prodigio se construyó la llamada “iglesia
del coloquio” y en recuerdo de ese episodio se invoca a Santa Escolástica
contra los rayos y para obtener la lluvia. A los tres días de ese maravilloso
coloquio, San Benito, durante la oración, vio que el alma de Escolástica volaba
al cielo en forma de paloma, y a los 40 días él la siguió para vivir
eternamente “la alegría celestial”.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Inesperada reacción
La anécdota que
te presento hoy ilustra muy bien, que no pocas veces nos dejamos llevar por
sospechas desprovistas de toda base real. Permitimos que vuele la imaginación y
hacemos suposiciones que perjudican nuestras relaciones humanas. Una mente
amplia y sin prejuicios es señal de gran nobleza de corazón.
En cierta ocasión invitaron al insigne y
culto Juan Kieran a dar una conferencia en la famosa Universidad de Yale. En
esa época Kieran era cronista deportivo del Times de Nueva York, y hubo alguna
resistencia entre los estudiantes, pues pensaban que la charla de un redactor
deportivo no era adecuada al ambiente humanista y clásico de la Universidad.
Kieran rebatió sencillamente estas prevenciones y quejas, improvisando el
discurso de principio al fin en perfecta lengua latina.
Hay otro detalle.
Los jóvenes universitarios tenían prejuicios sobre la idoneidad del personal
directivo para presentar un conferencista capaz de colmar las expectativas del
alumnado. Los prejuicios son fuente de errores y, a veces, muy graves. Busca
con objetividad la verdad, confrontando continuamente la realidad.
Padre Natalio
Palabras del Beato Juan Pablo
II
“A ejemplo de María, es preciso aprender a educar el
corazón en la esperanza, abriéndolo a aquel imposible de Dios, que hace exultar
de gozo y agradecimiento… A María, Madre de la Iglesia, le renuevo mi
consagración: Totus Tuus! Que ella nos ayude en todo momento de la vida a
cumplir la voluntad de Dios”
Beato Juan Pablo II
Tema del día:
Remar mar adentro
Hoy nos presenta el evangelio la llamada definitiva a
Pedro y sus compañeros. Ya Jesús había llamado para seguirle: a Pedro y su
hermano Andrés, a los otros dos hermanos Juan y Santiago y alguno otro; pero su
vida parece que alternaba entre estar con Jesús y hacer las labores y trabajos
que siempre habían tenido.
Hoy está Jesús predicando a la gente que está junto al
mar y junto a unos pescadores que están lavando las redes. Como se agolpaba mucha gente, Jesús prefirió
predicar desde una barca. Para ello pidió permiso a Pedro. Esto tiene su
importancia, pues Dios suele actuar así con nosotros: Cuando nos quiere pedir
algo muy grande en lo interno, que al mismo tiempo es un gran don, comienza
pidiéndonos algo más pequeño, quizá externo. Si no somos capaces de dar a Dios
lo poco ¿Cómo vamos a ser capaces de corresponder a una llamada más importante
que requiera todo nuestro ser?
Acabó la predicación y Jesús le dice a Pedro: “Rema mar
adentro y echad vuestras redes para pescar”. Al papa Juan Pablo II le gustaba
mucho esta frase y la aplicaba cuando había que hacer algo más grande y
dificultoso, especialmente por los jóvenes. Entrar mar adentro es una
invitación que conlleva riesgos de temporales inesperados, es una invitación al
trabajo serio de cada día o de situaciones más difíciles. Por eso cuesta el
apostolado cuando se preveen los riesgos y dificultades y quizá el hacer el
ridículo, como a san Pedro le pareció la invitación de Jesús. “Remar mar
adentro” significa la necesidad de arriesgar para ir a anunciar la palabra de
Dios a ciertos ambientes y situaciones difíciles. Por eso san Pedro le
manifestó a Jesús la que creía una gran dificultad diciendo que si, estando
toda la noche pescando, que es cuando mejor puede hacerse, y no habían pescado
nada ¿qué iban a coger entonces?
Sin embargo confía en Jesús y dice: “pero, ya que lo
dices tú, echaré las redes”. Esta es una gran virtud necesaria para todo
apóstol: la confianza en el Señor. En ese momento san Pedro se fía más de la
palabra de Jesús que de la lógica de la situación. Muchas veces podemos
experimentar que Dios nos desorienta con su manera de actuar. Ya había dicho el
profeta: “Los pensamientos de Dios no son los nuestros, ni sus caminos son
nuestros caminos”. Allí sobre pesca, la hora y las condiciones, Pedro es el
experto; pero se fía de Jesús. En la vida del espíritu los frutos no dependen
de nuestras fuerzas, aunque Dios quiere que colaboremos. La principal
colaboración muchas veces será arrojarnos en las manos de Dios. Eso ya es un
milagro. Por eso entonces el confiar de san Pedro fue el gran milagro. Luego
vinieron los peces.
Ante el milagro viene el asombro y el temor en Pedro y
los demás compañeros. Ante la grandeza de Jesús, se siente pecador, indigno de
estar a su lado. Esta es una buena cualidad del apóstol ante la llamada de
Dios. Hoy en la primera lectura, en otro ambiente: en el templo, en una gran
liturgia, se presenta el Señor para llamar a Isaías. Ante la grandeza del Señor
se siente indigno y “de labios impuros”. Esta sinceridad agrada a Dios para
confiar algo grande, como agradó la humildad de su madre María. Era la
disponibilidad que quería Jesús en Pedro y sus compañeros. Era como la
disposición que manifestó el profeta Isaías al decir: “Aquí estoy, mándame”. Es
la disposición que quiere Jesús hoy de cada uno de nosotros, si desde el fondo
de nuestro corazón podemos decir: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
Ahora Jesús confía a Pedro su misión: “En adelante serás
pescador de hombres”. Significa que en adelante se va a preocupar por
distribuir la salvación de Jesús por los hombres. Dios respeta la libertad de
los seres humanos; pero el apóstol debe anunciar generosamente la palabra de
Dios, dejando el fruto a la virtud de esa misma palabra, o sea, al don del
Espíritu Santo unido a la libertad humana. Desde ese momento Pedro y sus
compañeros “siguieron a Jesús”. Esto requería dejarlo todo, familia y trabajo,
para ir aprendiendo este seguimiento cada vez más total del corazón.
P. Silverio Velasco
Meditación breve
¡Qué fácilmente creemos que nos faltan nuestros prójimos,
que no nos estiman, que no nos quieren! Basta ver el rostro de un amigo un poco
más sombrío que de costumbre para persuadirnos de su indiferencia o de su
frialdad. O bien uno ha dicho a la ligera una palabra que nos ha disgustado,
acaso un imprudente nos recordó palabras proferidas contra nosotros, y de todas
estas tonterías hacemos una montaña. Como triste consecuencia queda una amistad
turbada y quizás perdida por algo que no mereció la pena haberlo tenido en
cuenta.
Sé indulgente. Olvida las pequeñas penas que te hayan
podido causar; no conserves ningún resentimiento por las palabras
inconsideradas o desfavorables que se han dicho contra ti; excusa los
descuidos, las ligerezas de las cuales eres víctima; juzga siempre de buena
intención a aquellos que te hayan hecho algún agravio, en fin, muestra un
semblante amable en todas las ocasiones. De esta manera estarás en paz con tu
prójimo y practicarás de modo excelente la caridad cristiana, que es imposible
practicar sin una indulgencia en todos los instantes.
“El fruto del
Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza,
mansedumbre y dominio de sí mismo” (Gálatas
5, 22-23).
Nuevo video
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Nunca nos olvidemos de
agradecer
Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas
diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la
tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por
las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
Desde México, Rosy agradece a Dios y a todos los que
sumaron sus oraciones por el niño Daniel, de 7 años, que estuvo internado por
un problema cerebral, fue operado con todo éxito y ahora está en mejores
condiciones y recuperándose.
Desde Lima, Perú, María José dice: “Quiero dar gracias a nuestro
Señor Jesucristo pues ha oído nuestra oración. Mi madre Susana P. viuda de B.,
fue operada en Setiembre de cáncer al colon en un grado tres de gravedad y yo
solicite oración comunitaria a través de ustedes, Pequeñas Semillitas. Ella
está siguiendo su tratamiento de quimioterapia y aún está a la mitad de ella y
sus células cancerígenas ya NO EXISTEN; debe continuar dos meses más de
quimioterapias, pero quiero darle gracias y gloria por siempre a mi amadísimo
Jesús por haber escuchado nuestra oración y habernos concedido esta gracia de
sanación que se solo su amor puede otorgar. Bendito y Alabado sea el nombre de
nuestro Señor Jesucristo por SIEMPRE!!!”
Desde la provincia de Buenos Aires, Argentina, Liliana
escribe y dice “Quiero agradecerle a mi amado Jesús y a la Santísima Virgen por
lo que considero una inmensa gracia que me han concedido. El viernes 8 de
febrero, cuando sostenía a un bebé de 6 meses por sus bracitos (estando yo en
mi cama), solté uno de ellos para tomar un juguete y entonces él zafó su otro
bracito de mi mano y rodó (literalmente) por la cama cayendo en el piso con
todo su cuerpecito y Alabado sea Dios, no se hizo ni un rasguño. También quiero
agradecer por las personas que me cuidan, por los maravillosos vecinos que
siempre están dispuestos a ayudarme y por los muchos y buenos amigos que tengo,
entre los que hay algunos que le quitan tiempo a su familia para estar un rato
conmigo”
“Intimidad Divina”
Domingo 5 del
Tiempo Ordinario
La Liturgia de la Palabra presenta hoy la vocación de
tres hombres: Isaías, Pedro y Pablo. Para cada uno de ellos la llamada divina
es precedida de una teofanía; se le revela y da a conocer. Grandiosa revelación
concedida a Isaías: “vi al Señor sentado en un trono excelso y elevado” (Is 6,
1); en torno a él los serafines se postraban en adoración cantando: “Santo,
santo, santo es el Señor Dios del Universo” (ib. 3). Frente a tal grandeza y
santidad, Isaías tiembla, se siente como nunca impuro e indigno de estar en la
presencia de Dios. Pero cuando siente la voz del Señor dirigirse a él: “¿A
quién enviaré? ¿y quién irá de parte nuestra?”, no titubea un instante y
responde: “Heme aquí, envíame” (ib. 8). El hombre no puede por su cuenta y
riesgo asumir la misión de colaborador del Dios; pero si Dios lo llama, su
indignidad no puede ser un pretexto para echarse atrás.
Del todo diferentes fueron las circunstancias de la
llamada definitiva a Pedro para “pescador de hombres”. La escena no acaece en
el templo como para Isaías, sino en el lago, en un contexto muy sencillo y
humano, propio del Dios hecho hombre, venido a compartir la vida de los
hombres. Después de haber predicado desde la barca de Pedro, Jesús le ordena
echar las redes. “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos
pescado nada; pero en tu palabra, echaré las redes” (Lc 5, 5). Su docilidad y
confianza salen premiadas; capturan tal cantidad de peces que las redes se
rompían y llenaron las dos barcas, “que casi se hundían” (ib. 7). El milagro
imprevisible revela quién es Jesús, y Pedro, atónito como Isaías, cae de
rodillas diciendo: “Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador” (ib. 8).
En presencia de Dios que se revela, el hombre por contraste advierte su nada y
su miseria, y siente profunda necesidad de humillarse. Al acto de humildad sigue
la definitiva llamada: “No temas. Desde ahora serás pescador de hombres”.
También aquí la respuesta es inmediata y no sólo la de Pedro, sino la de sus
compañeros: “Llevaron a tierra las barcas, y dejándolo todo, le siguieron” (ib
19-11).
En la segunda lectura Pablo habla de su vocación de
heraldo del misterio de Cristo. También a él se le reveló Cristo en el camino
de Damasco y quedó tan anonadado, que durante toda la vida se tiene no sólo por
el menor de los apóstoles, sino por “un aborto” (1 Cor 15, 8). Sin embargo, su
correspondencia es plena y puede atestiguar que la gracia de Dios no ha sido en él estéril. Tres
vocaciones diferentes, pero la misma actitud de humidad y de disponibilidad,
como base de toda respuesta al Dios que llama.
¡Oh Dios! Me has
creado para que una misión precisa, confiándome un cometido que a ningún otro
has confiado… En cierta manera también yo soy necesario a tus planes divinos…
Si caigo, puedes elegir otro, lo sé; como podrías suscitar de las piedras
nuevos hijos de Abrahán. Pero esto no quita que tenga yo parte en tu obra. Dios
mío, que sea un eslabón de la cadena, un vínculo de unión entre los hombres. Tú
no me has creado en vano… Haz que obedezca a tus mandamientos y te sirva en mi
vocación, para realizar el bien y llegar a ser ángel de paz y testigo de la
verdad, permaneciendo en el puesto que tú, oh Señor, me has asignado. (J. H.
Newman, Madurez cristiana).
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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