domingo, 16 de diciembre de 2012

Pequeñas Semillitas 1899


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1899 ~ Domingo 16 de Diciembre de 2012
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
La predicación del Bautista sacudió la conciencia de muchos. Aquel profeta del desierto les estaba diciendo en voz alta lo que ellos sentían en su corazón: era necesario cambiar, volver a Dios, prepararse para acoger al Mesías. Algunos se acercaron a él con esta pregunta: ¿Qué podemos hacer?
El Bautista tiene las ideas muy claras. No les propone añadir a su vida nuevas prácticas religiosas. No les pide que se queden en el desierto haciendo penitencia. No les habla de nuevos preceptos. Al Mesías hay que acogerlo mirando atentamente a los necesitados.
No se pierde en teorías sublimes ni en motivaciones profundas. De manera directa, en el más puro estilo profético, lo resume todo en una fórmula genial: "El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, que haga lo mismo". Y nosotros, ¿qué podemos hacer para acoger a Cristo en medio de esta sociedad en crisis?
Antes que nada, esforzarnos mucho más en conocer lo que está pasando: la falta de información es la primera causa de nuestra pasividad. Por otra parte, no tolerar la mentira o el encubrimiento de la verdad. Tenemos que conocer, en toda su crudeza, el sufrimiento que se está generando de manera injusta entre nosotros.
Podemos estar especialmente atentos a quienes han caído en situaciones graves de exclusión social: desahuciados, privados de la debida atención sanitaria, sin ingresos ni recurso social alguno... Hemos de salir instintivamente en defensa de los que se están hundiendo en la impotencia y la falta de motivación para enfrentarse a su futuro.
Desde las Comunidades Cristianas podemos desarrollar iniciativas diversas para estar cerca de los casos más sangrantes de desamparo social: conocimiento concreto de situaciones, movilización de personas para no dejar solo a nadie, aportación de recursos materiales, gestión de posibles ayudas... Será nuestra manera de acoger con más verdad a Cristo en nuestras vidas.
José Antonio Pagola


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «Pues ¿qué debemos hacer?». Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo». Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?». Él les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado». Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?». Él les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada».
Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga». Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva.
(Lc 3,10-18)

Comentario
Hoy la Palabra de Dios nos presenta, en pleno Adviento, al Santo Precursor de Jesucristo: san Juan Bautista. Dios Padre dispuso preparar la venida, es decir, el Adviento, de su Hijo en nuestra carne, nacido de María Virgen, de muchos modos y de muchas maneras, como dice el principio de la Carta a los Hebreos (1,1). Los patriarcas, los profetas y los reyes prepararon la venida de Jesús.
Veamos sus dos genealogías, en los Evangelios de Mateo y Lucas. Él es hijo de Abraham y de David. Moisés, Isaías y Jeremías anunciaron su Adviento y describieron los rasgos de su misterio. Pero san Juan Bautista, como dice la liturgia (Prefacio de su fiesta), lo pudo indicar con el dedo, y le cupo —¡misteriosamente!— hacer el Bautismo del Señor. Fue el último testigo antes de la venida. Y lo fue con su vida, con su muerte y con su palabra. Su nacimiento es también anunciado, como el de Jesús, y es preparado, según el Evangelio de Lucas (caps. 1 y 2). Y su muerte de mártir, víctima de la debilidad de un rey y del odio de una mujer perversa, prepara también la de Jesús. Por eso, recibió él la extraordinaria alabanza del mismo Jesús que leemos en los Evangelios de Mateo y de Lucas (cf. Mt 11,11; Lc 7,28): «Entre los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan Bautista». Él, frente a esto, que no pudo ignorar, es un modelo de humildad: «No soy digno de desatarle la correa de sus sandalias» (Lc 3,16), nos dice hoy. Y, según san Juan (3,30): «Conviene que Él crezca y yo disminuya».
Oigamos hoy su palabra, que nos exhorta a compartir lo que tenemos y a respetar la justicia y la dignidad de todos. Preparémonos así a recibir a Aquel que viene ahora para salvarnos, y vendrá de nuevo a «juzgar a los vivos y a los muertos».
Cardenal Jorge MEJÍA Archivista y Bibliotecario de la S.R.I. (Città del Vaticano, Vaticano)


Santoral Católico:
Santa Adelaida (Alicia)
Emperatriz en Italia


Sesenta y ocho años llenos de agitación en los que una mujer de las importantes quiso y supo ser "testigo" de Cristo. Esta fue Adelaida o Alicia, emperatriz en Italia.

Casada muy joven con el rey de Italia, Lotario, se le prometía una vida feliz con su recién nacida hija Emma y probablemente el matrimonio deseaba terminar sus días "comiendo perdices", como se pone fin a los cuentos de princesas y príncipes que probablemente también en su época se contaban. Pero a veces los planes de la Providencia no coinciden con los de los hombres; se complican, van y vienen por tortuosos senderos, en muchas ocasiones imprevistos y en otras muy dolorosos, de los que el Señor sabe sacar mayores bienes. Así pasó.

En realidad toda su vida estuvo envuelta en las turbulencias políticas y militares propias del tiempo. Cuando murió su primer marido sólo tiene dieciocho años y, tan joven, ya es reina, madre y viuda. Otro matrimonio, el segundo, la va a relacionar con la historia de los tres primeros Otones: su marido, hijo y nieto. En su vida están presentes los sufrimientos por cárcel y destierro. También entendió mucho de intrigas de la Corte, de confabulación, de envidias, de traiciones y de falsedades. Inculpablemente tuvo que soportar la incomprensión de propios y extraños porque la ambición y el poder ciegan los ojos de los que no son buenos.

Regente emperatriz, retoma funciones de mando en tiempos de Otón III. Ahora muestra con sus obras lo muerta que estaba para sí misma y que la anterior piedad, la de toda su vida, fue un asunto sincero. La emperatriz se dedica a hacer el bien. Protege, socorre y consuela a los necesitados. Considera el poder como una carga para ella y un servicio para el bien del pueblo. No es injusta, ni vengativa con quienes le injuriaron en tiempo pretérito. Muestra esmero infatigable en las tareas de gobierno. Reza, se mortifica y expía por los pecados de su pueblo. Magdeburgo es ejemplo de que propicia el resurgir de los templos.

Tenida por santa, muere en Salces, en la Alsacia, en el 999.

Fuente: Catholic.net


Palabras del Beato Juan Pablo II

“El Adviento nos recuerda que Jesús ha venido a nosotros y por nosotros en la humildad de un pesebre. A cada uno, por consiguiente, nos corresponde acogerlo con espíritu de penitencia, en una existencia renovada por una fe auténtica y manifestada en obras. El Redentor, a quien esperamos en este tiempo de Adviento, vendrá trayendo a los dones del Espíritu Santo y hará oír su voz gloriosa en la alegría de nuestro corazón”

Beato Juan Pablo II


Tema del día:
Esperar con alegría


Este tercer domingo se llama: “Domingo de la alegría”. Todos nos sentimos un poco motivados a ella, porque está ya cerca la Navidad. Pero muchas veces nos basamos en la alegría barata y hueca que nos quieren dar los anuncios de compras y de fiestas mundanas. Hoy la liturgia nos invita a una alegría sincera y profunda, que es un don del Espíritu, que no tiene directa relación con el placer o la comodidad o la fortuna, ni es cuestión de temperamento, sino de la gracia y del saber que “el Señor está cerca”.

Ya en la primera lectura de la misa el profeta Sofonías alienta a la alegría, porque después de muchas calamidades, el Señor se iba a hacer presente con sus dones. Pero es san Pablo, en la segunda lectura, quien de una manera más imperiosa y urgente nos dice que debemos estar alegres. Y lo repite. Ya veía él lo que es una realidad entre nosotros: que es muy frecuente la tentación de la tristeza, del pesimismo. Y por lo tanto no se puede seguir a Cristo estando tristes. Santa Teresa decía: “Un santo triste es un triste santo”. Quería decir que era un santo falso o que no lo era.

No es fácil el estar alegres en medio de tantas contrariedades como vemos en la vida. Un autor dice: “Esto de la alegría es cosa seria”. Por lo tanto no es lo mismo seriedad y alegría, aunque muchas veces la alegría debe notarse externamente. Hoy mismo lo dice san Pablo: “Que vuestra amabilidad (fruto de la alegría interna) sea conocida por todos”. Y sigue diciendo que nada nos debe preocupar, de modo que caigamos en la tristeza, en la depresión. Y esto porque “el Señor está cerca”.

Esa cercanía la vivimos ahora en la Navidad. En esos días recordamos y revivimos la presencia de Dios hecho hombre entre nosotros. Pero es que está cerca, porque en realidad vive entre nosotros. Vive en la Eucaristía y debe vivir en nuestro corazón por el amor. Esto es lo que nos debe llenar de alegría profunda: Dios nos ama y no nos abandona. Nunca estamos solos, sino que estamos con Dios y esperamos que esta unión sea total y eterna después de la muerte. Esperamos que un día Cristo Jesús pueda decirnos, en su última venida: “Entra en el gozo de tu Señor”.

Pero la alegría interior del corazón debe manifestarse en obras de correspondencia al amor de Dios. Hoy es día también para que nos preguntemos: ¿Qué debo hacer? Esto le preguntaban a san Juan Bautista las personas que habían sentido sus palabras entrar en su corazón y estaban en proceso de conversión. Todos los años en este tercer domingo de Adviento, igual que en el segundo, nos presenta la Iglesia en el evangelio la figura de san Juan Bautista, el Precursor, el que nos debe ayudar para prepararnos mejor a la venida del Señor. Hoy nos presenta ese diálogo de la gente que le pregunta al Bautista y las respuestas del santo, que son también para nosotros.

Lo primero que pide es el desprendimiento de bienes para compartir con quien no tiene. Entra plenamente en el espíritu de la Navidad. Y es algo que Jesús pedirá a los que quieran ser sus discípulos: estar dispuestos a renunciar a todo para estar disponibles para el bien de los demás. Una clase de personas que le preguntaba eran cobradores de impuestos, que solían aprovecharse de la gente. A éstos les dice que no exijan más de lo debido. En nuestra vida no se trata sólo de dinero; pero la verdad es que a veces por seguir nuestro egoísmo exigimos a otros lo que no debemos. De una manera concreta suele suceder en los que tienen alguna autoridad. En aquel tiempo los soldados eran autoridad. A ellos les dicen que no extorsionen a nadie y se contenten con lo que es justo. Suele haber mucho abuso de la autoridad, también en una familia, cuando en realidad debe ser un servicio hecho con amor.

Prepararnos para la venida de Jesús, la de Navidad, la de todos los días y la definitiva, debe ser sobre todo crecer en el amor. Si el amor es profundo hacia Dios y hacia los demás, quizá tendremos que sufrir; pero en lo más hondo del alma brotará la alegría sincera, que nos proporcionará la paz por la presencia de Dios.

P. Silverio Velasco (España)


Nuevo video y artículo

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Pensamientos sanadores


Que el amor prepare el pesebre de tu corazón

A lo largo de los siglos, se ha venido pronunciando incesantemente el mandato de Jesús: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Jn 15, 12)
Ahora, quiero invitarte a que te hagas algunas preguntas, de manera tal que tú mismo puedas medir si estás cumpliendo con este mandato que Jesús te da.
¿Amas a tal punto de renunciar a tu tiempo, para donarlo a tus hermanos?
¿Amas a tal punto que pospones tus gustos, para servir a quienes te necesitan?
¿Hay lugar en tu corazón para quien piensa diferente, para quien ha hablado mal de ti, para quien te ha quitado algo que para ti era importante?
¿Amas o toleras?
No se trata de ser tonto, sino de ser sabio y perdonar, dejar lugar a que la otra persona pueda cambiar, desarrollar nuevos gestos y palabras que sean puente y canal que lleven el agua fresca y cristalina del amor de Dios.

Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la ley. Porque los mandamientos (…) se resumen en este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Romanos 13, 8-9.


Oración Poesía:
¡Qué alegría!

¡Qué alegría
saber que estás de mi parte, 
haga lo que haga! 
¡Qué alegría 
sentir que me aceptas como soy,
y que no necesitas que me justifique! 
¡Qué alegría 
comprobar tu fidelidad inagotable, 
inamovible como la Roca!
¡Qué alegría poder decirte "Te quiero“! 
¡Qué alegría descubrir que otros te aman
y que Tú les amas, y saber que su amor, 
como el mío, te son imprescindibles!
¡Qué alegría poder regalarte algo 
de todo lo que tú me has dado antes!
¡Qué alegría tenerlo todo en Ti, 
no teniendo yo nada! 
¡Qué alegría me da Jesús, 
que me quieras tanto!
¡Qué alegría!

José M. Garbayo


Nunca nos olvidemos de agradecer


Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde Buenos Aires, Argentina, Cecilia agradece las oraciones hechas en favor de Héctor M., a quien, luego de larga espera, finalmente –y gracias a Dios– le han aplicado la toxina botulínica para el tratamiento de su afección en los párpados (blefaroespasmo).

Desde Bogotá, Colombia, Carlos C. quiere expresar su agradecimiento por su familia en general, por Trini, su esposa, Carlos y María Paula, sus hijos, Carlota, su madre, y por todos sus hermanos y hermanas, cuñados y cuñadas, sobrinos y sobrinas, tías y primos; también da gracias por sus amigos del alma. Dice Carlos: “Gracias Señor que en este año te has manifestado a través de signos llenos de bondad y de amor. Sin duda fue un año excelente: los círculos de cerraron, y se abrieron hermosas oportunidades que aprovecharé por siempre y ofrezco con sincero amor a Ti, a María, nuestra Madre Santísima y a toda tu Corte de Santos”


"Intimidad Divina"

Domingo III de Adviento

En la inminencia de la Navidad, la liturgia nos invita a la alegría por el grande acontecimiento salvífico que se dispone a celebrar, mientras continúa exhortándonos a la conversión. La alegría es el tema de las dos primeras lecturas. “¡Exulta, hija de Sión! ¡Da voces jubilosas, Israel! ¡Regocíjate con todo el corazón, hija de Jerusalén!” (Sf 3, 14). El motivo de tanta alegría no es solamente la restauración de Jerusalén, sino la promesa mesiánica que hace ya gustar al profeta la presencia de Dios entre su pueblo: “Aquel día se dirá… está en medio de ti Yahvé como poderoso salvador” (ib 16-17). “Aquel día” tan lleno de gozo será el día del nacimiento de Jesús en Belén; pues entonces el Señor se hará presente en el mundo de la manera más concreta, hecho hombre entre los hombres para ser el Salvador poderoso de todos.

Si Jerusalén se alboroza con la esperanza de “aquel día”, la Iglesia cada año lo conmemora con alegría inmensamente más grande. Allí era sólo promesa y esperanza, aquí es realidad y un hecho ya cumplido. Y sin embargo tampoco esto excluye la esperanza porque el hombre está siempre en camino hacia el Señor, el cual, aunque venido ya en la carne, debe volver glorioso al final de los tiempos. El itinerario de la Iglesia se extiende entre estos dos acontecimientos; y del mismo modo que se alegra por el primero, también se alegra por el segundo y exhorta a sus hijos a que se regocijen con ella. “Alegraos siempre en el Señor. Repito: alegraos… ¡El Señor está cerca! (Fp 4, 4-5). Cerca, porque ya ha venido; cerca porque volverá; cerca porque a quien le busca con amor cada Navidad trae una nueva gracia para descubrir al Señor y unirse a él de un modo nuevo y más profundo.

Como preparación a la venida del Señor, San Pablo nos recomienda con alegría, la bondad: “Vuestra amabilidad sea notoria a todos los hombres” (ib 5). Sobre este tema insiste el Evangelio a través de la predicación del Bautista enderezada a preparar las almas a la venida del Mesías… “El que tiene dos túnicas, dé una al que no la tiene, y el que tiene alimentos, haga lo mismo” (Lc 3, 11). La caridad para con el prójimo, unida a la de Dios, es el punto central de la conversión; el hombre egoísta preocupado sólo de sus intereses debe cambiar ruta preocupándose de las necesidades y del bien de los hermanos… Juan propone un programa de justicia y caridad: no exigir más de lo debido, no cometer atropellos, no explotar al prójimo, contentarse con la propia paga. El Bautista no pedía grandes gestos, sino el amor del prójimo concretizado en la generosidad hacia los menesterosos y en la honradez en el cumplimiento de la propia profesión. Era como el preludio del mandamiento del amor sobre el que tanto había de insistir más tarde Jesús. Bastaría orientarse con plenitud en esta dirección para prepararse dignamente a la Navidad.

¡Oh Señor!, ven a nosotros aún antes de tu llegada; antes de aparecer ante el mundo entero, ven a visitarnos en lo más íntimo de nuestra alma… Ven ahora a visitarnos en el tiempo que corre entre tu primera y tu última venida, para que tu primera venida no nos sea inútil, y la última no nos traiga una sentencia de condenación. Con tu venida actual quieres corregir nuestra soberbia haciéndonos conformes a la humildad que manifestaste en tu primera venida; entonces podrás transformar nuestro humilde cuerpo haciéndolo semejante al tuyo glorioso, que aparecerá en el momento de tu venida final. Por esto te suplicamos con la más ardiente oración y con todo nuestro fervor; disponnos a recibir esta visita personal que nos da la gracia del primer adviento y nos promete la gloria del último. Porque tú, ¡oh Dios!, amas la misericordia y la verdad, y nos darás la gracia y la gloria; en tu misericordia nos concedes la gracia y en tu verdad nos darás la gloria. (Gerrico de Igny)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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