domingo, 9 de diciembre de 2012

Pequeñas Semillitas 1892


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1892 ~ Domingo 9 de Diciembre de 2012
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
Los primeros cristianos vieron en la actuación del Bautista al profeta que preparó decisivamente el camino a Jesús. Por eso, a lo largo de los siglos, el Bautista se ha convertido en una llamada que nos sigue urgiendo a preparar caminos que nos permitan acoger a Jesús entre nosotros.
"Preparen el camino del Señor". ¿Cómo escuchar ese grito en la Iglesia de hoy?  ¿Cómo abrir caminos para que los hombres y las mujeres de nuestro tiempo podamos encontrarnos con Él? ¿Cómo acogerlo en nuestras comunidades?
En medio del "desierto espiritual" de la sociedad moderna, hemos de entender y de configurar la comunidad cristiana como un lugar donde se acoge el Evangelio de Jesús. Vivir la experiencia de reunirnos creyentes, menos creyentes, poco creyentes e, incluso, no creyentes, en torno al relato evangélico de Jesús. Darle a Él la oportunidad de que penetre con su fuerza humanizadora en nuestros problemas, nuestras crisis, nuestros miedos y nuestras esperanzas.
Recorriendo los evangelios experimentamos que la presencia invisible y silenciosa del Resucitado adquiere rasgos humanos y recobra voz concreta. De pronto todo cambia: podemos vivir acompañados por Alguien que pone sentido, verdad y esperanza en nuestra existencia. El secreto de la "nueva evangelización" consiste en ponernos en contacto directo e inmediato con Jesús. Sin Él, no es posible engendrar una fe nueva.
José Antonio Pagola


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: «Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios».
(Lc 3,1-6)

Comentario
Hoy, la Iglesia se propone la contemplación de las palabras proféticas de Isaías que se refieren al Precursor del Señor, Juan Bautista, el cual se dio a conocer en el río Jordán anunciando la salvación de Dios. Él tenía la misión de abrir rutas, aplanar caminos, allanar montañas, convertir los terrenos escabrosos en valles frondosos (cf. Lc 3,4-5). También ahora a los cristianos se nos pide —sin ningún miedo al mundo actual— trabajar apostólicamente para que todos puedan vislumbrar la salvación (cf. Lc 3,6) que sólo viene de Dios por Jesucristo.
Tenemos muchas hondonadas para rellenar, muchos caminos para allanar, muchas montañas para trasladar. Quizá son tiempos difíciles, pero no nos faltarán los medios si contamos con la gracia de Dios. Seremos precursores en la medida en que vivamos cerca del Señor y entonces se cumplirán aquellas palabras de la Carta a Diogneto: «Lo que es el alma para el cuerpo, así son los cristianos dentro del mundo». Naturalmente, hemos de amar de todo corazón este mundo en el que vivimos, como decía un personaje de una novela de Dostoiewski: «Amad a toda la creación en su conjunto y en sus elementos, cada hoja, cada rayo, los animales, las plantas. Y amando comprenderéis el misterio divino de las cosas. Y una vez comprendido acabaréis por amar el mundo entero con un amor universal».
San Justino afirmaba: «Todas las cosas noblemente humanas nos pertenecen». Y desde las entrañas del mundo —en medio del trabajo, de la familia, del ambiente social— seremos precursores preparando los caminos de la salvación que viene de Dios. Con el ejemplo y la palabra «sacudiremos la pereza de los que nos rodean, les abriremos amplios horizontes ante su existencia egoísta y aburguesada, les complicaremos la vida, haciendo que se olviden de sí mismos y los llevaremos a la alegría y a la paz», tal como san Josemaría Escrivá describió el trabajo apostólico de los cristianos en medio del mundo.
Rev. D. Josep VALL i Mundó (Barcelona, España)


Santoral Católico:
San Juan Diego Cuauhtlatoatzin
Vidente de la Virgen de Guadalupe


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San Pedro Fourier
Educador y Fundador

 

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Fuente: Catholic.net



Palabras del Beato Juan Pablo II

“Convertirse, abrir el corazón
a la fuerza renovadora del Evangelio,
ése debe ser el programa del Adviento”

Beato Juan Pablo II


Tema del día:
Llamado a la conversión


Estamos en el segundo domingo de Adviento, que significa venida del Señor. En este domingo ya se hace más presente la primera venida de Jesús en su nacimiento. Nosotros lo recordaremos en la Navidad; pero debe ser un recuerdo vivo, porque Jesús quiere venir de una manera más plena a nosotros. Para que sea más real y vivo este encuentro con el Señor nos debemos preparar. Ya sé que hay muchos que están preparando en sentido material la próxima Navidad; sé que hay muchos que se dejan llevar de la propaganda comercial y por ello se van a quedar casi sólo con lo que tiene de satisfacción material una fiesta, que les traerá luces fugaces, quizá consuelos familiares muy dignos; pero el alma vacía (y también quizá los bolsillos), si no han sabido buscar lo que debe dar el verdadero sentido y esperanza cierta a nuestra vida.

La Navidad debe ser un encuentro íntimo con el Señor, que viene en un sentido más amable, pero salvador. Para vivir una Navidad espiritual, debemos prepararnos. Hoy el evangelio nos trae la figura de san Juan Bautista que nos invita a una digna preparación. San Lucas nos le presenta de una manera solemne recordando las circunstancias históricas y políticas de aquel tiempo. Nos dice que vino sobre él la palabra de Dios en el desierto. Esto significa que era un hombre disponible a la palabra de Dios, porque estaba desprendido de las cosas materiales. Si nosotros estamos atados a los atractivos materiales de este mundo, es muy difícil que podamos acoger con paz la palabra de Dios que nos ha de salvar, la que hoy se nos da.

San Juan predicaba un bautismo de penitencia en remisión de los pecados. La liturgia de este tiempo de adviento es de color morado. Es el color de la penitencia, de la austeridad. Todos tenemos pecados. Por lo cual el acercarse a Dios requiere primero el apartarse del mal para con esfuerzo poder hacer el bien. Esto es lo que el Bautista decía con la palabra “conversión”. Para encontrarnos más vivamente con Dios en la Navidad, necesitamos convertirnos. No se trata de la conversión de los grandes pecadores. ¡Ojalá que alguno se convierta a Dios! Se trata sobre todo de los que nos creemos “gente buena”. Necesitamos convertirnos un poco más cada día. Convertirse significa volver a Dios, cambiar de actitud en la manera de pensar y de actuar. Es quitar la mentalidad mundana y tener unos criterios de fe al estilo de Jesucristo. Es llegar a pensar como Jesús en cuanto a querer a todos hasta a los enemigos, es amar la pobreza y el dolor, buscando el bien de todos. Es algo “radical” y muy serio.

San Juan Bautista también nos dice qué es lo que tenemos que hacer, siguiendo las palabras que había dicho el profeta Isaías, palabras esperanzadoras para el regreso del pueblo desde el destierro: Hay que preparar el camino del Señor. Por eso hay que rellenar los barrancos, allanar los montes y enderezar los caminos tortuosos. Los montes que hay que quitar son la soberbia, el orgullo y la prepotencia. Los valles a rellenar son las grandes faltas, desconfianzas y depresiones. Lo torcido y escabroso son los pecados en general, los vicios y malas pasiones. Tenemos mucha tarea para realizar con la gracia de Dios para que la Navidad sea una salvación.

Termina el evangelio diciendo que, si esto es así, “todos verán la salvación”. La Navidad es un tiempo de una actualización especial de la salvación de Dios. Todos pueden llegar a ver la salvación que Dios realiza en nosotros, si nos empeñamos en realizar las palabras del Bautista. Convertirse es realizar lo que decía el profeta Ezequiel: transformar el corazón de piedra en corazón de carne, que significa de amor, compasión, perdón y caridad. Es llegar a pensar como Cristo para actuar como El.

Dios quiere para nosotros la alegría; pero que sea verdadera, la que procede de un corazón que sabe que vive algo que da pleno sentido a su vida. En el salmo de la misa de hoy se dice: “Dios ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. Esto es lo que deberemos decir en la Navidad, si abrimos el corazón al Niño Dios.

P. Silverio Velasco (España)


Nuevo video y artículo

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Pensamientos sanadores


Sé como el grano de trigo

Cuando leemos sobre la vida de los santos y cuando hemos conocido hombres y mujeres de paz, nos damos cuenta de que, en medio de situaciones trágicas y terribles, supieron mantener el autodominio y la clara conciencia de quiénes eran. Ellos sabían Quién habitaba en su interior.
Cuando te encuentras rodeado por situaciones de confusión y caos, ten presente que, por medio de tu conciencia centrada en la presencia de Dios, puedes lograr que el caos no te afecte. Entonces, serás un punto de referencia para quienes se dejan arrastrar por las olas de las diversas circunstancias exteriores. También recuerda que las situaciones empeoran antes de mejorar, pero, sólo a través de esas crisis, se nos brinda la oportunidad de un crecimiento integral. Jesús, que habita en ti, te concederá el mismo señorío que él demostró antes de la Resurrección.

“Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo, pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos” Lucas 22, 31-32.


Nunca nos olvidemos de agradecer


Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde City Bell, Buenos Aires, Argentina, agradecen las oraciones hechas por Enrique Pablo C., recientemente operado de cáncer de colon en la ciudad de La Plata, el cual se está recuperando favorablemente en su casa con su familia. Damos gracias a Dios…

También desde Buenos Aires llega un especial agradecimiento a la Santísima Virgen de Lourdes, por la buena operación y recuperación de Pablo G. que ya está en su casa junto a sus seres queridos. Nos sumamos dando gracias…

Esperanza, que vive en La Coruña, España, expresa su agradecimiento a Dios por Manuel y Julia, sus padres, y pide a la Virgen que siempre la proteja de todo mal en esta vida.

Desde Buenos Aires, Elsa S. agradece al Señor, a la Santísima Virgen y a todos los que rezaron por ella, ya que está encontrando soluciones a sus problemas de salud y va mejorando día a día tanto física como psíquica y espiritualmente.

Desde Guatemala, la familia Solares Ochoa agradece a Dios por las múltiples bendiciones recibidas y por venir para la familia.

Desde Córdoba, Argentina, se agradece a todas las personas que rezaron por Rosa, que hace dos días ha sido llamada a la presencia del Señor.

Desde Buenos Aires, Argentina, agradecen las oraciones hechas para Ana María P., que fue operada con éxito de la cadera y ha regresado ya a su domicilio.


"Intimidad Divina"

Domingo 2 de Adviento

“Despójate, Jerusalén, de tu saco de duelo y de aflicción, vístete para siempre los ornamentos de la gloria que te viene de Dios, envuélvete en el manto de justicia que Dios te envía… Porque Dios mismo traerá a Israel lleno de alegría, con el resplandor de su gloria, con la misericordia y justicia que de él vienen” (Bar 5, 1-2, 9). Con lenguaje poético el profeta Baruc invita a Jerusalén, desolada y desierta por el destierro de sus hijos, a la alegría porque se acerca el día de la salvación y su pueblo volverá a ella conducido por Dios mismo. Jerusalén es figura de la Iglesia. También la Iglesia sufre por tantos hijos suyos alejados y dispersos, y también ella es invitada en el Adviento a renovar la esperanza confiando en el Salvador que en cada Navidad renueva místicamente su venida para conducirla a la salvación con todo su pueblo.

Los profetas habían hablado de un camino que había que trazar en el desierto para facilitar la vuelta de los desterrados. Pero cuando el Bautista reanuda la predicación de aquéllos y se presenta a las orillas del Jordán como “voz que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas” (Lc 3, 4), ya no llama a construir sendas materiales, sino a disponer los corazones para recibir al Mesías, que había ya venido y que estaba para empezar su misión. Por eso Juan iba “predicando el bautismo de conversión para la remisión de los pecados” (ib 4). Convertirse quiere decir purificarse del pecado, enderezar las torceduras del corazón y de la mente, colmar los derrumbes de la inconstancia y del capricho, derribar las pretensiones del orgullo, vencer las resistencias del egoísmo, destruir las asperezas en las relaciones con el prójimo, en una palabra, hacer de la propia vida un camino recto que vaya a Dios sin tortuosidades ni compromisos.

La conversión personal lleva consigo también el compromiso de trabajar por el bien de los hermanos y de la comunidad. Es necesario recordar que nuestra salvación y la de los demás es obra más de Dios que del hombre. Este debe colaborar con seriedad, pero es Dios quien toma la iniciativa de obra tan grande y quien debe llevarla a cabo. Sólo con la ayuda de la gracia puede el hombre aparecer “lleno de frutos de justicia” en el último día, porque la justicia, o sea, la santidad, se consigue sólo por Jesucristo, abriéndose con humildad y confianza a su acción santificadora.

¡Oh Señor! No me jacto de mis obras… no alabo las obras de mis manos; temo que si tú las examinas, encontrarás en ellas más pecados que méritos. Sólo una cosa pido y esto espero conseguir: no desprecies las obras de tu mano. Mira en mí tu obra y no la mía, porque, si miras mi obra, me condenarás, pero si miras la tuya, me salvarás. Pues lo que hay en mí de bueno, todo me viene de ti y es tuyo más que mío… Por gracia he sido salvado por medio de la fe y no por merecimiento mío, sino por don tuyo; no en virtud de mis obras, para que así no tenga ocasión de ensoberbecerme. Hechura tuya soy, plasmado en tu gracia junto con mis obras buenas. (San Agustín)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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