miércoles, 12 de diciembre de 2012

Pequeñas Semillitas 1895


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1895 ~ Miércoles 12 de Diciembre de 2012
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
Nuestra Señora de Guadalupe es una advocación mariana de la Iglesia católica, cuya imagen tiene su principal centro de culto en la Basílica de Guadalupe, en el norte de la ciudad de México. De hecho, es la Patrona de México y Emperatriz de América.
De acuerdo a la tradición mexicana, la Virgen María de Guadalupe se apareció cuatro veces a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac. Según el relato guadalupano conocido como Nican mopohua, tras una cuarta aparición, la Virgen ordenó a Juan Diego que se presentara ante el primer obispo de México, Juan de Zumárraga. Juan Diego llevó en su ayate (especie de manta que cuelga de los hombros) unas rosas ―flores que no son nativas de México y que tampoco prosperan en la aridez del territorio― que cortó en el Tepeyac, según la orden de la Virgen. Juan Diego desplegó su ayate ante el obispo Juan de Zumárraga, dejando al descubierto la imagen de Santa María, morena y con rasgos mestizos.
Las apariciones tuvieron lugar en 1531, ocurriendo la última el 12 de diciembre de ese mismo año. La fuente más importante que las relata es el Nican mopohua, atribuido al indígena Antonio Valeriano (1522-1605) y publicado en 1649 por el presbítero Miguel Sánchez en su libro Imagen de la Virgen María Madre de Dios de Guadalupe, contribuyendo a divulgar ampliamente la devoción guadalupana.
Pidamos fervorosamente a Ella que acompañe nuestro caminar en estos días de Adviento, al encuentro de Jesús…


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».
(Mt 11,28-30)

Comentario
Hoy, Jesús nos conduce al reposo en Dios. Él es, ciertamente, un Padre exigente, porque nos ama y nos invita a darle todo, pero no es un verdugo. Cuando nos exige algo es para hacernos crecer en su amor. El único mandato es el de amar. Se puede sufrir por amor, pero también se puede gozar y descansar por amor…
La docilidad a Dios libera y ensancha el corazón. Por eso, Jesús, que nos invita a renunciar a nosotros mismos para tomar nuestra cruz y seguirle, nos dice: «Mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11,30). Aunque en ocasiones nos cuesta obedecer la voluntad de Dios, cumplirla con amor acaba por llenarnos de gozo: «Haz que vaya por la senda de tus mandamientos, pues en ella me complazco» (Sal 119,35).
Me gustaría contar un hecho. A veces, cuando después de un día bastante agotador me voy a dormir, percibo una ligera sensación interior que me dice: —¿No entrarías un momento en la capilla para hacerme compañía? Tras algunos instantes de desconcierto y resistencia, termino por consentir y pasar unos momentos con Jesús. Después, me voy a dormir en paz y tan contento, y al día siguiente no me despierto más cansado que de costumbre.
No obstante, a veces me sucede lo contrario. Ante un problema grave que me preocupa, me digo: —Esta noche rezaré durante una hora en la capilla para que se resuelva. Y al dirigirme a dicha capilla, una voz me dice en el fondo de mi corazón: —¿Sabes?, me complacería más que te fueras a acostar inmediatamente y confiaras en mí; yo me ocupo de tu problema. Y recordando mi feliz condición de "servidor inútil", me voy a dormir en paz, abandonando todo en las manos del Señor…
Todo ello viene a decir que la voluntad de Dios está donde existe el máximo amor, pero no forzosamente donde esté el máximo sufrimiento… ¡Hay más amor en descansar gracias a la confianza que en angustiarse por la inquietud!
P. Jacques Philippe (Cordes sur Ciel, Francia)

Nota:
También se puede leer hoy el Evangelio según San Lucas 1, 39-48.


Santoral Católico:
Nuestra Señora de Guadalupe
Advocación Mariana
Patrona de México y Emperatriz de América


Un sábado 9 de diciembre, el indio Juan Diego, recién convertido a la fe católica, se dirigió al templo para oir Misa. Al pie de un cerro pequeño llamado Tepeyac vio una nube blanca y resplandeciente y oyó que lo llamaban por su nombre. Vio a una hermosa Señora quien le dijo ser "la siempre Virgen María Madre de Dios" y le pidió que fuera donde el Obispo para pedirle que en aquel lugar se le construyera un templo. Juan Diego se dirigió a la casa del obispo Fray Juan de Zumárraga y le contó todo lo que había sucedido. El obispo oyó con admiración el relato del indio y le hizo muchas preguntas, pero al final no le creyó.

De regresó a su pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó lo ocurrido. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo, luego de oir a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo. De regreso, Juan Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba. El indio avergonzado le explicó lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano.

Entonces el indio le pidió la señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a la cumbre del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y poniéndose la tilma, cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo. Una vez ante Monseñor Zumarraga Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe. Viendo esto, el obispo llevó la imagen santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio. Pio X la proclamó como "Patrona de toda la América Latina", Pio XI de todas las "Américas", Pio XII la llamó "Emperatriz de las Américas" y Juan XXIII "La Misionera Celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas".

Aciprensa

Más sobre la Guadalupana


Más información en Catholic.net, hacer clic acá

Más información en EWTN, hacer clic acá

Más información en Web Católico de Javier, clic acá


Palabras del Beato Juan Pablo II

«Haz que todos, gobernantes y súbditos,
aprendan a vivir en paz,
se eduquen para la paz,
cumplan todo lo que exigen la justicia
y el respeto de los derechos de cada hombre,
para que así se consolide la paz.
Escúchanos, Virgen «morenita»,
Madre de la Esperanza, Madre de Guadalupe»

Beato Juan Pablo II - 1997


Tema del día:
Esperamos la esperanza

Con el vértigo propio de todos los años nos acercamos a un nuevo fin de año. Al llegar este tiempo, muchas de nuestras reuniones, se visten de cierre de actividades.

Antes de pasar a una evaluación, solemos mirar el  tiempo de Adviento. Tiempo de espera y esperanza donde nos preparamos para la celebración de Navidad.

Son muchas las situaciones vividas a lo largo de este tiempo que ha pasado como para no tomar conciencia plena de que necesitamos renovarnos en la esperanza. Sin duda que la situación no es motivadora de nuestra esperanza sino que, con mucha fuerza, nos hace saber que la necesita.

Es en un contexto de desesperanza que renovamos nuestra esperanza. Es tiempo de esperanza y no de soluciones. Es mucho más simple mirar una de las realidades que nos golpean y tratar de buscar una respuesta.

Sabemos que ninguna posible respuesta será simple y cómoda pero ello será mucho menos complejo que el abocarnos a conservar viva la esperanza. Sin esperanza ninguna posible solución a cualquiera de los desafíos de nuestro hoy será muy consistente.

Quizás resulte mucho más simple brindar soluciones, por más complejas que las mismas puedan resultar, que ayudar a renovar la esperanza. Es ayudar a conservar intacta la capacidad de soñar. Es no desanimarnos y mantener la fuerza para no bajar los brazos contagiando esa realidad a los demás. Es reafirmarnos en la convicción de la fuerza transformadora de la solidaridad. Es ayudarnos a detener nuestra mirada en las realidades positivas existentes en nuestro entorno y no detenernos tanto en todo eso que nos lleva a la desesperanza.

Las soluciones podrán llegar en la medida en que seamos capaces de renovar, conservar y acrecentar nuestra convicción en la esperanza. No es una esperanza, por lo tanto, pasiva. No esperamos mirando hacia arriba con la certeza de que las soluciones nos caerán de lo alto. Porque creemos en “lo alto” mantenemos fija nuestra mirada en los demás. No somos ni el mayor ni el más complejo de los problemas. No somos quienes necesitan la más urgente de las soluciones.

Uno de los aspectos más difíciles de nuestra esperanza es la convicción de que poseemos mucho para brindar y hay muchos que esperan de nosotros. Por más difícil que nos pueda parecer nuestra situación siempre tenemos mucho para compartir con los demás. El Adviento es un tiempo donde nos preparamos para recibir la pequeñez y fragilidad de un niño recién nacido.

Esa es nuestra esperanza. Una realidad pequeña y frágil como ese niño que deberá ser ayudado a crecer. Una realidad que habrá de necesitar de tiempo para poder llegar a su plenitud.

Nuestra esperanza pone toda su confianza en una esperanza. No esperamos soluciones a nuestros problemas sino que esperamos la capacidad de conservar intacta nuestra convicción en la esperanza. Todo niño, al irrumpir en este mundo, llora. Nuestra esperanza no está exenta del llanto. Por esperar no estamos libres del dolor, de las dificultades y de las tensiones. Es desde allí donde esperamos con la convicción y la certeza de que habrá de triunfar esa Buena Noticia, que es Dios con nosotros, en la medida que le conservemos vivo en nuestra vida.

Mientras tanto... Mil veces nos habremos de encontrar en la necesidad de renovar la seguridad de que esperamos la esperanza.
Esperar la esperanza es renovar la certeza de que es posible no bajar los brazos.
Esperar la esperanza es tener la certeza de que es posible ese cambio que ha de darse desde el empeño entre muchos.
Esperar la esperanza es tener los pies sobre la tierra sabiendo que el mañana mejor es posible.

Padre Martín Ponce de León


Nuevo video y artículo

Hay un nuevo video subido a este blog
Titulado “Juan Diego y la Virgen de Guadalupe”.
Para verlo tienes que ir al final de la página.

Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:


Pensamientos sanadores


Contémplate en los ojos de la Guadalupana

Cuando, en oración, imagines los ojos de María y te contemples en ellos como si lo hicieses en un espejo, notarás que esa imagen que viene de ti mismo te mostrará una belleza y un potencial que hay en ti y que, tal vez, no conocías.
Decídete a dedicar un momento, en cada día, aunque no sean más que unos pocos minutos, para contemplarte a ti mismo, como lo hizo Juan Diego, en los ojos de María, y entonces, te verás tan hermoso, que comprenderás que alcanzar la santidad no es imposible, pues será la santidad que te alcanzará a ti.

La Sabiduría es más ágil que cualquier movimiento; a causa de su pureza lo atraviesa y penetra todo. Ella es exhalación del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Todopoderoso: por eso, nada manchado puede alcanzarla. Ella es el resplandor de la luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios y una imagen de su bondad. Aunque es una sola, lo puede todo; permaneciendo en sí misma, renueva el universo; de generación en generación, entra en las almas santas, para hacer amigos de Dios y profetas. Sabiduría 7, 24-27.


Pedidos de oración


Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por María Magdalena C., de la ciudad de Santa Tecla, El Salvador, ella tiene 100 años de edad, y últimamente está padeciendo de múltiples dolores y cansancio, y no quiere ir al médico. Que la Virgen de Guadalupe la cubra con su manto de amor y rosas.

Pedimos oración por la salud de Yamila C., de Quilmes, que sigue grave a consecuencia de un accidente de tránsito; y por el Padre Joaquín Guardiola, de Wilde, que está delicado de salud. Ambos de la provincia de Buenos Aires, Argentina.

Pedimos oración por la salud del presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías. Por más diferencias ideológicas que se tenga con una persona, él está sufriendo mucho a consecuencia de su cáncer, por lo que rogamos a la Virgen que toque sus heridas y lo conforte en estos momentos.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a pequesemillitas@gmail.com y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados. Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.


"Intimidad Divina"

Venid a mí

“Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré… y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mt 11, 28-29). Jesús que ha venido “a evangelizar a los pobres, a predicar a los cautivos la libertad… a poner en libertad a los oprimidos” (Lc 4, 18), llama a sí a todos los hombres, especialmente a los que sufren en el cuerpo o en el espíritu y a los que se sienten oprimidos por las dificultades de la vida: él los consolará, restaurará sus fuerzas y les dará alivio y descanso. Los hombres de hoy, arrastrados por una actividad desenfrenada, parecen incapaces de detenerse, pero su espíritu tiene una inmensa necesidad de “pausas restauradoras”. No se trata de la inactividad del perezoso, sino de un descanso hecho de soledad, de silencio y de oración… Sin estos “compases de espera”, sería ilusorio querer vivir no ya una seria, pero ni siquiera la más elemental vida interior.

El Concilio Vaticano II afirma: “El cristiano, aunque llamado a orar en común, debe, no obstante, entrar también en su cuarto para orar al Padre en secreto” (SC 12). Una cierta forma de soledad, de retiro efectivo del tumulto y de las preocupaciones de la vida, es indispensable para la oración, en la cual hay que tener oído sólo para escuchar a Dios y voz para hablarle. Pero si bien el retiro y la soledad material tienen gran importancia para la oración, no son suficientes si no van acompañados del recogimiento interior. No es sólo cuestión de cerrar la puerta material de la propia habitación, sino que se debe cerrar la voluntad a todas las cosas: negocios, preocupaciones, cuidados, deseos, afectos, dando de mano a todo para concentrar en Dios solo las potencias del alma.

Oigamos la exhortación de Santa Teresa: “Ya que aquel reto le queremos dar [a Dios en la oración], démosle libre el pensamiento y desocupado de otras cosas y con toda determinación de nunca jamás tornársele a tomar, por trabajos que por ello nos vengan, ni por contradicciones ni por sequedades” (Camino 23, 2). Entonces el hombre podrá encontrarse definitivamente con Dios y hallar en él recreo para su espíritu fatigado, amargado con frecuencia por los afanes de la vida; y podrá sacar cada día de este contacto coherencia con el Evangelio. “Dios da vigor al fatigado y multiplica las fuerzas del débil. Y se cansan los jóvenes y se fatigan, y los jóvenes llegan a flaquear; pero los que confían en Yahvé renuevan las fuerzas… corren, sin cansarse y caminan sin fatigarse” (Is 40, 29-31).

¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme totalmente de mí para establecerme inmutable y plácidamente en ti como si mi alma viviera ya en la eternidad. Que nada pueda alterar mi paz, ni apartarme de ti, ¡oh mi inmutable!, sino que, cada momento de mi vida, me sumerja más profundamente en tu divino misterio. Pacifica mi alma. Estableced en ella vuestro cielo, vuestra morada predilecta, vuestro lugar de descanso. Que nunca os deje solo sino que, vivificada por la fe, permanezca con todo mi ser en tu compañía, en completa adoración y entregado sin reservas a vuestra acción creadora. (Isabel de la Trinidad, Elevación a la Santísima Trinidad)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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