PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1903 ~ Jueves
20 de Diciembre de 2012
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
La Navidad es la época más linda y esperada del
calendario. Significa reunión de familias, de padres e hijos, de hermanos,
parientes y amigos. Época de reflexionar sobre nuestros aciertos y desaciertos,
sueños, esperanzas y logros.
La música de Navidad alcanza las cuerdas más sensibles de
nuestro corazón y lo hacen vibrar con alegría. Es época de recordar que todos formamos
parte de un todo, que todos somos hermanos y estamos unidos por lazos
invisibles. No somos seres aislados, todo lo que hacemos tiene efecto en los
demás.
Aprovechemos esta Navidad para perdonar a todos aquellos
que nos ofendieron de palabra y de obra. Empecemos el Año Nuevo con el corazón
aligerado por el perdón y enriquecido por el Amor. Compartamos nuestra alegría
y nuestra mesa con alguien que esté solo, que no tenga familia o que se sienta
triste. Ese invitado representará la figura de Dios. Y así podremos recibir la
bendición de un Nuevo Año 2013.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una
ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre
llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y
entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué
significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has
hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un
hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del
Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la
casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin».
María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no
conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el
poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será
santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha
concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que
llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He
aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola
se fue.
(Lc 1,26-38)
Comentario
Hoy contemplamos, una vez más, esta escena impresionante
de la Anunciación. Dios, siempre fiel a sus promesas, a través del ángel
Gabriel hace saber a María que es la escogida para traer al Salvador al mundo.
Tal como el Señor suele actuar, el acontecimiento más grandioso para la
historia de la Humanidad —el Creador y Señor de todas las cosas se hace hombre
como nosotros—, pasa de la manera más sencilla: una chica joven, en un pueblo
pequeño de Galilea, sin espectáculo.
El modo es sencillo; el acontecimiento es inmenso. Como
son también inmensas las virtudes de la Virgen María: llena de gracia, el Señor
está con Ella, humilde, sencilla, disponible ante la voluntad de Dios,
generosa. Dios tiene sus planes para Ella, como para ti y para mí, pero Él
espera la cooperación libre y amorosa de cada uno para llevarlos a término.
María nos da ejemplo de ello: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según
tu palabra» (Lc 1,38). No es tan sólo un sí al mensaje del ángel; es un ponerse
en todo en las manos del Padre-Dios, un abandonarse confiadamente a su
providencia entrañable, un decir sí a dejar hacer al Señor ahora y en todas las
circunstancias de su vida.
De la respuesta de María, así como de nuestra respuesta a
lo que Dios nos pide —escribe san Josemaría— «no lo olvides, dependen muchas
cosas grandes».
Nos estamos preparando para celebrar la fiesta de
Navidad. La mejor manera de hacerlo es permanecer cerca de María, contemplando
su vida y procurando imitar sus virtudes para poder acoger al Señor con un
corazón bien dispuesto: —¿Qué espera Dios de mí, ahora, hoy, en mi trabajo, con
esta persona que trato, en la relación con Él? Son situaciones pequeñas de cada
día, pero, ¡depende tanto de la respuesta que demos!
Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells (Salt, Girona, España)
Santoral Católico:
Santo Domingo de Silos
Abad
Su vida la escribió con devoción precisa un monje
contemporáneo llamado Grimaldo, que además fue religioso de su casa. Lo que se
describe en latín decadente de última hora fue luego puesto en el balbuciente
romance de lengua castellana por Gonzalo de Berceo ya en el siglo XIII.
Nace alboreando el siglo XI en Cañas, cerca de Nájera, en
el reino de Navarra; no se sabe si de cuna noble o del pueblo llano, ni si rico
o pobre. Sí se le conoce pastoreando cuando niño y dado a compartir comida y
leche de oveja con los viandantes. Es apacible de carácter y muestra cierta
inclinación al estudio; quizá por eso sus padres le orientan hacia la clerecía que
es, en su tiempo, un modo de conseguir honores y riquezas, casi tanto como las
armas, aunque él piensa más en su santificación y en la gloria de Dios que en
los triunfos humanos.
El obispo lo ordena sacerdote. Pero Domingo Manso llega a
sentirse indigno y nota pavor porque es duro y muy difícil vivir en solitario
tan sublime ministerio. Después de año y medio se retira. Ya no hay eremitas;
la quintaesencia se busca en los monasterios. Entra en el antiguo y observante
cenobio de San Millán de la Cogolla, tomando el hábito negro de San Benito.
Recibe y da ejemplo.
Los monjes de San Millán vuelven los ojos a él y le piden
sea su prior. Pasa de "pastorcillo" a "pastor". Y mientras
cumple este encargo, el rey don García de Navarra, duro de carácter y tenaz,
conocido como "el de Nájera", le pide los tesoros del cenobio; pero
da con un compatriota que también lleva en la sangre lo que dan la tierra y la
época en cuanto se refiere a tozudez y firmeza. Pone cara al rey y defiende lo
que es patrimonio de su casa y de su iglesia. Esta actitud le valió el
destierro voluntario a las tierras de Castilla donde reina el hermano de don
García.
El bondadoso rey Fernando, le encomienda poner en pie el
monasterio —por entonces en ruinas— de San Sebastián de Silos que fundó o
restauró Fernán González en el 909 y que sobrevive casi deshabitado. Fue una
obra gigantesca que en España ayuda a la configuración de la gran Castilla en
cuanto llega a convertirse en un foco civilizador en el lugar por donde poco
antes andaban los sarracenos. Llegan más y más gentes al calor del monasterio.
Entre el ruido de los martillos de canteros, las sierras de carpinteros, los
cinceles de los escultores, los cencerros de las vacas y las esquilas de las
mulas, también suenan las campanas que llaman a Vísperas, a Misa y a los rezos.
Con ello, se escucha la alabanza de los monjes que va aprendiendo el pueblo.
Las tierras son bien labradas y hay horno de pan dispuesto. Ovejas y bueyes
pastan por los amplios campos llanos. Se va haciendo arte al terminar las obras
con esmero. Y el estudio de los monjes requiere libros que se guardan como
tesoro sin precio.
Murió el santo abad —"Abad de santa vida, de bondad
acabado", según escribe su cantor— que supo vivir de oración y penitencia
el 20 de diciembre del año 1073 dejándole al monasterio de Silos su nombre como
título.
Fuente: Catholic.net
La frase de hoy
“Si vagas por el mundo
buscando el espíritu de la Navidad,
no lo verás.
La Navidad se ve con el corazón”
Historias:
El mensaje de la Navidad
Faltaba una semana para la Navidad y la asociación de
mujeres de la iglesia había proyectado una fiesta de Navidad en el asilo de
ancianos. Tuve que telefonear a todas las asociadas para pedirles que
prepararan algún plato y fueran a atender personalmente a los ancianos. La
mayoría contestaba que encantada prepararía un pastel, pero que no tenían
tiempo para asistir a la fiesta. Me molestó constatar que tan sólo ocho de
treinta y cinco asociadas dijeron que vendrían a ayudar y teníamos que servir a
casi doscientos ancianos.
Las pocas señoras que se habían comprometido a ayudar
colocaban los adornos de Navidad, organizaban las sillas y realizaban los
diversos trabajos necesarios para poner en marcha la fiesta. Gladys, la
presidenta de la asociación, ya se encontraba tras la larga mesa en la que cada
una iba dejando su torta, preparando el ponche y cortando los pasteles. Me
acerqué a ella y le dije:
- ¡Qué lástima!
Habría deseado que más señoras hubieran querido ayudar.¿Por dónde
quieres que empiece?
La cálida sonrisa de Gladys casi borró mi resentimiento:
- Puedes ayudar llevándole la merienda a los ancianos que
no pueden salir de su cuarto.
- Cómo no, dije agarrando una bandeja. ¡Será mejor que
comience pronto, pues voy a tardar un siglo en servirles a todos!
Empezó la música y no sé quién se puso a cantar
villancicos con los ancianos, que estaban todos reunidos en el inmenso patio
del establecimiento. Yo no tenía tiempo de escuchar ni disfrutar las canciones.
Me pasé la tarde corriendo de un lado a otro, llevando pasteles y ponche, sin
mirar casi ni de reojo a los ancianos que servía. A cada uno le daba además una bolsa de
caramelos y un regalo.
Recorrí todas las alas del edificio, me dolían las
piernas de subir las escaleras. Una de las tantas veces que subí, una viejita
que llevaba un vestido estampado, rasgado y desteñido me tocó el brazo y me
dijo tímidamente:
- Perdone, señorita. ¿Tendría la bondad de cambiarme el
regalo?
Me volví hacia ella irritada y repliqué:
- ¿Cambiarle el regalo? ¿Por qué? ¿Es que le tocó uno de
hombre?
- No, no... dijo vacilante. Es que me tocaron perlas. Las
perlas representan lágrimas y yo ya no quiero más lágrimas.
Pensé: ¡Qué superstición más tonta! ¡Hay que ver cómo
está el mundo! ¡Deberían agradecer cualquier cosa que les dieran!
- Lo siento. Ahora estoy muy atareada. A lo mejor después se lo puedo cambiar.
Me fui corriendo para llenar otra vez la bandeja y me
olvidé al instante de la señora.
Con la bandeja llena de tortas llegué corriendo a la
sección de mujeres, en la planta baja. Abrí la puerta del cuarto apoyándome de
espaldas y una vez dentro, di la vuelta; cuando vi lo que había allí, me
estremecí de tal modo que la bandeja me empezó a temblar en mis manos. ¡En aquel cuarto feo y deslucido, acostada en
un camastro de sábanas grises y con un camisón raído, estaba mi madre! ¿Mamá?
¡No puede ser! ¡Mamá está muerta!
y de estar viva, no se encontraría en un lugar así. Se trataba de un asilo para
ancianos sin familia, gente pobre y enferma que no tenía donde estar ni quien
la cuidara.
No podía ser; los ojos me estaban haciendo una
jugarreta. Cuando volví a abrirlos pude
ver mejor a la mujer demacrada que ocupaba el cuarto. No era mi madre, sino una
viejita de cabello gris y ojos azules, que ni se parecía mucho a ella. ¿Qué me
habría pasado que pensé que esa pobre mujer era mi madre? Sería la madre de otro, no la mía. Entonces,
¿por qué no me sentí aliviada? Todo lo contrario, me embargó un dolor inmenso y
se me hizo un nudo en la garganta.
Sin pronunciar palabra, volví a salir justo a tiempo para
que no me viera llorar. Por el oscuro pasillo retorné a la mesa en la que se
encontraba Gladys trabajando, muy animada. Se me debía de notar lo mal que me
sentía, porque su expresión cambió en cuanto me vio y me dijo:
- ¿Qué te pasa, Betty? me preguntó, rodeándome con el
brazo.
- Es que vi a mi madre... dije sollozando. ¡Acabo de ver
a mi madre allí en un cuarto! No puedo seguir.
- Lo que te pasa es que estás agotada. Tómate un
descanso.
Varias personas que se encontraban por allí cerca
empezaron a mirarme. Agarré una servilleta y me fui corriendo para que no me
vieran llorar. Me dirigí a un rincón de
la sala donde no había luz y me senté sollozando:
- Señor recé, ¿qué me pasa? ¿Me estoy volviendo loca?, y
casi al instante oí su respuesta, que no me llegó con palabras audibles sino en
mis pensamientos: «Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los
pobres... y no tengo amor, de nada me sirve.».
Caí en la cuenta de que esas palabras iban sin duda alguna
dirigidas a mí. Ese día yo había
preparado tortas, caminado kilómetros, llevado comida a muchas personas, pero,
¿para qué? ¿A quién había estado sirviendo?
¿A quién había tratado con cariño?
¡Ni siquiera me había molestado en mirar a nadie! Los ancianos no significaban nada para mí, ni
veía sus rostros... hasta que vi en alguien que sufría el rostro amado de mi
madre. Entonces cobraron vida para mí los ancianos:
- Perdóname, Señor dije en voz baja. Lo he hecho todo al
revés. Tengo que volver a empezar.
Respiré profundamente, me enjugué las lágrimas y volví a
la mesa de los pasteles. Gladys me miró desde donde estaba ocupada y me dijo:
- Ya has hecho bastante por hoy, Betty. ¿Por qué no te
vas a casa a descansar?
- No me pidas que me vaya le respondí. En realidad,
recién voy a empezar como debe ser.
Cuando estaba a punto de irme cargando otra bandeja, de
pronto me acordé:
- Gladys, ¿tienes otro regalo para señoras? Tengo que
cambiar uno.
Ella me pasó una cajita que contenía un broche de piedras
rojas con forma de corazón:
- Gracias, es ideal le dije, agarrándola y alejándome
deprisa hacia el patio.
Haz que encuentre a esa mujer, oré para mis adentros. Ni
me había molestado en mirarle la cara. Había estado demasiado ocupada para
prestarle alguna atención. Busqué entre todos los ancianos, de fila en fila. A
todos se les veía contentos, cantando villancicos mientras resonaba la música.
Por primera vez en todo el día, empecé a sentirme feliz. Entonces vi el
andrajoso vestido estampado. La señora estaba sentada contra la pared, sola,
teniendo en su regazo los caramelos sin desenvolver y las perlas. Se veía muy
triste y desdichada. Me acerqué corriendo y le hablé:
- La he buscado por todas partes. Tome, le traje un
regalo diferente.
Alzó la vista sorprendida y luego, casi como quien pide
perdón, agarró la caja y la abrió. Los ojos se le iluminaron y sonrió de oreja
a oreja encantada:
- Muchas gracias, señorita exclamó, es muy bonito.
De nuevo se me hizo un nudo en la garganta, pero esta vez
no me importó:
- Deje que se lo coloque le dije. Y déme esas perlas, que
ninguna falta nos hacen las lágrimas en Navidad.
Cuando me fui, la dejé cantando en el patio con los demás
y me dio la impresión de que se me quitaba un peso tremendo de encima. Sólo me quedaba una cosa por hacer antes del
fin de la fiesta: volver al cuarto de la sección de mujeres, en la planta baja.
De alguna forma tenía que darle las gracias a aquella anciana, pero no sabía
cómo. Cuando empujé la puerta, me encontré a la señora sentada en la cama,
comiéndose la torta y cuando entré sonrió:
- Feliz Navidad mamita, le dije.
- ¡Qué bueno que haya vuelto me contestó! Quería darles
las gracias a todas las señoras por venir y hacernos la fiesta. Me gustaría
hacerle un regalo, pero no tengo nada que le pueda dar. ¿Le puedo cantar una
canción?
Ya no me podía contener más y asentí con la cabeza. Me
senté en la cama mientras ella me interpretó, con voz chillona, tres estrofas
de una canción muy triste que jamás había escuchado en mi vida. Pero el
resplandor de sus ojos pudo más que la letra y dejó en mí bien claro el mensaje
de la Navidad: ¡Compartir con los demás!
Autor desconocido
Nuevo video y artículo
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"Juan Pablo
II inolvidable"
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Pensamientos sanadores
Aprendiendo a
vivir
Como cada día es único y diferente en miles de pequeñas
situaciones y detalles, el aprendizaje ha de ser algo permanente.
Los estados emocionales propios difieren cada día, como
así también les sucede a quienes nos rodean.
También las circunstancias exteriores se modifican
constantemente. Por eso, podemos afirmar que la vida nunca es estática.
Así como en un río, las aguas se mueven continuamente,
así como las olas del mar nunca se detienen, tampoco lo hacen nuestros ciclos
biológicos y el acontecer cotidiano.
La vida es una escuela en la cual tenemos un incesante
aprendizaje. Por lo tanto, no debemos vivir con estructuras mentales rígidas y
monolíticas, pues el Espíritu de Dios siempre quiere enseñarnos algo nuevo.
Entremos, cada día, a la presencia del Señor y a la
escuela de la Virgen María, donde ella, con su magisterio maternal e
intercesor, nos enseña a vivir cada día un poco mejor.
¡Aprendan a hacerse
el bien! Isaías 1, 17.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia
Católica; por el Papa, los sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y
todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los
cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo
son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos
sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y
la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países
del mundo, por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por
el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas
Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por René R. A., de 71 años de edad, que
vive en Guatemala, y está internado en terapia intensiva en el Hospital General
San Juan de Dios, con un problema
pulmonar severo, insuficiencia respiratoria y shock séptico, intubado y
conectado a respirador artificial hace más de veinte días. Que el Señor permita
su recuperación, que pueda ser retirado de la respiración asistida, y sus
pulmones comiencen a curarse. Amén.
Pedimos oración por el eterno descanso del alma de
Daniela M., de 24 años, de Chile, que de paseo en República Dominicana,
contrajo con una meningitis fulminante que la llevó a los brazos de Dios. Que
la Santísima Virgen fortalezca y consuele a su familia.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a pequesemillitas@gmail.com
y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan
sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se
reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el
correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados.
Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.
"Intimidad Divina"
Buscar a Dios en amor
“Aunque se retiren los montes y también los collados, no
se apartará de ti mi amor, ni mi alianza de paz vacilará, dice el que se apiada
de ti, Yahvé” (Is 54, 10). De esta manera revelaba el Señor a Israel la eterna
fidelidad de su amor. Por encima de la omnipotencia de Dios, de su grandeza y
justicia infinitas prevalece su amor o, mejor dicho, todo en Dios es amor. Por
amor Dios crea, atrae hacia sí, castiga el pecado, promete al Redentor y
mantiene para siempre su afecto y sus promesas. “Dios es amor” (1 Jn 4, 16) y
quiere que el hombre le pague con amor. Si el grande acto de la fe es creer en
el amor de Dios, el grande acto del amor es comprometer la vida entera en pagar
el amor de Dios. La criatura que cree con todas sus fuerzas que Dios es
verdaderamente Dios, que es el ser supremo, a quien todos pertenecemos y que
merece todo nuestro amor, “merecerá que el amor la descubra lo que en sí
encierra la fe” (Cántico 1, 11). El
mismo Jesús dijo: “El que me ama… yo le amaré y me manifestaré en él” (Jn 14,
21).
El amor teologal, don divino que hace al hombre capaz de
amar a Dios, es pura benevolencia; su pureza es la condición de su intensidad:
es decir, que este amor debe consistir en el solo deseo de agradar a Dios y de
hacer su voluntad, sin buscar satisfacciones personales. El amor con que
tenemos que ir a Dios, no consiste en el sentimiento, sino que es un acto de la
voluntad. Amar a Dios es “querer bien a Dios”. Y el bien que podemos desear a
Dios, el mismo Jesús nos lo dijo cuando nos enseñó a orar: “Santificado sea tu
nombre; hágase tu voluntad”. Siendo Dios el Bien infinito del que todo depende,
el bien que él desea no es otro que su gloria y el cumplimiento de su voluntad.
Según esto amamos a Dios en la medida en que nos entregamos
al cumplimiento de su voluntad, sin preocuparnos de otra cosa ni buscarnos a
nosotros mismos. El alma que en todo momento y en todas sus acciones no busca
más que cumplir la voluntad de Dios, ama realmente a Dios y vive unida
verdaderamente con él, aunque no sienta ninguna suavidad. Pero, como es verdad
que, “si el alma busca a Dios, mucho más la busca su Amado a ella” (S. Juan de
la Cruz, Llama, 3, 28), algunas veces
Dios la atraerá a sí, dándole a gustar la suavidad de su amor y el gozo de ser
toda suya. Pero ni aun entonces puede detenerse en dichas consolaciones para
satisfacerse a sí misma, sino que aceptándolas humildemente, las aprovechará
para darse a Dios con mayor decisión y generosidad.
¡Oh sumo y eterno
Bien! ¿Quién te ha movido a ti, Dios infinito, a iluminarme a mí, criatura
tuya, finita, con la luz de la verdad? Tú mismo, fuego de amor, eres la causa,
porque es siempre el amor el que te obliga a crearnos a imagen y semejanza
tuya, a tener misericordia de nosotros, dando gracias infinitas y desmesuradas
a tus criaturas racionales. ¡Oh Bondad sobre toda bondad! Tú solo eres el que
eres, sumamente bueno, y tú fuiste el que nos dio el Verbo de tu unigénito Hijo
para tratar con nosotros, que somos corrupción y tinieblas. ¿Cuál fue la causa de
esto? El amor. Porque nos amaste antes que fuésemos, ¡oh Bondad, oh eterna
grandeza! Te rebajaste y te hiciste pequeño para hacer grande al hombre. A
cualquier parte donde me vuelvo, no encuentro más que abismo y fuego de tu
caridad. (Santa Catalina de Sena, Diálogo)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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