PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1904 ~ Viernes
21 de Diciembre de 2012
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Dios nuestro Señor nos acaba de regalar, a través del
decreto del Papa Benedicto XVI, una noticia importantísima y largamente
esperada: la próxima beatificación del venerable cura Brochero.
¿Cuál es la importancia de este hecho? En primer lugar,
la beatificación implica que la Iglesia nos propone al cura Brochero como un
intercesor ante Dios. Somos testigos de los innumerables favores alcanzados ya
por los ruegos de este venerable cura, particularmente en beneficio de los
niños. De ahora en más, contaremos con un nuevo estímulo para acudir a su
ayuda.
Al beatificar a este insigne pastor, la Iglesia nos
propone un ejemplo singular y estimulante, en especial para todos los
sacerdotes cordobeses y argentinos, e incluso para los sacerdotes
latinoamericanos.
Brochero es modelo, ante todo por su entrega generosa y
total al Señor, a quien le consagró la vida, y a la Iglesia, a cuyo servicio se
ofreció sin límites. Es modelo por su ardor apostólico, por su entusiasmo
evangelizador, que nunca decayó sino que fue acrecentándose a medida que
desplegaba su acción pastoral. Ese ardor apostólico no consistía en una mera
suma de actividades, fruto de una personalidad decidida y emprendedora como la
suya, sino que era el resultado de su amistad fuerte y profunda con Jesús.
Él había hecho los ejercicios espirituales de San Ignacio
y allí había escuchado “el llamamiento del rey eternal”, había decidido
“militar bajo su bandera” y había puesto todos los medios para “en todo servir
y amar”. Ese fue el “secreto” de Brochero. El encuentro personal con Jesús lo
llevó a descubrir el rostro del Señor en todos los hombres a cuyo servicio se
entregaba como párroco.
Damos gracias a Dios por el regalo de la beatificación
del padre Brochero y no podemos dejar de evocar igualmente su amor cálido y
fiel a la Santísima Virgen, a la que Brochero invocaba tiernamente como “mi
Purísima”. Ella, sin duda, habrá intercedido para que hoy podamos celebrarlo
como beato en la Iglesia.
Mons. Carlos Ñáñez
Arzobispo de Córdoba -
Argentina
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud
a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó
a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo
el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con
gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y
¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis
oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha
creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».
(Lc 1,39-45)
Comentario
Hoy, el texto del Evangelio corresponde al segundo
misterio de gozo: la «Visitación de María a su prima Isabel». ¡Es realmente un
misterio! ¡Una silenciosa explosión de un gozo profundo como nunca la historia
nos había narrado! Es el gozo de María, que acaba de ser madre, por obra y
gracia del Espíritu Santo. La palabra latina “gaudium” expresa un gozo profundo,
íntimo, que no estalla por fuera. A pesar de eso, las montañas de Judá se
cubrieron de gozo. María exultaba como una madre que acaba de saber que espera
un hijo. ¡Y qué Hijo! Un Hijo que peregrinaba, ya antes de nacer, por senderos
pedregosos que conducían hasta Ain Karen, arropado en el corazón y en los
brazos de María.
Gozo en el alma y en el rostro de Isabel, y en el niño
que salta de alegría dentro de sus entrañas. Las palabras de la prima de María
traspasarán los tiempos: «¡Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es
el fruto de tu vientre!» (cf. Lc 1,42). El rezo del Rosario, como fuente de
gozo, es una de las nuevas perspectivas descubiertas por Juan Pablo II en su
Carta apostólica sobre El Rosario de la Virgen María.
La alegría es inseparable de la fe. «¿De dónde a mí que
la madre de mi Señor venga a mí?» (Lc 1,43). La alegría de Dios y de María se
ha esparcido por todo el mundo. Para darle paso, basta con abrirse por la fe a
la acción constante de Dios en nuestra vida, y recorrer camino con el Niño, con
Aquella que ha creído, y de la mano enamorada y fuerte de san José. Por los
caminos de la tierra, por el asfalto o por los adoquines o terrenos fangosos,
un cristiano lleva consigo, siempre, dos dimensiones de la fe: la unión con
Dios y el servicio a los otros. Todo bien aunado: con una unidad de vida que
impida que haya una solución de continuidad entre una cosa y otra.
Rev. D. Àngel CALDAS i Bosch (Salt, Girona, España)
Santoral Católico:
San Pedro Canisio
Doctor de la Iglesia
San Pedro Kanijs nació en Nimega, Holanda, en 1521, y
puede ser definido como un hierrro colocado entre el yunque y el martillo, es
decir, blanco de la irritación que su clara predicación suscitaba en los
ambientes protestantes, y de la malevolencia que la envidia le procuraba entre
los mismos compañeros de religión. Hijo del alcalde de Nimega, Pedro Kanijs,
latinamente Canicius, tuvo la posibilidad de frecuentar óptimas escuelas:
derecho canónico en Lovaina y derecho civil en Colonia.
En esta ciudad le gustaba pasar el tiempo libre en el
monasterio de los cartujos. Nadie sospechaba que el joven abogado, al que el
padre le había garantizado apoyo en su profesión, llevara debajo del vestido un
cilicio. La lectura del breve opúsculo de los Ejercicios Espirituales, que
hacía poco había escrito San Ignacio, determinó el cambio decisivo de su vida:
terminada la piadosa práctica en Maguncia bajo la dirección del Padre Faber,
entró en la Compañía de Jesús y fue el octavo jesuita en profesar los votos
solemnes. En la joven congregación pudo cultivar sus estudios preferidos y su
amor por la erudición; a él se debe la publicación de las obras de San Cirilo
de Alejandria, San León Magno, San Jerónimo y Osio de Córdoba.
Vivió en pleno clima de reforma y contrarreforma. Tomó
parte activa en el Concilio de Trento, como teólogo del cardenal Truchsess y
consejero del Papa. Se distinguió por la profundidad de su cultura teológica,
por su celo y actividad, pero también por el espíritu conciliador. San Ignacio
lo llamó a Italia, luego lo envió a Sicilia a fundar el primero de los famosos
colegios, después a Bolonia a enseñar teología, para volverlo a enviar a
Alemania, en donde durante treinta años, como superior provincial, empleó sus
mejores energías en una época tan difícil marcada por la ruptura de la iglesia
protestante. Se lo llamó con razón segundo apóstol de Alemania (el primero fue
San Bonifacio).
Como escritor no sólo se dedicó a las obras de erudición,
sino también y sobre todo a las catequéticas, adaptando la enseñanza a las
capacidades de pequeños y de grandes. San Pio V le ofreció el cardenalato, pero
Pedro Canisio le pidió al Papa que lo dejara en su humilde servicio a la
comunidad, empleando el tiempo en la oración y en la penitencia. Murió en
Friburgo (Suiza) el 21 de diciembre de 1597. En 1925 fue canonizado y declarado
doctor de la Iglesia.
Fuente: Catholic.net
La frase de hoy
“Mis amados: que Dios amó al hombre desde la eternidad es
una verdad tan clara y tan demostrada que el solo pensar lo contrario es y sería
el colmo de la locura… El amor eterno de Dios hacia el hombre está escrito en
todas las maravillas de la creación… los prodigiosos fenómenos de la naturaleza
que, a cada paso, nos asombran, publican por todas partes ese amor. Lo mismo
hacen los luminosos astros que embellecen el firmamento. Igual cosa publican
las refulgentes estrellas que tachonan y esmaltan la bóveda celeste. El cambio
periódico de las estaciones, la riqueza del mundo vegetal y animal, y todo lo
grande y sublime que presenciamos en el universo, predican que Dios amó al
hombre desde la eternidad y que, en él, puso los ojos de su amor y de su
predilección”
Cura Brochero
Más frases y pensamientos del Cura Brochero: clic acá.
Tema del día:
La Santa Sede oficializó
la beatificación del Cura
Brochero
Ciudad del Vaticano, 20 Dic 2012 (AICA):
El Santo Padre Benedicto XVI aprobó esta mañana la
promulgación del decreto sobre el milagro atribuido al venerable presbítero
José Gabriel del Rosario Brochero, sacerdote cordobés que vivió entre 1840 y
1914. Este instrumento pontificio da definitivamente paso a la beatificación,
que se espera tenga lugar hacia fines del año 2013.
La noticia se dio a conocer luego de que el Santo Padre
recibiera en audiencia al cardenal Ángelo Amato, prefecto de la Congregación
para las Causas de los Santos.
El milagro
El proceso de canonización se inició en la década de
1960. La certeza de la beatificación quedó sellada luego de que una junta
médica convocada por el Vaticano llegara a la conclusión que la recuperación de
un niño tras un accidente de tránsito excedió la explicación científica.
"Siete médicos dijeron que la curación del nene fue milagrosa",
explicó en una entrevista monseñor Santiago Olivera, obispo de Cruz del Eje y
delegado episcopal para las Causas de los Santos en la Argentina.
Luego de conocer el informe de los profesionales de la
salud, los teólogos de la Santa Sede votaron en forma positiva, sin elevar
objeción al presunto milagro. Así, la Congregación de las Causas de los Santos
entregó meses atrás su veredicto al Papa, a la espera de la firma del decreto
de beatificación.
El Cura Brochero
José Gabriel del Rosario Brochero (1840-1914) fue
ordenado sacerdote a los 26 años. Al inicio de su ministerio, el cura Brochero,
como le llamaban sus fieles, se destacó por su entrega para socorrer a los enfermos
y moribundos de la epidemia de cólera que azotó en 1867 a la ciudad de Córdoba.
El 24 de diciembre de 1869 deja la ciudad de Córdoba para
hacerse cargo del curato de San Alberto, actualmente conocido como el valle de
Traslasierra, instalado en la localidad de Villa del Tránsito (hoy Villa Cura
Brochero).
Se lo recuerda como el "cura gaucho" que asumió
como propias las necesidades de la gente. Con sus propias manos y animando a
los pobladores construyó iglesias y capillas, levantó escuelas y abrió caminos
entre las montañas.
En su vejez el padre Brochero enfermó de lepra, al haber
compartido el mate y la vida de enfermos de ese mal, que lo dejó sordo y ciego.
Para más información se puede visitar su página haciendo clic acá.
(AICA)
Pensamientos sanadores
Durante el penoso viaje junto a su esposo hacia Belén de
una mujer embarazada en su noveno mes, la paz los rodeaba y los cubría como si
fuese una burbuja de cristal.
Esta paz interior se fundaba en la seguridad de que Dios
caminaba con ellos.
Del mismo modo, cuando tú tienes la seguridad de que Dios
va contigo, nada tienes que temer. Así como él los guió hacia una pobre gruta,
no sólo para nacer, sino también para transformarla en un lugar de bendición
para todas las generaciones que vendrían, también él te guiará hacia el lugar
de bendición que te tiene preparado.
Se consciente de que, al igual que María que estaba
inundada de la luz Divina, también si llamas a Jesús para que habite en ti con
su Espíritu, puedes llenarte de esa luz y de su paz, independientemente de las
situaciones en las cuales te encuentras.
Cuando tomas conciencia de esta verdad, así como María
era consciente de que el Señor habitaba en ella, entonces, el tremendo poder de
Dios se libera gradualmente transformando tu vida y todo aquello que te
rodea.
(…) Jesús se acercó
y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.
Lucas 24, 15-16.
Oración de la Natividad del
Señor
A Ti Señora del Silencio y de la Espera Serena. A Ti
María que siempre estuviste dispuesta a la voluntad de Dios; te pedimos que no
dejes de interceder en favor de tus hijos para que cumplan fielmente la misión
que les fue confiada en el Reino.
A Ti Virgen Madre, que concebiste primero en tu corazón y
luego en tu seno virginal a Jesús, haz que nuestras almas se llenen de la
Gracia del Espíritu Santo, como tu vida se llenó de su gracia.
Preséntanos a Jesús, así como lo presentaste a los
pastores y a los reyes, enséñanos el camino hacia Él, ayúdanos a contemplar el
gran misterio de su amor. María Madre Misericordiosa, ruega por nosotros a Nuestro
Señor Jesucristo.
¡Oh Jesús! Ven a vivir en tus siervos, en el espíritu de
tu santidad, en la plenitud de tu poder, en la verdad de tus virtudes, en la
perfección de tus caminos, vence al enemigo con el poder de tu espíritu para la
gloria del Padre.
Jesús, Hijo de María, tómame como hijo tuyo, Jesús,
príncipe de paz, dame tu paz, Jesús, mi redentor, sálvame, Jesús, mi único
juez, perdóname.
Jesús, pan viviente del cielo, sé mi comida eterna.
Concédeme que en toda necesidad llegue a Ti con confianza y humildad diciendo:
¡Ayúdame! Cuando me sienta solo y cansado, cuando fracasen mis planes y
esperanzas, cuando me sienta impaciente y me resulte difícil llevar mi cruz;
cuando esté enfermo y mi cabeza y mis manos no puedan trabajar, cuando otros me
fallen…En todas mis dudas y tentaciones te suplico que tu Gracia me pueda
asistir en cada momento y siempre; a pesar de mis debilidades y faltas de todo
clase. Jesús ayúdame y no me abandones nunca.
Dios, Padre Nuestro que contemplas la Natividad del
Señor, concede que la humildad de los pastores, la perseverancia de los reyes,
la alegría de los ángeles, la fidelidad de María y la Paz del Niño Jesús, sean
tu bendición para nosotros hoy y siempre.
Amén.
Pedir por las intenciones
particulares. En silencio rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
"Intimidad Divina"
Lámpara encendida y luminosa
“Él era la lámpara que arde y alumbra”, decía Jesús
hablando del Bautista, “y él dio testimonio de la verdad” (Jn 5, 35, 33). Lo
mismo se debería afirmar de cada uno de los cristianos: “Lámpara encendida y
luminosa” por la fe viva capaz de iluminar a los demás, por el amor capaz de
calentar los corazones fríos e indiferentes. Su fe y su amor deben dar
testimonio de la verdad y del amor de Dios no sólo con la oración y con actos
estrictamente religiosos, sino con toda la vida. Lo cual no es posible sino
cuando el creyente tiende incesantemente a Dios y lo busca en cada una de sus
acciones y en toda su actividad. El Concilio Vaticano II, dirigiéndose a los
seglares, les recomienda que “al cumplir como es debido las obligaciones del
mundo en las circunstancias ordinarias de la vida, no separen unión con Cristo
de su vida personal, sino que crezcan intensamente en ella realizando sus
tareas según la voluntad de Dios” (AA 4). El cristiano tiene el deber de llevar
a Cristo al mundo y lo realizará en la medida en que sepa mantenerse unido a él
no sólo mientras ora, sino mientras trabaja en el cumplimiento de cualquier
deber y de cualquier negocio. Esta unión con Cristo en la actividad exige
recogimiento interior y dominio de sí, de manera que el corazón permanezca
orientado hacia Dios, deseando agradarle y comportarse en todo según su
voluntad.
Esto exige que [el seglar] también en la actividad sepa
volver de vez en cuando dentro de sí mismo para despertar el pensamiento y más
aún el deseo de Dios, para tomar conciencia de la divina presencia y para
entrar en contacto con Dios que mora en su corazón. “Es menester –dice Santa
Teresa– andar con aviso de no descuidarse de manera en las obras, aunque sean
de obediencia y caridad, que muchas veces no acudan a lo interior a su Dios”
(Fundaciones, 5, 17). Cuando la actividad externa está regulada por el deber,
por la obediencia o cuando se emprende una obra por motivo de caridad, se tiene
la garantía de estar unido a Dios, ya que nos movemos en el ámbito de su
voluntad; sin embargo, hay que preocuparse de hacer cada vez más actual y
consciente esta unión, valiéndose de pequeños medios para aumentarla. A esto
tienden aquellos momentos, rápidos pero frecuentes,
en que el cristiano se retira dentro de sí mismo para encontrarse con Dios; son
como el baluarte de la vida interior y en verdad la defienden del peligro de
extenuarse y disiparse en la actividad externa.
Quien se sumerge en la acción sin ninguna cautela, bien
pronto perderá de vista a Dios y su voluntad y terminará por obrar de modo
puramente humano; con frecuencia perderá la calma, se agitará y se verá incapaz
de recogerse. Jesús no reprendió a Marta porque se daba a la actividad externa,
sino porque lo hacía con demasiado afán: “Marta, Marta, tú te afanas y te
turbas por muchas cosas” (Lc 10, 41). Dios quiere la actividad y desea el
servicio generoso a los hermanos, pero no la inquietud afanosa, porque por
encima de todo una sola cosa es necesaria: la unión con Dios. Y cuanto más profundamente
realice el cristiano esta vida de unión con el Señor, tanto mayor será el
testimonio de Dios que ofrecerá a los demás y más genuinamente encarnará el
espíritu del Evangelio, convirtiéndose en una “lámpara encendida y luminosa”
que guíe a sus hermanos hacia Dios.
¡Oh Dios mío!, nada
podrá distraerme de ti. Cuando obro por ti y permanezco siempre en tu santa
presencia bajo tu mirada divina que penetra hasta lo más íntimo de mi alma, te
puedo escuchar incluso en medio del bullicio del mundo, en el silencio del
corazón que sólo quiere ser tuyo. Todo depende de la intención que se tenga.
Podemos santificar hasta las cosas más pequeñas y transformar en divinos los
actos más ordinarios de la vida. Un alma que vive unida a ti, Dios mío, sólo
obra sobrenaturalmente. Las acciones más vulgares, en vez de separarla de ti,
la unen más íntimamente a ti. (Isabel de la Trinidad)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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