domingo, 23 de diciembre de 2012

Pequeñas Semillitas 1906


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1906 ~ Domingo 23 de Diciembre de 2012
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
Después de recibir la llamada de Dios, anunciándole que será madre del Mesías, María se pone en camino sola. Empieza para ella una vida nueva, al servicio de su Hijo Jesús. Marcha "de prisa", con decisión. Siente necesidad de compartir su alegría con su prima Isabel y de ponerse, cuanto antes, a su servicio en los últimos meses de embarazo.
El encuentro de las dos madres es una escena insólita. No están presentes los varones. Solo dos mujeres sencillas, sin ningún título ni relevancia en la religión judía. María, que lleva consigo a todas partes a Jesús, e Isabel que, llena del espíritu profético, se atreve a bendecir a su prima sin ser sacerdote: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre".
Lo que más le sorprende es la actuación de María. No ha venido a mostrar su dignidad de Madre del Mesías. No está allí para ser servida sino para servir. Isabel no sale de su asombro. "¿Quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor?".
Nosotros, los varones, no las escuchamos, pero Dios puede suscitar mujeres creyentes, llenas de espíritu profético. Que nos contagien alegría y den a la Iglesia un rostro más humano. Serán una bendición. Nos enseñarán a seguir a Jesús con más pasión y fidelidad.
José Antonio Pagola


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».
(Lc 1,39-45)

Comentario
Hoy es el último domingo de este tiempo de preparación para la llegada —el Adviento— de Dios a Belén. Por ser en todo igual a nosotros, quiso ser concebido —como cualquier hombre— en el seno de una mujer, la Virgen María, pero por obra y gracia del Espíritu Santo, ya que era Dios. Pronto, en el día de Navidad, celebraremos con gran alegría su nacimiento.
El Evangelio de hoy nos presenta a dos personajes, María y su prima Isabel, las cuales nos indican la actitud que ha de haber en nuestro espíritu para contemplar este acontecimiento. Tiene que ser una actitud de fe, y de fe dinámica.
Isabel, con sincera humildad, «quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: ‘(...) ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?’» (Lc 1,41-43). Nadie se lo había contado; sólo la fe, el Espíritu Santo, le había hecho ver que su prima era madre de su Señor, de Dios.
Conociendo ahora la actitud de fe total por parte de María, cuando el Ángel le anunció que Dios la había escogido para ser su madre terrenal, Isabel no se recató en proclamar la alegría que da la fe. Lo pone de relieve diciendo: «¡Feliz la que ha creído!» (Lc 1,45).
Es, pues, con actitud de fe que hemos de vivir la Navidad. Pero, a imitación de María e Isabel, con fe dinámica. En consecuencia, como Isabel, si es necesario, no nos hemos de contener al expresar el agradecimiento y el gozo de tener la fe. Y, como María, además la hemos de manifestar con obras. «Se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» (Lc 1,39-40) para felicitarla y ayudarla, quedándose unos tres meses con ella (cf. Lc 1,56).
San Ambrosio nos recomienda que, en estas fiestas, «tengamos todos el alma de María para glorificar al Señor». Es seguro que no nos faltarán ocasiones para compartir alegrías y ayudar a los necesitados.
Mons. Ramon MALLA i Call Obispo Emérito de Lleida (Lleida, España)


Santoral Católico:
San Juan Cancio
Sacerdote y Maestro


Etimológicamente significa “Dios es misericordia”. Viene de la lengua hebrea. Este polaco de fama universal nació en la ciudad de Dant, Kety, Polonia, en el año 1397. Desde joven se distinguió por sus ayunos y penitencia para santificarse y hacer el bien a sus compañeros de clase. Estos, a veces, se reían de sus cosas extrañas.

Daba cuanto tenía en sus manos apenas veía aun pobre pedir limosna. Se sentía feliz porque era consciente de que lo que hacía con el menesteroso lo hacía con el propio Jesús.

Era muy inteligente. Cuando le llegó la hora de optar por una vocación u otra, él se decidió por el sacerdocio. Al poco tiempo le nombraron profesor de la universidad.

Los envidiosos lo vieron con malos ojos. Fueron a las autoridades respectivas para desprestigiarlo. Y éstas, aun sintiéndolo mucho, lo enviaron de párroco a un pueblo lejano. La envidia es mala consejera en todos los tiempos. Hay quien se dedica a pisar los pies al que triunfa en su cargo.

Juan, en lugar de amilanarse, dijo estas palabras: "La tristeza no es provechosa. Si algún bien les he hecho en estos años, canten un himno de acción de gracias a Dios, pero vivan siempre alegres y contentos, que así lo quiere Dios". Hace falta un espíritu interior muy fuerte y una unión muy grande con Dios para reaccionar de este modo.

Pasado algún tiempo, los envidiosos vieron que lo nombraron otra vez profesor de la Universidad de Cracovia para dar clases de Biblia.

Los ratos libres – como suele ocurrir en todas las biografías de los santos/as -, los dedicaba a la oración y a ayudar a los enfermos. Toda lo que ganaba, lo entregaba a la gente pobre. Ni más ni menos. La gente lo llamaba el "padre de los pobres".

Cuando llegó la hora de su muerte, se dedicó a la oración hasta que pasó a la eternidad tal día como hoy del 1473.

Fuente: Catholic.net


Palabras del Beato Juan Pablo II

“El tiempo litúrgico que estamos viviendo se nos da para que cobremos mayor conciencia de la presencia de Aquel que viene sin cesar, que está a la puerta y llama… ¡Qué maravilloso es Dios, este Dios cuya venida en Cristo pertenece simultáneamente a la historia de toda la humanidad y a la de cada hombre, de cada uno de nosotros!”

Beato Juan Pablo II


Tema del día:
María es el modelo


En la primera oración de la misa de este día pedimos que tengamos el deseo de celebrar dignamente el nacimiento de Jesús. Y para poder celebrarlo dignamente en este último domingo antes de Navidad nos fijamos todos los años en la Santisima Virgen María. Ella fue la que mejor se preparó para el nacimiento de Jesús y la que nos puede ayudar, como madre nuestra espiritual, para que Jesús nazca en nuestro corazón.

Estamos en el ciclo C, en que consideramos la Visitación de María a su prima Isabel. En este último domingo antes de la Navidad, debemos hacer lo posible para imitar las grandes virtudes que María nos enseña en esta visita. No es que María vaya a “visitar” a su prima, sino que va a ayudarla. María se ha enterado por el ángel que su prima Isabel, bastante mayor, va a tener un niño y que está en el sexto mes, y María “corre” para atenderla. Aquí María es modelo de disponibilidad y diligencia para hacer una obra de caridad. Quizá nos tenemos que dar prisa para preparar nuestro corazón, si antes no lo hemos hecho. Hay personas que se apresuran a preparar la navidad en el sentido de preparar muchas luces y adornos y regalos; pero quizá no han pensado un sitio en su casa para poner una imagen del Niño Jesús y sobre todo, lo que es más importante, un sitio en su corazón, donde Cristo estará a gusto, si se han expulsado los orgullos y egoísmos, que a veces se muestran en los adornos materiales.

Hoy María, al llevar a Jesús en su seno, es portadora de alegría. Así lo expresa Isabel cuando María entra en su casa. Así lo hace notar el niño Juan que está en las entrañas de Isabel. Estos días de Navidad son días más propicios para manifestar la caridad, haciendo el bien a muchos necesitados. Un bien hecho con alegría. Y al hacer el bien con alegría, el Espíritu Santo está presente. Por eso Isabel se llena del Espíritu Santo ante la presencia de María con el Señor. Una consideración moderna podemos hacer contra aquellos que defienden el aborto en las primeras semanas de gestación como si lo que tiene la madre no fuese una persona. María no tendría ni una semana, y sin embargo aquella criatura santifica y derrama el Espíritu Santo.

Y María es portadora de fe. Isabel dice: “Dichosa tu que has creído”. María acepta de parte de Dios lo que el ángel le ha anunciado, aunque no comprenda cómo puede ser. A veces nos cuesta aceptar el plan que Dios tiene para nosotros, porque no nos entregamos. Jesús nos da el mayor ejemplo en su vida: Todo su empeño era hacer la voluntad de su Padre celestial. La 2ª lectura, que es de la carta a los hebreos, nos muestra a Jesús, al entrar en este mundo, diciendo a su Padre: “Aquí estoy para hacer tu voluntad”. En estos días quizá damos regalos y nos olvidamos de dar algún regalo al Niño Jesús que nace. El mejor regalo es nuestro corazón, es toda nuestra persona.

Entregar nuestra persona a Dios significa mostrar nuestro amor a Dios. Pero para que sea verdadero, debe estar unido con el amor al necesitado. Si Jesús vive en nuestra alma, debemos ser portadores de la salvación, que es ser portadores de fe, de amor y de alegría para otros. A la Virgen María la llamamos “Arca de la nueva alianza”. Se dice que el rey David, mientras construía el templo, llevó el arca de la alianza a casa de Obededon. Estuvo tres meses; pero fue una fuente de bendiciones para aquella familia. María llevaba en sí, no sólo unos signos de alianza, sino al mismo Dios. Por eso aquellos tres meses, en que estuvo en casa de Zacarías e Isabel, tuvieron que ser un torrente de bendiciones celestiales para aquella familia: los padres y el niño Juan.

Quizá María es consciente de que aquel Hijo no la pertenece del todo, sino que es un don de Dios destinado para el bien de todos. Por eso el misterio de la Visitación es la realidad del compartir. No es la actitud de retener celosamente las gracias para uno mismo. Nosotros sabemos que recibimos a Jesucristo en la comunión. El nace de verdad en cada Eucaristía. Le adoremos de verdad; pero sintámonos con la misión de expresar esa alegría porque Cristo vive con nosotros y nos da la salvación.

P. Silverio Velasco (España)


San José y la Navidad


Señor Jesús:
José, ese hombre justo y noble, recto y digno, sensible y respetuoso, hombre de corazón grande, aceptó ser tu custodio, tu protector, tu guardián.

Cuidó de María, la protegió, la ayudó para que Tú pudieras nacer sin problemas, fue él quien proveía las cosas para que Tú crecieras en el vientre de tu Madre, fue él quien se preocupaba de ti y de María, tu Virgen-Madre.

Fue él quien con su trabajo de carpintero conseguía lo que necesitaba María para alimentarla, para que pudieras crecer sano y fuerte.

Fue José quien aceptó cambiar sus planes de vivir con tu Madre, y aceptó ser tu padre dándote el nombre, haciéndote su hijo y así descendiente de David.

Señor, viendo a José como supo hacer tu voluntad, te pedimos que nosotros, podamos tener las mismas actitudes y sentimientos de José.  Que vivamos como Tú nos pides. 

Ayuda Señor a los padres de familia a ser cada vez más cariñosos y cercanos a sus hijos, a ser mejores esposos, más atentos y cuidadosos con sus esposas, que sean no sólo los que traigan el pan a la casa sino que sean los hombres de Dios, fieles y serviciales, hombres que den su vida cuidando, protegiendo y ayudando a su familia como lo hizo José.

Que en esta Navidad la familia esté más unida, que se quieran más, como vivieron ustedes en Nazaret.

Señor bendice a cada familia por intercesión de José y María-Virgen.

Que así sea.


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Pensamientos sanadores


Llama a la puerta

Cuantas veces, quienes están a tu lado, en esos momentos en que sienten que una puerta se cierra para ellos, lo único que están necesitando de ti es una mano amiga que se apoye sobre sus hombros y que les manifieste la presencia de Dios a través de tu amor, tu oración y tu amistad.
Así como a la Sagrada Familia en Belén se les cerraba una puerta tras otra, hasta que, al final, fueron guiados hacia el lugar que Dios se había, desde siempre, preparado para nacer en ropaje humano, también a ti te ha sucedido o te sucederá que hay puertas que se te cierran, o las que llamas desde hace tiempo y no terminan de abrirse.
Si es así, no te desanimes, no te desalientes, no te des por vencido, sigue llamando, pero también oye al Señor que puede estar indicándote otra puerta a la cual llamar, un nuevo camino que seguir, una nueva montaña que subir. Si vas donde él te indica, ni tendrás que llamar, pues te llamarán a ti, y las puertas se abrirán solas a medida que vayas avanzando.

“Abran las puertas de la justicia y entraré para dar gracias al Señor”. “Esta es la puerta del Señor: sólo los justos entran por ella”. Salmo 117, 19-20.


Nunca nos olvidemos de agradecer


Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde Guatemala, agradecen  a Dios y las oraciones hechas en favor de Luis José M. D., quien ganó todas sus clases en la Universidad y leyó el Evangelio del primer domingo de Adviento.

Llega un agradecimiento a Dios Misericordioso porque el resultado de la biopsia de José Gregorio T. fue bastante favorable y no hay signos de malignidad; y por el Sacerdote José Luis González, que está recuperando poco a poco su salud. Ambos son de Maracay, Venezuela.

Desde Santa Fe, Argentina, nos llega el infinito agradecimiento a Dios y a todos los que rezaron por Jorge Alberto O., 65 años, con cáncer en próstata y que ya regresa a su casa con muy buen pronóstico, al igual que Carlos G., 84 años, quien estuvo muy grave en unidad coronaria. Damos gracias a Dios.


"Intimidad Divina"

Cuarto Domingo de Adviento

La liturgia del último domingo de Adviento asume el tono de una vigilia natalicia. Las profecías acerca del Mesías reciben una precisación de Miqueas que indica el lugar de su nacimiento en una pequeña aldea, patria de David, de cuya descendencia era esperado el Salvador: “Pero tú, Belén de Efratá, pequeño entre los clanes de Judá, de ti me saldrá quien señorerá en Israel” (Mq 5, 1). En la frase que sigue “cuyos orígenes serán de antiguo, de días de muy remota antigüedad”, se puede ver una alusión al origen eterno y por lo tanto a la divinidad del Mesías. Tal es la interpretación de San Mateo que refiere esta profecía en su Evangelio como respuesta a los sumos sacerdotes acerca del lugar de nacimiento de Jesús (2, 4-6). Además, igual que Isaías (7, 14), el profeta Miqueas habla de la madre del Mesías… sin mencionar al padre, dejando entrever de esta manera, al menos indirectamente, su nacimiento milagroso. La figura de Jesús, nacido humilde y escondido en Belén y sin embargo Hijo de Dios, venido para redimir “el resto de Israel” y a traer la salvación y la paz a todos los hombres, se esboza y perfila claramente en la profecía de Miqueas.

A este cuadro sigue otro más interior presentado por San Pablo, que pone de relieve las disposiciones del Hijo de Dios en el momento de su encarnación. “Heme aquí que vengo… para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad” (Hb 10, 7). Los antiguos sacrificios no fueron suficientes para expiar los pecados de los hombres ni para dar a Dios un culto digno de él. Entonces el Hijo se ofrece: toma el cuerpo que el Padre le ha preparado, nace y vive en ese cuerpo a través del tiempo como víctima ofrecida en un sacrificio ininterrumpido que se consumará en la cruz. Único sacrificio grato a Dios, capaz de redimir a los hombres y que venía a abolir todos los demás sacrificios. “He aquí que vengo”; la obediencia a la voluntad del Padre es el motivo profundo de toda la vida de Cristo, desde Belén al Gólgota y a la Resurrección. La Navidad está ya en la línea de la Pascua; una y otra no son más que dos momentos de un mismo holocausto ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de la humanidad.

También la vida de María es un continuo ofrecimiento a la voluntad del Padre, realizado en una obediencia guiada por la fe e inspirada por el amor. “Por su fe y obediencia engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre” (LG 63); por su fe y obediencia, en seguida del anuncio del ángel, parte de prisa para ofrecer a su prima Isabel sus servicios de “esclava” no menos de los hombres que de Dios. Y este es el gran servicio de María a la humanidad: llevarle a Cristo como se lo llevó a Isabel. En efecto, por medio de su Madre-Virgen el Salvador visitó la casa de Zacarías y la llenó del Espíritu Santo, de tal manera que Isabel descubrió el misterio que se cumplía en María y Juan saltó de gozo en el seno de su madre. Todo esto sucedió porque la Virgen creyó en la palabra de Dios y creyendo se ofreció a su divino querer: “Dichosa la que ha creído” (Lc 1, 45). El ejemplo de María nos ensaña cómo una simple criatura puede asociarse al misterio de Cristo y llevar a Cristo al mundo mediante un “si” continuamente repetido en la fe y vivido en la obediencia amorosa a la voluntad de Dios.

¡Oh María!, tú no dudaste, sino que creíste, y por eso conseguiste el fruto de la fe. “Bienaventurada tú que has creído”. Pero también somos bienaventurados nosotros que hemos oído y creído, pues toda alma que cree, concibe y engendra la palabra de Dios y reconoce sus obras. Haz, ¡oh María!, que en cada uno de nosotros resida tu alama para glorificar al Señor; que en todos nosotros resida tu espíritu para exultar en Dios. Si corporalmente sólo tú eres la Madre de Cristo, por la fe Cristo es fruto de todos. ¡Oh María!, ayúdame a recibir en mi al Verbo de Dios. (San Ambrosio)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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