PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1875 ~ Jueves
22 de Noviembre de 2012
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Una vez más, tengo motivos para agradecer a Jesús, a la
Santísima Virgen de Lourdes, a San José y a Juan Pablo II, que según lo he
mencionado muchas veces, son los integrantes de mi “equipo de redacción” en
internet.
Y es que ayer he recibido la comunicación oficial de que
mis dos páginas (blogs) católicos: “Pequeñas
Semillitas” y “Juan Pablo II
inolvidable” han sido incorporados a la red mundial de sitios católicos de Catholic.net, que, como todos sabrán,
es el primero y más grande de los portales católicos de habla hispana en
internet.
En la columna lateral derecha de ambos blogs (la más
angosta, a la derecha), he colocado los logos que me envió Catholic.net y
haciendo clic sobre ellos se puede acceder a la certificación correspondiente.
Gracias a todos porque con su presencia han hecho posible
este crecimiento en ambas páginas…. Pero por sobre todo ¡Gracias a Dios!
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús, al acercarse a Jerusalén y ver la
ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el
mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días
sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te
apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos
que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has
conocido el tiempo de tu visita».
(Lc 19,41-44)
Comentario
Hoy, la imagen que nos presenta el Evangelio es la de un
Jesús que «lloró» (Lc 19,41) por la suerte de la ciudad escogida, que no ha
reconocido la presencia de su Salvador. Conociendo las noticias que se han dado
en los últimos tiempos, nos resultaría fácil aplicar esta lamentación a la
ciudad que es —a la vez— santa y fuente de divisiones.
Pero mirando más allá, podemos identificar esta Jerusalén
con el pueblo escogido, que es la Iglesia, y —por extensión— con el mundo en el
que ésta ha de llevar a término su misión. Si así lo hacemos, nos encontraremos
con una comunidad que, aunque ha alcanzado cimas altísimas en el campo de la
tecnología y de la ciencia, gime y llora, porque vive rodeada por el egoísmo de
sus miembros, porque ha levantado a su alrededor los muros de la violencia y
del desorden moral, porque lanza por los suelos a sus hijos, arrastrándolos con
las cadenas de un individualismo deshumanizante. En definitiva, lo que nos
encontraremos es un pueblo que no ha sabido reconocer el Dios que la visitaba
(cf. Lc 19,44).
Sin embargo, nosotros los cristianos, no podemos
quedarnos en la pura lamentación, no hemos de ser profetas de desventuras, sino
hombres de esperanza. Conocemos el final de la historia, sabemos que Cristo ha
hecho caer los muros y ha roto las cadenas: las lágrimas que derrama en este
Evangelio prefiguran la sangre con la cual nos ha salvado.
De hecho, Jesús está presente en su Iglesia,
especialmente a través de aquellos más necesitados. Hemos de advertir esta
presencia para entender la ternura que Cristo tiene por nosotros: es tan
excelso su amor, nos dice san Ambrosio, que Él se ha hecho pequeño y humilde
para que lleguemos a ser grandes; Él se ha dejado atar entre pañales como un
niño para que nosotros seamos liberados de los lazos del pecado; Él se ha
dejado clavar en la cruz para que nosotros seamos contados entre las estrellas
del cielo... Por eso, hemos de dar gracias a Dios, y descubrir presente en
medio de nosotros a aquel que nos visita y nos redime.
Rev. D. Blas RUIZ i López (Ascó, Tarragona, España)
Santoral Católico:
Santa Cecilia
Virgen y Mártir
La gran devoción popular hacia la virgen y mártir romana
hizo que el nuevo calendario litúrgico conservara su memoria, a pesar de que
faltan documentos históricos anteriores al siglo VI. Esta devoción y el mismo
patrocinio de Santa Cecilia sobre la música sagrada se deben efectivamente al
relato de su martirio, titulado Pasión, fechado después del año 486. En ella la
fundadora del “título” de la basílica de Santa Cecilia en Trastévere es
identificada con una santa homónima, enterrada en las catacumbas de San Calixto
y que habría sufrido el martirio durante el imperio de Alejandro Severo, hacia
el 230.
En la Liturgia de las Horas se lee: “El culto de Santa
Cecilia, bajo cuyo nombre fue construida en Roma una basílica en el siglo V, se
difundió ampliamente a causa del relato de su martirio, en el que es ensalzada
como ejemplo perfectísimo de la mujer cristiana, que abrazó la virginidad y
sufrió el martirio por amor a Cristo”.
Cecilia, noble y rica, iba todos los días a la Misa
celebrada por el Papa Urbano en las catacumbas próximas a la Vía Apia, y una
multitud de pobres la esperaban porque conocían su generosidad. En el día de su
boda con Valeriano, mientras el órgano tocaba, ella cantaba en su corazón:
“solamente para el Señor” (de este pasaje de su Pasión tuvo origen el
patrocinio de Cecilia sobre la música sagrada); después, llegada la noche, la
joven le dijo a Valeriano: “Ninguna mano profana puede tocarme, porque un ángel
me protege. Si tú me respetas, él te amará, como me ama a mí”.
Al contrariado esposo no le quedó otro remedio que seguir
el consejo de Cecilia, hacerse instruir y bautizar por el Papa Urbano y después
compartir el mismo ideal de pureza de la esposa, recibiendo en recompensa su
misma gloria: la palma del martirio, al que por gracia divina se asoció también
el hermano de Valeriano, Tiburcio.
Aunque el relato del martirio parece fruto de una piadosa
fantasía, históricamente es cierto que Valeriano y Tiburcio fueron mártires y
que fueron enterrados en las catacumbas de Pretestato. Después del proceso,
narrado con abundancia de detalles por el autor de la Pasión, Cecilia fue
condenada a la decapitación, pero los tres poderosos golpes del verdugo no
lograron cortarle la cabeza: esto se debió a que, según el relato, Cecilia
había pedido al Señor la gracia de ver al Papa Urbano antes de morir.
En espera de esta visita, Cecilia pasó tres días en
agonía, profesando su fe. No pudiendo decir ni una palabra, expresó con los
dedos su credo en Dios uno y trino.
Fuente: Catholic.net
La frase de hoy
“No comas todo lo que puedes,
no gastes todo lo que tienes,
no creas todo lo que oigas,
no digas todo lo que sabes”
Proverbio chino
Tema del día:
Para encontrar la gracia
hay que encontrar a
María
Todo se reduce, pues, a encontrar un medio sencillo para
alcanzar de Dios la gracia necesaria para hacernos santos. Yo te lo quiero
enseñar. Y es que para encontrar la gracia, hay que encontrar a María.
Estas son las razones:
1. María encontró la gracia
Sólo María halló gracia delante de Dios (Lc 1,30), tanto
para sí como para todos y cada uno de los hombres, a diferencia de los
patriarcas y profetas y todos los santos del Antiguo Testamento, que no
pudieron encontrarla
2. María es Madre de la gracia
María dio el ser y la vida humana al Autor de toda
gracia. Por esto se la llama la Madre de la gracia.
3. María es llena de gracia
Dios Padre, fuente única de todo don perfecto (Sant 1,17)
y de toda gracia, al darle su propio Hijo, le entregó a María todas las
gracias. De suerte que -como dice san Bernardo- en Cristo y con Cristo el Padre
le ha entregado hasta su propia voluntad.
4. María es la dispensadora de la gracia
Dios la escogió como tesorera, administradora y
distribuidora de todas sus gracias. De suerte que Él comunica su vida y sus
dones a los hombres, con la colaboración de María. Y, según el poder que Ella
ha recibido de Dios –en expresión de san Bernardino–, reparte a quien quiere,
como quiere, cuando quiere y cuanto quiere de las gracias del Padre, de las
virtudes del Hijo y de los dones del Espíritu Santo.
5. María es Madre de los hijos de Dios
Así como en el orden natural, todo niño debe tener un
padre y una madre, del mismo modo, en el orden de la gracia, todo verdadero
hijo de la Iglesia debe tener a Dios por Padre y a María por Madre. Y quien se
jacte de tener a Dios por Padre, pero no demuestre para con María la ternura y
el cariño de un verdadero hijo, no será más que un impostor, cuyo padre es el
demonio
6. María es Madre de los miembros de Cristo
María ha formado a Jesucristo, Cabeza de los
predestinados. Ella debe, por tanto, formar también a los miembros de esta
Cabeza que son los verdaderos cristianos. Que una madre no da a luz la cabeza
sin los miembros, ni los miembros sin la cabeza. Por consiguiente, quien quiera
ser miembro de Jesucristo, lleno de gracia y de verdad (Jn 1,14), debe dejarse
formar en María por la gracia de Jesucristo. María está llena de la gracia de
Jesucristo para comunicarla en plenitud a los miembros verdaderos de
Jesucristo, que son también hijos de María.
7. María colabora con el Espíritu Santo
El Espíritu Santo se desposó con María, y en Ella, por
Ella y de Ella produjo su obra maestra que es Jesucristo, la Palabra encarnada.
Y dado que no la ha repudiado jamás, continúa produciendo todos los días a los
predestinados en Ella y por Ella, de manera real, aunque misteriosa
8. María nos lleva a la madurez en Jesucristo
María ha recibido de Dios un dominio especial sobre los
predestinados para alimentarlos y hacerlos crecer en Jesucristo. San Agustín
llega a decir que en este mundo todos los predestinados se hallan encerrados en
el seno de María y que nacen definitivamente sólo cuando esta Madre bondadosa
los da a luz para la vida eterna. De modo que, así como un niño saca todo su
alimento de la madre, que se lo da proporcionado a su debilidad, del mismo modo
los predestinados sacan todo su alimento y fuerza espirituales de María.
9. María habita en los verdaderos cristianos
Dios Padre ha dicho a María: Hija mía, pon tu tienda en
Jacob; es decir, pon tu morada en mis predestinados, prefigurados en Jacob.
Dios Hijo ha dicho a María: Madre querida, entra en la heredad de Israel; es
decir, en mis elegidos. Finalmente, Dios Espíritu Santo ha dicho a María: Echa
raíces, ¡fiel Esposa mía!, en el pueblo glorioso; es decir, en mis escogidos.
Por tanto, María habita en todos los elegidos y predestinados. Está presente en
sus corazones, y siempre que se lo permitan echará en ellos las raíces de una
profunda humildad, de una caridad ardiente y de todas las virtudes.
10. María es el molde viviente de Dios
San Agustín llama a María molde viviente de Dios. Y, en
efecto, lo es. Quiero decir que sólo en Ella se formó Dios como hombre
perfecto, sin faltarle rasgo alguno de la divinidad, y que sólo en Ella se transforma
el hombre perfectamente en Dios por la gracia de Jesucristo, en cuanto lo
permite la naturaleza humana. Los escultores pueden hacer una estatua o busto
perfectos de dos formas: 1ª atendiéndose a su pericia, a su fuerza, a su
ciencia y a la perfección de sus herramientas y trabajando sobre una materia
dura e informe; o, 2ª utilizando un molde. Largo, difícil y expuesto a muchos
tropiezos es el primer procedimiento: un golpe desafortunado de cincel o de
martillo, basta con frecuencia para echarlo a perder todo. El segundo método,
en cambio, es rápido, sencillo, suave, más económico y menos fatigoso, siempre
que el molde sea perfecto y represente con exactitud la figura a reproducir y
que la materia utilizada sea maleable y no oponga resistencia a su manejo.
María es el molde maravilloso de Dios, hecho por el Espíritu Santo para formar
a la perfección a un Hombre Dios por la encarnación y para hacer al hombre
partícipe de la naturaleza divina, mediante la gracia. María es el molde en el
cual no falta ni un solo rasgo de la divinidad. Quien se arroje en él y se deje
moldear, recibirá todos los rasgos de Jesucristo, verdadero Dios. Y esto, en
forma suave y proporcionada a nuestra debilidad, sin grandes trabajos ni
angustias, de manera segura, sin peligro de ilusiones, puesto que el demonio no
tuvo ni tendrá jamás entrada donde esté María; de manera santa e inmaculada,
sin rastro alguno de pecado.
Alma querida, hay una gran diferencia entre un cristiano
formado en Jesucristo por los medios corrientes y que -como los escultores- se
apoya en su habilidad personal, y otro enteramente dócil, desprendido y
disponible, que, sin apoyarse en sí mismo, confía plenamente en María para ser
plasmado en Ella por el Espíritu Santo. ¡Cuántas manchas, defectos, tinieblas,
ilusiones, resabios naturales y humanos hay en el primero! ¡Cuán purificado,
divino y semejante a Jesucristo es el segundo!
11. María es el paraíso de Dios
No hay ni habrá jamás creatura alguna -sin exceptuar a
los ángeles y santos del cielo-, en donde Dios manifieste su gloria con tanta
perfección como en María. Ella es el paraíso de Dios, su mundo inefable, donde
el Hijo de Dios ha entrado para realizar obras portentosas, guardarlo y
complacerse en él. Dios creó un mundo para el hombre peregrino: es la tierra;
un mundo para el hombre glorificado: es el cielo; un mundo para sí mismo: es
María. Ella es un mundo desconocido a casi todos los mortales. Un misterio
impenetrable aun para los mismos ángeles y santos del cielo, que, contemplando
al Dios trascendente, lejano e inaccesible, tan escondido y oculto en su mundo
que es la excelsa María, exclaman día y noche con religioso estupor: ¡santo!,
¡santo!, ¡santo! (Is 6,3). ¡Feliz una y mil veces en esta vida, aquel a quien
el Espíritu Santo descubre el secreto de María, para que lo conozca!
¡Feliz aquel que puede entrar en este jardín cerrado y
beber a grandes tragos el agua viva de la gracia en esta fuente sellada! (Cant
4,12).
En esta creatura amabilísima sólo se hallará a Dios: un
Dios, a la vez, infinitamente santo y trascendente, e infinitamente cercano y
al alcance de nuestra debilidad. Ciertamente Dios está en todas partes. Pero en ningún sitio se le puede encontrar
tan cercano y al alcance de la debilidad humana como en María pues para esto
bajó a Ella. En todas partes es el Pan de los fuertes y de los ángeles; en
María, en cambio, es el Pan de los niños
12. María facilita la unión con Dios
Que nadie se imagine, pues, como ciertos pretendidos
iluminados, que María -por el hecho de ser creatura constituya un obstáculo
para la unión con el Creador. Ya no vive María; Cristo, o mejor, Dios sólo,
vive en Ella (Gál 2,20). Su transformación en Dios supera a la de san Pablo y a
la de los demás santos más de cuanto se eleva el cielo sobre la tierra. María
se halla totalmente orientada hacia Dios y cuanto más nos acercamos a Ella
tanto más íntimamente nos une a El. María es el eco portentoso de Dios. Que
cuando alguien grita “¡María!”, responde “¡Dios!”; y, cuando -con santa Isabel-
la proclamamos dichosa, responde glorificando a Dios (Lc 1,45-47). Si los
falsos iluminados, a quienes el demonio engaña tan miserablemente, incluso en
la oración, hubiesen encontrado a María, y por María a Jesús, y por Jesús al
Padre, no hubieran sufrido tan lamentables caídas. Una vez hayas encontrado a
María, y por María a Jesús, y por Jesús al Padre, habrás encontrado –como dicen
los santos– todos los bienes, sin excepción alguna, toda la gracia y amistad de
Dios, la plena seguridad contra los enemigos de Dios, la verdad completa para
combatir el error, la facilidad absoluta y la victoria definitiva en las
dificultades que hay en el camino de la salvación, la dulzura y el gozo
colmados en las amarguras de la vida.
13. María, consuelo en el sufrimiento
No quiere decir esto que cuando hayas encontrado a María
por una actitud de verdadero consagrado a Ella, vivas exento de cruces y
sufrimientos. ¡Al contrario! Tendrás que sufrir más que los demás. Porque
María, la Madre de los vivientes, hace partícipes a sus hijos del Arbol de la
vida, que es la cruz de Jesucristo. Pero, al repartirles grandes cruces les
comunica también la gracia de cargarlas con paciencia y hasta con alegría.
Ella, en efecto, endulza las cruces que da a los suyos y las convierte –por
decirlo así– en golosinas o cruces almibaradas. Y si por algún tiempo estos
amigos de Dios deben necesariamente beber el cáliz de la amargura, el consuelo
y la alegría que reciben de su bondadosa Madre -después de la tristeza-, les animan
inmensamente a cargar con cruces aún más pesadas y amargas.
El secreto de María
San Luis María de Montfort
Pensamientos sanadores
Mantén un corazón agradecido con quienes te han hecho el
bien
Una de las virtudes más bellas es la gratitud hacia nuestros
familiares y amigos; por el contrario, uno de los pecados más tristes y burdos
es la ingratitud con nuestros bienhechores.
Tanto la virtud de la gratitud, como el pecado de la
ingratitud, hablan de la humildad o del orgullo que ha en el interior de una
persona.
Lo más importante es que, cada día, podemos luchar en
nuestro interior, contra la ingratitud, por medio de una decisión renovada y de
gestos concretos que demuestren nuestro agradecimiento hacia quienes, de algún
modo, nos han ayudado y nos hacen el bien.
Si, en cambio, en nosotros, ellos no encuentran una
reacción de alegría y gratitud por el bien que nos hacen, quizá se cansen de
ayudarnos. Aunque así no fuese, nosotros nos estaríamos privando de la salud
espiritual y la alegría que produce tener un corazón que, con palabras y
actitudes, manifiesta la verdadera gratitud.
El aceite perfumado
alegra el corazón, y la dulzura de un amigo, más que el propio consejo.
Proverbios 27, 9.
Mes de María
Desde el 7 de Noviembre al 7 de Diciembre, se desarrolla
en Argentina y en varios países del hemisferio sur, el Mes de María, pues es el
mes de las flores aquí en el sur, tal como Mayo lo es en el hemisferio norte.
Día dieciséis
(22/NOV): Relaciones con el prójimo
CONSIDERACIÓN. – María vivió llena de benevolencia para
todos. Sus oídos, dice uno de sus historiadores, estaban sin cesar abiertos
para oír el bien, pero su boca cerrada, salvo para alabar a Dios o para
utilidad del prójimo.
¿No es esta consideración, una condenación notable de
nuestra conducta, cuando revelamos sin necesidad las faltas o defectos del
prójimo, o que lo acusamos de algo que no ha cometido?
Si un alma recta y verdadera, retrocede, espantada, ante
la calumnia, no es así, desgraciadamente, de la maledicencia. No nos dominamos
tampoco, nosotros mismos, que nos dejamos arrastrar muy fácilmente a hablar con
ligereza del prójimo.
Si hemos sido contrariados en nuestros intentos o heridos
en nuestro amor propio, por alguien, no nos venguemos tan pronto, con palabras picantes.
No le robaríamos una moneda y sin escrúpulos, trabajamos
en robarle aquello que estima más que la plata o el oro: la estimación de sus
semejantes.
EJEMPLO. – En el fondo del desierto de Tebaida, un joven
anacoreta cayó enfermo. A pesar de sus sufrimientos, una dulce serenidad
brillaba en su semblante.
-Hermano, pareces bien feliz, le dijo el superior.
-Lo soy, en efecto, dijo el enfermo.
-¿Me permites una reflexión?
-¡Oh! ¡padre mío, hablad!
-Muchas veces, en la muerte, el demonio se esconde bajo
la cara de un ángel de luz y cubre de flores el pasaje a la eternidad; dime
cuál es la razón de esa calma perfecta, de esa alegría que brilla en tus ojos,
de esa felicidad inexplicable que te arrebata.
Nosotros estamos angustiados y temblamos.
-Padre mío, yo era muy joven, cuando leí en el Evangelio
estas palabras sagradas: “No juzguéis y no seréis juzgados”. Las he meditado;
nunca he juzgado, he aquí, por qué yo espero en la misericordia de mi Dios.
Expiró pronunciando estas palabras.
San Agustín, imitador de las virtudes de su digna madre
que no sufría que se atacara al prójimo en su presencia, había hecho escribir
en gruesas letras en la sala donde tomaba sus alimentos, esta sentencia:
“Si alguno gusta hablar mal de ausentes, que sepa que
esta mesa le está prohibida”.
Un día, uno de sus amigos comenzó a hablar de los
defectos del prójimo; él lo reprendió en seguida diciendo: “Borrad esas
inscripción o levantaos de la mesa”.
PLEGARIA DE SAN AGUSTÍN. - ¡Oh María! no rehuséis vuestro
socorro a los desgraciados; levantad el coraje de los débiles y consolad a
aquellos que están afligidos; rogad por nosotros, a fin de que todos los que
han recurrido a Vos en sus necesidades, sientan los efectos de vuestra
protección todopoderosa. Así sea.
RESOLUCIÓN. – Seré afable en mis relaciones con el
prójimo y no hablaré mal de nadie.
JACULATORIA. – María, Refugio de los pecadores, rogad por
nosotros.
Fuente: www.santisimavirgen.com.ar
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el
cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno,
así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo;
por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de
las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las
vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por Leonardo, de 4 años de edad, de la
provincia de Río Negro, Argentina, afectado de cáncer de huesos y a quien sólo Dios,
por el poder de la oración, lo puede salvar.
Pedimos oración por Mercedes Z., 20 años de edad, de
Rosario, Argentina, para que el Señor le ayude a encontrar un buen trabajo.
Pedimos una oración especial para que Dios Nuestro Señor
toque el corazón de Bruno, y le conceda la gracia de la conversión y le permita
encontrar el camino, la verdad y la vida.
Pedimos oración por Celestina, de Salliqueló, provincia
de Buenos Aires, Argentina, la beba prematura de 7 meses que nació ayer en Bahía
Blanca y está pasando por un cuadro infeccioso que complica su salud. Rogamos a
la Virgen Santísima que interceda por ella ente Jesús para que le conceda la
sanación.
Pedimos oración por Mario P., de Buenos Aires, Argentina,
que al colocarle un stent en sus lagrimales por padecer de ojo seco, no le ha ido bien, a un ojo no pudieron colocárselo, es además operado de
glaucoma, por lo que tiene dificultades severas en la visión. Rogamos al
Altísimo que le conceda la gracia de poder recuperar aunque sea en parte esa visión.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo
ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y
enviarlos a pequesemillitas@gmail.com
y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan
sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se
reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el
correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados.
Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.
"Intimidad Divina"
El amor incontenible
Cuando el amor divino se apodera del hombre, genera en él
un dinamismo más acosante cada vez que le induce continuamente a buscar nuevos
medios para agradar a Dios, para atestiguarle su fidelidad y trabajar para su
gloria. Esto acaece tanto en la vida activa como en la contemplativa: los
activos, a impulsos del amor, se hacen más generosos cada vez y se gastan en
las obras externas; y los contemplativos, en las interiores de la oración y de
la mortificación escondida. Un amor tan fuerte y poderoso es don del Espíritu
Santo, que inflama en él al alma a medida que la purifica; es don, pero
requiere siempre la colaboración del hombre. El amor –dice Teresa de Jesús– es
“como un fuego que es grande y, para que no se aplaque, es menester haya
siempre que quemar. Así son las almas que digo (inflamadas en el divino amor):
aunque fuese muy a su costa, querrían traer leña para que no cesase este fuego”
Un amor semejante no puede ser fruto de la naturaleza
humana tan flaca y tan hostil al sacrificio; sólo Dios lo infunde
progresivamente en quienes aceptan ser purificados por él. Es la llama viva
encendida por el Espíritu Santo y que tanto más invade las almas cuanto más
dispuestas las encuentra, esto es, libres de todo lo que es contrario al amor.
Cuando todas las resistencias han sido vencidas y las escorias eliminadas, el
amor llamea incontenible y confiere a la criatura una fuerza de gigante. Es un
modo tan nuevo que, mientras antes temía padecer, ahora lo ama y lo abraza con
fortaleza. Como es imposible sustraerse a la muerte, así es imposible
sustraerse a la fuerza del amor divino, pues es semejante al fuego, que donde
cae deja su huella. El que de él es herido y marcado, no puede hacer otra cosa
que entregarse totalmente a Dios sin reservas.
Ninguna criatura en el mundo fue invadida y marcada por
el amor divino como la Virgen, ninguna ha amado más que ella a Dios o ha sido
fuerte en padecer por él. Hela al pie de la cruz; es madre, y asiste
voluntariamente al atroz suplicio de su Hijo; ve hundirse los clavos en sus
carnes, oye los golpes sordos del martillo, ve cómo la cabeza coronada de
espinas busca en vano un descanso en el duro leño, ve alzarse la cruz y al Hijo
colgar entre el cielo y la tierra, desfigurado por el dolor, sin el menor
alivio. Tiene el corazón traspasado y, sin embargo, repite su fiat con la misma resolución con que lo
pronunció al anuncio gozoso de su maternidad, y encuentra en su amor valor para
ofrecer a su Hijo amado por la salvación de sus torturadores. Al pie de la
cruz, cerca de María, a la que el amor y el dolor hicieron Reina de los
mártires, se comprende la fuerza del amor.
El que ama no
pretende otra cosa sino contentar al Amado. Andan muriendo porque los ame, y
así ponen la vida en entender que le agradarán más. ¿Esconderse? ¡Oh, que el
amor de Dios –si de veras es amor– es imposible!... Hay más o menos; y así se
da a entender como la fuerza que tiene el amor: si es poco, dase a entender
poco; y se es mucho, mucho; mas poco o mucho, como haya amor de Dios siempre se
entiende… [En] los contemplativos, no hay poco: siempre es el amor mucho –o
ellos no serán contemplativos– y así se da a entender mucho y de muchas
maneras. Es fuego grande; no puede sino dar gran resplandor. (Santa Teresa de
Jesús, Camino)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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