lunes, 19 de noviembre de 2012

Pequeñas Semillitas 1872


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1872 ~ Lunes 19 de Noviembre de 2012
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
Leemos en la hojita “El Domingo” que edita la Sociedad de San Pablo:
¡Cuánta tinta y cuántos comentarios ha producido el “fin del mundo”! Tema preferido de ciertas sectas. Se equivocaron tantas veces con el pronóstico hasta que cambiaron de “libreto”. ¿El fin del mundo? Nadie lo conoce… sólo el Padre.
El Evangelio presenta el “fin del mundo” como el triunfo definitivo de Jesucristo; el momento en que toda la humanidad reconozca la gloria del Señor a la que estarán unidos todos sus elegidos, desde los cuatro puntos cardinales.
Pero hay un “fin del mundo” personal, propio de cada uno: es el final de nuestra vida. Frente a esa inexorable realidad no cabe el temor sino la responsable confianza, porque el Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡Él decide mi suerte!
Para el seguidor de Jesucristo el “final de la película” es un final lleno de gloria, ya que, con la gracia de Dios, esperamos ser esos hombres prudentes y justos que resplandecerán y brillarán por los siglos de los siglos.


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, sucedió que, al acercarse Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!». Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?». Él dijo: «¡Señor, que vea!». Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado». Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.
(Lc 18,35-43)

Comentario
Hoy, el ciego Bartimeo (cf. Mc 10,46) nos provee toda una lección de fe, manifestada con franca sencillez ante Cristo. ¡Cuántas veces nos iría bien repetir la misma exclamación de Bartimeo!: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» (Lc 18,37). ¡Es tan provechoso para nuestra alma sentirnos indigentes! El hecho es que lo somos y que, desgraciadamente, pocas veces lo reconocemos de verdad. Y..., claro está: hacemos el ridículo. Así nos lo advierte san Pablo: «¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?» (1Cor 4,7).
A Bartimeo no le da vergüenza sentirse así. En no pocas ocasiones, la sociedad, la cultura de lo que es “políticamente correcto”, querrán hacernos callar: con Bartimeo no lo consiguieron. Él no se “arrugó”. A pesar de que «le increpaban para que se callara, (...) él gritaba mucho más: ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’» (Lc 19,39). ¡Qué maravilla! Da ganas de decir: —Gracias, Bartimeo, por este ejemplo.
Y vale la pena hacerlo como él, porque Jesús escucha. ¡Y escucha siempre!, por más jaleo que algunos organicen a nuestro alrededor. La confianza sencilla —sin miramientos— de Bartimeo desarma a Jesús y le roba el corazón: «Mandó que se lo trajeran y (...) le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?» (Lc 18,40-41). Delante de tanta fe, ¡Jesús no se anda con rodeos! Y... Bartimeo tampoco: «¡Señor, que vea!» (Lc 18,41). Dicho y hecho: «Ve. Tu fe te ha salvado» (Lc 18,42). Resulta que «la fe, si es fuerte, defiende toda la casa» (San Ambrosio), es decir, lo puede todo.
Él lo es todo; Él nos lo da todo. Entonces, ¿qué otra cosa podemos hacer ante Él, sino darle una respuesta de fe? Y esta “respuesta de fe” equivale a “dejarse encontrar” por este Dios que —movido por su afecto de Padre— nos busca desde siempre. Dios no se nos impone, pero pasa frecuentemente muy cerca de nosotros: aprendamos la lección de Bartimeo y... ¡no lo dejemos pasar de largo!
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)


Santoral Católico:
Santísima Virgen de la Divina Providencia
Advocación Mariana


La devoción a la Virgen de la Divina Providencia se origina en el siglo XIII en Italia, de donde llegó poco tiempo después a España, en donde se construyó un santuario en Tarragona, Cataluña.

Se dice que el nombre de Divina Providencia, le fue asignado a la Virgen por San Felipe Benicio, quinto superior de los Siervos de María, quien en una ocasión en la que él y sus frailes no tenían nada que comer, invocó la protección de su Patrona, al poco tiempo se oyó toques en la puerta del convento, encontrando al abrirla dos canastas llenas de alimentos sin que se pudiese conocer su procedencia.

La imagen original venerada por los Siervos de María y otras órdenes religiosas italianas, es un hermoso óleo en el que aparece la Virgen con el Divino Niño dormido plácidamente en sus brazos.

La imagen mandada a hacer por Don Gil Esteve fue tallada en Barcelona según el gusto de la época. Es una hermosa imagen sentada, "de ropaje, (es decir, hecha para ser vestida), y estuvo expuesta al culto en la catedral durante 67 años, hasta que en 1920 fue sustituida por otra magnífica talla, toda de madera, que es la imagen de Nuestra Señora de la Divina Providencia más familiar y conocida por las comunidades puertorriqueñas.

María se inclina sobre el Niño, que en total actitud de confianza duerme plácidamente en su regazo. Las manos de la Virgen se unen en oración mientras sostiene suavemente la mano izquierda del Divino Infante. El conjunto sugiere ternura, abandono, devoción y paz.

El Papa Pablo VI declaró a Nuestra Señora Madre de la Divina Providencia, como patrona principal de la isla de Puerto Rico mediante un decreto firmado el 19 de noviembre de 1969. En ese documento se decretó también que la solemnidad de la Virgen debía trasladarse del dos de enero, aniversario de su llegada a la isla, al 19 de noviembre, día en que fue descubierta la isla de Borinquen. Se quiso unir así los dos grandes afectos de los puertorriqueños; el amor por su preciosa isla y el amor por la Madre de Dios.

La talla más antigua, que data del 1853, fue la elegida para ser coronada solemnemente durante la reunión del Consejo Episcopal Latino Americano celebrada en San Juan de Puerto Rico el 5 de noviembre de 1976. La víspera del acontecimiento esta imagen fue vilmente quemada en la Parroquia de Santa Teresita de Santurce. Pero eso no detuvo la solemne coronación, que ocurrió en medio de la emoción y las lágrimas de millares de sus hijos y la presencia de cardenales, arzobispos y obispos venidos de toda Latinoamérica.

Fuente: Catholic.net


La frase de hoy

“Las personas fueron creadas para ser amadas
y las cosas fueron creadas para ser usadas.
La razón por la que el mundo está en caos,
es porque las cosas están siendo amadas
y las personas están siendo usadas”

Jonathan Moldú


Tema del día:
¿Por qué creer?


¿Por qué un Año de la fe?

Este 11 de octubre pasado inició el Año de la fe. El motivo histórico de este año especial dedicado a la fe, convocado por el Papa Benedicto XVI, es el quincuagésimo aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, que el Papa Juan XXIII inauguró en 1962; y el vigésimo aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.

Ahora bien, el Año de la fe no es un evento sólo conmemorativo. Es una invitación a redescubrir el tesoro de la fe y a renovar la fe misma, en un mundo que sufre cada vez más una "desertificación espiritual". Es una invitación a una nueva primavera de la fe.

Las dos dimensiones de la fe

El Papa, en su carta Porta fidei ("La puerta de la fe") con la que convocó este Año de la fe, nos recuerda que la fe tiene dos dimensiones: Una es el contenido de la fe; y otra, el acto de la fe.

El contenido de la fe es, en cierto modo, lo que creemos, y que está sintetizado en el Credo. El acto de la fe, en cambio, es nuestra adhesión personal a ese Credo. Es preciso que cada uno crea de nuevo, con una fe más personal, más viva y más consciente. O, para decirlo con otras palabras del mismo Papa, es preciso pasar de una fe de segunda mano a una fe de primera mano.

Los desafíos para la fe hoy

La celebración de un Año de la fe en los comienzos del tercer milenio cristiano es providencial. Creer se ha vuelto cada vez más difícil. Muchas certezas han caído y muchas confianzas han sido defraudadas. No pocos dicen: "Ya no sé qué creer".

Por otra parte, el mundo de hoy nos ha hecho sentir, como nunca, la necesidad del control y la seguridad; del dominio sobre todas las variables de la existencia. En cierto modo, el hombre del siglo XXI ha aprendido a "cuidarse solo", al margen de Dios.

Creer, en cambio, es un acto en dirección opuesta. Creer supone "perder el control" y aceptar que Alguien más lleva nuestra vida. Creer es abandonarse en manos de una Providencia que desafía nuestras certezas.

¿Por qué creer?

En el fondo, ¿por qué creemos? Creemos, ante todo, porque Dios se nos ha revelado. Él tomó la iniciativa de salirnos al encuentro y dársenos a conocer. Él es el garante de nuestra fe. «Dios -como dice el Concilio Vaticano II- habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor, y mora con ellos para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía» (Dei Verbum, n. 2).

Creemos porque Dios nos reveló que Él es Dios Creador y que nosotros somos sus creaturas; nos reveló que Él es Amor y nosotros somos sus hijos muy amados; nos reveló que Él es el nuestro Origen y nuestra Meta, y nosotros somos viajeros en tránsito hacia Él. Nuestra fe, por tanto, más que una pregunta por Dios, es una respuesta a Dios.

La fe se vuelve así el acto más "razonable" del hombre. Porque más que buscar a Dios es dejarse encontrar por Él. Lo expresó Pascal con admirable agudeza: «Solo conozco dos tipos de personas razonables: las que aman a Dios de todo corazón porque le conocen y las que le buscan de todo corazón porque no le conocen».

Nuestro corazón no puede conformarse con el limitado horizonte de este mundo. Las solas expectativas de esta vida le quedan chicas; y sus motivaciones, también. La fe es, en definitiva, la apertura al Amor que le da pleno sentido, consistencia y comprensión a toda nuestra vida.

Tres consignas prácticas para el Año de la fe

Conoce tu fe. Retoma, sobre todo, el Catecismo de la Iglesia Católica. No como un "compendio teórico" de nuestra fe, sino como un encuentro personal con Cristo (cfr. Porta fidei, n. 11). Estudia de nuevo los Documentos del Concilio Vaticano II. Te recomiendo, en particular, la Constitución Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual. Te sorprenderás de la actualidad de sus planteamientos y propuestas.

Celebra tu fe. Especialmente a través de una práctica sacramental y de oración más intensa. La fe no es sólo algo "personal". Es también una fe "comunitaria". Por eso se recomienda tanto la participación viva y fervorosa en las celebraciones litúrgicas de la Iglesia.

Comunica tu fe. El Año de la fe constituye un nuevo compromiso apostólico para todos. Es una oportunidad para compartir el tesoro de nuestra fe. No podemos olvidar que la fe se transmite por el oído (fides ex auditu), como decía san Pablo. Por eso, no "compartimentalices" tu fe. No la dejes en la Iglesia. Llévala a todas partes. Que tu palabra y testimonio de vida sean un anuncio vivo y eficaz que toque a muchos corazones (Cfr. Randy Hain, The Catholic Briefcase).

"Feliz la que ha creído"

María es el más grande modelo de fe que conocemos. Ella fue "feliz por haber creído", aunque su vida fue un continuo caminar por el "claroscuro" de la fe. Su fe fue puesta a prueba muchas veces. Pero Ella se mantuvo firme, y su fe no la defraudó. Ella nos alcance la gracia de redescubrir y renovar el tesoro de nuestra fe. Y así experimentemos también la felicidad de creer en un Dios que es Amor y que sólo nos pide la apertura suficiente para dejarnos encontrar.

P. Alejandro Ortega LC
Imagen: Google


Pensamientos sanadores


Sigue a Jesús con esperanza

Ser seguidor de Jesús es saber que él ha resucitado y vivir ya desde esta tierra como resucitados.
También es tener una superabundancia de vida en nosotros, la vida del Espíritu, para comunicarla a los demás.
Es saber que Jesús, como Buen Pastor, nos conoce por nuestro nombre; que él nos cuida y conduce personalmente a cada uno de nosotros, que somos sus ovejas.
Es por ello que, para poder ser guiados hacia la vida abundante, estamos llamados a ser dóciles y escuchar su voz.
La existencia humana conoce momentos de crisis y de cansancio, de desilusión y de oscuridad. Pero Jesús ha demostrado que es posible superar todas esas situaciones de derrota, para dejarnos guiar por él, quien puede transformar las situaciones más oscuras de la vida.
Confía en Jesús Buen Pastor, pídele escuchar su voz en lo profundo de tu corazón y déjate colmar de su consuelo.

Me deleitaré en tus mandamientos que yo amo tanto. Elevaré mis manos hacia tus mandamientos y meditaré en tus preceptos. Lo que me consuela en la aflicción es que tu palabra me da la vida. Salmo 119, 47, 48 y 50.


Mes de María


Desde el 7 de Noviembre al 7 de Diciembre, se desarrolla en Argentina y en varios países del hemisferio sur, el Mes de María, pues es el mes de las flores aquí en el sur, tal como Mayo lo es en el hemisferio norte.

Día Trece (19/NOV): La autoridad de Dios, en los superiores

CONSIDERACIÓN. – Tenemos superiores que son, para nosotros, los representantes de la autoridad divina.
“Obedeced a los poderes establecidos por Dios para gobernar al mundo”, nos dice el Apóstol. Cuesta a nuestra naturaleza obedecer y someternos y algunas veces, sentimos una especie de rebelión, que debemos apresurarnos a combatir, como contraria al espíritu cristiano. Apliquémonos a ver a Dios mismo, en aquellos que están colocados por encima de nosotros, ya sea en el orden espiritual, como los ministros del Señor, en el orden civil, como las autoridades y magistrados o bien en la familia, como nuestros padres o nuestros patrones, si somos servidores.
Cuando la sumisión nos resulte penosa, pensemos que es meritoria a los ojos de Dios y que será recompensada por Él.
No pensemos sustraernos a las obligaciones de nuestro estado; nosotros tenemos, cada uno, un lugar destinado aquí abajo, y nuestra desgracia viene, muchas veces, de que, descontentos de nuestra suerte queremos ser lo que no somos y arrojar lejos, las penas y pruebas que el Señor nos envía.
La Santísima Virgen, nos da grandes ejemplos de obediencia, pues, toda su vida, Ella se muestra humilde y sumisa a sus superiores, cumple puntualmente las leyes de Dios, y los menores deseos de San José, para Ella son órdenes.
Preguntémonos constantemente si somos verdaderamente obedientes y respetuosos con nuestros superiores, si no hemos criticado alguna vez su conducta, fiscalizado sus órdenes.

EJEMPLO. – Santa Zita, estaba empleada en casa del Señor Pagana di Fatinelli.
En medio de las dificultades que allí encontró, el trabajo y la oración, eran sus dos grandes auxilios. Tenía constantemente ante los ojos, el pensamiento de la Santísima Virgen, viviendo en Nazaret y le pedía le concediera las virtudes que la habían hecho tan agradable a los ojos del Señor.
Se esforzaba en imitar la vigilante calma, que María ponía en las labores domésticas, que no la hacían perder jamás, la presencia de Dios. Como la Santa Virgen fue sumisa a José, Zita se esforzaba en ser sumisa, no sólo a sus patrones, sino a los últimos servidores de la casa, viendo siempre al Maestro supremo, en aquellos a quienes obedecía.
Nuestra joven sirvienta, severa sólo para consigo misma, estaba llena de dulzura para los demás y uno de sus biógrafos recuerda (grande e inocente elogio) que ella pasó cuarenta y ocho años de buenos servicios, sin querella en la familia de Pagana di Fatinelli.

PLEGARIA DE SAN ATANASIO. – Reina de los Ángeles y de los hombres, recibid nuestros homenajes, escuchad nuestras súplicas, obtenednos las gracias de Dios y sobre todo, la de amarlo en el tiempo y en la eternidad. Así sea.

RESOLUCIÓN. – Veré a Dios en mis superiores.

JACULATORIA. – Virgen digna de veneración, rogad por nosotros.



Pedidos de oración


Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por María Isabel P., que vive en la ciudad de Santa Tecla, El Salvador, que hace algunos años superó el cáncer de mama, pero ahora está con insuficiencia renal, rogando al Señor que la toque con su mano sanadora como hizo con la enfermedad anterior.

Pedimos oración por tres personas de Santa Fe, Argentina: por la salud de Norma P.; por Lucrecia Alcira, de 31 años de edad, enferma de cáncer y por la fortaleza necesaria para su mamá Minerva. Oramos por ellas ante María para que interceda por sus situaciones particulares.

Pedimos oración por Tony, que vive en Salamanca, España, y padece cáncer intestinal. Hoy le extirparán un pólipo y luego se determinará fecha para una cirugía mayor. Que el Señor Misericordioso, por los méritos de su Divina Sangre, lo ayude a superar con bien estas situaciones.

Pedimos oración por Adriana E. G., edad 10 años, vive en San Juan del Rio, estado Querétaro, país México y padece de una tumoración intramedular dorsal que le impide caminar desde el 8 de setiembre. Que la Santísima Virgen la tenga en sus pedidos a Jesús para que Él la sane.

Pedimos oración por Héctor M. de Buenos Aires, Argentina, que hoy verá a un cirujano plástico para ver si le puedan aplicar la toxina botulínica, porque padece blefaroespasmo en su rostro y esto lo tiene muy molesto. También pedimos por Enrique Pablo C., de City Bell, Buenos Aires, Argentina, que a fin de mes será intervenido del colon por padecer un cáncer. Que Jesús los proteja y los toque con sus manos sanadoras.

Pedimos oración por la salud del Padre José, de Capital Federal, Argentina, para que como siempre, con entereza y alegría, siga enseñando que por el Misterio de la Cruz  de Jesús y su propia cruz, se llega a la plenitud del amor y de la Paz. Qué el Espíritu Santo con sus Dones, le mantenga en la Fidelidad a Jesús, alter Christus in cruce.

Pedimos oración por un niño argentino que está en Zurich, Suiza: Marcos, de 6 años de edad, que está internado hace unos días por un cuadro febril agudo sin que hasta ahora se pueda saber el origen. Que el Niño Jesús lo asista, lo fortalezca y lo ayude a curarse; mientras la Madre de Dios y de todos nosotros acompaña a sus padres.

Los que fuimos chicos hace ya unos cuantos años, sentimos el dolor humano que produce la partida de un hombre bueno de este mundo: pedimos oración por el eterno descanso del alma de Emilio Aragón, el inolvidable “Miliki”, del grupo de payasos españoles Gaby, Fofó y Miliki.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a pequesemillitas@gmail.com y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el correo antes señalado.
Los Pedidos de Oración se publican de lunes a sábados. Los domingos se publican los agradecimientos por las gracias concedidas.


"Intimidad Divina"

El fuego devorador

“Yahvé, tu Dios, es un fuego devorador, un Dios celoso” (Dt 4, 24). Repetidas veces se presentó así el Señor a Israel para ponerlo en guardia contra la idolatría. Dios no admite contrincante: para los que ama y quiere admitir a su intimidad, es un “fuego devorador” que destruye en ello todo cuanto puede dividir su corazón. Es fuego devorador, pero fuego de amor. Cuando su llama se apodera del espíritu, lo escudriña en toda dirección y en todos sus repliegues, dejando al desnudo todo lo que es contrario al amor. Sus resplandores descubren al hombre todas sus miserias, y le muestran toda su fealdad, para que se dé cuenta de la distancia infinita que hay entre él y Dios, para que se humille y reconozca indigno de los favores divinos y para que se duela de ello y doliéndose merezca ser liberado.

“He venido a poner fuego en el mundo; ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!” (Lc 12, 49). Este fuego divino, encendido por la caridad en el corazón de cada cristiano, no está destinado a quedar sofocado bajo un cúmulo de miserias y de limitaciones humanas, sino a llamear libremente para elevarse a Dios llevando hacia él a su criatura purificada y resplandeciente por la fuerza del amor. Esto no podrá realizarse nunca si Dios, por particular misericordia suya, no interviene de un modo especial en la vida de sus amigos, metiéndolo en esas pruebas purificadoras. El fuego que purifica a las almas, no es un fuego hostil, sino el fuego amigo del amor divino; fuego devorador y purificante, pero al mismo tiempo amoroso e iluminador.

El que esta acción purificadora sea dolorosa, no depende ni del Espíritu Santo ni de la naturaleza del amor, que de por sí es gozoso, sino del estado imperfecto en que se encuentra la criatura. Los sufrimientos purificadores son algo así como los dolores del parto, que preparan y anuncian una nueva vida. ¿No dijo Jesús que es necesario nacer de nuevo y que este nacimiento ha de tener lugar por medio del Espíritu? “Si uno no naciera del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 5). Este nuevo nacimiento iniciado en el bautismo debe llegar a plenitud a través del esfuerzo de toda la vida, porque mientras el hombre vive aquí abajo, necesita siempre morir a sí mismo, y, por ende, ser purificado por el Espíritu para ser regenerado por él. Cuando las pruebas purificadoras se hacen más intensas, no hay más que un cable de salvación al que agarrarse: saber que a pesar de sentirse el hombre abandonado de Dios, en realidad no lo está; antes se encuentra bajo un influjo especial del Espíritu Santo, que dirige la obra de su purificación.

Oh Señor mío, yo he estado hasta aquí en gran paz, contento y deleite, porque todas mis facultades gozaban del amor que me dabas tú, y les parecía estar en el paraíso… Ahora me encuentro desnuda y despojada de todo e incapaz de amar y obrar como solía; ¿qué haré, pues, viva y muerta a la vez, sin entendimiento, sin memoria, sin voluntad y, lo que es peor, sin amor? Yo creía que sin éste no se podía vivir, habiendo sido creado el hombre para amar y para gozar, para gozarte a ti sobre todo, oh Dios, nuestro primer objeto y nuestro fin… ¡Oh qué dura en intolerable me parece esta vida!... La abandonada y desolada humanidad ¿cómo vivirá quedando árida, desnuda y sin vigor?... ¡Oh, qué dulce y cruel purgatorio es este no conocido en la tierra! Dulce en comparación con el purgatorio de la otra vida. Nos parece cruel a nosotros ciegos… mas lo que nos parece crueldad de tu parte, oh mi Dios, es gran misericordia. (Santa Catalina de Génova, Diálogo)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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