domingo, 4 de noviembre de 2012

Pequeñas Semillitas 1861


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1861 ~ Domingo 4 de Noviembre de 2012
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
No basta que el pueblo se pregunte qué es ser leal a la ley. Ahora es necesario preguntarse qué es ser leales al Dios de la compasión. Jesús confronta a la gente, no con aquellas leyes de las que hablan los escribas, sino con un Dios compasivo.
Lo importante en el reino de Dios no es contar con personas observantes de las leyes, sino con hijos e hijas que se parezcan a Dios y traten de ser buenos como lo es él. Jesús busca la verdadera voluntad de Dios con una libertad sorprendente. No se preocupa en absoluto de discutir cuestiones de moral casuística; busca directamente qué es lo que puede hacer bien a las personas.
El amor a Dios y al prójimo es la síntesis de la ley, el principio supremo que da nueva luz a todo el sistema legal. El amor lo relativiza todo. Si un precepto no se deduce del amor o va contra el amor, queda vacío de sentido; no sirve para construir la vida tal como la quiere Dios.
José Antonio Pagola


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, se acercó a Jesús uno de los escribas y le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús le contestó: «El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos».
Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.
(Mc 12,28-34)

Comentario
Hoy, está muy de moda hablar del amor a los hermanos, de justicia cristiana, etc. Pero apenas se habla del amor a Dios.
Por eso tenemos que fijarnos en esa respuesta que Jesús da al letrado, quien, con la mejor intención del mundo le dice: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?» (Mc 12,29), lo cual no era de extrañar, pues entre tantas leyes y normas, los judíos buscaban establecer un principio que unificara todas las formulaciones de la voluntad de Dios.
Jesús responde con una sencilla oración que, aún hoy, los judíos recitan varias veces al día, y llevan escrita encima: «Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas» (Mc 12,29-30). Es decir, Jesús nos recuerda que, en primer lugar, hay que proclamar la primacía del amor a Dios como tarea fundamental del hombre; y esto es lógico y justo, porque Dios nos ha amado primero.
Sin embargo, Jesús no se contenta con recordarnos este mandamiento primordial y básico, sino que añade también que hay que amar al prójimo como a uno mismo. Y es que, como dice el Papa Benedicto XVI, «amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero».
Pero un aspecto que no se comenta es que Jesús nos manda que amemos al prójimo como a uno mismo, ni más que a uno mismo, ni menos tampoco; de lo que hemos de deducir, que nos manda también que nos amemos a nosotros mismos, pues al fin y al cabo, somos igualmente obra de las manos de Dios y criaturas suyas, amadas por Él.
Si tenemos, pues, como regla de vida el doble mandamiento del amor a Dios y a los hermanos, Jesús nos dirá: «No estás lejos del Reino de Dios» (Mc 12,34). Y si vivimos este ideal, haremos de la tierra un ensayo general del cielo.
Rev. D. Ramón CLAVERÍA Adiego (Embún, Huesca, España)


Santoral Católico:
San Carlos Borromeo
Cardenal Arzobispo de Milán


La gigantesca estatua que sus conciudadanos le dedicaron en Arona, sobre el Lago Mayor en el norte de Italia, expresa muy bien la gran estatura humana y espiritual de este santo activo, bienhechor y comprometido en todos los campos del apostolado cristiano.

Había nacido en 1538. Sobrino del Papa Pío IV, fue creado cardenal diácono cuando sólo tenía 21 años. El mismo Papa lo nombró secretario de Estado, siendo el primero que desempeñó este cargo en el sentido moderno. Aún permaneciendo en Roma para dirigir los asuntos, tuvo el privilegio de poder administrar desde lejos la arquidiócesis de Milán.

Cuando murió su hermano mayor, renunció definitivamente al título de conde y a la sucesión, y prefirió ser ordenado sacerdote y obispo a los 24 años de edad. Dos años después, muerto el Papa Pío IV, Carlos Borromeo dejó definitivamente Roma y fue recibido triunfalmente en la sede episcopal de Milán, en donde permaneció hasta la muerte, cuando tenía sólo 46 años.

En una diócesis que reunía a los pueblos de Lombardía, Venecia, Suiza, Piamonte y Liguria, Carlos estaba presente en todas partes. Su escudo llevaba un lema de una sola palabra: “Humilitas”, humildad. No era una simple curiosidad heráldica, sino una elección precisa: él, noble y riquísimo, se privaba de todo y vivía en contacto con el pueblo para escuchar sus necesidades y confidencias. Fue llamado “padre de los pobres”, y lo fue en el pleno sentido de la palabra. Empleó todos sus bienes en la construcción de hospitales, hospicios y casas de formación para el clero.

Se comprometió en llevar adelante las reformas sugeridas por el concilio de Trento, del que fue uno de los principales actores. Animado por un sincero espíritu de reforma, impuso una rígida disciplina al clero y a los religiosos, sin preocuparse por las hostilidades que se iban formando en los que no querían renunciar a ciertos privilegios que brindaba la vida eclesiástica y religiosa. Fue blanco de un atentado mientras rezaba en la capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente a su atacante.

Durante la larga y terrible epidemia que estalló en 1576, viajó a todos los rincones de su diócesis. Empleó todas las energías y su caridad no conoció límites. Pero su robusta naturaleza tuvo que ceder ante el peso de tanta fatiga. Murió el 3 de noviembre de 1584. Fue canonizado en 1610 por el Papa Pablo V.

Fuente: Catholic.net


Palabras del Beato Juan Pablo II

“El hombre no puede vivir sin amor. Permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no s encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente. El mundo actual necesita ser tocado y curado por la belleza y la riqueza del amor de Dios”

Beato Juan Pablo II


Tema del día:
El mandamiento del amor


Un letrado o escriba se acerca a Jesús para hacerle una pregunta. En varias ocasiones encontramos escribas que le preguntan algo a Jesús. La diferencia de este letrado de hoy es que parece que va con rectitud. Otros van con engaño, preguntando para ver si Jesús responde algo por lo cual le puedan acusar ante el pueblo. Cuando es así, Jesús no responde o lo hace de forma no directa; pero hoy a este letrado le va a responder llanamente, de modo que es una enseñanza directa de Jesús para nosotros.

Le pregunta: cuál es el principal de los mandamientos. Alguno se pregunta cómo un hombre docto y piadoso no sabe cuál es lo principal, cuando lo que le va a responder Jesús, todos lo saben, pues lo recitan todos los días y aun varias veces al día. Aun así no se decía que era lo principal y había diversas teorías entre los entendidos y hasta cientos de preceptos para poder escoger. Es bueno plantearnos también nosotros cuál es lo principal, pues a veces ponemos por encima del amor diversas costumbres.

Jesús le responde recitando el “Shemá” o escucha, que es el principio de la proclamación de que hay un solo Dios y a ese Dios hay que amarle con todo el corazón. A Jesús sólo le había preguntado por el primer mandamiento; pero Jesús responde diciendo el primero y el segundo, ya que forman una unidad. Esta es la gran novedad de la respuesta de Jesús. Ya en el Antiguo Testamento se hablaba del amor al prójimo; pero estaba un poco difuminado, sobre todo por el concepto de prójimo, que se refería especialmente a los de la misma religión. Jesús especifica en otros lugares que prójimo es todo aquel que está necesitado y amar al prójimo será hacer el bien a todos, hasta a los propios enemigos. Es un acto que proviene del amor a Dios.

A algunos no les gusta la palabra “mandamiento”, porque parece que alguien nos quiere imponer algo. Se podría decir “objetivo”. Entonces podríamos decir que el principal objetivo de nuestra vida debe ser el tener a Dios muy dentro de nosotros, de modo que sea lo único decisivo en nuestra vida y que todo lo hagamos en solidaridad con los demás. Pero la palabra mandamiento la debemos tomar como un signo de amor. Para orientarnos en la vida necesitamos mandamientos o preceptos, como son las leyes de un país o las normas de circulación. Entonces para orientarnos en lo esencial de nuestra vida, que es caminar con rectitud hacia la vida eterna, necesitamos normas precisas. Son signos del amor de Dios, que nos quiere guiar sin que perdamos la libertad. Todos los mandamientos proceden del amor de Dios, porque Dios es Amor. Por eso el principal debe ser responder al Amor con amor. Un amor que procede de lo más íntimo del alma y del corazón y un amor que se debe mostrar con los hechos. Estos hechos son precisamente las obras de misericordia con todos los prójimos, que en cristiano son nuestros hermanos, hijos del mismo Padre Dios.

De ahí que no se puede separar el amor a Dios y el amor al prójimo. Hay gente que acentúa el amor a Dios descuidando el amor al prójimo, y hay gente que pone el acento en el amor al prójimo (filantropía), olvidando a Dios. Eso es un cristianismo a medias o más bien vacío del verdadero sentido de la vida. Claro que para amar a Dios hay que tener una persuasión total de su existencia, de que somos hechura de su amor. Basta examinar la naturaleza, la grande y la pequeña, para que nos demos cuenta de que existe ese ser grandioso, a quien llamamos Dios, y que todo está hecho para nuestro bien. Por lo tanto toda la creación es un acto continuo de amor de Dios a nosotros.

Por todo ello nuestra mayor finalidad ahora y por siempre debe ser amar a Dios con todo el alma, que significa la vida, con todo el corazón, que son las facultades interiores y con todas las fuerzas, que significan las posesiones y bienes terrenos. Amar a Dios es hacer que todas las cosas, la familia, el trabajo, las ocupaciones festivas, me lleven hacia Dios; y no que me aparten como el egoísmo, la avaricia y otros vicios. Amarle es tenerle presente por la oración y luego en el amor práctico con todos los demás.

P. Silverio Velasco (España)


Nuevo video y artículo

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Pensamientos sanadores


Pídele al Señor que encienda en ti el fuego de su Divino Amor

Es asombroso comprobar cómo se colma de sentido la vida de quienes viven en sintonía con Dios Amor y buscan transitar en el amor verdadero, en relación con todos sus semejantes.
Si prestas atención, descubrirás que el Amor que buscas también te está buscando a ti, y aunque aún no te hayas dado cuenta, es posible que ya te haya alcanzado.
Ese amor está en tu corazón, en el núcleo más íntimo de tu ser, porque procede de dios que es el Infinito Amor. Tu vida es una chispa surgida del fuego del amor Divino, y has sido creado para encender, con tu fuego, el corazón de otros, cuyo amor parece apagado, pero tiene la combustión necesaria para encenderse ante tu oración y aprecio.

¡Y yo había enseñado a caminar a Efraím, lo tomaba por los brazos! Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba. Yo los atraía con lazos humanos, con ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una criatura contra sus mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer. Oseas 11, 3-4.


Nunca nos olvidemos de agradecer


Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde Guatemala nos escribe Rosa para dar gracias a Dios y a los que rezaron por dos hermanos nuestros de ese país: Federico C., de 27 años, quien terminó satisfactoriamente sus sesiones de quimioterapia y ahora empieza sesiones de radioterapia para completar su tratamiento. Y Jorge R., de 33 años, quien ha logrado recuperar el peso perdido y casi en su totalidad la salud, aunque no se logró un diagnóstico definitivo. Damos gracias al Altísimo…

El autor de esta página desea expresar su más grande agradecimiento a Jesús y a la Santísima Virgen por tantas gracias recibidas a lo largo de su vida y que hoy alcanzan una hermosa culminación, pues esta tarde, en la ciudad de Córdoba, el Arzobispo Monseñor Carlos José Ñáñez, celebrará la Misa de envío de nuevos Ministros Extraordinarios de la Comunión designados para las diversas parroquias, y uno de ellos será el autor de esta página. Siguiendo la enseñanza del Evangelio de hoy, es una inmejorable oportunidad para cumplir, más que nunca y a través de este nuevo servicio, con el mandamiento del amor: amor a Dios y amor al prójimo.


"Intimidad Divina"

Domingo XXXI del Tiempo Ordinario

La Liturgia de hoy demuestra la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y a la vez la novedad de éste. Del Deuteronomio (6, 2-6) se toma la primera enunciación del mandamiento del amor: “Escucha Israel; el Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas” (ib 4-5). El mismo texto se repite en el Evangelio del día (Mc 12, 28-34), como respuesta de Jesús al letrado que le pregunta acerca del mandamiento “primero de todos” (ib 28). Era un texto muy conocido por los judíos que lo repetían dos veces al día como plegaria de la mañana y de la tarde. La palabra inicial “Escucha” –de la que esta plegaria toma su nombre– es una invitación a meditar el precepto del Señor y a ordenar según él la vida. Pues orar no significa sólo invocar a Dios y pedirle sus mercedes, sino, sobre todo, escucharle: oír su palabra, meditarla y obedecerla.

Reasumiendo el mandamiento antiguo, Jesús le da un toque nuevo: ante todo lo aísla del contexto de prescripciones secundarias y lo coloca por encima de cualquier otro precepto, y luego le yuxtapone el del amor al prójimo, afirmando con autoridad: “No hay mandamiento mayor que éstos” (Mc 12, 31).  El letrado que le ha interrogado aprueba y concluye sabiamente que amar a Dios con todas las fuerzas y al prójimo como a sí mismo “vale más que todos los holocaustos y sacrificios” (ib 33). En sus palabras resuena la voz de los profetas que repetidamente habían denunciado la vaciedad de un culto no animado por el amor. Dios debe ser honrado con la plegaria y los sacrificios, pero éstos no le son agradables si no brotan de corazones que le amen sinceramente y a la vez amen al prójimo.

Dios es amor. Toda la creación es fruto de su amor. El hombre creado por amor, vive del amor divino que lo conserva en la existencia y lo colma de sus dones. Ante todo debe el hombre amar al Amor que lo ha creado, a Dios. Además, hecho a imagen de un Dios que ama a todas las criaturas, el hombre debe ensanchar su amor a todos sus semejantes. “Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros… Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud” (1 Jn 4, 11-12). La conclusión de San Juan profundiza la excelente del letrado y la completa. El Apóstol ha comprendido todo el alcance del mandamiento del amor y e nexo vital entre amor a Dios y amor al prójimo, hasta llegar a afirmar que el primero es perfecto sólo cuando va acompañado del segundo. El que comprende y vive así el precepto de la caridad no sólo “no está lejos del Reino de Dios” (Mc 12, 34), como dice Jesús al letrado, sino que lo lleva en sí, porque “quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4, 16).

Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza… Seguí los caminos del Señor y no me rebelé contra mi Dios, porque tuve presentes tus mandamientos y no me aparté de tus preceptos. Perfecto es el camino de Dios, acendrada es la promesa del Señor; él es escudo para los que a él se acogen. ¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca! Sea ensalzado mi Dios y Salvador. (Salmo)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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