domingo, 18 de noviembre de 2012

Pequeñas Semillitas 1871


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1871 ~ Domingo 18 de Noviembre de 2012
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
En la Biblia hay dos libros apocalípticos: El libro de Daniel y el Apocalipsis de Juan. Pero hay algunos párrafos de otros libros que tienen esta misma forma literaria. Por ejemplo, el evangelio de hoy, que forma parte de un párrafo mayor: Mc 13,1-31 y que los biblistas llaman “discurso escatológico de Jesús”
Textos que han servido en otros tiempos para asustar y para tratar de fundamentar una imagen de Dios que producía miedo y rechazo, en lugar de atracción y ganas de escucharlo. Hoy está claro que ésa no es la imagen y el ser de Dios que nos transmite Jesús.
La interpretación de la Palabra hay que situarla en el tiempo y en la cultura en que fue escrita, y hay que conocer el género literario que se utiliza en cada libro de la Biblia.
La liturgia de este domingo nos propone unos textos que pertenecen al género apocalíptico, uno de los más extraños para nosotros, frecuente entre algunos grupos judíos y cristianos de la época. Sus destinatarios eran, generalmente, grupos en crisis a los que ofrecía un mensaje de ánimo y consuelo.
Entender este texto como simple amenaza de catástrofes y calamidades, es no haber comprendido nada del pensamiento de Jesús. No se trata de una descripción angustiosa, sino llena de esperanza.
Asun Gutiérrez Cabriada


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En aquellos días, después de la tribulación aquella, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y los astros estarán cayendo del cielo, y las fuerzas que hay en los cielos serán sacudidas. Entonces, verán al Hijo del hombre viniendo en las nubes con gran poder y gloria. Y entonces enviará a los ángeles, y congregará a sus elegidos de los cuatro vientos, desde la extremidad de la tierra hasta la extremidad del cielo.
»De la higuera aprended la semejanza: cuando ya sus ramas se ponen tiernas, y brotan las hojas, conocéis que el verano está cerca; así también, cuando veáis suceder todo esto, sabed que Él está cerca, a las puertas. En verdad, os digo, la generación ésta no pasará sin que todas estas cosas se hayan efectuado. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas en cuanto al día y la hora, nadie sabe, ni los mismos ángeles del cielo, ni el Hijo, sino el Padre».
(Mc 13,24-32)

Comentario
Hoy recordamos cómo, al comienzo del año litúrgico, la Iglesia nos preparaba para la primera llegada de Cristo que nos trae la salvación. A dos semanas del final del año, nos prepara para la segunda venida, aquella en la que se pronunciará la última y definitiva palabra sobre cada uno de nosotros.
Ante el Evangelio de hoy podemos pensar que “largo me lo fiáis”, pero «Él está cerca» (Mc 13,29). Y, sin embargo, resulta molesto —¡hasta incorrecto!— en nuestra sociedad aludir a la muerte. Sin embargo, no podemos hablar de resurrección sin pensar que hemos de morir. El fin del mundo se origina para cada uno de nosotros el día que fallezcamos, momento en el que terminará el tiempo que se nos habrá dado para optar. El Evangelio es siempre una Buena Noticia y el Dios de Cristo es Dios de Vida: ¿por qué ese miedo?; ¿acaso por nuestra falta de esperanza?
Ante la inmediatez de ese juicio hemos de saber convertirnos en jueces severos, no de los demás, sino de nosotros mismos. No caer en la trampa de la autojustificación, del relativismo o del “yo no lo veo así”... Jesucristo se nos da a través de la Iglesia y, con Él, los medios y recursos para que ese juicio universal no sea el día de nuestra condenación, sino un espectáculo muy interesante, en el que por fin, se harán públicas las verdades más ocultas de los conflictos que tanto han atormentado a los hombres.
La Iglesia anuncia que tenemos un salvador, Cristo, el Señor. ¡Menos miedos y más coherencia en nuestro actuar con lo que creemos! «Cuando lleguemos a la presencia de Dios, se nos preguntarán dos cosas: si estábamos en la Iglesia y si trabajábamos en la Iglesia, Todo lo demás no tiene valor» (Card. J.H. Newman). La Iglesia no sólo nos enseña una forma de morir, sino una de forma de vivir para poder resucitar. Porque lo que predica no es su mensaje, sino el de Aquél cuya palabra es fuente de vida. Sólo desde esta esperanza afrontaremos con serenidad el juicio de Dios.
Rev. D. Pedro IGLESIAS Martínez (Rubí, Barcelona, España)


Santoral Católico:
Dedicación de las Basílicas
de San Pedro y San Pablo


La actual Basílica de San Pedro en Roma fue consagrada por el Papa Urbano Octavo el 18 de noviembre de 1626, aniversario de la consagración de la Basílica antigua.

La construcción de este grandioso templo duró 170 años, bajo la dirección de 20 Sumos Pontífices. Está construida en la colina llamada Vaticano, sobre la tumba de San Pedro.

Allí en el Vaticano fue martirizado San Pedro (crucificándolo cabeza abajo) y ahí mismo fue sepultado. Sobre su sepulcro hizo construir el emperador Constantino una Basílica, en el año 323, y esa magnífica iglesia permaneció sin cambios durante dos siglos. Junto a ella en la colina llamada Vaticano fueron construyéndose varios edificios que pertenecían a los Sumos Pontífices. Durante siglos fueron hermoseando cada vez más la Basílica.

Cuando los Sumos Pontífices volvieron del destierro de Avignon el Papa empezó a vivir en el Vaticano, junto a la Basílica de San Pedro (hasta entonces los Pontífices habían vivido en el Palacio, junto a la Basílica de Letrán) y desde entonces la Basílica de San Pedro ha sido siempre el templo más famoso del mundo.

La Basílica de San Pedro mide 212 metros de largo, 140 de ancho, y 133 metros de altura en su cúpula. Ocupa 15.000 metros cuadrados. No hay otro templo en el mundo que le iguale en extensión.

Su construcción la empezó el Papa Nicolás V en 1454, y la terminó y consagró el Papa Urbano VIII en 1626 (170 años construyéndola). Trabajaron en ella los más famosos artistas como Bramante, Rafael, Miguel Angel y Bernini. Su hermosura es impresionante.

Hoy recordamos también la consagración de la Basílica de San Pablo, que está al otro lado de Roma, a 11 kilómetros de San Pedro, en un sitio llamado "Las tres fontanas", porque la tradición cuenta que allí le fue cortada la cabeza a San Pablo y que al cortársela cayó al suelo y dio tres golpes y en cada golpe salió una fuente de agua (y allí están las tales tres fontanas).

La antigua Basílica de San Pablo la habían construido el Papa San León Magno y el emperador Teodosio, pero en 1823 fue destruida por un incendio, y entonces, con limosnas que los católicos enviaron desde todos los países del mundo se construyó la nueva, sobre el modelo de la antigua, pero más grande y más hermosa, la cual fue consagrada por el Papa Pío Nono en 1854. En los trabajos de reconstrucción se encontró un sepulcro sumamente antiguo (de antes del siglo IV) con esta inscripción: "A San Pablo, Apóstol y Mártir".

Estas Basílicas nos recuerdan lo generosos que han sido los católicos de todos los tiempos para que nuestros templos sean lo más hermoso posible, y cómo nosotros debemos contribuir generosamente para mantener bello y elegante el templo de nuestro barrio o de nuestra parroquia.

Fuente: EWTN


Palabras del Beato Juan Pablo II

“La fe en Cristo no consiste sólo en aceptar su verdad, es preciso también referirse a su Persona, acogiéndola y amándola.  En este sentido, de la fe deriva la fidelidad, y la fidelidad es la prueba del amor. En efecto, se trata de un amor que es suscitado por Cristo y que, a través de Él, alcanza a Dios para amarlo con todo el corazón y con todas las fuerzas”

Beato Juan Pablo II


Tema del día:
Estar preparados


Estamos casi a fin del año litúrgico, pues terminará el próximo domingo con la fiesta de Cristo Rey. Por eso se nos habla con palabras de Jesucristo referentes al fin del mundo. No sólo san Marcos, sino otros evangelistas, cuando transcriben palabras o mensajes de Jesús para asuntos grandiosos, se acomodan a un estilo literario que en el Oriente estaba de moda, que era el apocalíptico, por medio de comparaciones y figuras grandiosas. Jesús no quiere atemorizarnos, sino desea mostrarnos de manera solemne una realidad, que para sus seguidores encierra una gran esperanza.

Eran los días antes de su muerte. Después de hablar en el templo, Jesús con sus discípulos se retiraba a Betania. La conversación se hizo interesante al ver el templo relucir con los rayos del atardecer. De la predicción sobre el final del templo y su sistema religioso, pasó Jesús a tratar sobre el final del mundo, que al mismo tiempo será el tiempo de su segunda venida “con gran poder y majestad”. Sobre esta segunda venida se hablaba mucho en la primitiva cristiandad, de modo que muchos, por el deseo grande de estar con Jesús, creían que iba a realizarse muy pronto. En diversas épocas han estado muy presentes estas predicciones de Jesús, como cuando llegaba el año mil, y algo también en el año dos mil. Hay sectas que hablan continuamente de ello, hasta mostrando fechas concretas, que luego no se realizan.

Como he dicho, las palabras en concreto son imágenes impactantes para que se quede aprendido mejor el mensaje. No hay que tomarlo al pie de la letra, porque además las estrellas, tan enormes, no pueden caer sobre la tierra, tan pequeñita. No se trata de dar miedo, sino de vivir en esperanza y alegría porque al final vendrá Cristo a nuestro encuentro. Las imágenes del sol, luna y estrellas son para subrayar la grandiosidad de la venida gloriosa del Salvador. El final de la historia no es un final de catástrofe, sino que es la salvación para los elegidos, que podemos ser todos, si seguimos los consejos y la manera de vivir de Jesús buscando el servir a los demás.

El mensaje principal es que debemos velar y estar preparados para la venida del Señor, porque no sabemos el día ni la hora. Estar preparados es llevar una vida en conformidad con el Evangelio. Más que anuncio de destrucción, es anuncio de salvación, porque se trata de una nueva presencia total de Jesús, cuyas palabras no pasarán. Todo lo demás de este mundo pasará. ¡Cuántas energías se consumen para conseguir éxitos humanos o materiales, cuando en realidad todo pasará! Lo que no pasará o permanecerá para siempre son las palabras de Cristo y los que sigan esas palabras con su vida. No es que sean malas las cosas materiales, como el arte, el deporte, etc. Lo malo es cuando uno quiere hacer de esas cosas algo absoluto.

Jesús no sólo está hablando del fin del mundo, sino también del fin de “su” mundo, como es el fin de su época con todo lo que conlleva, como el fin del templo y de las estructuras religiosas que en sí encerraba. Por eso dijo que no pasaría esa generación sin que aquello sucediera. La tradición ha visto como expresión de esas palabras la destrucción de Jerusalén, juntamente con el templo, en el año 70. Muchas estructuras políticas y religiosas han ido cayendo a lo largo de la historia que parecían inamovibles. También nuestro mundo caerá o pasará. Si vivimos atados a nuestros éxitos materiales es como degenerar nuestro ser humano que está hecho para la eternidad.

Al hablar del fin del mundo en este día, debemos aumentar nuestra esperanza de paz, alegría y amor. El fin del mundo será la consumación de la esperanza, pero será la plenitud de la vida de paz, alegría y amor. Nuestra misión como cristianos es hacer ya desde ahora presente lo que será el futuro. Tenemos que aprovechar el tiempo, que no sabemos cuánto será, para ir creando ese mundo de justicia y de paz. Para ello comencemos enderezando nuestra propia vida para que sea honrada, auténtica y ejemplar, cumpliendo nuestro deber y ayudando a los demás.

P. Silverio Velasco (España)


Nuevo video y artículo

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"Juan Pablo II inolvidable"
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Pensamientos sanadores


Pon entre las manos del Señor toda tu historia

“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan 10, 10). Estas palabras, pronunciadas por Jesús, nos ayudan a comprender su misión: guiarnos hacia la vida plena, ya desde esa vida. Él desea mostrarnos, por medio de la oración, qué pensamientos, sentimientos y comportamientos reducen, en algún área de nuestro ser, la vitalidad con la que fuimos creados por él.
Efectivamente, en el interior de cada persona, anidan heridas que, con el correr de los años, pueden haber echado raíces muy profundas, las cuales atentan contra la fuerza interior que deberíamos tener para enfrentar los trabajos diarios, las dificultades cotidianas, los desafíos de la vida y así, alcanzar los logros y los bienes legítimos que ansiamos en esta vida.
Pon, en este día, en las manos de Dios, por medio de la oración, tu historia personal; y pídele que derrame su bálsamo de amor, con el cual él irá sanando tus heridas y concediéndote una mejor calidad de vida.

Moisés invocó al Señor, diciendo: “¡Te ruego, Dios, que la cures!” Números 12, 13.


Mes de María


Desde el 7 de Noviembre al 7 de Diciembre, se desarrolla en Argentina y en varios países del hemisferio sur, el Mes de María, pues es el mes de las flores aquí en el sur, tal como Mayo lo es en el hemisferio norte.

Día doce (18/NOV): La plegaria de la noche

CONSIDERACIÓN. – Cada noche hay, para aquel que ha llenado laboriosamente su día, una satisfacción bien legítima, al ver llegar, al fin, la hora del reposo. Mas, antes de entregarse al sueño, el cristiano desea santificar esas horas de la noche, haciéndolas preceder de una plegaria, en la cual da gracias a Dios, por los favores que ha recibido y solicita su protección todopoderosa.
Después, manteniéndose en su presencia, examina seriamente su conciencia y, como un negociante, que, cada noche, no deja de poner sus cuentas en orden, se pregunta si, desde el punto de vista de su salvación, hay pérdida o ganancia para él. Cuando ha reconocido sus faltas, se humilla por ellas delante de Dios, pidiéndole perdón y prometiéndole evitarlas en el porvenir. La muerte podría sorprenderle durante ese sueño, del cual es la imagen; él está sometido a la voluntad de Dios y de antemano, acepta la decisión tomada por el Soberano Maestro, sobre nuestros destinos.
María también, conoció la necesidad del reposo. Pero ¡con cuánta perfección lo ha santificado, ofreciéndolo a su Creador! Sus ojos se cerraban a la luz material, pero su corazón vivía unido al Señor, pues Ella cumplió su voluntad.
Imitemos a nuestra Madre y así, ni un solo instante de nuestra vida, aún de aquellos que consagramos al sueño, será perdido para la eternidad.
Hay, no obstante, hombres bastante insensatos que no consagran a Dios ni el comienzo ni el fin de cada día. Es a éstos, a quienes se dirigen las palabras de San Bernardo: “Cuando dais a un pobre mendigo un pedazo de pan, no abandona vuestra puerta sin daros las gracias. Y Dios os ha alimentado todo el día, no solamente a la noche sino también a la mañana y al mediodía y queréis acostaros sin haber agradecido a vuestro bienhechor.
Vuestro criado os desea buenas noches y le agradecéis y cuando se trata de Dios, que puede no solamente desearos sino acordaros una buena noche, no le hacéis un saludo ni un signo de gratitud.
¡Qué proceder extraño e inconcebible!

EJEMPLO. – San Alfonso de Ligorio, había tenido la felicidad de nacer de padres cristianos.
La piadosa madre no descuidaba nada, para cultivar en el corazón de sus hijos, el germen de la virtud.
Cada mañana y cada noche los reunía e inspiraba a sus tiernos corazones el amor a Dios y una tierna devoción a la Santa Virgen.
San Alfonso, todavía niño, mostraba gran afición hacia esos piadosos ejercicios.
Oía inmóvil, el curso de instrucción religiosa que daba su madre y luego, cuando llegaba el momento de la plegaria de la noche, su modestia, su recogimiento, su fervor, eran para todos, un motivo de grande edificación.

PLEGARIA DE SAN EFRÉN. - ¡Oh Santa Madre de Dios, protegednos, conservadnos bajo las alas de vuestra misericordia!
Toda nuestra confianza está en Vos.
¡Oh Virgen Inmaculada! nosotros os estamos consagrados y nos ponemos bajo vuestra protección para siempre. Así sea.

RESOLUCIÓN. – No omitiré jamás, la oración de la noche.

JACULATORIA. – Virgen poderosa, rogad por nosotros.



Nunca nos olvidemos de agradecer


Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde San Lorenzo, provincia de Santa Fe, Argentina, nuestro amigo Exequiel M. quiere agradecer a Dios y a todos los que han rezado cuando él lo ha solicitado a través de esta página por la salud del hijo que tiene con su esposa Pamela: Pablito, que acaba de cumplir 1 añito de vida; y también las oraciones por el alma de su hermano Cristian que pasó a la patria celestial el 13 de julio de 2011.

Quiero expresar mi agradecimiento a Dios y a la Santísima Virgen de Lourdes, que siempre me cuidan y restauran mi salud cada vez que ésta se encuentra con problemas o enfermedades. También hago extensivo el agradecimiento a las miles de personas que han rezado por mí en estos días.
Felipe


"Intimidad Divina"

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario

Estando el año litúrgico para terminar, la Liturgia invita a los fieles a meditar sobre el fin del tiempo que coincidirá con la parusía, el retorno glorioso de Cristo, y la restauración en él de todas las cosas. El gran acontecimiento escatológico es ilustrado por las lecturas de hoy, en especial por la profecía de Daniel (12, 1-3; primera lectura) y por el Evangelio (Mc 13, 24-32). Estos textos pueden ser considerados como paralelos, por más que en el Evangelio está todo iluminado por una luz nueva proveniente de la perspectiva escatológica. Ambos anuncian una época de grandes sufrimientos que señalará el fin del mundo actual: “Serán tiempos difíciles como no los ha habido”, dice Daniel (12, 1); “aquellos días habrá una tribulación como no la hubo igual desde el principio de la creación” (Mc 13, 19-24), confirma el Evangelio. La prueba y los sufrimientos de aquella hora serán la última llamada a conversión a los pecadores y la última purificación de los elegidos.

Cuándo y cómo sucederá esto, es inútil indagarlo; es secreto de Dios. Importa más reflexionar que desde la muerte y resurrección de Cristo en adelante toda la historia está orientada a la parusía y, por ello, debe servir de preparación a la vuelta gloriosa del Señor. Las vicisitudes y tribulaciones de hoy como las de mañana, bien de los individuos bien de los pueblos, tienen como único objeto disponer a los hombres para la venida final de Cristo y para su glorificación en él… La liberación será plena, participando también en ella la materia por la resurrección d los cuerpos. Pues los justos resucitarán “para la vida perpetua” y “brillarán como el fulgor del firmamento”; los que más hayan contribuido a la salvación de los hermanos serán “como estrellas por toda la eternidad”. Bella distinción que prevé la gloria particular reservada a la Iglesia a los apóstoles.

Pero estará también la contrapartida: cuantos hayan resistido a la gracia resucitarán “para ignominia perpetua”, consumándose así la ruina que ellos quisieron con su obstinada oposición a Dios. Se comprende así cómo la Iglesia primitiva, enamorada de Cristo y deseosa de volver a ver su rostro glorioso esperase con ansia la parusía. “Ven, Señor Jesús” (Ap 21, 20) era la invocación ardiente de los primeros cristianos que vivían con el corazón vuelto a él como si estuviese ya a la puerta. Esa misma debe ser la actitud de quien ha comprendido el sentido profundo de la vida cristiana: una espera de Cristo, un caminar hacia él con la lámpara de la fe y el amor encendida.

Ya sabéis, Señor mío, que muchas veces me hacía a mí más temor acordarme de si había de ver vuestro divino rostro airado contra mí en este espantoso día del juicio final que todas las penas y furias del infierno que se me representaban; y os suplicaba me valiese vuestra misericordia de cosa tan lastimosa para mí, y así os lo suplico ahora, Señor. ¿Qué me puede venir en la tierra que llegue a esto? Todo junto lo quiero, mi Dios, y libradme de tan grande aflicción. No deje yo, mi Dios, no deje de gozar de tanta hermosura en paz tan preciosa. Confieso, Padre eterno, que la he guardado mal; mas, aun remedio hay, Señor, remedio hay, mientras vivimos en este destierro. (Santa Teresa de Jesús, Exclamaciones)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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