PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
13 - Número 3624 ~ Domingo 8 de Abril de 2018
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
En
este segundo Domingo de Pascua, celebramos también el día de la Divina Misericordia que fuera
instituido por el papa San Juan Pablo II en el año 2000. Es una devoción muy
difundida hoy en la Iglesia Católica después de las revelaciones que recibió la
monja polaca Sor María Faustina Kowalska, canonizada por el mencionado papa
santo.
Dios
es Padre Misericordioso, y le gusta que acudamos y nos fiemos de su infinita
misericordia. Dice la Biblia: «Como el viento norte borra las nubes del cielo,
así mi misericordia borra los pecados de tu alma». O también: «Yo arrojaré tus
pecados al fondo del mar para que nunca más vuelvan a salir a flote».
Lo
que Dios me perdona me lo perdona para siempre, nunca más me lo echa en cara. Dios
perdona todo y del todo. Pero esta infinita misericordia de Dios hay que
armonizarla con su justicia. Para que Dios me perdone, tengo que arrepentirme.
Dios no puede perdonar al que no se arrepiente.
Padre Jorge Loring S.J.
¡Buenos días!
Faustina Kowalska
Santa
Faustina, de sus 33 años de vida, 13 los pasó en el convento, donde ascendió a
un alto grado de unión con Dios. Recibió dones místicos, como visiones, don de
profecía, estigmas ocultos, conocimiento de las conciencias, etc. Dios le
confió la misión de propagar la Divina Misericordia, mediante la imagen de
Jesús misericordioso, la fiesta, la hora y la coronilla de la Divina
Misericordia.
“La fiesta de la Divina Misericordia ha salido de mis
entrañas, deseo que se celebre solemnemente el primer domingo después de
Pascua. Anhelo que esta fiesta sea refugio y amparo para todas las almas y
especialmente para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de
mi misericordia. Derramo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al
manantial de mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la santa
Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. Que ningún alma
tema acercarse a mí aunque sus pecados sean como la escarlata. La humanidad no
conocerá paz hasta que no se dirija a la fuente de mi Misericordia” (Diario
699).
La
Madre Maestra, al final del noviciado le dijo: “Que tu alma, hermana, se
distinga en especial por la sencillez y la humildad. Camina por la vida como
una niña, siempre confiada, contenta de todo, feliz de todo”. Recordó siempre
este consejo: “Como las aguas descienden desde las montañas a los valles, las
gracias de Dios bajan sólo sobre las almas humildes”.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
Al
atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a
los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se
presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto,
les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.
Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también
yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu
Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos».
Tomás,
uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los
otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si
no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de
los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré».
Ocho
días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se
presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con
vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu
mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le
contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has
creído. Dichosos los que no han visto y han creído».
Jesús
realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están
escritas en este libro. Éstas han sido escritas para que creáis que Jesús es el
Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre. (Jn 20,19-31)
Comentario:
Hoy,
Domingo II de Pascua, completamos la octava de este tiempo litúrgico, una de
las dos octavas —juntamente con la de Navidad— que en la liturgia renovada por
el Concilio Vaticano II han quedado. Durante ocho días contemplamos el mismo
misterio y tratamos de profundizar en él bajo la luz del Espíritu Santo.
Por
designio del Papa San Juan Pablo II, este domingo se llama Domingo de la Divina
Misericordia. Se trata de algo que va mucho más allá que una devoción
particular. Como ha explicado el Santo Padre en su encíclica Dives in
misericordia, la Divina Misericordia es la manifestación amorosa de Dios en una
historia herida por el pecado. “Misericordia” proviene de dos palabras:
“Miseria” y “Cor”. Dios pone nuestra mísera situación debida al pecado en su
corazón de Padre, que es fiel a sus designios. Jesucristo, muerto y resucitado,
es la suprema manifestación y actuación de la Divina Misericordia. «Tanto amó
Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito» (Jn 3,16) y lo ha enviado a
la muerte para que fuésemos salvados. «Para redimir al esclavo ha sacrificado
al Hijo», hemos proclamado en el Pregón pascual de la Vigilia. Y, una vez
resucitado, lo ha constituido en fuente de salvación para todos los que creen
en Él. Por la fe y la conversión acogemos el tesoro de la Divina Misericordia.
La
Santa Madre Iglesia, que quiere que sus hijos vivan de la vida del resucitado,
manda que —al menos por Pascua— se comulgue y que se haga en gracia de Dios. La
cincuentena pascual es el tiempo oportuno para el cumplimiento pascual. Es un
buen momento para confesarse y acoger el poder de perdonar los pecados que el
Señor resucitado ha conferido a su Iglesia, ya que Él dijo sólo a los
Apóstoles: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les
quedan perdonados» (Jn 20,22-23). Así acudiremos a las fuentes de la Divina
Misericordia. Y no dudemos en llevar a nuestros amigos a estas fuentes de vida:
a la Eucaristía y a la Penitencia. Jesús resucitado cuenta con nosotros.
Rev. D. Joan Ant. MATEO i García (La Fuliola, Lleida,
España)
Palabras de San Juan Pablo II
"Es
conveniente ahora que volvamos la mirada a este misterio [de la Divina
Misericordia]: lo
están sugiriendo múltiples experiencias de la Iglesia y del hombre
contemporáneo; lo
exigen también las invocaciones de tantos corazones humanos, con
sus sufrimientos y esperanzas, sus angustias y expectación"
Carta Encíclica “Dives in Misericordia”
Predicación del Evangelio:
«Si no lo toco, no creeré»
«Ocho
días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se
presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: “La paz con
vosotros”. Luego dice a Tomás: “Acerca tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y
métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente”. Tomás le contestó:
“Señor mío y Dios mío”. Dícele Jesús: “Porque me has visto has creído. Dichosos
los que no han visto y han creído”».
Con
la insistencia sobre el suceso de Tomás y su incredulidad inicial («Si no veo
en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los
clavos, no creeré»), el Evangelio sale al encuentro del hombre de la era
tecnológica que no cree más que en lo que puede verificar. Podemos llamar a
Tomás nuestro contemporáneo entre los apóstoles.
San
Gregorio Magno dice que, con su incredulidad, Tomás nos fue más útil que todos
los demás apóstoles que creyeron enseguida. Actuando de tal manera, por así
decirlo, obligó a Jesús a darnos una prueba «tangible» de la verdad de su resurrección.
La fe en la resurrección salió beneficiada de sus dudas. Esto es cierto, al
menos en parte, también aplicado a los numerosos «Tomás» de hoy que son los no
creyentes.
La
crítica y el diálogo con los no creyentes, cuando se desarrollan en el respeto
y en la lealtad recíproca, nos resultan de gran utilidad. Ante todo nos hacen
humildes. Nos obligan a tomar nota de que la fe no es un privilegio, o una
ventaja para nadie. No podemos imponerla ni demostrarla, sino sólo proponerla y
mostrarla con la vida. «¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y, si lo has
recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo hubieras recibido?», dice San Pablo (1
Corintios 4,7). La fe, en el fondo, en un don, no un mérito, y como todo don no
puede vivirse más que en la gratitud y en la humildad.
La
relación con los no creyentes nos ayuda también a purificar nuestra fe de
representaciones burdas. Con mucha frecuencia lo que los no creyentes rechazan
no es al verdadero Dios, al Dios viviente de la Biblia, sino a su doble, una
imagen distorsionada de Dios que los propios creyentes han contribuido a crear.
Rechazando a este Dios, los no creyentes nos obligan a volvernos a situar tras
las huellas del Dios vivo y verdadero, que está más allá de toda nuestra
representación y explicación. A no fosilizar o banalizar a Dios.
Pero
también hay un deseo que expresar: que Santo Tomás encuentre hoy muchos
imitadores no sólo en la primera parte de su historia --cuando declara que no
cree--, sino también al final, en aquel magnífico acto suyo de fe que le lleva
a exclamar: «¡Señor mío y Dios mío!».
Tomás
es también imitable por otro hecho. No cierra la puerta; no se queda en su
postura, dando por resuelto, de una vez por todas, el problema. De hecho,
ciertamente le encontramos ocho días después con los demás apóstoles en el
cenáculo. Si no hubiera deseado creer, o «cambiar de opinión», no habría estado
allí. Quiere ver, tocar: por lo tanto está en la búsqueda. Y al final, después
de que ha visto y tocado con su mano, exclama dirigido a Jesús, no como un
vencido, sino como un vencedor: «¡Señor mío y Dios mío!». Ningún otro apóstol
se había lanzado todavía a proclamar con tanta claridad la divinidad de Cristo.
Padre Raniero Cantalamessa
Nuevo vídeo y artículo
Hay
un nuevo vídeo subido al blog
de
"Pequeñas Semillitas" en
internet.
Para
verlo tienes que ir al final de esta página
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nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
Puedes
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Ofrecimiento para sacerdotes y religiosas
Formulo
el siguiente ofrecimiento únicamente
para sacerdotes o religiosas que reciben diariamente "Pequeñas
Semillitas" por e-mail: Si desean recibir los comentarios del Evangelio
del domingo siguiente con dos o tres días de anticipación, para tener tiempo de
preparar sus meditaciones, homilías o demás trabajos pastorales sobre la
Palabra de Dios, pueden pedírmelo a feluzul@gmail.com
Sólo
deben indicar claramente su nombre, su correo electrónico, ciudad de residencia
y a qué comunidad religiosa pertenecen.
Agradecimientos
Imaginemos
que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las
oraciones de las personas en la tierra:
Una
es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que
atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que
llegan en todo momento.
La
otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y
en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega
ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde
esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por
semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina:
agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros
pedidos de oración.
♡ Desde Bogotá, Colombia, nuestro lector Carlos Cardona
Ortiz, escribe lo siguiente: “Sé que este mensaje se publicará el domingo
próximo, si tú lo dispones así. Sé también que debo darle Gracias a Dios por todo
aquello que me ha dado, porque Él ha sido muy generoso conmigo. Pero el domingo
deseo darle Gracias, mil Gracias a Dios por el cumpleaños de María Trinidad
Andrade (Trini), mi amada esposa, porque aún, después de 36 años de vida
matrimonial, la amo como la primera vez que la vi y me enamoré locamente de
ella. Gracias Señor por haberme dado una mujer tan maravillosa, que además
contribuyó, con la oración, a mi conversión. Gracias Señor porque ella, por Tu
Santa Voluntad, me dio dos hijos -Carlos y María Paula- que amo inmensamente y
que son la razón de mi vida y de mi existencia. Gracias Señor porque me has
unido a esta obra Tuya, maravillosa página, que ha permitido comunicarme
Contigo todos los días desde hace muchos años. Gracias Señor por la vida, la
salud, el trabajo y el bienestar que has regalado a mi Familia, especialmente a
Trini, en el día de su onomástico”
Cinco minutos del Espíritu Santo
Abril 8
Para
alcanzar la verdadera libertad tengo que ser completamente sincero ante el
Señor, reconocer que estoy atado a diversas esclavitudes, desenmascararlas con
toda claridad, y reconocer también que todavía no estoy dispuesto a entregar
esos venenos. Sólo debo comenzar pidiendo al Espíritu Santo la gracia de desear
la verdadera libertad interior.
Así,
poco a poco irá surgiendo el deseo profundo y sincero de entregar esas
esclavitudes. Entonces el Espíritu podrá hacerme libre, para que recupere la
alegría, el dinamismo, la paz. Aunque yo todavía no sepa cómo, y aunque le
tenga miedo a la novedad, el Espíritu Santo se encargará de hacerme alcanzar
los mejores momentos de mi vida. Porque sólo el que tiene la libertad del
Espíritu puede ser auténticamente feliz.
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el
más pequeñito de todos)
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