lunes, 2 de abril de 2018

Pequeñas Semillitas 3618

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 13 - Número 3618 ~ Lunes 2 de Abril de 2018
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
“Nací en Judea, hace más de dos mil años en una pequeña aldea.
Mi nombre se hubiera perdido en el tiempo, si una noche, no hubiese tenido la gracia de poder aceptar una misión increíble.
Esa noche. Dios se sirvió de mí para cumplir un prodigio de bondad y amor por todos los hombres hasta el final de los tiempos.
Me llamo María... He aquí mi historia… he aquí la historia de mi hijo.”

¡Buenos días!

Fue un error involuntario…
Para amar como Jesús nos enseñó, debemos ejercitar ciertas actitudes que bajan el amor a la realidad cotidiana: compasión, comprensión, indulgencia, etc. ¿Qué es la indulgencia? Facilidad en perdonar las culpas ajenas. ”Sopórtense  y perdónense mutuamente si alguno tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes”, san Pablo (Col. 3:13).

Los italianos en Navidad tienen la costumbre de enviar un pan dulce a sus amigos y familiares.  En cierto año Puccini y Toscanini se hallaban en uno de sus típicos y feroces enfrentamientos. Puccini dio la orden a sus empleados de enviar los panes dulces a las direcciones de costumbre, entre las que se hallaba la del colérico director de orquesta, Toscanini. Al darse cuenta Puccini del error -el pan dulce ya había sido enviado- mandó un telegrama a Toscanini que decía: “Pan dulce enviado por error”. ¿Cuál fue la genial respuesta de Toscanini?: “Pan dulce comido por error”.

El odio que se niega a perdonar y olvidar es muy destructivo. Suplica así: “Señor, tú que eres puro amor, tú que perdonabas a los que te crucificaban, quita de mi interior todo el veneno de los recuerdos que me llenan de rencor y de tristeza. Derrama en mi corazón el deseo y la gracia del perdón”. El Señor te libre del odio, la ira y toda mala voluntad con tu prójimo.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En aquel tiempo, las mujeres partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos. En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Dios os guarde!». Y ellas se acercaron a Él, y abrazándole sus pies, le adoraron. Entonces les dice Jesús: «No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado. Estos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: «Decid: ‘Sus discípulos vinieron de noche y le robaron mientras nosotros dormíamos’. Y si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicaciones». Ellos tomaron el dinero y procedieron según las instrucciones recibidas. Y se corrió esa versión entre los judíos, hasta el día de hoy. (Mt 28,8-15)

Comentario:
Hoy, la alegría de la resurrección hace de las mujeres que habían ido al sepulcro mensajeras valientes de Cristo. «Una gran alegría» sienten en sus corazones por el anuncio del ángel sobre la resurrección del Maestro. Y salen “corriendo” del sepulcro para anunciarlo a los Apóstoles. No pueden quedar inactivas y sus corazones explotarían si no lo comunican a todos los discípulos. Resuenan en nuestras almas las palabras de Pablo: «La caridad de Cristo nos urge» (2Cor 5,14).
Jesús se hace el “encontradizo”: lo hace con María Magdalena y la otra María —así agradece y paga Cristo su osadía de buscarlo de buena mañana—, y lo hace también con todos los hombres y mujeres del mundo. Y más todavía, por su encarnación, se ha unido, en cierto modo, a todo hombre.
Las reacciones de las mujeres ante la presencia del Señor expresan las actitudes más profundas del ser humano ante Aquel que es nuestro Creador y Redentor: la sumisión —«se asieron a sus pies» (Mt 28,9)— y la adoración. ¡Qué gran lección para aprender a estar también ante Cristo Eucaristía!
«No tengáis miedo» (Mt 28,10), dice Jesús a las santas mujeres. ¿Miedo del Señor? Nunca, ¡si es el Amor de los amores! ¿Temor de perderlo? Sí, porque conocemos la propia debilidad. Por esto nos agarramos bien fuerte a sus pies. Como los Apóstoles en el mar embravecido y los discípulos de Emaús le pedimos: ¡Señor, no nos dejes!
Y el Maestro envía a las mujeres a notificar la buena nueva a los discípulos. Ésta es también tarea nuestra, y misión divina desde el día de nuestro bautizo: anunciar a Cristo por todo el mundo, «a fin que todo el mundo pueda encontrar a Cristo, para que Cristo pueda recorrer con cada uno el camino de la vida, con la potencia de la verdad (...) contenida en el misterio de la Encarnación y de la Redención, con la potencia del amor que irradia de ella» (San Juan Pablo II).
Rev. D. Joan COSTA i Bou (Barcelona, España)

Santoral Católico:
San Francisco de Paula
Eremita y Fundador

Nació en Paula (Calabria, Italia) el año 1416 de familia humilde. Cumpliendo el voto que habían hecho sus padres si tenían un hijo, vistió durante dos años el hábito de san Francisco de Asís. Más tarde fundó una congregación de vida eremítica que después se transformó en la Orden de los Mínimos, de vida religiosa en comunidad. Fundó también, más adelante, la Segunda y la Tercera Orden. Él, que había crecido rodeado de privaciones, era un hombre muy austero y quiso para su Orden un estilo de vida estricto y severo. Atendía a los pobres y enfermos con gran caridad, y tuvo fama de taumaturgo. No dudó en denunciar las injusticias que se cometían con los pobres. Cumpliendo órdenes del papa Sixto IV marchó a Francia donde pasó quince años atendiendo espiritualmente a los reyes Luis XI y Carlos VIII, viviendo en pobreza y humildad, predicando al pueblo y fundando numerosos conventos. Murió en Tours (Francia) el 2 de abril de 1507.
Oración: Señor, Dios nuestro, grandeza de los humildes, que has elevado a san Francisco de Paula a la gloria de tus santos, concédenos, por su intercesión y a imitación suya, alcanzar de tu misericordia el premio prometido a los humildes. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano - Aciprensa    

Palabras del Papa Francisco
“Celebrar la Pascua, es volver a creer que Dios irrumpe 
y no deja de irrumpir en nuestras historias 
desafiando nuestros ‘conformantes’ y paralizadores determinismos. 
Celebrar la Pascua es dejar que Jesús venza esa pusilánime actitud 
que tantas veces nos rodea e intenta sepultar todo tipo de esperanza”.

Tema del día:
La alegría de la Resurrección de Cristo
En la solemne Vigilia pascual volvió a resonar, después de los días de Cuaresma, el canto del Aleluya, palabra hebrea universalmente conocida, que significa alabad al Señor.

Durante los días del tiempo pascual esta invitación a la alabanza se propaga de boca en boca, de corazón en corazón. Resuena a partir de un acontecimiento absolutamente nuevo: la muerte y resurrección de Cristo. El aleluya brotó del corazón de los primeros discípulos y discípulas de Jesús en aquella mañana de Pascua, en Jerusalén.

Casi nos parece oír sus voces: la de María Magdalena, la primera que vio al Señor resucitado en el jardín cercano al Calvario; las voces de las mujeres, que se encontraron con él mientras corrían, asustadas y felices, a dar a los discípulos el anuncio del sepulcro vacío; las voces de los dos discípulos que con rostros tristes se habían encaminado a Emaús y por la tarde volvieron a Jerusalén llenos de alegría por haber escuchado su palabra y haberlo reconocido «en la fracción del pan»; las voces de los once Apóstoles, que aquella misma tarde lo vieron presentarse en medio de ellos en el Cenáculo, mostrarles las heridas de los clavos y de la lanza y decirles: «¡La paz con vosotros!». Esta experiencia ha grabado para siempre el aleluya en el corazón de la Iglesia, y también en nuestro corazón.

De esa misma experiencia deriva también la oración que rezamos todos los días del tiempo pascual en lugar del Ángelus: el Regina Caeli El texto que sustituye durante estas semanas al Ángelus es breve y tiene la forma directa de un anuncio: es como una nueva «anunciación» a María, que esta vez no hace un ángel, sino los cristianos, que invitamos a la Madre a alegrarse porque su Hijo, a quien llevó en su seno, resucitó como lo había prometido.

En efecto, «alégrate» fue la primera palabra que el mensajero celestial dirigió a la Virgen en Nazaret. Y el sentido era este: Alégrate, María, porque el Hijo de Dios está a punto de hacerse hombre en ti. Ahora, después del drama de la Pasión, resuena una nueva invitación a la alegría: «Gaude et laetare, Virgo Maria, alleluia, quia surrexit Dominus vere, alleluia», «Alégrate y regocíjate, Virgen María, aleluya, porque verdaderamente el Señor ha resucitado, aleluya».

Queridos hermanos y hermanas, dejemos que el aleluya pascual también se grabe profundamente en nosotros, de modo que no sea sólo una palabra en ciertas circunstancias exteriores, sino la expresión de nuestra misma vida: la existencia de personas que invitan a todos a alabar al Señor y lo hacen actuando como «resucitados».

Decimos a María: «Ruega al Señor por nosotros», para que Aquel que en la resurrección de su Hijo devolvió la alegría al mundo entero, nos conceda gozar de esa alegría ahora y siempre, en nuestra vida actual y en la vida sin fin.
Por: SS Benedicto XVI | Fuente: Catholic.net

Meditaciones
¿Cómo podría la Virgen, presente en la primera comunidad de los discípulos (cf. Hechos 1,14), haber sido excluida del número de los que se encontraron con su Hijo divino, resucitado de entre los muertos? La ausencia de María del grupo de mujeres que van a la tumba al amanecer (ver Mc 16: 1, Mt 28: 1), ¿no podría constituir un indicio de que ella ya se había encontrado con Jesús?
(...) El carácter único y especial de la presencia de la Virgen en el Calvario y su perfecta unión con su Hijo en el sufrimiento de la Cruz, parecen sugerir su participación muy particular en el misterio de la resurrección.
Un autor del siglo V, Sedulio, argumenta que Cristo primero se manifestó a su Madre en el esplendor de la vida resucitada. En efecto, ella, que en el momento de la Anunciación había sido el camino de su entrada en el mundo, estaba llamada a difundir la maravillosa noticia de la Resurrección, para anunciar su gloriosa venida. Así, inundada por la gloria del Resucitado, ella anticipa el "resplandor" de la Iglesia (cf Sedulio, Carmen pascale, 5, 357-364, CSEL 10, 140s).
Imagen y modelo de la Iglesia que espera al Resucitado y que, en el grupo de discípulos, se encuentra con él durante las apariciones pascuales, parece razonable pensar que María tuvo un contacto personal con su Hijo resucitado, para disfrutar también ella de la plenitud de la alegría pascual.
Presente en el Calvario el Viernes Santo (ver Jn 19:25) y en el Cenáculo en Pentecostés (cf Hechos 1: 14), fue probablemente testigo privilegiado de la resurrección de Cristo, completando así su participación en todos los momentos esenciales del Misterio Pascual.
San Juan Pablo II

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por el eterno descanso de: Luis, de Córdoba, Argentina; Adán, de Buenos Aires, Argentina; y Rodrigo de ciudad de México. Que el Señor los reciba en el cielo.

Pedimos oración por la recuperación de Ivana, de Córdoba, Argentina, joven mujer internada por varias patologías (cáncer de mama, mielitis transversa y ahora también meningitis. Rogamos a Jesús resucitado que por los méritos de su Santísima Sangre, le conceda la gracia de sanarse.

Pedimos oración para Martha A. R. T. de ciudad de México, para que ya quede bien de su aparato digestivo; y por la salud de Craig K. de USA, que tiene cáncer de páncreas, encomendándolo a la misericordia infinita de Dios.

Pedimos oración por las necesidades espirituales de Carlos C. A., colombiano radicado en Gran Bretaña por estudios; por su hermana María Paula, que está rindiendo los últimos exámenes para graduarse como fonoaudióloga, y por la salud de sus padres Carlos y María Trinidad. A todos ellos los ponemos en las Santas Manos de Jesús Resucitado.

Pedimos oración para Denisa, de Bogotá, Colombia, quien sufre de cáncer de seno, así como su prima María quien padece de la misma enfermedad. La hija de Denisa, llamada Fernanda (de 20 años) ha sido diagnosticada de cálculos en la vesícula. Oramos por ellas con inmensa fe en la acción sanadora de Jesús.

Continuamos unidos en oración por medio del rezo del Santo Rosario poniendo en Manos de Nuestra Madre Bendita todas nuestras preocupaciones, alegrías y necesidades, poniendo al mundo entero en Manos de nuestra Madre y pidiéndole a Ella paz para el mundo. Al rezar por la paz, rezamos por todo, por la paz en el mundo, en los corazones, porque la violencia sea desterrada, por la paz para los niños que están en peligro de ser abortados. Paz para los jóvenes que no encuentran el camino, paz para los deprimidos. Paz para los que no han tenido la dicha de conocer al Amor. En fin rezamos por la paz, y sigamos haciéndolo.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Los cinco minutos del Espíritu Santo
Abril 2
Hay personas que aparentemente son cristianas, oran, van a Misa, hablan muy bien del Señor, pero en su corazón, en la verdad secreta de su interior, en realidad no buscan a Dios, y al mismo tiempo que rezan, pueden estar planeando destruir a alguien, o maquinando la manera de dominar a los demás, o alimentando odios, o pensando sólo en su propio bien.
Es allí, en esas intenciones escondidas, donde quiere entrar el Espíritu Santo; eso es precisamente lo que más le interesa, porque todo lo demás puede ser cáscara, apariencia, mentira; porque muchas veces la porquería del corazón se disfraza de buenas obras y de bellas palabras: "Satanás se viste de ángel de luz" (2 Corintios 11,14).
Ya decían los Proverbios que "lo que más hay que cuidar es el corazón"(Proverbios 4,23). Y por eso mismo afirmaba San Pablo que puedo entregar mi cuerpo a las llamas, o repartir mis bienes, o hacer maravillas, pero que todo eso de nada sirve si no hay amor en el corazón (1 Corintios 13,1-3). Nada vale si mi intención más profunda no es el amor al hermano.
Pídele al Espíritu Santo que destruya todas las intenciones torcidas de tu interior y que te llene de su presencia, para que, entonces, puedas hacer todo por amor. Eso le dará un sentido precioso a todo lo que hagas.
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)

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