PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
13 - Número 3623 ~ Sábado 7 de Abril de 2018
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Iniciamos
esta edición de “Pequeñas Semillitas” con una reflexión de Emiliano Sánchez que
nos invita a pensar:
“Solo
serás realmente libre cuando estés listo para soltar todo lo que te mantiene
anclado y te encuentres contigo mismo, cuando entiendas que nada te pertenece y
no perteneces a nadie, que eres lo que sientes y tienes lo que aprendes; solo
es tuyo el amor y el aprendizaje, el resto es todo prestado. Cuando en vez de
querer poseer te dispongas a apreciar, querer, disfrutar y a veces dejar ir.
Solo en ese momento estarás listo para ser feliz y ser feliz con otros, porque
al fin y al cabo la felicidad no es otra cosa que un estado de conciencia, una
decisión basada en el autodescubrimiento y el desapego que te conducirá a la
paz interior y al equilibrio emocional”.
¡Buenos días!
Al Espíritu Santo
El
Espíritu Santo habita en el bautizado en estado de gracia como en un templo y
es para nosotros el principio de la vida sobrenatural, así como el alma es el
principio de la vida corporal. Por eso podría decirse que, si el hombre está
compuesto de cuerpo y alma, el cristiano está compuesto de cuerpo, alma y
Espíritu Santo. Aquí tienes una hermosa oración a este divino Espíritu.
Ven, Espíritu Santo, luz y gozo, Amor, que en tus
incendios nos abrasas:
renueva el alma de este pueblo tuyo que por mis
labios canta tu alabanza.
En sus fatigas diarias, sé descanso; en su lucha
tenaz, vigor y gracia:
haz germinar la caridad del Padre, que engendra
flores y que quema zarzas.
Ven, Amor, que iluminas el camino, compañero divino
de las almas:
ven con tu viento a sacudir al mundo y a abrir nuevos
senderos de esperanza. Amén.
El
Espíritu Santo comunica al bautizado la vida divina, la vigoriza y perfecciona.
Nos alienta a practicar buenas obras. Con este fin, nos enriquece con sus siete
dones que generan en nuestra vida actos eminentes de virtud, llamados frutos
del Espíritu. A saber, aplica a cada uno la Redención de Cristo, en especial
por los sacramentos de la Iglesia.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
Jesús
resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a
María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a comunicar la
noticia a los que habían vivido con Él, que estaban tristes y llorosos. Ellos,
al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron. Después de esto,
se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos cuando iban de camino a una
aldea. Ellos volvieron a comunicárselo a los demás; pero tampoco creyeron a
éstos. Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les
echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a
quienes le habían visto resucitado. Y les dijo: «Id por todo el mundo y
proclamad la Buena Nueva a toda la creación». (Mc 16,9-15)
Comentario:
Hoy,
confiando en Jesús resucitado, hemos de redescubrir el Evangelio como una
“buena nueva”. El Evangelio no es una ley que nos oprime. Alguna vez hemos
podido caer en la tentación de pensar que los que no son cristianos están más
tranquilos que nosotros y hacen lo que quieren, mientras que nosotros tenemos
que cumplir una lista de mandamientos. Es una visión de las cosas meramente
superficial.
Personalmente,
una de mis mayores preocupaciones es que el Evangelio se presente siempre como
una buena nueva, una feliz noticia, que nos llene el corazón de alegría y
consuelo.
La
enseñanza de Jesús es por supuesto exigente, pero Teresa del Niño Jesús nos
ayuda a percibirla realmente como una buena nueva, puesto que para ella el
Evangelio no es otra cosa que la revelación de la ternura de Dios, de la
misericordia de Dios con cada uno de sus hijos, y señala las leyes de la vida
que llevan a la felicidad. El centro de la vida cristiana es acoger con
reconocimiento la ternura y la bondad de Dios —revelación de su amor
misericordioso— y dejarse transformar por dicho amor.
El
itinerario espiritual tomado por santa Teresita, el “caminito”, es un auténtico
camino de santidad, un camino con cabida para todos, hecho de tal manera que
nadie puede desanimarse, ni los más humildes, ni los más pobres, ni los más
pecadores. Teresa anticipa así el Concilio Vaticano II que afirma con seguridad
que la santidad no es un camino excepcional, sino una llamada para todos los
cristianos, de la que nadie debe ser excluido. Hasta el más vulnerable y
miserable de los hombres puede responder a la llamada a la santidad.
Esta
santidad consiste en un «camino de confianza y amor». Así, «el ascensor que ha
de elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús! (…). Tú, Dios mío, has
rebasado mi esperanza, y yo quiero cantar tus misericordias» (Santa Teresa de
Lisieux).
P. Jacques PHILIPPE (Cordes sur Ciel, Francia)
Santoral Católico:
San Juan Bautista de la Salle
Presbítero, Educador y Fundador
Nació
en Reims (Francia) el año 1651 de padres nobles pero no ricos. Culminó sus
estudios en la Sorbona de París, residiendo en San Sulpicio. Ordenado de
sacerdote en 1678, renunció al canonicato para dedicarse a las clases sociales
más pobres y en particular a la educación de los niños, dando así inicio a lo
que llegarían a ser los Hermanos de las Escuelas Cristianas, por cuya
existencia y desarrollo hubo de soportar innumerables dificultades. Comenzó por
formar bien a los maestros. El método pedagógico innovador que adoptó, que
incluía la pedagogía racional, eliminando elementos tradicionales ya inútiles,
y el uso de la lengua materna en lugar del latín, le procuró de momento muchas
contrariedades, aunque luego alcanzó gran difusión. Murió en Saint-Yon, cerca de
Ruán, el 7 de abril de 1719.
Oración: Señor, tú que has elegido a san Juan
Bautista de la Salle para educar a los jóvenes en la vida cristiana, suscita
maestros en tu Iglesia que se entreguen con generosidad a la formación humana y
cristiana de la juventud. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano - Aciprensa
Palabras del Santo Padre Pío
"Manteneos
siempre en compañía de Jesús en Getsemaní
y
él sabrá confortaros cuando os lleguen las horas de angustia"
Grandes
Biografías:
Christian Barnard
Christian
Neethling Barnard nació el 8 de noviembre de 1922 en la población de Beaufort
West, Sudáfrica, hijo de un misionero de la iglesia Reformada de Holanda. El
padre tenía escasos ingresos pero, dada su posición social como miembro de la
iglesia y los privilegios que le otorgaba su cargo, pudo dar una buena
educación a su prole: cuatro hijos, uno de los cuales murió a los cinco años de
una enfermedad cardíaca, lo que quizás impulsó a Christian a dedicar su
atención a este campo.
El
futuro doctor Barnard asistió a renombradas escuelas privadas de su localidad
natal y después cursó medicina en la Universidad de El Cabo, donde se graduó en
1953. Empezó su carrera como médico cirujano general en el hospital Groote
Schuur, de Ciudad del Cabo, donde su hermano mayor Marius era jefe del equipo
de trasplantes.
En
1955 obtuvo una beca para ingresar en la Universidad estadounidense de
Minnesota, donde en 1958 obtuvo el título de doctor especialista en
cardiología. Allí fue alumno aventajado del prestigioso doctor Owen H.
Wangesteen, que le introdujo en la ciencia cardiovascular, mientras que el
doctor Shumway le familiarizó con la técnica de trasplantes de corazón en
animales, por lo que, a su regreso de Estados Unidos, empezó a practicar
durante varios años con perros. En 1962 fue nombrado jefe de cirugía torácica
del hospital Groote Schuur, donde ya había ejercido antes de doctorarse.
Los
trasplantes de órganos no eran una novedad en aquel momento. El primer
trasplante renal lo realizó el doctor Varony en 1936. En 1953, Hardy realizó el
primer trasplante de pulmón a un paciente afecto de cáncer, y en 1954 Murray
logró trasplantar con éxito los riñones de dos gemelos, realizando en 1967 un
triple trasplante de riñón, páncreas y duodeno. En 1964, el mencionado Hardy
trasplantó el corazón de un chimpancé a un hombre, que falleció al cabo de una
hora por el menor volumen del órgano del simio.
Pero
el 3 de diciembre de 1967, una noticia que recogieron todos los teletipos
asombró al mundo: un médico sudafricano había realizado el primer trasplante de
corazón a un ser humano. El receptor fue Louis Washkansky, comerciante, hombre
corpulento y optimista de cincuenta y seis años, desahuciado por un
irreversible problema cardíaco, al que se unía una diabetes aguda. La donante,
Dénise Darvall, una joven oficinista de veinticinco años atropellada junto a su
madre por un automóvil.
La
operación, llevada a cabo por un equipo de veinte cirujanos bajo la dirección
de Barnard, duró seis horas. Al despertarse, Washkansky declaró que se sentía
mucho mejor con el nuevo corazón. Médico y paciente salieron catapultados hacia
la fama, aunque dieciocho días después, la madrugada del 21 de diciembre, el
paciente murió de una neumonía.
A
pesar de ello, tras este hito en la historia de la medicina, empezaron a
lloverle a Barnard los honores y las distinciones de todo tipo, convirtiéndose
en el personaje más popular del momento. Se lanzó a la vida mundana y se
fotografió con las actrices más famosas de la época. Las especulaciones sobre
innumerables flirts dieron tema a la prensa amarilla, sin que a él pareciera
preocuparle en exceso su imagen de play-boy mundial.
El
2 de enero de 1968 realizó el segundo trasplante. Esta vez el receptor fue el
doctor Philip Blaiberg, y el donante, el mulato Clive Haupt. El corazón de un
negro latió durante 563 días en el cuerpo de un blanco. A partir de aquel
momento, en medio de una polémica que no cesaba respecto a la bioética de tales
intervenciones (¿está muerto el que no respira pero su corazón late?), los
pacientes fueron ganando expectativas de vida, gracias a los fármacos inmunosupresores
como la ciclosporina.
En
1970 se divorció de su primera esposa, Louwtjie, que le había dado dos hijos:
André, que se suicidaría en 1984 a causa de la separación de sus padres (según
diagnóstico de su psiquiatra y apreciación del propio progenitor), y Deirdre.
Aquel mismo año se casó con la rica heredera Barbara Zoellner, de diecinueve
años, hija del multimillonario alemán Frederick Zoellner, afincado en
Johannesburgo y conocido como el «rey del acero».
En
1974 realizó por primera vez en el mundo un doble trasplante de corazón, que
consistió en añadir un corazón más sano a otro enfermo para ayudarle a cumplir
las funciones del que ya tenía. Pero sus experimentos en el quirófano
terminarían, tarde o temprano, en fracaso. En 1975, cuando empezaba a declinar
su fama, visitó España para presentar su libro Tensión, y a su nueva esposa
(que le había dado dos hijos, Frederick y Christian), con el propósito de no
perder un ápice de popularidad en la cuenca mediterránea, donde era más
adulado. Continuó realizando trasplantes de corazón. En 1979, sin embargo, se
negó a participar en una operación de trasplante de cabeza humana por encontrar
la idea impracticable y, «probablemente, inmoral». Esta afirmación le
salvaguardó el honor.
En
1981, año en que promocionaba su libro La máquina del cuerpo, la artritis que
padecía desde 1956 se agravó hasta impedirle el ejercicio de su profesión sin
graves riesgos para el paciente. También en los años ochenta, su esposa Barbara
puso fin a su matrimonio y se casó posteriormente con un hombre de negocios
portugués. Barnard intentó rehacer su vida con la modelo Evelyn Entleder, de
veinticuatro años, quien lo abandonó también. Finalmente, encontró el
equilibrio sentimental con otra modelo cuarenta y un años más joven que él,
Karen Setzkorn, con la que contrajo matrimonio en 1983 y con la que tendría dos
hijos más, Armin y Lara, que nació cuando Barnard contaba setenta y cuatro años
de edad.
En
1983, después de trabajar en un hospital de Estados Unidos, abandonó
definitivamente el ejercicio de la cirugía, pero a pesar de los achaques, el
desprestigio entre sus colegas y la pérdida de popularidad, intentó abrirse
nuevos caminos. Hasta entonces había realizado alrededor de 140 trasplantes,
entre ellos el del corazón de un mandril a una enferma de veinticinco años que
murió a las pocas horas.
A
partir de 1987 se dedicó a la investigación médica y dirigió cuatro equipos en
el Instituto Max Planck y en la Universidad de Heidelberg, ambos en Alemania,
un tercero en la Universidad de Oklahoma, en Estados Unidos, y, por último, otro
en Suiza. Esos equipos realizaron estudios orientados a descubrir las causas
del envejecimiento de los organismos y los factores biológicos presentes en el
feto y que desaparecen al nacer éste.
Además
de coordinar esos equipos, se ocupó de su inmensa granja de ovejas cerca de
Ciudad del Cabo, donde, además, intentó reintroducir animales salvajes que
originariamente ocupaban aquellos parajes. En 1993 publicó su autobiografía,
“La segunda vida”, donde además de hablar de su trayectoria profesional exponía
con detalle sus idilios con mujeres famosas. En sus viajes y conferencias
insistía en lo que fue la obsesión de sus últimos días: inculcar a la sociedad
la necesidad de la donación de órganos.
En
marzo de 2001 aún dio muestras de protagonismo al publicar “Cincuenta fórmulas
para un corazón sano”. El 2 de septiembre fallecía en Chipre a los setenta y
ocho años de edad, víctima de un ataque de asma, no de un ataque cardíaco como
publicó la prensa a las pocas horas del fallecimiento.
Humor de sábados
Juan
le había pedido a Roberto que lo ayudara a reparar el tejado de su casa después
del trabajo, así que Roberto fue directamente a la casa de Juan.
Cuando
llegaron a la puerta, Juan fue a su esposa, la abrazó y le dijo lo hermosa que
era y lo mucho que la echaba de menos en el trabajo.
Cuando
llegó la hora de la cena, felicitó a su esposa por su cocina, la besó y le dijo
cuánto la amaba.
Una
vez que estaban trabajando fuera reparando el tejado, Roberto le dijo a Juan
que estaba sorprendido de que tanto se preocupara por su esposa.
Juan
dijo que había comenzado esto hace unos seis meses, había revivido su
matrimonio, y las cosas no podían ser mejores.
Roberto
pensó que lo probaría. Cuando llegó a casa, le dio a su esposa un abrazo, la
besó y le dijo que la amaba. Su esposa estalló en lágrimas.
Roberto
estaba confundido y le preguntó por qué estaba llorando.
Ella
dijo: "Este es el peor día de mi vida. Primero, el pequeño Billy se cayó
de la bicicleta y se torció el tobillo. Luego, la lavadora se rompió e inundó
el sótano. ¡Y ahora, llegas a casa borracho!"
Pedidos de oración
Pedimos
oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el
triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María; por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los
cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros
lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente
por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo,
el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por
el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes
naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por
más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las
vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración para obtener
de Jesús Misericordioso el milagro de la completa curación de ROBERTO ENRIQUE O. E., de Cuba, que ha
sido operado ya dos veces por una lesión cerebral, irradiado y completa este
mes la quimioterapia. El Papa Francisco le impuso las manos en su visita a la
Catedral de Santiago de Cuba y muchas personas están rezando por su total
recuperación. Sumamos nuestras oraciones y rogamos se unan los lectores de esta
página, confiando en que seremos escuchados. A continuación publicamos la
oración enviada por su padre:
Oración
a Cristo por mi hijo Roberto Enrique
A Ti, Señor mío y Dios mío
Jesucristo me dirijo suplicante, escucha mi oración, atiende a mi ruego,
acuérdate que tu Ternura y tu Amor son eternos, ¡nunca has abandonado, mi Dios,
a quien con corazón humilde acude a Ti!
Señor perdona mis pecados,
líbrame de mis culpas, y aparta de mí la tentación, para que limpio yo de
corazón, mi súplica alcance tu Misericordia y obtenga tu ATENCIÓN y tu PERDÓN.
Jesús, Rey de Misericordia,
yo confío en Ti, sé que puedes sanar a mi hijo Roberto Enrique pues en Ti el
Padre encarnó su Poder.
Te ruego Señor: †derrames
ahora tu misericordia y tu poder de sanación sobre mi hijo Roberto. Cúralo con
el Sagrado Poder que el Padre te confirió, †SÓLO BASTA QUE LO MIRES, LO
BENDIGAS Y SOPLES SOBRE ÉL TU ESPÍRITU SANTO PARA QUE QUEDE MILAGROSA Y
TOTALMENTE SANO†.
Señor, sánalo y así su vida
será una eterna alabanza a Ti, único Dios vivo y verdadero. Haz que mi hijo
viva feliz, que la familia que él forme sea un nido de amor para Ti aquí en la
tierra. Su descendencia, Señor, te amará, te servirá y te alabará eternamente.
Jesucristo Tú eres el
Mediador del Padre para con nosotros, POR LOS MÉRITOS DE TU DOLOROSA PASIÓN, PÍDELE
POR MI HIJO; Dios Padre nada te niega pues Él está en Ti y Tú en Él. Junto al
Espíritu Santo, pide a Dios Padre, el Santo, Altísimo y Todopoderoso, «acepte
ya en su Voluntad la curación milagrosa de mi hijo ROBERTO».
Cristo Jesús, aparta de
nosotros el maligno y no permitas que quede yo confundido por criterios que se
aparten de Ti, ni defraudado porque lo que de Ti espero no lo obtenga, pues
bien sé que das más de lo que se te pide y siempre concedes salvación además de
curación. Libra Señor a mi hijo y familia de la angustia y la enfermedad, danos
tu Paz, devuélvenos Tu alegría, anima
nuestra fe y confianza en Ti y en tu Divina Misericordia.
SEÑOR me sostiene la
esperanza en ti, aunque soy un indigno pecador, soy tu siervo, soy tuyo, y en
Ti espero. Hasta que mi FE y ESPERANZA obtengan de Ti la curación milagrosa de
mi hijo, me postraré, te gritaré y suplicaré. ESPERO DE TI EL MILAGRO Y TE ESPERO
A TI MISMO, DIOS MÍO, OBRANDO EN MI HIJO TU PODER DE CURACIÓN, entonces, mi
Dios y Señor Jesucristo, cuando mi FE y ESPERANZA obtengan de Ti su curación
milagrosa, viviré entregado a Ti para agradecerte aún más, alabarte aún más y
hacer lo que quieras de mí en cuerpo y alma.
Bendito y loado seas en tu
Santísima Trinidad. Alabadas sean tu Misericordia y tu Bondad. Excelsos sean tu
Amor y tu Poder. Amén.
Continuamos
unidos en oración por medio del rezo del Santo Rosario poniendo en Manos de
Nuestra Madre Bendita todas nuestras preocupaciones, alegrías y necesidades,
poniendo al mundo entero en Manos de nuestra Madre y pidiéndole a Ella paz para
el mundo. Al rezar por la paz, rezamos por todo, por la paz en el mundo, en los
corazones, porque la violencia sea desterrada, por la paz para los niños que
están en peligro de ser abortados. Paz para los jóvenes que no encuentran el camino,
paz para los deprimidos. Paz para los que no han tenido la dicha de conocer al
Amor. En fin rezamos por la paz, y sigamos haciéndolo.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras
debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y
la paciencia;
escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Cinco minutos del Espíritu Santo
Abril 7
Mi
libertad sin el Espíritu Santo es pura apariencia, porque él es la libertad
plena. Donde está él presente hay vida, y si él se retira todo desaparece. Pero
además, mientras más esté él presente con su gracia, con su impulso, con su
amor, más libre soy. Porque él es pura libertad. Si no dejo que él me impulse,
entonces me dejo impulsar por mis deseos, mis insatisfacciones, mi necesidad de
poseer, y así cada vez necesito más cosas para sentirme bien, y nada me
conforma.
Por
eso, en lugar de ser libre, me vuelvo un triste esclavo de mis impulsos
naturales, y me convierto en una veleta descontrolada que se mueve donde la
lleva el viento. Termino perdiendo mi libertad. ¿Quién puede decir que tiene un
corazón libre si está infectado y ahogado por los rencores, las tristezas, los
deseos egoístas, el orgullo, y nunca se siente satisfecho, y va perdiendo la
alegría en ese dolor de la insatisfacción? Mejor busquemos la libertad del
Espíritu.
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el
más pequeñito de todos)
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