PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
12 - Número 3540 ~ Sábado 23 de Diciembre de 2017
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Alguien
viene sin llamarle, sin haber pensado siquiera en Él, sin saber muy bien quién
es, sin tener oídos para escucharlo, sin comprender su palabra.
Alguien
viene a sentarse a nuestro lado para estar con nosotros, los hombres. Alguien
viene y tiene tantas cosas que cambiar dentro de nosotros...
No
viene para que todo siga igual ni para hacer silencio a nuestro lado. Viene
porque es posible ser de otra manera y compartir el pan a manos llenas.
Alguien
viene a nuestro lado desde la orilla que no conocemos. Viene desde la cercanía
de Dios a encontrarse con el hombre y la mujer para que el hombre y la mujer
conozcan a Dios.
Alguien
viene desde Dios y trae presencia de Dios a la tierra.
¡Buenos días!
Se le perdió un diente
El
egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a los demás,
encuentra su madurez y plenitud. Si te preocupas demasiado por ti mismo y tu
propio entorno, si vives para acumular dinero y comodidades, no te quedará
tiempo para los demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido
para ti, porque la vida sin amor no vale nada.
Un hombre rico pero muy avaro estaba llorando. Un
amigo lo vio y se acercó preocupado por su lamentable situación:
—Pero Samuel, ¿qué te pasa?
—Es que a mi peine se le ha roto un diente, y ahora
tengo que comprarme uno nuevo.
—Pero hombre, no es para tanto, total, puedes seguir
peinándote con ese peine aunque le falte un diente.
—No, no lo entiendes, es que era el último diente que
le quedaba...
San
Pablo recomienda que seamos ricos en buenas obras, dando y compartiendo con
generosidad. “Así —dice— adquirirán para el futuro un tesoro que les permitirá
alcanzar la verdadera Vida”, (1Tm 6, 17-19). Encerrarte en ti mismo te dejará
atrofiado y no te realizarás jamás. Una señal de madurez es entregarte más a
los demás que a ti mismo.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
Se
le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos
y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban
con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían
ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra,
dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que
tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le
llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos
quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba
bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña
de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan
en su corazón, diciendo: «Pues, ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la
mano del Señor estaba con él. (Lc 1,57-66)
Comentario:
Hoy,
en la primera lectura leemos: «Esto dice el Señor: ‘Yo envío mi mensajero para
que prepare el camino delante de Mí’» (Mal 3,1). La profecía de Malaquías se
cumple en Juan Bautista. Es uno de los personajes principales de la liturgia de
Adviento, que nos invita a prepararnos con oración y penitencia para la venida del
Señor. Tal como reza la oración colecta de la misa de hoy: «Concede a tus
siervos, que reconocemos la proximidad del Nacimiento de tu Hijo, experimentar
la misericordia del Verbo que se dignó tomar carne de la Virgen María y habitar
entre nosotros».
El
nacimiento del Precursor nos habla de la proximidad de la Navidad. ¡El Señor
está cerca! ¡Preparémonos! Preguntado por los sacerdotes venidos desde
Jerusalén acerca de quién era, él respondió: «Yo soy la voz del que clama en el
desierto: ‘Enderezad el camino del Señor’» (Jn 1,23).
«Mira
que estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20), se lee en la
antífona de comunión. Hemos de hacer examen para ver cómo nos estamos preparando
para recibir a Jesús el día de Navidad: Dios quiere nacer principalmente en
nuestros corazones.
La
vida del Precursor nos enseña las virtudes que necesitamos para recibir con
provecho a Jesús; fundamentalmente, la humildad de corazón. Él se reconoce instrumento
de Dios para cumplir su vocación, su misión. Como dice san Ambrosio: «No te
gloríes de ser llamado hijo de Dios —reconozcamos la gracia sin olvidar nuestra
naturaleza—; no te envanezcas si has servido bien, porque has cumplido aquello
que tenías que hacer. El sol hace su trabajo, la luna obedece; los ángeles
cumplen su misión. El instrumento escogido por el Señor para los gentiles dice:
‘Yo no merezco el nombre de Apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios’
(1Cor 15,9)».
Busquemos
sólo la gloria de Dios. La virtud de la humildad nos dispondrá a prepararnos
debidamente para las fiestas que se acercan.
Rev. D. Miquel MASATS i Roca (Girona, España)
Santoral Católico:
San Juan Cancio de Kety
Sacerdote y Maestro
[Murió
el 24 de diciembre y su memoria se celebra el 23 del mismo mes]. Juan Cancio,
como él mismo se llamaba, nació en Kety, diócesis de Cracovia (Polonia), el año
1390. Se graduó en filosofía y teología, y se ordenó de sacerdote en 1416. Fue
muchos años profesor de la Universidad de Cracovia; después regentó la
parroquia de Olkusz. A la fe, que exponía con acierto desde la cátedra, en
particular contra los husitas, unió grandes virtudes, sobre todo la piedad y la
caridad para con el prójimo, llegando a ser modelo para sus colegas y
discípulos. Párroco, misionero popular y, sobre todo, catedrático de teología y
escritor (transcribió numerosos códices de tratados teológicos antiguos), vivió
el desprendimiento evangélico al máximo, distribuyendo cuanto tenía y ganaba a
los pobres. Fue asiduo visitador de cárceles y hospitales. Murió en Cracovia el
24 de diciembre de 1473.
Oración: Dios todopoderoso, concédenos crecer en
santidad a ejemplo de san Juan de Kety, tu presbítero, para que, ejerciendo el
amor y la misericordia con el prójimo, obtengamos nosotros tu perdón. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano - Aciprensa
Palabras del Santo Padre Pío
“Todas
las fiestas de la Iglesia son hermosas; la Pascua, sí, es la glorificación…
pero la Navidad posee una ternura, una dulzura infantil que me atrapa todo el
corazón [...] Que el Niño Jesús te colme de sus divinos carismas, te haga
probar las alegrías de los pastores y de los ángeles y te revista todo con el
fuego de esa caridad por la que se hizo el más pequeño de nosotros, y te
convierta en un niño pequeño lleno de amabilidad, sencillez y amor. Que el
dulcísimo Niño Jesús os traiga todas las gracias, todas las bendiciones, todas
las sonrisas que plazca a su infinita bondad. [...] Jesús llama a los pobres y
sencillos pastores por medio de los ángeles para manifestarse a ellos. Llama a
los sabios por medio de su misma ciencia. Y todos, movidos por el influjo
interior de su gracia, corren hacia él para adorarle. Nos llama a todos con las
inspiraciones divinas y se comunica a nosotros con su gracia. Pidamos al Niño
divino que nos revista de humildad, porque sólo con esta virtud podemos gustar
este misterio relleno de divinas ternuras”
Historias de Navidad:
Una luz de esperanza
En
diciembre de 1914, se acercaba un durísimo día de Navidad, y las tropas
británicas y alemanas se enfrentaban a través de un angosto trecho de suelo
europeo. Las condiciones imperantes en ambas trincheras eran espantosas, el
tronar de los cañones incesante, y el ruido, ensordecedor.
La
oficialidad británica había tomado escasas prevenciones para celebrar la
Navidad. Tenía órdenes de tratar esa jornada como cualquier otra y seguir
peleando. Lo poco que pudieron hacer las cansadas tropas, fue recoger unos
restos de ramas secas como patético recordatorio de las festividades que con
seguridad, se estarían celebrando en sus lejanos hogares.
Los
alemanes estaban mucho mejor organizados. Para elevar la moral de sus tropas,
habían hecho enviar canastas con comida y árboles de Navidad a las líneas del
frente para estimularlos a pelear mejor.
Pero
esta bien planeada estrategia tuvo precisamente un efecto contrario. En lugar
de aumentar la agresiva lealtad de los soldados, detuvo por completo las
hostilidades. La verdad es que el común de los soldados alemanes no odiaban a
sus pares ingleses, y viceversa, y si procuraban matarse unos a otros era pura
y exclusivamente por respeto a las órdenes de sus generales.
El
espectáculo de todos esos arbolitos afectó muy hondo a los alemanes. Las
congeladas tropas británicas escondidas en sus trincheras sintieron alarma y
desconcierto ante el repentino y extraño silencio seguido por los acordes de un
villancico.
Al
asomarse comprobaron asombrados que los soldados alemanes había emergido de sus
escondites y ocupaban en actitud pasiva la tierra de nadie. Con cierto temor
los ingleses se les sumaron y tuvo lugar una improvisada tregua.
Los
villancicos duraron toda la noche, los enemigos cantaron juntos, y a medida que
pasaron las horas tuvo lugar un extraordinario intercambio de regalos. Enemigos
mortales se estrecharon las manos, e incluso, se abrazaron y mostraron
fotografías de sus respectivas familias y durante un breve interludio, la idea
de matar se borró de sus mentes.
A
la mañana siguiente, día de la Navidad, ocurrió algo aún más insólito.
Poniéndose de acuerdo sobre un punto intermedio entre ambas posiciones,
ingleses y alemanes protagonizaron lo que debe ser el más raro partido de
fútbol en la historia de ese deporte.
Meditaciones
Considera
como en aquel primer instante en que fue criada y unida el alma de Jesucristo a
su cuerpecito en el seno de María, el Padre Eterno intimó al Hijo su voluntad, de
que muriese por la redención del mundo; y en aquel mismo instante le presentó
delante toda la escena funesta de las penas que debía sufrir hasta la muerte,
para redimir a los hombres. Le manifestó ya entonces todos los trabajos, desprecios y pobrezas que había de padecer en
toda su vida, así en Belén, como en Egipto y en Nazaret; y después le descubrió
todos los dolores y las ignominias de su pasión, los azores, las espinas, los
clavos y la cruz; todos los tedios, las tristezas, las agonías y los abandonos
en medio de los que había de concluir su vida sobre el Calvario.
Abrahán,
llevando el Hijo a la muerte, no quiso afligirle con anticiparle el aviso de
ella, por aquel poco tiempo que necesitaba para llegar al monto. Pero el eterno
Padre quiso que su Hijo encarnado, destinado por víctima de nuestros pecados a su
Divina Justicia, padeciese con mucha anticipación todas las penas a que debía
sujetarse en su vida y en su muerte.
De
donde fue, que aquella tristeza sufrida por Jesús en el huerto, bastante para
quitarle la vida, la padeció continuamente desde el primer momento que estuvo
en el vientre de su Madre. Así que, desde entonces sintió vivamente y sufrió el
peso reunido de todos los trabajos, dolores y vituperios que le esperaban.
Su
Divino Corazón no tuvo un momento libre de padecimientos: o velaba, o dormía, o
trabajaba, o descansaba, u oraba o conversaba; siempre tenía delante de sus
ojos aquella amarga representación; la
cual atormentaba más su Alma Santísima, que han atormentado a los santos
Mártires todas sus penas. Estos han padecido, pero ayudados de la gracia
padecían con alegría y fervor.
Jesucristo
padeció más, padeció siempre con un corazón lleno de tristeza, y todo lo acepto
por amor a nosotros.
Pedidos de oración
Pedimos
oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el
triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María; por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos
perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por
nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las
enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el
hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por
el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes
naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por
más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las
vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Los cinco minutos de María
Diciembre 23
Cuando
la Virgen fue al templo para presentar a su Hijo Jesús, no solamente lo ofrendó
al Padre celestial sino que también se ofreció ella como colaboradora en la
obra redentora de su Hijo; fue aquel el momento del ofertorio u ofrenda que
Jesús había iniciado en Belén.
La
consagración de esa misa vendría después, en la cima del monte Calvario, y allí
también María estaría presente en ese momento supremo de la consagración.
No
basta que nosotros nos ofrezcamos al Señor; es preciso que lleguemos a
consagrarnos a Dios y a sus cosas.
María, de alma clara y límpida como agua de
manantial, fortalece mi consagración a Dios.
* P. Alfonso Milagro
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el
más pequeñito de todos)
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