PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
12 - Número 3535 ~ Lunes 18 de Diciembre de 2017
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Querido
Padre Bueno: Ven a nuestra familia que llamamos Iglesia.
Pero
no vengas solo. Ven, porque faltas si no acogemos a los rechazados; ven, porque
si en ella no caben las prostitutas, tú tampoco entras. Así que, por favor, no
vengas solo. Ven, para que entren los homosexuales; ven con los enfermos de
SIDA.
Te
lo ruego, no vengas solo. Ven y haremos hueco a los drogadictos; ven acompañado
de inmigrantes; ven, y que vengan contigo divorciados y divorciadas; ven junto
a los presos de las cárceles…
Ven,
no vengas solo. Porque quien cabe en un pesebre, cabe en la familia de los hijos
tuyos.
Ven,
Señor. Amén
¡Buenos días!
¿Qué aprendiste hoy?
Los
años juveniles son para adquirir buenos hábitos. La única diferencia entre el
adulto fracasado y el que ha tenido éxito está en la diferencia de sus hábitos.
Los buenos hábitos son la clave de todo éxito. Por lo tanto valoriza el tiempo
de formación, en que pones la base de tu futuro. Persevera en el esfuerzo, aun
si no ves resultados inmediatos.
Leo Buscaglia cuenta que su padre le inculcó la idea
de no ir nunca a dormir sin aprender ese día algo nuevo. Para reforzar ese
principio, preguntaba a cada uno de sus hijos en la cena: ¿qué aprendiste hoy?
Y exponían algo de lo aprendido, aunque fuera el número de habitantes de Nepal.
Este ritual establecido los obligaba a pensar qué podrían decir cada noche.
Refiere Buscaglia que llevó un diccionario al comedor y, momentos antes, leía
una palabra desconocida y la memorizaba. Ese fue el comienzo de su vocación a
la literatura.
Tu
crecimiento personal depende de los hábitos buenos que vas incorporando a tu
vida. Uno de estos hábitos es la actitud de formación permanente, superándote
de día en día, porque “crecer es un aprendizaje constante y culmina cuando nos
retiramos de esta fiesta que es la vida”. El Señor te acompañe con su bondad.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
La
generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada
con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra
del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia,
resolvió repudiarla en secreto.
Así
lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le
dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo
engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás
por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto
sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «Ved
que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel,
que traducido significa: “Dios con nosotros”». Despertado José del sueño, hizo
como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer. (Mt 1,18-24)
Comentario:
Hoy,
la liturgia de la palabra nos invita a considerar el maravilloso ejemplo de san
José. Él fue extraordinariamente sacrificado y delicado con su prometida María.
No
hay duda de que ambos eran personas excelentes, enamorados entre ellos como
ninguna otra pareja. Pero, a la vez, hay que reconocer que el Altísimo quiso
que su amor esponsalicio pasara por circunstancias muy exigentes.
Ha
escrito el Papa San Juan Pablo II que «el cristianismo es la sorpresa de un
Dios que se ha puesto de parte de su criatura». De hecho, ha sido Él quien ha
tomado la “iniciativa”: para venir a este mundo no ha esperado a que hiciésemos
méritos. Con todo, Él propone su iniciativa, no la impone: casi —diríamos— nos
pide “permiso”. A Santa María se le propuso —¡no se le impuso!— la vocación de
Madre de Dios: «Él, que había tenido el poder de crearlo todo a partir de la
nada, se negó a rehacer lo que había sido profanado si no concurría María» (San
Anselmo).
Pero
Dios no solamente nos pide permiso, sino también contribución con sus planes, y
contribución heroica. Y así fue en el caso de María y José. En concreto, el Niño
Jesús necesitó unos padres. Más aún: necesitó el heroísmo de sus padres, que
tuvieron que esforzarse mucho para defender la vida del “pequeño Redentor”.
Lo
que es muy bonito es que María reveló muy pocos detalles de su alumbramiento:
un hecho tan emblemático es relatado con sólo dos versículos (cf. Lc 2,6-7). En
cambio, fue más explícita al hablar de la delicadeza que su esposo José tuvo
con Ella. El hecho fue que «antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró
encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,19), y por no correr el riesgo de
infamarla, José hubiera preferido desaparecer discretamente y renunciar a su
amor (circunstancia que le desfavorecía socialmente). Así, antes de que hubiese
sido promulgada la ley de la caridad, san José ya la practicó: María (y el
trato justo con ella) fue su ley.
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del
Vallès, Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Modesto
Arzobispo
Este
santo es especialmente reconocido por la Iglesia Católica ya que restauró los
templos de los Santos Lugares en Jerusalén, después del terrible destrozo que
hicieron allí los persas. Lo primero que reconstruyó fue el templo del Santo Sepulcro,
y luego el de Getsemaní o el Huerto de los Olivos y la Casa de la Última Cena,
o Cenáculo.
El
Arzobispo Zacarías había muerto en el destierro, y el emperador Heráclito
nombró como sucesor de éste a San Modesto. Lo nombró Patriarca Arzobispo de Jerusalén,
siendo una elección muy oportuna, porque entonces sí tuvo facilidad para
dedicarse a reconstruir los centenares de templos y demás lugares santos
destruidos por los bárbaros. Modesto continuó incansable su labor de
reconstruir templos, conseguir contribuciones e inspeccionar los trabajos en
los diversos sitios.
Murió
el 18 de diciembre mientras llevaba un valioso cargamento de ayuda para la
restauración de los santos lugares, fue envenenado por unos perversos para
poder robarle los tesoros que llevaba.
© Aciprensa
La expectación del parto de la Virgen
Nuestra Señora de la Esperanza
Nuestra
Señora de la Esperanza, La Expectación del Parto de la Virgen, Santa María de
la «O», son títulos de una fiesta de la Virgen María que no figura en el
calendario litúrgico de la Iglesia, pero que tiene larga tradición en España,
pues viene del Concilio X de Toledo, celebrado el año 656, que quiso dar mayor
relieve a la fiesta de la Anunciación y Encarnación, sacándola del tiempo
cuaresmal o pascual, y acercándola, en plena celebración del Adviento, al
momento decisivo del parto de la Virgen Madre, acontecimiento esperado por la
humanidad y muy especialmente por María. Esperanza, pues presenta a María en
estado avanzado del embarazo obrado por el Espíritu Santo. Expectación, por el
ansia e intensidad con que ella esperaba tener pronto en sus brazos al que
llevaba en su seno. El título de María de la «O» hace referencia a las solemnes
antífonas del Cántico de la Virgen, el Magníficat, que en las Vísperas de los
siete días anteriores a Navidad empiezan por esa letra. En relación con estas
advocaciones de la Virgen, el arte suele representar a María en avanzado estado
de gestación, con su vientre abultado y la mano sobre el mismo, apuntando que
allí está el Hijo de Dios, que pronto nacerá.
Oración: Dios y Señor nuestro, que en el parto de la
Virgen María has querido revelar al mundo entero el esplendor de tu gloria,
asístenos con tu gracia, para que proclamemos con fe íntegra y celebremos con
piedad sincera el misterio admirable de la encarnación de tu Hijo. Él, que vive
y reina por los siglos de los siglos. Amén.
© Directorio Franciscano
Pensamiento del día
“En el Dios que se hace hombre por nosotros,
todos nos sentimos amados y acogidos,
descubrimos que somos valiosos
y únicos a los ojos del Creador.
El nacimiento de Cristo nos ayuda
a tomar conciencia del valor de la vida humana,
de la vida de todo ser humano”
(Benedicto XVI)
Tema del día:
La grandeza de los pequeños
1) Para saber
En
la primera semana de Adviento, el Papa Francisco, durante su homilía
pronunciada en la Misa, señaló que todo cristiano debe ser humilde si quiere
crecer hacia la plenitud del Espíritu Santo. Ahora bien, “¿qué es ser
humilde?”, se preguntó el Santo Padre. “Algunos pueden pensar que ser humilde
es ser educado, cortés, cerrar los ojos cuando se reza… No, ser humilde no es
eso. Entonces, ¿cómo puedo saber si soy humilde?”, insistió.
“Hay
una señal para saber si tengo humildad: aceptar la humillación. La humildad sin
humillación no es humildad. Humilde es aquel hombre, aquella mujer, que es
capaz de soportar las humillaciones como las ha soportado Jesús, el humillado,
el gran humillado”, explicó.
2) Para pensar
Se
cuenta que había un niño pastorcito que cuidaba sus ovejas en el campo. El niño
era piadoso y se había hecho el mismo un rosario con una cuerda a la que le
había hecho diez nudos para las avemarías, y así rezaba mientras sus ovejas
pastaban. En eso pasó un señor, el cual vivía alejado de Dios. Tanía tan poca
fe, que casi desaparecía. Al ver al niño que el niño rezaba se acercó para
cuestionarlo. El pastorcito lo saludó amablemente. El señor, en un tono medio
burló y con un tufillo de orgullo le hizo una propuesta al niño: “Mira, te daré
una manzana si me dices dónde está el Dios al que le rezas”. El niño se
desconcertó, pero se puso a pensar y se le iluminó el rostro y contestó: “Mire
señor, yo le doy dos manzanas si me dice dónde no está Dios”.
El
señor se retiró humillado, reconociendo que el niño sabía más que él.
Hay
un pasaje en el Evangelio donde el Señor da gracias a Dios Padre por
revelárseles a los pequeños y humildes. Una condición para abrirse a los
misterios divinos es tener un corazón humilde. Pensemos qué tan abierto tenemos
el corazón.
3) Para vivir
Cada
cristiano, dice el Papa, es “como un pequeño brote donde se posará el Espíritu
del Señor, espíritu de sabiduría y de inteligencia… De la pequeñez se crece a
la plenitud del Espíritu. Esta es la vida del cristiano… Es preciso ser
conscientes de que cada uno de nosotros es un brote de aquella raíz que debe
crecer. La misión del cristiano será custodiar ese brote que crece en nosotros,
custodiar el Espíritu”.
La
vida del cristiano ha de ser un crecimiento, y para ello hay que llevar el
estilo de vida del cristiano: “Es un estilo como el de Jesús, sustentado en la
humildad”, dice el Papa. El Pontífice finalizó su homilía pidiendo “que el
Señor nos de esta grandeza de custodiar lo pequeño hacia la plenitud del
Espíritu. No olvidéis las raíces y aceptad las humillaciones”.
© Pbro. José Martínez Colín
Meditaciones
Vendrá
vuestro Médico —dice el Profeta— a sanar los enfermos, y vendrá veloz como ave
que vuela, y cual sol que al asomar en el horizonte envía al momento su luz al
otro polo.
Pero
he aquí que ya ha venido. Consolémonos, pues, y démosle gracias, dice san
Agustín, porque ha bajado hasta el lecho del enfermo, quiere decir, hasta tomar
nuestras carne; puesto que nuestros
cuerpos son los lechos de nuestras almas enfermas.
Los
otros médicos, por mucho que amen a los enfermos, solo ponen todo su cuidado
por curarlos; pero ¿quién por sanarlos toma para sí la enfermedad?
Jesucristo
solo, ha sido aquel médico que se ha cargado con nuestros males, a fin de
sanarlos. No ha querido mandar a otro, sino venir Él mismo a practicar este
piadoso oficio, para ganarse nuestros corazones. Ha querido con su misma sangre
curar nuestras llagas, y con su muerte librarnos de la muerte eterna, de que
éramos deudores. En suma, ha querido tomar la amarga medicina de una vida
continuada de penas, y de una muerte cruel, para alcanzarnos la vida y labrarnos
de todos nuestros males. El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo tengo de
beber? Decía el Salvador a Pedro (Jn.
18, 11) Fue, pues, necesario, que
Jesucristo abrazase tantas ignominias para sanar nuestra soberbia: abrazase una
vida pobre para curar nuestra codicia: abrazase un mar de penas, hasta morir de puro dolor, para sanar nuestro deseo de placeres
sensuales.
Pedidos de oración
Pedimos
oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el
triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María; por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los
cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros
lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente
por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo,
el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por
el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes
naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por
más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las
vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Los cinco minutos de María
Diciembre 18
La
vida de la Virgen María fue también una vida muy dolorosa y con circunstancias
muy amargas: vio a su Hijo nacer en una cueva de animales, lo vio perseguido a
muerte ya en su niñez, tuvo que huir a Egipto para salvarlo y lo vio después en
su vida pública desconocido, rechazado, perseguido, calumniado, tomado preso,
condenado a muerte, clavado en la cruz, muerto y escarnecido...
La
vida del cristiano también se desarrolla a veces en circunstancias muy
dolorosas, pero sabiendo que la misma Madre de Dios conoció las lágrimas y
sufrió tanto en su vida, le otorga fuerzas para llevar el dolor en paz y aun
con alegría.
María, ven y danos la alegría que nace de la fe y del
amor; el gozo de las almas que confían en medio del esfuerzo y del dolor.
* P. Alfonso Milagro
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el
más pequeñito de todos)
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