martes, 7 de febrero de 2017

Pequeñas Semillitas 3264

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 12 - Número 3264 ~ Martes 7 de Febrero de 2017
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
El famoso escritor español Ramón Menéndez Pidal, cuatro meses antes de su muerte, el 5 de julio de 1968, llamó desde Madrid a San Sebastián al padre Ignacio Errandonea. Al llegar el sacerdote a su casa, le dijo: “Le he llamado, porque quería manifestarle que, desde 1935, estaba yo añorando la fe y las esperanzas que veía en mi hija y en mi esposa. Usted me decía que yo tenía en el fondo esa fe, pero yo no quería, no podía reconocerlo. Ahora todo se me ha iluminado. Me siento ya incorporado a la fe y a las esperanzas de mi mujer y de mi hija y seguro de mi gloria futura”. El testimonio de su mujer y de su hija, lo llevaron al final de su vida a aceptar la fe.
Otra historia: un profesor universitario contaba que un día lo llamó un médico conocido suyo y le dijo: “Estoy enfermo y deprimido. Le he llamado a usted, porque su constante sonrisa me hace sentir que usted tiene algo que yo no tengo y quisiera tener. ¿Será su fe en Dios?” Aquel profesor irradiaba con su vida y con su alegría, la gran verdad de que vale la pena ser católico de verdad.
Dos breves narraciones que ilustran sobre la importancia de la fe y de ser luz para los demás…

¡Buenos días!

Aguas de locura
Muchas veces, por temor a la soledad solemos unirnos a los demás, aun cuando nos damos cuenta que sus actitudes, sus formas de pensar, de hablar o de ser no nos son gratas, o no coinciden con las nuestras. Y así, nos entregamos a vivir la vida, copiando modelos de otras personas, sin respetar la voz interior.

Dios había prevenido al pueblo de un terremoto, que habría de tragarse las aguas de toda la tierra. Y las aguas que reemplazarían a las desaparecidas, enloquecerían al mundo entero. Tan sólo el profeta tomó en serio a Dios. Llevó hasta la cueva de su montaña grandes recipientes, para que no le faltara agua hasta el fin de su vida. Pasó mucho tiempo y bajó el profeta a ver lo ocurrido. Y era verdad: todo el mundo se había vuelto loco, y lo atacaba a él y evitaban tratarlo pues se convencieron que era él el que estaba loco. El profeta regresó a la montaña. Pero, con el tiempo la soledad se le hizo pesada y descendió de nuevo a la llanura. Pero fue rechazado por la gente. Entonces el profeta tomó su decisión: bebió del agua nueva, y fue un loco más.

Cuando dejamos la soledad, tenemos que tener ciertos cuidados: tratemos de acercarnos a quienes puedan ayudarnos a ser mejores personas. Tratemos de no ser parte de una masa y, en especial, no usemos un uniforme que nos haga perder nuestra verdadera identidad. El Señor quiere que seas luz del mundo y sal de la tierra.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. Y vieron que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas, -es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas-.
Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?». Él les dijo: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres’. Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres». Les decía también: «¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre y: el que maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con la muerte’. Pero vosotros decís: ‘Si uno dice a su padre o a su madre: Lo que de mí podrías recibir como ayuda lo declaro "Korbán" -es decir: ofrenda-’, ya no le dejáis hacer nada por su padre y por su madre, anulando así la Palabra de Dios por vuestra tradición que os habéis transmitido; y hacéis muchas cosas semejantes a éstas». (Mc 7,1-13)

Comentario:
Hoy contemplamos cómo algunas tradiciones tardías de los maestros de la Ley habían manipulado el sentido puro del cuarto mandamiento de la Ley de Dios. Aquellos escribas enseñaban que los hijos que ofrecían dinero y bienes para el Templo hacían lo mejor. Según esta enseñanza, sucedía que los padres ya no podían pedir ni disponer de estos bienes. Los hijos formados en esta conciencia errónea creían haber cumplido así el cuarto mandamiento, incluso haberlo cumplido de la mejor manera. Pero, de hecho, se trataba de un engaño.
«¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición!» (Mc 7,9): Jesucristo es el intérprete auténtico de la Ley; por eso explica el justo sentido del cuarto mandamiento, deshaciendo el lamentable error del fanatismo judío.
«Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’» (Mc 7,10): el cuarto mandamiento recuerda a los hijos las responsabilidades que tienen con los padres. Tanto como puedan, les han de prestar ayuda material y moral durante los años de la vejez y durante las épocas de enfermedad, soledad o angustia. Jesús recuerda este deber de gratitud.
El respeto hacia los padres (piedad filial) está hecho de la gratitud que les debemos por el don de la vida y por los trabajos que han realizado con esfuerzo en sus hijos, para que éstos pudieran crecer en edad, sabiduría y gracia. «Honra a tu padre con todo el corazón, y no te olvides de los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido. ¿Qué les darás a cambio de lo que han hecho por ti?» (Sir 7,27-28).
El Señor glorifica al padre en sus hijos, y en ellos confirma el derecho de la madre. Quien honra al padre expía los pecados; quien glorifica a la madre es como quien reúne un tesoro (cf. Sir 3,2-6). Todos estos y otros consejos son una luz clara para nuestra vida en relación con nuestros padres. Pidamos al Señor la gracia para que no nos falte nunca el verdadero amor que debemos a los padres y sepamos, con el ejemplo, transmitir al prójimo esta dulce “obligación”.
* Rev. D. Iñaki BALLBÉ i Turu (Rubí, Barcelona, España)

Santoral Católico:
San Tobías
Personaje bíblico
Tobías significa: "Dios es bueno".
Su historia se encuentra en el libro de la Biblia que lleva su nombre.
Tobías es reconocido por ser fiel observante de la ley del verdadero Dios desde la juventud, a pesar de la idolatría en cayeron sus padres. Se casó con Ana y tuvo un hijo también llamado Tobías.
© Aciprensa    

Palabras del Papa Francisco
"No pongamos jamás condiciones a Dios y dejemos en cambio que la esperanza venza nuestros temores. Confiar en Dios quiere decir entrar en sus designios sin ninguna pretensión, también aceptando que su salvación y su ayuda lleguen a nosotros de modos distintos a nuestras expectativas. Nosotros pedimos al Señor vida, salud, afectos, felicidad; y es justo hacerlo, pero con la conciencia que Dios sabe traer vida también de la muerte, que se puede experimentar la paz también en la enfermedad, y que puede haber serenidad también en la soledad y alegría también en el llanto. No somos nosotros los que podemos enseñar a Dios aquello que debe hacer, de lo que nosotros tenemos necesidad. Él lo sabe mejor que nosotros, y debemos confiar, porque sus vías y sus pensamientos son distintos a los nuestros."

Tema del día:
¿Vivimos nuestra fe católica?
La fe no es una simple teoría. Es un compromiso que llega al corazón y a las acciones, a los principios y a las decisiones, al pensamiento y a la vida.

Vivimos nuestra fe cuando dejamos a Dios el primer lugar en nuestras almas. Cuando el domingo es un día para la misa, para la oración, para el servicio, para la esperanza y el amor. Cuando entre semana buscamos momentos para rezar, para leer el Evangelio, para dejar que Dios ilumine nuestras ideas y decisiones.

Vivimos nuestra fe cuando no permitimos que el dinero sea el centro de gravedad del propio corazón. Cuando lo usamos como medio para las necesidades de la familia y de quienes sufren por la pobreza, el hambre, la injusticia. Cuando sabemos ayudar a la parroquia y a tantas iniciativas que sirven para enseñar la doctrina católica.

Vivimos nuestra fe cuando controlamos los apetitos de la carne, cuando no comemos más de lo necesario, cuando no nos preocupamos del vestido, cuando huimos de cualquier vanidad, cuando cultivamos la verdadera modestia, cuando huimos de todo exceso: “nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias” (Rm 13,13).

Vivimos nuestra fe cuando el prójimo ocupa el primer lugar en nuestros proyectos. Cuando visitamos a los ancianos y a los enfermos. Cuando nos preocupamos de los presos y de sus familias. Cuando atendemos a las víctimas de las mil injusticias que afligen nuestro mundo.

Vivimos nuestra fe cuando tenemos más tiempo para buenas lecturas que para pasatiempos vanos. Cuando leemos antes la Biblia que una novela de última hora. Cuando conocer cómo va el fútbol es mucho menos importante que saber qué enseñan el Papa y los obispos.

Vivimos nuestra fe cuando no despreciamos a ningún hermano débil, pecador, caído. Cuando tendemos la mano al que más lo necesita. Cuando defendemos la fama de quien es calumniado o difamado injustamente. Cuando cerramos la boca antes de decir una palabra vana o una crítica que parece ingeniosa pero puede hacer mucho daño. Cuando promovemos esa alabanza sana y contagiosa que nace de los corazones buenos.

Vivimos nuestra fe cuando los pensamientos más sencillos, los pensamientos más íntimos, los pensamientos más normales, están siempre iluminados por la luz del Espíritu Santo. Porque nos hemos dejado empapar de Evangelio, porque habitamos en el mundo de la gracia, porque queremos vivir a fondo cada enseñanza del Maestro.

Vivimos nuestra fe cuando sabemos levantarnos del pecado. Cuando pedimos perdón a Dios y a la Iglesia en el Sacramento de la confesión. Cuando pedimos perdón y perdonamos al hermano, aunque tengamos que hacerlo setenta veces siete.

Vivimos nuestra fe cuando estamos en comunión alegre y profunda con la Virgen María y con los santos. Cuando nos preocupa lo que ocurre en cada corazón cristiano. Cuando sabemos imitar mil ejemplos magníficos de hermanos que toman su fe en serio y brillan como luces en la marcha misteriosa de la historia humana.

Vivimos nuestra fe cuando nos dejamos, simplemente, alegremente, plenamente, amar por un Dios que nos ha hablado por el Hijo y desea que le llamemos con un nombre magnífico, sublime, familiar, íntimo: nuestro Padre de los cielos.
© P. Fernando Pascual LC

Meditación

Esta anécdota de san Francisco de Asís puede iluminarnos mucho acerca de cómo podemos influir poderosamente en nuestro ambiente por medio de nuestras actitudes, gestos y acciones.
Los que están a nuestro alrededor receptan todo lo que hacemos y pueden recibir de nosotros invitaciones al bien o al mal, a la alegría o a la tristeza, a la generosidad o al egoísmo.
En un día lleno de sol san Francisco de Asís invitó a un fraile joven a que lo acompañara a la ciudad para predicar. Se pusieron en camino y recorrieron las principales calles, devolviendo amistosamente el saludo a quienes se acercaban.
De vez en cuando se detenían para acariciar a un niño o para hablar con alguno. Durante todo el paseo san Francisco y el fraile mantuvieron entre ellos una animada conversación.
Después de haber caminado durante un largo rato, el fraile joven pareció inquieto y le preguntó a san Francisco dónde y cuándo comenzarían su predicación.
— Hemos estado predicando desde que atravesamos las puertas del convento —le replicó el santo—, ¿no has visto cómo la gente observaba nuestra alegría y se sentía consolada con nuestros saludos y sonrisas? ¿No has advertido lo alegres que conversábamos entre nosotros, durante todo el paseo? Si estos no son unos pequeños sermones, ¿qué es lo que son?
Jesús en el Evangelio nos invita a ser luz en nuestro ambiente: “Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo” Debemos animarnos a introducir en tu vida estos “pequeños sermones” para volver más luminoso nuestro mundo. 

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio. 

Pedimos oración para Marta, de Santiago del Estero, Argentina, 49 años, afectada de cáncer de esófago. La encomendamos a la Santísima Virgen de Lourdes para que Ella interceda ante Jesús por la mejor resolución de esta enfermedad.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Los cinco minutos de María
Febrero 7
El niño débil, consciente de su debilidad y de sus pocas fuerzas, acude a su padre y a su madre en demanda de auxilio.
Como niños pequeños, carentes de fuerzas en nuestro espíritu, debemos acudir a nuestro Padre Dios y a nuestra Madre del cielo, pidiéndoles fuerza para permanecer siempre fieles al amor de Dios y a nuestros principios de fe y de vida.
La oración a María, la plegaria filial y confiada a su Corazón maternal, nos alcanzará la protección liberadora, que nos alejará del pecado y nos hará permanecer fieles a nuestra conciencia, fieles a nuestro Dios.
María, Madre del amor hermoso, alienta en nosotros el amor de tu Hijo, y permítenos crecer en fidelidad a su mensaje.
* P. Alfonso Milagro

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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