PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
11 - Número 3201 ~ Miércoles 30 de Noviembre de 2016
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo
único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna”
El
Eterno Padre, dándonos al Hijo por Redentor, por víctima, por precio de nuestro
rescate; no podía darnos motivos más poderosos de esperanza, de amor para
inspirarnos confianza, para obligarnos a amarle. Dándonos el Padre al Hijo
-dice San Agustín- quiere que nosotros apreciemos este inmenso don, a fin de
adquirirnos la salvación eterna y toda gracia que nos sea necesaria para
conseguirla, mientras que en Jesús hallamos cuanto podemos desear: luces,
fortaleza, paz, confianza, amor y gloria eterna.
Siendo
cierto que Jesucristo es un don que contiene todos los otros dones, ¿qué
podemos buscar y desear? ¿Cómo no nos donó con él todas las cosas? dice san
Pablo. Habiéndonos Dios dado a su amado Hijo, que es la fuente y tesoro de
todos los bienes, ¿quién puede temer que quiera negarnos alguna gracia que le
pidamos? Jesucristo, dice el mismo Apóstol, ha sido hecho por Dios, sabiduría,
y justificación, santificación, y
redención.
En
suma, concluye el Apóstol, con Jesucristo nosotros somos enriquecidos en todas
cosas, de manera que no nos falte cosa alguna en ninguna gracia. Y este don que
nos ha hecho Dios de su Hijo, es un don hecho a cada uno de nosotros; pues que
él le ha dado todo a cada uno, como si a él solo fuese donado; así es que cada
uno de nosotros puede decir: Jesús es todo mío; mío es su cuerpo y su sangre:
mía es su vida, sus dolores, su muerte: míos son sus méritos.
Por
esto decía san Pablo: “Me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Y lo mismo puede
decir cada uno: “Mi Redentor me ha amado, y por el amor que me ha tenido, se ha
entregado todo a mí”.
¡Buenos días!
Los buenos modales
La
cortesía es como la crema de la caridad: su manifestación más agradable. Y se
manifiesta en las diversas situaciones de la convivencia humana. Es un código
que responde a la regla de oro “no hagas a otro lo que no quieres que te hagan
a ti”. Aquí te presento unas simples sugerencias, pero su conjunto es un cúmulo
de delicadas atenciones.
Trata de saber escuchar.
Trata de cuidar la puntualidad.
Trata de agradar y ser gentil al hablar.
Trata de no discutir, sencillamente, opina.
Trata de estar siempre dispuesto a sonreír.
Trata de ser jovial, voluntarioso y dinámico.
Trata de guardar tus propias dificultades.
Trata a los demás como quisiera que te traten a ti.
Trata siempre de pedir 'Por favor" y no olvidar
el 'Gracias'.
Trata de prometer sólo cuando estás seguro de poder
cumplir.
Estas
líneas de elemental cortesía te darán un aura de distinción y serás siempre
bien recibido, porque la gente se siente cómoda con quien es sociable, atento y
delicado en su trato. Te auguro pases una agradable jornada con tus familiares
y amigos.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos,
Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran
pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres». Y ellos
al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando adelante, vio a otros
dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca
con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante,
dejando la barca y a su padre, le siguieron. (Mt 4,18-22)
Comentario:
Hoy
es la fiesta de san Andrés apóstol, una fiesta celebrada de manera solemne
entre los cristianos de Oriente. Fue uno de los dos primeros jóvenes que
conocieron a Jesús a la orilla del río Jordán y que tuvieron una larga
conversación con Él. Enseguida buscó a su hermano Pedro, diciéndole «Hemos
encontrado al Mesías» y lo llevó a Jesús (Jn 2,41). Poco tiempo después, Jesús
llamó a estos dos hermanos pescadores amigos suyos, tal como leemos en el Evangelio
de hoy: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres» (Mt 4,19). En el mismo
pueblo había otra pareja de hermanos, Santiago y Juan, compañeros y amigos de
los primeros, y pescadores como ellos. Jesús los llamó también a seguirlo. Es
maravilloso leer que ellos lo dejaron todo y le siguieron “al instante”,
palabras que se repiten en ambos casos. A Jesús no se le ha de decir:
“después”, “más adelante”, “ahora tengo demasiado trabajo”...
También
a cada uno de nosotros —a todos los cristianos— Jesús nos pide cada día que
pongamos a su servicio todo lo que somos y tenemos —esto significa dejarlo
todo, no tener nada como propio— para que, viviendo con Él las tareas de
nuestro trabajo profesional y de nuestra familia, seamos “pescadores de
hombres”. ¿Qué quiere decir “pescadores de hombres”? Una bonita respuesta puede
ser un comentario de san Juan Crisóstomo. Este Padre y Doctor de la Iglesia
dice que Andrés no sabía explicarle bien a su hermano Pedro quién era Jesús y,
por esto, «lo llevó a la misma fuente de la luz», que es Jesucristo. “Pescar
hombres” quiere decir ayudar a quienes nos rodean en la familia y en el trabajo
a que encuentren a Cristo que es la única luz para nuestro camino.
* Prof. Dr. Mons. Lluís CLAVELL (Roma, Italia)
Santoral Católico:
San Andrés
Apóstol
Nació
en Betsaida y tuvo el honor y el privilegio de haber sido el primer discípulo
que tuvo Jesús, junto con San Juan el evangelista. Los dos eran discípulos de
Juan Bautista, y este al ver pasar a Jesús (cuando volvía el desierto después
de su ayuno y sus tentaciones) exclamó: "He ahí el cordero de Dios".
Andrés se emocionó al oír semejante elogio y se fue detrás de Jesús, Jesús se
volvió y les dijo: "¿Qué buscan?". Ellos le dijeron: "Señor:
¿dónde vives?". Jesús les respondió: "Venga y verán". Y se
fueron y pasaron con Él aquella tarde.
Esa
llamada cambió su vida para siempre. San Andrés se fue luego donde su hermano
Simón y le dijo: "Hemos encontrado al Salvador del mundo" y lo llevó
a donde Jesús quien encontró en el gran San Pedro a un entrañable amigo y al
fundador de su Iglesia. El día del milagro de la multiplicación de los panes,
fue San Andrés el que llevó a Jesús el muchacho que tenía los cinco panes. El
santo presenció la mayoría de los milagros que hizo Jesús y escuchó, uno por
uno, sus maravillosos sermones, viviendo junto a él por tres años.
En
el día de Pentecostés, San Andrés recibió junto con la Virgen María y los demás
Apóstoles, al Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego, y en adelante se
dedicó a predicar el evangelio con gran valentía y obrando milagros y
prodigios.
La
tradición coloca su martirio el 30 de noviembre del año 63, bajo el imperio de
Nerón.
© Aciprensa
Palabras del Papa Francisco
“En
Navidad veremos la importancia de la pequeñez,
veremos
la importancia de lo pequeño:
un
niño, una estrella, una madre, un padre…
Son
las pequeñas cosas.
Un
corazón grande, pero una apariencia pequeña”
Historias:
El porqué de la Navidad
Érase
una vez un hombre que no creía en Dios. No tenía reparos en decir lo que
pensaba de la religión y las festividades religiosas, como la Navidad. Su
mujer, en cambio, era creyente y criaba a sus hijos en la fe en Dios y en
Jesucristo, a pesar de los comentarios desdeñosos de su marido. Una Nochebuena
en que estaba nevando, la esposa se disponía a llevar a los hijos al oficio
navideño de la parroquia de la localidad agrícola donde vivían. Le pidió al
marido que los acompañara, pero él se negó.
-¡Qué
tonterías! -arguyó-. ¿Por qué Dios se iba a rebajar a descender a la Tierra
adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez!
Los
niños y la esposa se marcharon y él se quedó en casa. Un rato después, los
vientos empezaron a soplar con mayor intensidad y se desató una ventisca.
Observando por la ventana, todo lo que aquel hombre veía era una cegadora
tormenta de nieve. Y decidió relajarse sentado ante la chimenea.
Al
cabo de un rato, oyó un golpazo; algo había golpeado la ventana. Luego, oyó un
segundo golpe fuerte. Miró hacia afuera, pero no logró ver a más de unos pocos
metros de distancia. Cuando empezó amainar la nevada, se aventuró a salir para
averiguar qué había golpeado la ventana. En un campo cercano descubrió una
bandada de gansos salvajes. Por lo visto iban camino al sur para pasar allí el
invierno, y se vieron sorprendidos por la tormenta de nieve y no pudieron
seguir. Perdidos, terminaron en aquella finca sin alimento ni abrigo. Daban
aletazos y volaban bajo en círculos por el campo, cegados por la borrasca, sin
seguir un rumbo fijo. El agricultor dedujo que un par de aquellas aves habían
chocado con su ventana. Sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos.
-Sería
ideal que se quedaran en el granero -pensó-. Ahí estarán al abrigo y a salvo
durante la noche mientras pasa la tormenta.
Dirigiéndose
al establo, abrió las puertas de par en par. Luego, observó y aguardó, con la
esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto y entraran. Los
gansos, no obstante, se limitaron a revolotear dando vueltas. No parecía que se
hubieran dado cuenta siquiera de la existencia del granero y de lo que podría
significar en sus circunstancias. El hombre intentó llamar la atención de las
aves, pero solo consiguió asustarlas y que se alejaran más.
Entró
a la casa y salió con algo de pan. Lo fue partiendo en pedazos y dejando un
rastro hasta el establo. Sin embargo, los gansos no entendieron. El hombre
empezó a sentir frustración. Corrió tras ellos tratando de ahuyentarlos en
dirección al granero. Lo único que consiguió fue asustarlos más y que se
dispersaran en todas direcciones menos hacia el granero. Por mucho que lo
intentara, no conseguía que entraran al granero, donde estarían abrigados y
seguros.
-¿Por
qué no me seguirán? -exclamó- ¿Es que no se dan cuenta de que ese es el único
sitio donde podrán sobrevivir a la nevada?
Reflexionando
por unos instantes, cayó en la cuenta de que las aves no seguirían a un ser humano.
-Si
yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos - dijo pensando en voz
alta.
Seguidamente,
se le ocurrió una idea. Entró al establo, agarró un ganso doméstico de su
propiedad y lo llevó en brazos, paseándolo entre sus congéneres salvajes. A
continuación, lo soltó. Su ganso voló entre los demás y se fue directamente al
interior del establo. Una por una, las otras aves lo siguieron hasta que todas
estuvieron a salvo.
El
campesino se quedó en silencio por un momento, mientras las palabras que había
pronunciado hacía unos instantes aún le resonaban en la cabeza:
-Si
yo fuera uno de ellos, ¡entonces sí que podría salvarlos!
Reflexionó
luego en lo que le había dicho a su mujer aquel día:
-¿Por
qué iba Dios a querer ser como nosotros? ¡Qué ridiculez!
De
pronto, todo empezó a cobrar sentido. Entendió que eso era precisamente lo que
había hecho Dios. Diríase que nosotros éramos como aquellos gansos: estábamos
ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios hizo que Su Hijo se volviera como
nosotros a fin de indicarnos el camino y, por consiguiente, salvarnos. El
agricultor llegó a la conclusión de que ese había sido ni más ni menos el
objeto de la Natividad.
Cuando
amainaron los vientos y cesó la cegadora nevada, su alma quedó en quietud y
meditó en tan maravillosa idea. De pronto comprendió el sentido de la Navidad y
por qué había venido Cristo a la Tierra. Junto con aquella tormenta pasajera,
se disiparon años de incredulidad. Hincándose de rodillas en la nieve, elevó su
primera plegaria:
"¡Gracias,
Señor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta!"
El rincón del lector
Desde
hace años hemos tenido esta sección llamada “El rincón del lector” destinada a dar cabida a los mensajes,
opiniones y comentarios de las personas que leen Pequeñas Semillitas, que han
podido expresarse libre y respetuosamente. Ahora, con nuestra presencia en
Facebook, la posibilidad de manifestarse es mucho más abierta, directa y
permanente.
Igual
vamos a mantener esta sección para los que deseen expresarse por esta vía. Para
que tu mensaje se publique debes dirigirlo por correo electrónico a feluzul@gmail.com con el título "El rincón del lector" y
deberá ser muy breve y no contener conceptos agraviantes para nada ni para
nadie.
Los
mensajes serán moderados por el propietario de esta página y se publicarán a
medida que el tiempo y el espacio en la misma lo permitan, y no se admitirán
réplicas o respuestas públicas a mensajes anteriores de otros lectores.
Pedidos de oración
Pedimos
oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo
místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como
Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por
las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado
Corazón de María; por la conversión de
todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por
los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros
lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente
por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo,
el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por
el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la
fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este
sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por
las Benditas Almas del Purgatorio.
Los cinco minutos de Dios
Noviembre 30
Si
eres padre o madre de familia, estoy seguro de que estás dispuesto a morir por
tus propios hijos: prefieres sufrir tú y que no sufran ellos, morir tú y que
ellos vivan. ¿Verdad que no me equivoco?
Pues
bien, solamente quiero decirte hoy que es mucho más fácil morir en un acto de
heroísmo, por salvar un hijo, que ir muriendo lentamente, día a día, minuto
tras minuto, por ir formando en ese hijo, o por irte formando a ti mismo.
Ir
dejando jirones de la vida, en las noches largas sin sueño, en las horas de
trabajo agotador, en las tardes solitarias atendiendo las diarias
obligaciones... eso no será llamativo, pero es más meritorio.
No
derramar la sangre en tres minutos, sino ir dejando gota tras gota en cada
acción que cumplimos, en cada victoria sobre nosotros mismos, en cada
vencimiento de nuestro carácter o de nuestro temperamento, en la palabra que
callamos o en la sonrisa que ofrecemos... eso es morir día a día, eso es ser
héroe... desconocido, pero héroe.
“El que oye la Palabra y no la practica, se parece a
un hombre que se mira en el espejo, enseguida se va y se olvida de cómo es”
(Sant 1, 23-24). No basta leer la Palabra del Señor; es preciso que la medites,
pues solamente así la tendrás siempre presente y podrá influir en tu vida;
solamente así harás de la Palabra, Vida.
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias por participar comentando! Por favor, no te olvides de incluir tu nombre y ciudad de residencia al finalizar tu comentario dentro del cuadro donde escribes.