domingo, 6 de noviembre de 2016

Pequeñas Semillitas 3180

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 11 - Número 3180 ~ Domingo 6 de Noviembre de 2016
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
El Evangelio de hoy nos narra la escena de la discusión de Cristo con los saduceos, que eran materialistas y no creían en la resurrección de los muertos. La resurrección final es dogma de fe y está definido en el Concilio Lateranense IV. Jesús dijo: «Yo los resucitaré en el último día… El que cree en mí, aunque muera, vivirá».
En opinión de los teólogos, resucitaremos en la plenitud de la vida, y sin los defectos que hayamos tenido. Con cuerpo glorioso.
En la resurrección tendremos identidad de persona, seremos nosotros mismos, pero no identidad de materia. Hay que distinguir la resurrección con la reencarnación, propia del budismo y del hinduismo.
Dice la Biblia que el hombre muere una sola vez, y después de la muerte: cielo o infierno. Cada uno es responsable de sus obras. Padre Jorge Loring S.J.

¡Buenos días!

Comparte con generosidad
Encerrarte en ti mismo te dejaría atrofiado y no te realizarías jamás. Una señal de madurez es entregarse más a los demás que a uno mismo. San Pablo insiste que seamos ricos en buenas obras, que demos con generosidad compartiendo las riquezas. “Así —dice— adquirirán para el futuro un tesoro que les permitirá alcanzar la verdadera Vida”, (1 Tm 6, 17-19).

En una ocasión, por la tarde, un hombre vino a contarnos que una familia hindú de ocho hijos no había comido desde hacía varios días. Nos pedía que hiciéramos algo por ellos. Tomé suficiente arroz y fui a verlos. Percibí el hambre en los ojos de los niños. La madre tomó el arroz de mis manos, lo dividió en dos partes y salió. Cuando regresó le pregunté qué había hecho con una de las dos raciones. Me respondió: —Ellos también tienen hambre.
Sabía que los vecinos musulmanes carecían de alimentos. Quedé muy sorprendida, porque cuando sufrimos, es común no pensar en los demás. En cambo esta mujer maravillosa compartió con generosidad.

Cuando de alguien se dice, “es una buena persona”, se la está calificando con la nota más excelente: la bondad. Ser bueno es ser de nobles sentimientos, honrado, servicial, respetuoso, amable, generoso. La bondad sintetiza aspectos muy valiosos de la personalidad, que generan en los demás, aprecio y admiración.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En aquel tiempo, acercándose algunos de los saduceos, esos que sostienen que no hay resurrección, le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno, que estaba casado y no tenía hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos; habiendo tomado mujer el primero, murió sin hijos; y la tomó el segundo, luego el tercero; del mismo modo los siete murieron también sin dejar hijos. Finalmente, también murió la mujer. Ésta, pues, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer».
Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven». (Lc 20,27-38)

Comentario:
Hoy, Jesús hace una clara afirmación de la resurrección y de la vida eterna. Los saduceos ponían en duda, o peor todavía, ridiculizaban la creencia en la vida eterna después de la muerte, que —en cambio— era defendida por los fariseos y lo es también por nosotros.
La pregunta que hacen los saduceos a Jesús «¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer» (Lc 20,33) deja entrever una mentalidad jurídica de posesión, una reivindicación del derecho de propiedad sobre una persona. Además, la trampa que ponen a Jesús muestra un equívoco que todavía existe hoy; imaginar la vida eterna como una prolongación, después de la muerte, de la existencia terrenal. El cielo consistiría en la transposición de las cosas bonitas que ahora gozamos.
Una cosa es creer en la vida eterna y otra es imaginarse cómo será. El misterio que no está rodeado de respeto y discreción, peligra ser banalizado por la curiosidad y, finalmente, ridiculizado.
La respuesta de Jesús tiene dos partes. En la primera quiere hacer entender que la institución del matrimonio ya no tiene razón de ser en la otra vida: «Los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido» (Lc 20,35). Lo que sí perdura y llega a su máxima plenitud es todo lo que hayamos sembrado de amor auténtico, de amistad, de fraternidad, de justicia y verdad...
El segundo momento de la respuesta nos deja dos certezas: «No es un Dios de muertos, sino de vivos» (Lc 20,38). Confiar en este Dios quiere decir darnos cuenta de que estamos hechos para la vida. Y la vida consiste en estar con Él de manera ininterrumpida, para siempre. Además, «para Él todos viven» (Lc 20,38): Dios es la fuente de la vida. El creyente, sumergido en Dios por el bautismo, ha sido arrancado para siempre del dominio de la muerte. «El amor se convierte en una realidad cumplida si se incluye en un amor que proporcione realmente eternidad» (Benedicto XVI).
* Mn. Ramon SÀRRIAS i Ribalta (Andorra la Vella, Andorra)

Palabras de San Juan Pablo II
“Todos están llamados a amar a Dios con todo su corazón y con toda el alma, y a amar al prójimo por amor a Dios. Nadie está excluido de esta llamada tan clara de Jesús. Vosotros, por tanto, “sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial”.
La santidad consiste, en vivir con convicción la realidad del amor de Dios, a pesar de las dificultades de la historia y de la propia vida. El Sermón de la Montaña es la única escuela para ser santos.
La santidad consiste, además, en la vida de ocultamiento y de humildad: saberse sumergir en el trabajo cotidiano de los hombres, pero en silencio, sin ruidos crónicos, sin ecos mundanos.
La santidad del hombre es obra de Dios. Nunca será suficiente manifestarle gratitud por esta obra. Cuando veneramos las obras de Dios, veneramos y adoramos sobre todo a Él mismo, el Dios Santísimo. Y entre todas las obras de Dios, la más grande es la santidad de una criatura: la santidad del hombre.
Aunque la santidad nace de Dios mismo, a la vez, desde el punto de vista humano, se comunica de hombre a hombre. De este modo, podemos decir también que los santos “engendran” a los santos.
Un santo es, en su vida y en su muerte, traducción del Evangelio para su país y su época. Cristo no vacila en invitar a sus discípulos al seguimiento, a la perfección.
¿Qué es la santidad? Es precisamente la alegría de hacerla Voluntad de Dios.
¡No tengáis miedo ante esa palabra! ¡No tengáis miedo ante la realidad de una vida santa!”

Predicación del Evangelio
Para Él todos están vivos.
 
Jesús ha sido siempre muy sobrio al hablar de la vida nueva después de la resurrección. Sin embargo, cuando un grupo de aristócratas saduceos trata de ridiculizar la fe en la resurrección de los muertos, Jesús reacciona elevando la cuestión a su verdadero nivel y haciendo dos afirmaciones básicas.

Antes que nada, Jesús rechaza la idea pueril de los saduceos que imaginan la vida de los resucitados como prolongación de esta vida que ahora conocemos. Es un error representarnos la vida resucitada por Dios a partir de nuestras experiencias actuales.

Hay una diferencia radical entre nuestra vida terrestre y esa vida plena, sustentada directamente por el amor de Dios después de la muerte. Esa Vida es absolutamente "nueva". Por eso, la podemos esperar pero nunca describir o explicar.

Las primeras generaciones cristianas mantuvieron esa actitud humilde y honesta ante el misterio de la "vida eterna". Pablo les dice a los creyentes de Corinto que se trata de algo que "el ojo nunca vio ni el oído oyó ni hombre alguno ha imaginado, algo que Dios ha preparado a los que lo aman".

Estas palabras nos sirven de advertencia sana y de orientación gozosa. Por una parte, el cielo es una "novedad" que está más allá de cualquier experiencia terrestre, pero, por otra, es una vida "preparada" por Dios para el cumplimiento pleno de nuestras aspiraciones más hondas. Lo propio de la fe no es satisfacer ingenuamente la curiosidad, sino alimentar el deseo, la expectación y la esperanza confiada en Dios.

Esto es, precisamente, lo que busca Jesús apelando con toda sencillez a un hecho aceptado por los saduceos: a Dios se le llama en la tradición bíblica «Dios de Abrahán, Isaac y Jacob». A pesar de que estos patriarcas han muerto, Dios sigue siendo su Dios, su protector, su amigo. La muerte no ha podido destruir el amor y la fidelidad de Dios hacia ellos.

Jesús saca su propia conclusión haciendo una afirmación decisiva para nuestra fe: «Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos». Dios es fuente inagotable de vida. La muerte no le va dejando a Dios sin sus hijos e hijas queridos. Cuando nosotros los lloramos porque los hemos perdido en esta tierra, Dios los contempla llenos de vida porque los ha acogido en su amor de Padre.

Según Jesús, la unión de Dios con sus hijos no puede ser destruida por la muerte. Su amor es más fuerte que nuestra extinción biológica. Por eso, con fe humilde nos atrevemos a invocarlo: "Dios mío, en Ti confío. No quede yo defraudado" (salmo 25,1-2).
* José Antonio Pagola

Nuevo vídeo

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Agradecimientos
Dicen que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde Venezuela, Nancy D. escribe y agradece a todos los que pidieron oraciones para su hijo Carlos Augusto C. D., enfermo de la vista. Él está ahora en la ciudad de Boston (USA) donde los médicos lo han evaluado y dan fe que está muy bien, que está curado, y le están retirando la medicación. Estaba potencialmente ciego y el ojo derecho ha sanado solo. Falta operar cataratas en el izquierdo, nada más. Glorificamos a Dios por esta gracia concedida.

Los cinco minutos de Dios
Noviembre 6
"Felices los hombres... felices los mansos... felices los que sufren... felices los pacíficos... felices los que tienen hambre y sed de justicia..."
Así fue desarrollando su magistral lección el Maestro de Nazaret. Si algún día los hombres nos decidiéramos a aceptar en serio esas enseñanzas del sermón del monte, la tierra se convertiría en un remanso de felicidad y de paz.
Nunca los poetas ni los filósofos o sociólogos trazaron un plan de acción tan humano como ése; nunca oyeron afirmaciones tan extrañas; pero tan consoladoras, y nunca se trazó un programa de acción y vida como éste programa del Evangelio.
Allí aprendieron los hombres que hay ciertos valores en la vida que están sobre el valor del dinero; que hay ciertas cosas que no son materiales y que pueden llenar el corazón humano.
Allí se convencieron los hombres de que deben preocuparse los unos por los otros.
“Cristo fue enviado por el Padre a evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos (Lc 4,18), para buscar y salvar lo que estaba perdido (Lc 19,10); así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador; pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo” (LG 8).
* P. Alfonso Milagro

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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