PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
11 - Número 3188 ~ Jueves 17 de Noviembre de 2016
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
A
veces una respuesta sencilla de una persona común, puede acabar con la intención
perversa de alguien que nos quiere tender una trampa. Veamos esta breve
anécdota:
Existió
una vez un intelectual irlandés que no creía en Dios. Para poner a prueba a un
trabajador que salía de Misa un domingo le preguntó:
—¿Dios
es grande o pequeño?
El
trabajador le contestó:
—Dios
es tan pequeño que cabe dentro de mi corazón, y tan grande que no cabe en tu
cabeza.
El
intelectual quedó maravillado con la respuesta.
¡Buenos días!
Detrás de una moneda…
El
egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a los demás, encuentra
su madurez y plenitud. Si te preocupas demasiado por ti mismo y tu propio
entorno, si vives para acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para
los demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti,
porque la vida sin amor no vale nada.
Conversaba un hombre rico y alejado de la fe con un
sacerdote, que no era otro que el futuro Cardenal Newman, ya convertido del
anglicanismo a Roma. El rico se ufanaba de sus riquezas y de su indiferencia
religiosa. Newman tomó una hoja de papel y escribió: «Dios».
— ¿Ve lo que
he escrito en la hoja? El avaro contestó afirmativamente. Entonces el sacerdote
tomó una moneda de oro, la acomodó sobre la palabra escrita y preguntó de
nuevo:
— ¿Ve usted ahora lo que he escrito hace un momento?
— No, ahora sólo veo el dinero.
— En efecto, la riqueza ciega, impide ver a Dios, ¿no
le parece?
Cada
día puedes ser generoso en acciones pequeñas. Este propósito abre el corazón
poco a poco, y descubres admirado que nunca pierdes. Por el contrario te fortaleces
y puedes superar el temor de ser vulnerable. Practicar la generosidad ejercita
al corazón: cuanto más se da, más se fortalece. Recuerda que Jesús dijo: “Hay
más alegría en dar que en recibir”.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En aquel tiempo,
Jesús, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si
también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado
oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te
rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te
estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no
dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita».
(Lc 19,41-44)
Comentario:
Hoy, la imagen
que nos presenta el Evangelio es la de un Jesús que «lloró» (Lc 19,41) por la
suerte de la ciudad escogida, que no ha reconocido la presencia de su Salvador.
Conociendo las noticias que se han dado en los últimos tiempos, nos resultaría
fácil aplicar esta lamentación a la ciudad que es —a la vez— santa y fuente de
divisiones.
Pero mirando más allá, podemos identificar esta Jerusalén con el pueblo
escogido, que es la Iglesia, y —por extensión— con el mundo en el que ésta ha
de llevar a término su misión. Si así lo hacemos, nos encontraremos con una
comunidad que, aunque ha alcanzado cimas altísimas en el campo de la tecnología
y de la ciencia, gime y llora, porque vive rodeada por el egoísmo de sus
miembros, porque ha levantado a su alrededor los muros de la violencia y del
desorden moral, porque lanza por los suelos a sus hijos, arrastrándolos con las
cadenas de un individualismo deshumanizante. En definitiva, lo que nos
encontraremos es un pueblo que no ha sabido reconocer el Dios que la visitaba
(cf. Lc 19,44).
Sin embargo, nosotros los cristianos, no podemos quedarnos en la pura
lamentación, no hemos de ser profetas de desventuras, sino hombres de
esperanza. Conocemos el final de la historia, sabemos que Cristo ha hecho caer
los muros y ha roto las cadenas: las lágrimas que derrama en este Evangelio
prefiguran la sangre con la cual nos ha salvado.
De hecho, Jesús está presente en su Iglesia, especialmente a través de aquellos
más necesitados. Hemos de advertir esta presencia para entender la ternura que
Cristo tiene por nosotros: es tan excelso su amor, nos dice san Ambrosio, que
Él se ha hecho pequeño y humilde para que lleguemos a ser grandes; Él se ha
dejado atar entre pañales como un niño para que nosotros seamos liberados de
los lazos del pecado; Él se ha dejado clavar en la cruz para que nosotros
seamos contados entre las estrellas del cielo... Por eso, hemos de dar gracias
a Dios, y descubrir presente en medio de nosotros a aquel que nos visita y nos
redime.
* Rev. D. Blas RUIZ i López (Ascó, Tarragona, España)
Santoral Católico:
Santa Isabel de Hungría
Viuda
Su
padre era rey de Hungría y fue hermano de Santa Eduvigis. Nacida en 1207, vivió
en la tierra solamente 24 años, y fue canonizada apenas cuatro años después de
su muerte. La Iglesia Católica ha visto en ella un modelo admirable de donación
completa de sus bienes y de su vida entera a favor de los pobres y de los
enfermos.
Cuando
ella sólo tenía veinte años y su hijo menor estaba recién nacido, el esposo
murió luchando en las Cruzadas. La Santa estuvo a punto de sucumbir a la
desesperanza, pero luego aceptó la voluntad de Dios. Renunció a propuestas que
le hacían para nuevos matrimonios y decidió que el resto de su vida sería para
vivir totalmente pobre y dedicarse a los más pobres. Daba de comer cada día a
900 pobres en el castillo.
Un
día, después de las ceremonias, cuando ya habían quitado los manteles a los
altares, la santa se arrodilló ante un altar y delante de varios religiosos
hizo voto de renunciar a todos sus bienes y de vivir totalmente pobre, como San
Francisco de Asís hasta el final de su vida y de dedicarse por completo a
ayudar a los más pobres. Cambió sus vestidos de princesa por un simple hábito
de hermana franciscana. Cuando apenas iba a cumplir sus 24 años, el 17 de
noviembre del año 1231, pasó de esta vida a la eternidad.
Los
milagros que sucedieron en su sepulcro movieron al Sumo Pontífice a declararla
santa, cuando apenas habían pasado cuatro años de su muerte, y además, Santa
Isabel de Hungría fue declarada patrona de la Arquidiócesis de Bogotá.
© Aciprensa
Pensamiento del día
Le
preguntaron a Pitágoras:
¿Qué
es el silencio?
Y
el sabio respondió:
“Es
la primera piedra
del
templo de la sabiduría”
Historias:
¿Qué hora es?
Una
vez vi un bonito reloj y me aproximé para verlo más de cerca. Debajo del reloj,
había una pregunta curiosa que decía ¿Qué hora es?
Estas
tres palabras unidas forman una gran pregunta para nuestras vidas. Luego de
leer esta pregunta, vinieron a mi mente muchas respuestas para cada persona,
como por ejemplo:
Es
Hora de Perdonar, es la respuesta de las personas que a lo largo de los años
han vivido odiando a alguien.
Es
Hora de Arrepentirse puede ser la respuesta de los pecadores
Es
Hora de Olvidar, responderá alguien que vive de recuerdos, pensando en el
pasado, amarrado al pasado, atrapado en el pasado.
Es
Hora de Dar, tendría que responder una persona que ha sido mezquina, que ha
sido egoísta y se ha olvidado del prójimo
Es
hora de ser Humilde, sería la respuesta de las personas orgullosas
Es
hora de estar alegres, por la esperanza que tenemos (Romanos 12,12) sería la
respuestas de miles que viven tristes y sin esperanza.
Es
hora de buscar la Paz, es hora de buscar la Armonía, tendrían que responder los
que viven en guerra, buscando la violencia.
Es
hora de ser valientes y trabajadores, tendrían que responder los perezosos y
flojos.
Es
hora de seguir el Camino, la Verdad y la vida, dirían los que están perdidos
Es
hora de seguir al Buen Pastor, dirían las ovejas descarriadas
Es
hora de buscar la Luz, exclamarían los que viven en la oscuridad
Es
hora de Ayunar, es hora de la penitencia, es hora de la limosna, dirían los
feligreses en Cuaresma.
Es
hora de buscar a Dios, dirán también muchos
Para
la pregunta "¿Qué hora es?" existen muchas y diversas respuestas. Hay
diferentes maneras de contestar, pero de manera particular la respuesta que yo
daría, mi respuesta preferida, la que más me emociona es: ES HORA de:
"AMAR A DIOS con todo nuestro CORAZON, con toda nuestra ALMA, y con toda
nuestra MENTE y con todas nuestras FUERZAS (Mc 12,29)"
Por
gracia de Dios, nosotros tenemos aún un reloj: el reloj de nuestra vida. Aún
nos queda el tiempo necesario para responder adecuadamente a la pregunta: ¿Qué
hora es?
Responde
con tu vida a esta pregunta, con tus acciones; responde con buenas obras.
Un
consejo: Durante el resto de tu vida, prepara la repuesta que salvará tu vida.
Si
aprovechas el reloj de la vida y aprendes a responder a esta pregunta, cuando
mueras y te encuentres ante el tribunal de Cristo, a ti te corresponderá hacer
esta pregunta. Sí, en efecto, probablemente cuando llegues asombrado por el
cambio de estado, preguntaras: ¿Qué hora es Señor?
Y
si en la vida terrenal aprendiste a responder a esta pregunta, Jesucristo
seguro te responderá:
Es
hora de la ETERNIDAD, Es hora de la VIDA ETERNA.
©
Web Católico de Javier
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"Juan Pablo II inolvidable"
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Pedidos de oración
Pedimos
oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo
místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como
Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por
las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado
Corazón de María; por la conversión de
todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por
los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros
lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la
falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras
enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los
presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por la
unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de
los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Los cinco minutos de Dios
Noviembre 17
La
gratitud es propia de las almas bien nacidas. Por eso es justo que demos las
gracias a Dios de todo lo que nos está dando a diario con manos largas y
generosas.
El
sol que acaricia nuestras mejillas, el agua que refresca nuestros cuerpos, el
calor que vivifica, el trino del zorzal en la enramada, la espiga del trigo
candeal que se balancea por el céfiro de la tarde… Todo eso es don y regalo del
buen Dios.
Las
risas de los niños, el aroma de las flores, el placer de la amistad, el afecto
del hogar, el amor de los esposos, la bandera de la patria, el consuelo de la
fe… todo es don y regalo del buen Dios.
Los
minutos que transcurren, los días que se deslizan, los años que se nos pasan,
la salud y las fuerzas, el trabajo y los descansos… todo eso es don de Dios.
Motivos
más que suficientes para serle agradecidos.
“Vivan en acción de gracias. Que la Palabra de Cristo
resida en ustedes con toda su riqueza; instrúyanse en la verdadera sabiduría,
corrigiéndose los unos a los otros. Canten a Dios con gratitud y de todo
corazón” (Col 3,15-16). Si comenzamos a enumerar los motivos que tenemos para
estar agradecidos a Dios, no terminaríamos más; y eso que solamente somos
conscientes de una mínima parte de los beneficios que recibimos del Señor; de
la mayoría de ellos ni siquiera nos damos cuenta.
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
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