PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
11 - Número 3001 ~ Domingo 8 de Mayo de 2016
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Jesús
ha cumplido su misión y ha alcanzado la plenitud. Su triunfo es nuestro triunfo
y el inicio de nuestra misión.
El
ejemplo de Jesús nos invita a no quedarnos mirando al cielo, sino a implicarnos
en el mundo, en la vida cotidiana.
La
Ascensión de Jesús no es un alejamiento o una despedida, sino el comienzo de un
nuevo modo de la presencia de Jesús. Él es un amor que nunca se retira. Su
ausencia física abre un tiempo nuevo: el tiempo del testimonio.
El
mensaje de Jesús es universal y mira a la humanidad entera. Ya no hay un solo
pueblo elegido, sino que es toda la humanidad la elegida y destinada a
experimentar la liberación de Dios.
Nada
ha terminado. La Ascensión es una llamada a prolongar la misión de Jesús. Lo
que era su tarea, anunciar la llegada del Reino, es ahora la nuestra.
* A. Gutiérrez
¡Buenos días!
Defender al amigo
Los
amigos son escasos. Los puedes contar con los dedos de la mano y siempre te
sobrarán dedos. Por eso tal vez no tengas muchos, pero los que tienes siempre
serán suficientes para llenar tu alma. Un amigo es como la perla evangélica
que, cuando la encuentras, vas y vendes todo, con tal de poseerla.
La amistad se basa en comprender al otro,
acompañarlo, escucharlo y quererlo sin condiciones, con sus virtudes y
defectos. La amistad es para toda la vida. Es esa persona con quien queremos
compartir nuestros secretos. La amistad es necesitar estar con él, cuando
estamos felices, pero también cuando nos sentimos tristes. La amistad es
extrañar cuando estamos separados y permitirnos el aburrimiento, al estar
juntos. La amistad es el cariño entre dos personas, o tres, o muchas más. La
amistad es identificarse con el otro y respetarse mutuamente. Si un amigo es el
hermano que elegimos, si un amigo es uno en otro cuerpo, ¡cómo no vamos a
cuidarlo y defenderlo! (Sandra Roediger).
“Un
hermano puede ser tu amigo, pero un amigo siempre será tu hermano. Con tus
conocidos hablas, con tus amigos te comunicas. Un conocido te oye, un amigo te
escucha, y lo más importante es que no te escucha con sus oídos, sino con su
corazón”. Dios te conceda el tesoro de uno o más amigos.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Así está escrito que Cristo
padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su
nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando
desde Jerusalén. Vosotros seréis testigos de estas cosas. Mirad, voy a enviar
sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la
ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto».
Los
sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que,
mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos,
después de postrarse ante Él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban
siempre en el Templo bendiciendo a Dios. (Lc 24,46-53)
Comentario:
Hoy,
Ascensión del Señor, recordamos nuevamente la “misión que” nos sigue confiada:
«Vosotros seréis testigos de estas cosas» (Lc 24,48). La Palabra de Dios sigue
siendo actualidad viva hoy: «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo (...) y
seréis mis testigos» (Hch 1,8) hasta los confines del mundo. La Palabra de Dios
es exigencia de urgente actualidad: «Id al mundo entero y proclamad el
Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15).
En
esta Solemnidad resuena con fuerza esa invitación de nuestro Maestro, que
—revestido de nuestra humanidad— terminada su misión en este mundo, nos deja
para sentarse a la diestra del Padre y enviarnos la fuerza de lo alto, el
Espíritu Santo.
Pero
yo no puedo sino preguntarme: —El Señor, ¿actúa a través de mí? ¿Cuáles son los
signos que acompañan a mi testimonio? Algo me recuerda los versos del poeta:
«No puedes esperar hasta que Dios llegue a ti y te diga: ‘Yo soy’. Un dios que
declara su poder carece de sentido. Tienes que saber que Dios sopla a través de
ti desde el comienzo, y si tu pecho arde y nada denota, entonces está Dios
obrando en él».
Y
éste debe ser nuestro signo: el fuego que arde dentro, el fuego que —como en el
profeta Jeremías— no se puede contener: la Palabra viva de Dios. Y uno necesita
decir: «¡Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de alegría!
Sube Dios entre aclamaciones, ¡salmodiad para nuestro Dios, salmodiad!» (Sal
47,2.6-7).
Su
reinado se está gestando en el corazón de los pueblos, en tu corazón, como una
semilla que está ya a punto para la vida. —Canta, danza, para tu Señor. Y, si
no sabes cómo hacerlo, pon la Palabra en tus labios hasta hacerla bajar al
corazón: —Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, dame espíritu de sabiduría y
revelación para conocerte. Ilumina los ojos de mi corazón para comprender la
esperanza a la que me llamas, la riqueza de gloria que me tienes preparada y la
grandeza de tu poder que has desplegado con la resurrección de Cristo.
* P. Abad Dom Josep ALEGRE Abad de Santa Mª de Poblet
(Tarragona, España)
Santoral Católico:
Nuestra Señora de Luján
Advocación Mariana – Patrona de Argentina
El
8 de Mayo es la Fiesta de Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Argentina.
Este año, por ser domingo, la celebración se traslada al día siguiente, lunes
9.
De
todos modos, en el siguiente enlace se puede acceder a toda la información
relativa a la historia de esta devoción y otros temas de interés vinculados con
la misma.
Hacer
clic acá para ingresar a la página.
Palabras de San Juan Pablo II
“Para
la Iglesia entera y también para la humanidad es motivo de alegría profunda la
celebración litúrgica del misterio de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo,
que fue exaltado y glorificado solemnemente por Dios (…) La Ascensión de Cristo
constituye una de las etapas fundamentales de la ‘historia de la salvación’, es
decir, del plan misericordioso y salvífico de Dios para la humanidad. Santo
Tomás de Aquino, en sus meditaciones sobre los ‘misterios de la vida de
Cristo’, subraya maravillosamente, con su precisión neta y profunda, que la
Ascensión es causa de nuestra salvación bajo dos aspectos. De parte nuestra,
porque la mente se centra en Cristo a través de la fe, esperanza y caridad; y
de su parte, en cuanto al subir nos prepara el camino para ascender nosotros
también al cielo; siendo Él nuestra Cabeza, es necesario que los miembros le
sigan allí donde Él les ha precedido”.
Predicación del Evangelio
Seréis mis testigos
Si
no queremos que la Ascensión se parezca más a un melancólico «adiós» que a una
verdadera fiesta, es necesario comprender la diferencia radical que existe
entre una desaparición y una partida. Con la Ascensión, Jesús no partió, no se
ha «ausentado»; sólo ha desaparecido de la vista. Quien parte ya no está; quien
desaparece puede estar aún allí, a dos pasos, sólo que algo impide verle. En el
momento de la ascensión Jesús desaparece, sí, de la vista de los apóstoles,
pero para estar presente de otro modo, más íntimo, no fuera, sino dentro de
ellos. Sucede como en la Eucaristía; mientras la hostia está fuera de nosotros
la vemos, la adoramos; cuando la recibimos ya no la vemos, ha desaparecido,
pero para estar ya dentro de nosotros. Se ha inaugurado una presencia nueva y
más fuerte.
Pero
surge una objeción. Si Jesús ya no está visible, ¿cómo harán los hombres para
saber de su presencia? La respuesta es: ¡Él quiere hacerse visible a través de
sus discípulos! Tanto en el Evangelio como en los Hechos de los Apóstoles, el
evangelista Lucas asocia estrechamente la Ascensión al tema del testimonio:
«Vosotros sois testigos de estas cosas» (Lc 24, 48). Ese «vosotros» señala en
primer lugar a los apóstoles que han estado con Jesús. Después de los
apóstoles, este testimonio por así decir «oficial», esto es, ligado al oficio,
pasa a sus sucesores, los obispos y los sacerdotes. Pero aquel «vosotros» se
refiere también a todos los bautizados y los creyentes en Cristo. «Cada seglar
–dice un documento del Concilio- debe ser ante el mundo testigo de la
resurrección y de la vida del Señor Jesús, y señal del Dios vivo» (Lumen gentium 38).
Se
ha hecho célebre la afirmación de Pablo VI: «El mundo tiene necesidad de
testigos más que de maestros». Es relativamente fácil ser maestro, bastante
menos ser testigo. De hecho, el mundo bulle de maestros, verdaderos o falsos,
pero escasea de testigos. Entre los dos papeles existe la misma diferencia que,
según el proverbio, entre el dicho y el hecho... Los hechos, dice un refrán
inglés, hablan con más fuerza que las palabras.
El
testigo es quien habla con la vida. Un padre y una madre creyentes deben ser,
para los hijos, «los primeros testigos de la fe» (esto pide para ellos la
Iglesia a Dios, en la bendición que sigue al rito del matrimonio). Pongamos un
ejemplo concreto. En este período del año muchos niños [y jóvenes] se acercan a
la primera comunión y a la confirmación. Una madre o un padre creyentes pueden
ayudar a su hijo a repasar el catecismo, explicarle el sentido de las palabras,
ayudarle a memorizar las repuestas. ¡Hacen algo bellísimo y ojalá fueran muchos
los que lo hicieran! Pero ¿qué pensará el niño si, después de todo lo que los
padres han dicho y hecho por su primera comunión, descuidan después
sistemáticamente la Misa los domingos, y nunca hacen el signo de la cruz ni
pronuncian una oración? Han sido maestros, no testigos.
El
testimonio de los padres no debe, naturalmente, limitarse al momento de la
primera comunión o de la confirmación de los hijos. Con su modo de corregir y
perdonar al hijo y de perdonarse entre sí, de hablar con respeto de los
ausentes, de comportarse ante un necesitado que pide limosna, con los
comentarios que hacen en presencia de los hijos al oír las noticias del día,
los padres tienen a diario la posibilidad de dar testimonio de su fe. El alma
de los niños es una placa fotográfica: todo lo que ven y oyen en los años de la
infancia se marca en ella y un día «se revelará» y dará sus frutos, buenos o
malos.
* P. Raniero Cantalamessa
Mes de María
Flor del 8 de mayo: Virgen prudentísima
Fiesta de Nuestra Señora de Luján
- Meditación:
“Se turbó, preguntándose qué podría ser éste saludo” (Lucas 1,29). Prudentísima
porque turbada calló, porque obedeció, porque creyó y supo entregarse como
esclava de Dios. ¡Qué modelo para nuestra locuacidad, nuestra poca fe y nuestro
orgullo!. “Las vírgenes prudentes llenaron sus lámparas de aceite” (Mateo
25,4). María la llenó con fe. “Feliz porque haz creído”. La llenó con amor. “Mi
Amado es mío y yo soy suya” (Cantar de los cantares 2,16). La llenó de
esperanza. “Guardaba todas las Palabras de Jesús en su Corazón” (Lucas 2,51).
- Oración:
¡Oh Virgen de Luján que señalas el camino de nuestro peregrinar!. Haz que la
prudencia de tu Corazón la cultivemos también hoy, para que nuestras lámparas
se aviven con una ardiente llama de fe, el pabilo de la esperanza y el aceite
del Amor, como verdaderos templos de Dios. Amén.
- Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
- Florecilla para este día: Reflexionar sobre si cumplo lo que Dios quiere de mi, si
hago Su Voluntad, o la mía.
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Los cinco minutos de Dios
Mayo 8
Dios
al hombre lo hizo erecto, mirando hacia arriba; sólo el animal tiene inclinada
su cabeza hacia la tierra.
A
veces te olvidas de esto y te arrastras por la tierra llevado por tu mezquino
interés; te arrastras empujado por tus inclinaciones; te arrastras sin
horizontes y sin alturas.
Otras
veces te dejas arrastrar por los demás; por los que tú juzgas más avivados que
tú, más entendidos en las cosas del mundo y de la vida que tú, por los que ves
que triunfan con triunfos más visibles y beneficiosos; te dejas seducir por los
que tienen más arrastre que tú, sin pensar si ese arrastre es para el bien o
para el mal.
No
debes dejarte arrastrar; has de caminar erecto, con un ideal bien claro y bien
fijo, que oriente todas tus acciones y sea la explicación de todos tus móviles;
siempre hacia arriba y siempre con el deseo de mejorar, de propia superación.
“La gracia nos enseña a rechazar la impiedad y a las
pasiones mundanas, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y
piedad, mientras esperamos la feliz esperanza y la manifestación de la gloria
de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús” (Tit 2,12-13)
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
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