miércoles, 30 de septiembre de 2015

Pequeñas Semillitas 2807

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 10 - Número 2807 ~ Miércoles 30 de Setiembre de 2015
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Señor mío, encontrarme contigo es motivo siempre de sanación, de liberación, de descanso y, sobre todo, de volver a cargar energías para siempre estar listo cada día. Pienso mucho en la necesidad de ser paciente, sabes que no es algo que sólo dependa de mi voluntad, sino que necesito de tu acción poderosa, para que mi corazón sea capaz de vivir al ritmo del tuyo y así poder ir aceptando cada situación sin drama y con la conciencia de que siempre quieres para mí lo mejor. Te suplico que bendigas a todos los que amo y a los cuales, por distintas razones, he herido con mi comportamiento impaciente. Dame la posibilidad de no volverlo a hacer y de poder pedirle perdón a cada uno de ellos. Confío en tu poder y en tu misericordia que me van transformando. Amén. 
Píldoras de Fe

¡Buenos días!

La bolsa de papas
Entre los malos sentimientos se destaca por su capacidad destructiva el odio que se niega a perdonar y olvidar. “Señor, tú que eres puro Amor, tú que perdonabas a los que te crucificaban, quita de mi interior todo el veneno de los recuerdos que me llenan de rencor y tristeza. Derrama en mi interior tu Espíritu de Amor con el deseo de perdonar y la gracia del perdón”.

Una profesora nos hizo llevar una bolsa de plástico y una bolsa de papas. Por cada persona que no perdonábamos, debíamos elegir una papa, escribir en ella el nombre y fecha y ponerla en la bolsa de plástico. Nos dijo que lleváramos con nosotros a todos lados esta bolsa con las papas fechadas durante una semana. Esta molestia nos hizo tomar conciencia del peso espiritual que llevábamos. Naturalmente, las papas se iban pudriendo y olían muy mal. ¡Éste fue el exacto símbolo del precio que pagamos por mantener nuestros rencores y resentimientos! Con frecuencia pensamos que el perdón es un regalo hecho a otra persona y, aunque eso es verdad, también es el mejor obsequio y satisfacción que podemos darnos a nosotros mismos.

Vivir la caridad cristiana no es fácil. En verdad está por encima de nuestra capacidad humana. Por eso es indispensable suplicar con humildad y constancia al Señor el don del Amor y la Paz para poder elevarnos sobre nuestros egoísmos, retraimientos, susceptibilidades… Pero cuando el Espíritu del Amor nos invade podemos “perdonar, soportar y esperar sin límites”.
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro dijo: «Sígueme». El respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios». (Lc 9,57-62)

Comentario
Hoy, el Evangelio nos invita a reflexionar, con mucha claridad y no menor insistencia, sobre un punto central de nuestra fe: el seguimiento radical de Jesús. «Te seguiré adondequiera que vayas» (Lc 9,57). ¡Con qué simplicidad de expresión se puede proponer algo capaz de cambiar totalmente la vida de una persona!: «Sígueme» (Lc 9,59). Palabras del Señor que no admiten excusas, retrasos, condiciones, ni traiciones...
La vida cristiana es este seguimiento radical de Jesús. Radical, no sólo porque toda su duración quiere estar bajo la guía del Evangelio (porque comprende, pues, todo el tiempo de nuestra vida), sino -sobre todo- porque todos sus aspectos -desde los más extraordinarios hasta los más ordinarios- quieren ser y han de ser manifestación del Espíritu de Jesucristo que nos anima. En efecto, desde el Bautismo, la nuestra ya no es la vida de una persona cualquiera: ¡llevamos la vida de Cristo inserta en nosotros! Por el Espíritu Santo derramado en nuestros corazones, ya no somos nosotros quienes vivimos, sino que es Cristo quien vive en nosotros. Así es la vida cristiana, porque es vida llena de Cristo, porque rezuma Cristo desde sus más profundas raíces: es ésta la vida que estamos llamados a vivir.
El Señor, cuando vino al mundo, aunque «todo el género humano tenía su lugar, Él no lo tuvo: no encontró lugar entre los hombres (...), sino en un pesebre, entre el ganado y los animales, y entre las personas más simples e inocentes. Por esto dice: ‘Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza’» (San Jerónimo). El Señor encontrará lugar entre nosotros si, como Juan el Bautista, dejamos que Él crezca y nosotros menguamos, es decir, si dejamos crecer a Aquel que ya vive en nosotros siendo dúctiles y dóciles a su Espíritu, la fuente de toda humildad e inocencia.
Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet (Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)

Santoral Católico:
San Jerónimo
Presbítero y Doctor de la Iglesia
Nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año 347. Estudió en Roma, cultivando con esmero todos los saberes, y llevó una vida desordenada hasta que se hizo catecúmeno y fue bautizado por el papa Liberio a los veinte años. Cautivado por la vida contemplativa, marchó a Oriente, se entregó a la vida ascética cerca de Antioquía y se ordenó de sacerdote. Estuvo un tiempo en Constantinopla y luego regresó a Roma, donde fue secretario del papa san Dámaso, que le encargó la traducción de la Biblia al latín, y dirigió espiritualmente a unas damas de la nobleza que llevaban vida de piedad en común en la colina Aventina. A la muerte del Papa marchó de nuevo a Oriente y, tras visitar monasterios de diversas regiones, se estableció en Belén de Judá. Allí asumió la dirección espiritual de los monasterios fundados por santa Paula, al tiempo que completó la versión de la Biblia y escribió muchas obras, especialmente comentarios a la Sagrada Escritura. Participó de modo admirable en muchas necesidades de la Iglesia. Murió en Belén el 30 de septiembre del año 420.
Oración: Oh Dios, tú que concediste a san Jerónimo una estima tierna y viva por la Sagrada Escritura, haz que tu pueblo se alimente de tu palabra con mayor abundancia y encuentre en ella la fuente de la verdadera vida.
© Directorio Franciscano    

La frase de hoy

“La justicia se defiende con la razón y no con las armas.
No se pierde nada con la paz y se pierde todo con la guerra”
~ San Juan XXIII ~

Biblioteca de archivos
http://pequesemillitas.wix.com/bibliotecadearchivos
Recuerda que en la página (blog) de "Pequeñas Semillitas" y también en "Juan Pablo II inolvidable", en la columna lateral derecha, hay un enlace con la misma imagen que ves arriba de este escrito, desde donde se ingresa a la Biblioteca de archivos. Allí se van agregando algunos de los powerpoint que se comparten con los suscriptores de "Pequeñas Semillitas" y también archivos de texto en formato PDF; todo lo cual puede ser visto online o bien puede descargarse a la computadora del usuario.
Entre los archivos de texto (pdf) están en forma completa los documentos papales: "Lumen Fidei", "Evangelii Gaudium", "Misericordiae Vultus" y "Laudato Si". También está el Diario de Santa Faustina y hay enlaces para ver películas con la vida de grandes santos de la Iglesia.

Tema del día:
El incienso
El incienso de “incendere”, “encender”, es una resina que produce un agradable aroma al arder. Esta palabra latina da origen también al término “incensario” (el instrumento metálico para incensar), mientras que la raíz griega “tus”, que también  significa incienso, explica la palabra “turíbulo” (incensario) y “turiferario” (el que lo lleva).

El incienso se da sobre todo en Oriente, y ya desde muy antiguo en Egipto, antes que llegaran los israelitas se usaba en ceremonias religiosas, por su fácil simbolismo de perfume y fiesta, signo de honor y respeto, o de sacrificio a los dioses. Ya antes en torno al Arca de la Alianza, pero sobre todo el templo de Jerusalén, era clásico el rito del incienso (Ex.30). La reina de Sabá trajo entre otros regalos gran cantidad de aromas a Salomón (1R.10).

Los magos de Oriente ofrecieron incienso al Niño de Belén, además de mirra y oro, como había anunciado Is.60,6.

Los cristianos sobre el siglo IV introdujeron el incienso en el lenguaje simbólico de sus celebraciones, cuando se consideró superado el peligro anterior de confusión con los ritos idolátricos del culto romano.

Actualmente se inciensa en la misa, cuando se quiere resaltar la festividad del día, el altar, las imágenes de la Cruz o de la Virgen, el libro del evangelio, las ofrendas sobre el altar, los ministros y el pueblo cristiano en el ofertorio, el Santísimo después de la consagración o en la celebraciones de culto eucarístico. Con ello se quiere significar a veces un gesto de honor (al Santísimo, al cuerpo del difunto en las exequias), o un símbolo de ofrenda sacrificial (en el ofertorio, tanto el pan y el vino como las personas).

Se inciensan las campanas que se bendicen, el Cirio Pascual antes de cantar el pregón, las paredes de la iglesia en su dedicación, los sepulcros, etc. En las exequias, incensar los restos mortales del difunto expresa el aprecio que la comunidad cristiana sienta por este cuerpo que ha sido templo del  Espíritu y está destinado a la resurrección, y a la vez el sentido de ofrenda total y definitiva que ha supuesto la muerte.

También se usa el incienso en la Liturgia de las Horas, simbolizado la oración que sube hasta Dios. Durante el canto del Benedictus y el Magnificat “se puede incesar el altar y continuación también al sacerdote y el pueblo”(IGLH.261), y también la cruz (CE.204). La oración es algo interior, que se manifiesta exteriormente con la voz, el canto, las posturas corporales, y también con el humo suave y el perfume del incienso.

Ya el salmo 140 decía: “suba mi oración en tu presencia”, y el Apocalipsis dice que: “las copas de oro llenas de perfume para unirlos a las oraciones de todos los santos, de la mano del ángel a la presencia de Dios” (8,3-4).
Fuente: Mercabá

Unidos a María
Dios puso en María todo lo más bello y valioso que posee, incluso a su propio Hijo. Dios está perdidamente enamorado de María, su Obra Maestra, que formó de la nada, y que se quiso conservar como Dios la había creado perfecta. ¿Y nosotros no nos vamos a enamorar también de María? Si Dios, que es la Belleza infinita, está enamorado de María, ¿quiénes somos nosotros, pobres mortales, para no enamorarnos de María, que debe ser la delicia del Paraíso? Tengamos a María en nuestro pensamiento desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, porque su pensamiento es defensa contra el Maligno y sus astucias, y Ella es la causa de nuestra alegría. Si amamos a María, ya no estaremos nunca más tristes, porque María nos consolará en medio de las penas del presente día terreno, y caminará a nuestro lado tomándonos de su mano, y ya no tendremos miedo a nada y seremos felices desde este mundo, a pesar de ser este mundo un valle de lágrimas. Y como hay que imitar a Dios en todo, imitémosle en amar a María como Él la ama.

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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