lunes, 14 de septiembre de 2015

Pequeñas Semillitas 2791

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 10 - Número 2791 ~ Lunes 14 de Setiembre de 2015
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
La Iglesia, en el día de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, celebra hoy la veneración a las reliquias de la Cruz de Cristo en Jerusalén, tras ser recuperada de manos de los persas por el emperador Heráclito.
En la actualidad, el fragmento de la Cruz de Cristo de mayor tamaño se encuentra en el Monasterio de Santo Toribio de Liébana (Cantabria, España), donde es venerado por decenas de miles de fieles cada año.
Exaltamos la Santa Cruz porque recordamos con mucho cariño y veneración que en ella murió nuestro Redentor. Es fruto de la libertad y amor de Jesús, que la ha querido para mostrarnos su amor y su solidaridad con el dolor humano. Para compartir nuestro dolor y hacerlo redentor.
Invoquemos la protección de la Virgen María, que siendo inocente, llevó su cruz espiritual junto a la Cruz de Jesús. Y cuando hagamos sobre nosotros la señal de la cruz, procuremos hacerla bien: Que sea una cruz y no un garabato. Que no sea un mal testimonio, sino un acto de fe, de esperanza en la vida eterna y de amor a Jesús, que por amor nuestro quiso morir en ella. Con la cruz nos abandonemos en las manos de Dios. No hace falta buscar cruces raras y complicadas. Basta llevar con paz y amor los propios deberes de cada día con sus cruces y esperanzas.

¡Buenos días!

La vida familiar
La familia que reza unida permanece unida y reproduce el clima de la casa de Nazaret: Jesús está en el centro, se comparten con él alegrías y dolores, se ponen en sus manos las necesidades y proyectos, se obtienen de él la esperanza y la fuerza para el camino. Esa oración alcanza su culmen cuando la familia participa de la Misa del domingo.

La familia es… la mesa de todos los días, el pan, el niño, la visita, los abuelos, los silencios, el pedir perdón tantas veces y volver al amor tantas veces y caer tantas veces y necesitarse tantas veces. La familia es... un sello de fuego grabado en la parte superior del alma, una marca registrada en las costumbres, en el vocabulario, en los ojos y en el alma. La familia es... el secreto que se comparte, la falta que se perdona, la confidencia primera, el gusto de vernos a cada rato aquí todos los días. La familia es...  la historia que hacemos juntos, siempre juntos hasta que uno de nosotros parte adelantándose hacia la casa paterna. La familia es... una “trinidad” numerosa de carne y hueso, de sangre y músculo, de gozo y esperanza en esta tierra.

“La familia es escuela de humanidad, de sociabilidad y de amor. En su seno se reconoce la propia dignidad, se aprende a convivir y a descubrir la maravilla del amor. La familia es la solución básica para superar el desamparo y el abandono, con las trágicas consecuencias de violencia, delincuencia y adicciones, que sufren en especial los jóvenes” (CEA).
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él». (Jn 3,13-17)

Comentario
Hoy, el Evangelio es una profecía, es decir, una mirada en el espejo de la realidad que nos introduce en su verdad más allá de lo que nos dicen nuestros sentidos: la Cruz, la Santa Cruz de Jesucristo, es el Trono del Salvador. Por esto, Jesús afirma que «tiene que ser levantado el Hijo del hombre» (Jn 3,14).
Bien sabemos que la cruz era el suplicio más atroz y vergonzoso de su tiempo. Exaltar la Santa Cruz no dejaría de ser un cinismo si no fuera porque allí cuelga el Crucificado. La cruz, sin el Redentor, es puro cinismo; con el Hijo del Hombre es el nuevo árbol de la Sabiduría. Jesucristo, «ofreciéndose libremente a la pasión» de la Cruz ha abierto el sentido y el destino de nuestro vivir: subir con Él a la Santa Cruz para abrir los brazos y el corazón al Don de Dios, en un intercambio admirable. También aquí nos conviene escuchar la voz del Padre desde el cielo: «Éste es mi Hijo (...), en quien me he complacido» (Mc 1,11). Encontrarnos crucificados con Jesús y resucitar con Él: ¡he aquí el porqué de todo! ¡Hay esperanza, hay sentido, hay eternidad, hay vida! No estamos locos los cristianos cuando en la Vigilia Pascual, de manera solemne, es decir, en el Pregón pascual, cantamos alabanza del pecado original: «¡Oh!, feliz culpa, que nos has merecido tan gran Redentor», que con su dolor ha impreso “sentido” al dolor.
«Mirad el árbol de la cruz, donde colgó el Salvador del mundo: venid y adorémosle» (Liturgia del Viernes Santo). Si conseguimos superar el escándalo y la locura de Cristo crucificado, no hay más que adorarlo y agradecerle su Don. Y buscar decididamente la Santa Cruz en nuestra vida, para llenarnos de la certeza de que, «por Él, con Él y en Él», nuestra donación será transformada, en manos del Padre, por el Espíritu Santo, en vida eterna: «Derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados».
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Santoral Católico:
La Exaltación de la Santa Cruz
Para la Iglesia es una fiesta del Señor, en la que celebramos el misterio de la cruz, la obra realizada por Cristo en ella. La imagen predominante es la de Jesús elevado en la cruz, que marca profundamente la vida y espiritualidad de los cristianos. Según la tradición, hoy es el aniversario del hallazgo de la santa Cruz (14 de septiembre del 320, por Santa Elena, madre del emperador Constantino) y de la dedicación de la basílica constantiniana levantada en el mismo lugar de la crucifixión del Señor. Cada año se celebraban en Jerusalén solemnes ceremonias que culminaban con la elevación del sagrado leño para que lo contemplase y adorase la multitud de fieles que se congregaba. En mayo del 614, Cosroas, rey de los persas, saqueó Jerusalén y se llevó la cruz a su país. Pero el emperador Heraclio derrotó a los persas, recuperó la cruz y la entregó solemnemente al patriarca de Jerusalén el 3 de mayo del 630. Esta recuperación llenó de entusiasmo a la Iglesia y particularmente a los latinos, que no tardaron en celebrar la fiesta de la santa Cruz en esta última fecha.
Oración: Señor, Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu Hijo, muerto en la cruz, concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio, alcanzar en el cielo los premios de la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano    

Palabras de San Juan Pablo II

"La Cruz se transforma también en símbolo de esperanza.
De instrumento de castigo, se convierte
en imagen de vida nueva, de un mundo nuevo.  
Donde surge la Cruz, se ve la señal
de que ha llegado la Buena Noticia
de la salvación del hombre mediante el amor.
Donde se levanta la Cruz,
está la señal de que se ha iniciado la evangelización" 

Tema del día:
Tomar la Cruz y seguir a Jesús
VATICANO, 13 Sep. 15 / 06:10 am (ACI).- Desde la ventana del estudio del Palacio Apostólico, el Papa Francisco recitó el rezo del Ángelus y ofreció algunas claves de las lecturas de la Misa del día. Aseguró que “seguir a Jesús significa tomar la propia cruz para acompañarlo en su camino” que no es “el del éxito” pero sí conduce a la “libertad del egoísmo y del pecado”. También invitó a rechazar la “mentalidad mundana que pone al propio yo” en el centro de la existencia y a ser humildes. 

El Pontífice recordó que Jesús pregunta a sus discípulos “‘¿La gente, quien dice que soy yo?’ y responden: ‘algunos que Juan el Bautista, otros que Elías o uno de los grandes profetas’”. “Y Jesús les dice: ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’”.

Con esta pregunta Jesús quiere “verificar su fe” y después escucha responder a Pedro: ‘Tú eres Cristo’”. “Jesús queda sorprendido de la fe de Pedro, reconoce que es fruto de una gracia especial de Dios Padre, y entonces revela abiertamente a sus discípulos lo que le espera en Jerusalén, es decir, que ‘el Hijo del hombre deberá sufrir mucho, ser asesinado y, después de tres días, resucitar’”, dijo Francisco.

El mismo Pedro “se escandaliza de estas palabras, lleva aparte al Maestro y lo reprende”. Y entonces Jesús “lo reprueba a él con palabras muy severas: ‘¡Apártate de mí Satanás!, porque no piensas según Dios, sino como los hombres’”.

El Pontífice indicó que todos somos como Pedro, donde “la gracia del Padre se opone a la tentación del Maligno, que quiere disuadirnos de la voluntad de Dios”.

“Anunciando que debía sufrir y ser puesto en la muerte para después resucitar, Jesús quiere hacer comprender a aquellos que lo siguen que Él es un Mesías humilde y servidor”.

Se trata del “Siervo obediente a la voluntad del Padre hasta el sacrificio completo de la propia vida. Por eso, dirigiéndose a toda la muchedumbre, declara que quien quiere ser su discípulo debe aceptar ser siervo, como Él se ha hecho siervo, y advierte: ‘si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga’”.

El Papa manifestó que “seguir a Jesús significa tomar la propia cruz para acompañarlo en su camino, un camino incómodo que no es el del éxito o el de la gloria terrena, sino el que conduce a la verdadera libertad, la libertad del egoísmo y del pecado”.

“Se trata de rechazar la mentalidad mundana que pone al propio ‘yo’ y a los propios intereses en el centro de la existencia, y de perder la propia vida por Cristo y el Evangelio para recibirla renovada y auténtica”.

Antes de concluir, afirmó que “estamos seguros de que, gracias a Jesús, este camino conduce a la resurrección, a la vida plena y definitiva con Dios”, por lo que “decidir seguirle a Él, nuestro Maestro y Señor, que se ha hecho Siervo de todos, exige una unión fuerte con Él, escuchar atenta y asiduamente su Palabra –recuerden leer todos los días un pasaje del Evangelio–, la gracia de los Sacramentos”.

Dirigiéndose a los jóvenes que se encontraban en la Plaza de San Pedro escuchándole añadió: “Yo sólo les pregunto: ¿Han sentido las ganas de seguir a Jesús más de cerca? Piensen, recen y dejen que el Señor les hable”.

Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María;  por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por el drama de los inmigrantes del Mediterráneo; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración para María de los Ángeles, que vive en Buenos Aires, Argentina, y está atravesando problemas de salud por los cuales está siendo estudiada con diversos procedimientos (análisis, diagnóstico por imágenes, biopsia). Que por los méritos de la Santa Cruz de Jesús, todo salga bien para ella.

Unidos a María
Pensemos frecuentemente en el dolor de María, al ver a su Hijo suspendido de la Cruz, durante esas tres largas horas de agonía. ¿Qué habrá sentido la Madre? Si nos da lástima a veces ver sufrir a un pobre animalito, y a veces siendo hombres duros y recios, tenemos compasión por el que sufre, ¿qué habrá sentido el Corazón sin mancha de María, que es todo ternura y compasión, al ver a su Divino Hijo sufriendo tanto? Nosotros debemos meditar en los dolores de la Virgen porque son causa de salvación para nosotros y para nuestros hermanos, porque meditando en ellos, consolamos a María, y por ende, consolamos a Jesús, porque no se puede consolar a María sin también consolar a Jesús, ya que lo que se hace a Uno se hace a la Otra. Que en nuestros dolores presentes siempre tengamos esos tremendos dolores de la Virgen, para que nos de fuerzas y valentía y confianza en Dios, y no ser así presas de la desesperación.

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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