domingo, 20 de septiembre de 2015

Pequeñas Semillitas 2797

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 10 - Número 2797 ~ Domingo 20 de Setiembre de 2015
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
A los discípulos no les entra en la cabeza lo que les dice Jesús. Les da miedo hasta preguntarle. No quieren pensar en la crucifixión. No entra en sus planes ni expectativas. Mientras Jesús les habla de entrega y de cruz, ellos hablan de sus ambiciones: ¿Quién será el más importante en el grupo? ¿Quién ocupará el puesto más elevado? ¿Quién recibirá más honores?
Jesús quiere enseñarles algo que nunca han de olvidar. Para seguir sus pasos y parecerse a él han de aprender dos actitudes fundamentales.
Primera actitud: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y servidor de todos». El discípulo de Jesús ha de renunciar a ambiciones, rangos, honores y vanidades. En su grupo nadie ha de pretender estar sobre los demás. Al contrario, ha de ocupar el  último lugar, ponerse al nivel de quienes no tienen poder ni ostentan rango alguno. Y, desde ahí, ser como Jesús: «servidor de todos».
La segunda actitud es tan importante que Jesús la ilustra con un gesto simbólico entrañable. Pone a un niño en medio de los Doce, en el centro del grupo, para que aquellos hombres ambiciosos se olviden de honores y grandezas, y pongan sus ojos en los pequeños, los débiles, los más necesitados de defensa y cuidado.
Luego, lo abraza y les dice: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí». Quien acoge a un "pequeño" está acogiendo al más "grande", a Jesús. Y quien acoge a Jesús está acogiendo al Padre que lo ha enviado. Un Iglesia que acoge a los pequeños e indefensos está enseñando a acoger a Dios. Una Iglesia que mira hacia los grandes y se asocia con los poderosos de la tierra está pervirtiendo la Buena Noticia de Dios anunciada por Jesús.
P. José Antonio Pagola

¡Buenos días!

Señor del hogar
¿Por qué no dedicas al Señor un lugar de tu casa donde en una mesita estén los signos que te recuerdan su presencia protectora? Pon una Biblia, una imagen o estatuita de Jesús, un rosario, una vela, algún santo de tu devoción… Y pide cada día para ti y todos tus seres queridos salud y consuelo, alegría y paz. Aquí tienes una buena oración del P. V. Fernández:

Dios mío, te abro las puertas de mi hogar. Entra, para que estemos juntos. Protege mi hogar de todo mal con tu presencia poderosa y llénalo de armonía con tu divina luz. Señor, te pido que liberes mi hogar de todo rencor, de toda agresividad, de todo espíritu de envidia, de tristeza o negatividad. Derrama alegría, paciencia, respeto, cariño. Te proclamo Señor y salvador de mi hogar y de todos mis seres queridos y que tu paz reine en todos los que entren en mi casa. Amén.

La fragmentación presente en nuestra cultura ha llegado también a las familias. Con diversas agresiones se encuentra amenazado el ideal de la vida en familia. En algunos casos, este ideal ya no se valora ni se busca, por ignorancia, desidia o indiferencia. Rescatemos la alegría de la unidad familiar, el gusto de vivir en familia, todos muy unidos... 
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos pasaban por Galilea, pero Él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará». Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle.
Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado». (Mc 9,30-37)

Comentario
Hoy, nos cuenta el Evangelio que Jesús marchaba con sus discípulos, sorteando poblaciones, por una gran llanura. Para conocerse, nada mejor que caminar y viajar en compañía. Surge entonces con facilidad la confidencia. Y la confidencia es confianza. Y la confianza es comunicar amor. El amor deslumbra y asombra al descubrirnos el misterio que se alberga en lo más íntimo del corazón humano. Con emoción, el Maestro habla a sus discípulos del misterio que roe su interior. Unas veces es ilusión; otras, al pensarlo, siente miedo; la mayoría de las veces sabe que no le entenderán. Pero ellos son sus amigos, todo lo que recibió del Padre debe comunicárselo y hasta ahora así ha venido haciéndolo. No le entienden pero sintonizan con la emoción con que les habla, que es aprecio, prueba de que ellos cuentan con Él, aunque sean tan poca cosa, para lograr que sus proyectos tengan éxito. Será entregado, lo matarán, pero resucitará a los tres días (cf. Mc 9,31).
Muerte y resurrección. Para unos serán conceptos enigmáticos; para otros, axiomas inaceptables. Él ha venido a revelarlo, a gritar que ha llegado la suerte gozosa para el género humano, aunque para que así sea le tocará a Él, el amigo, el hermano mayor, el Hijo del Padre, pasar por crueles sufrimientos. Pero, ¡Oh triste paradoja!: mientras vive esta tragedia interior, ellos discuten sobre quien subirá más alto en el podio de los campeones, cuando llegue el final de la carrera hacia su Reino. ¿Obramos nosotros de manera diferente? Quien esté libre de ambición, que tire la primera piedra.
Jesús proclama nuevos valores. Lo importante no es triunfar, sino servir; así lo demostrará el día culminante de su quehacer evangelizador lavándoles los pies. La grandeza no está en la erudición del sabio, sino en la ingenuidad del niño. «Aun cuando supieras de memoria la Biblia entera y las sentencias de todos los filósofos, ¿de qué te serviría todo eso sin caridad y gracia de Dios?» (Tomás de Kempis). Saludando al sabio satisfacemos nuestra vanidad, abrazando al pequeñuelo estrujamos a Dios y de Él nos contagiamos, divinizándonos.
Rev. D. Pedro-José YNARAJA i Díaz (El Montanyà, Barcelona, España)

Palabras de San Juan Pablo II

“Vengo como peregrino del amor, de la verdad y de la esperanza que Cuba se abra al mundo, que el mundo se abra a Cuba […] Les traigo el Evangelio de Cristo: no es una ideología política ni un sistema económico. Es un camino de paz, justicia y libertad […] Con la confianza puesta en el Señor y sintiéndome muy unido a los amados hijos e hijas de Cuba, agradezco de corazón ésta calurosa acogida con la que se inicia mi Visita pastoral, que encomiendo a la maternal protección de la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre. Bendigo de corazón a todos, y de modo particular a los pobres, los enfermos, los marginados y a cuantos sufren en el cuerpo o en el espíritu” (Enero 1998)

Tema del día:
Si uno quiere ser el primero…
«Entonces se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos”». ¿Es que Jesús condena, con estas palabras, el deseo de sobresalir, de hacer grandes cosas en la vida, de dar lo mejor de uno, y privilegia en cambio la dejadez, el espíritu abandonista, a los negligentes? Así lo pensaba el filósofo Nietzsche, quien se sintió en el deber de combatir ferozmente el cristianismo, reo, en su opinión, de haber introducido en el mundo el «cáncer» de la humildad y de la renuncia. En su obra ‘Así hablaba Zaratustra’ él opone a este valor evangélico el de la «voluntad de poder», encarnado por el superhombre, el hombre de la «gran salud», que quiere alzarse, no abajarse.

Puede ser que los cristianos a veces hayan interpretado mal el pensamiento de Jesús y hayan dado ocasión a este malentendido. Pero no es ciertamente esto lo que quiere decirnos el Evangelio. «Si uno quiere ser el primero...»: por lo tanto, es posible querer ser el primero, no está prohibido, no es pecado. No sólo Jesús no prohíbe, con estas palabras, el deseo de querer ser el primero, sino que lo alienta. Sólo que revela una vía nueva y diferente para realizarlo: no a costa de los demás, sino a favor de los demás. Añade, de hecho: «...sea el último de todos y el servidor de todos».

¿Pero cuáles son los frutos de una u otra forma de sobresalir? La voluntad de poder conduce a una situación en la que uno se impone y los demás sirven; uno es «feliz» (si puede haber felicidad en ello), los demás infelices; sólo uno sale vencedor, todos los demás derrotados; uno domina, los demás son dominados.

Sabemos con qué resultados se puso por obra el ideal del superhombre por Hitler. Pero no se trata sólo del nazismo; casi todos los males de la humanidad provienen de esta raíz. En la segunda lectura de este domingo Santiago se plantea la angustiosa y perenne pregunta: «¿De dónde proceden las guerras?». Jesús, en el Evangelio, nos da la respuesta: ¡del deseo de predominio! Predominio de un pueblo sobre otro, de una raza sobre otra, de un partido sobre los demás, de un sexo sobre el otro, de una religión sobre otra...

En el servicio, en cambio, todos se benefician de la grandeza de uno. Quien es grande en el servicio, es grande él y hace grandes a los demás; más que elevarse por encima de los demás, eleva a los demás consigo. Alessandro Manzoni concluye su evocación poética de las empresas de Napoleón con la pregunta: «¿Fue verdadera gloria? En la posteridad la ardua sentencia». Esta duda, acerca de si se trató de verdadera gloria, no se plantea para la Madre Teresa de Calcuta, Raoul Follereau y todos los que diariamente sirven a la causa de los pobres y de los heridos de las guerras, frecuentemente con riesgo para su propia vida.

Queda sólo una duda. ¿Qué pensar del antagonismo en el deporte y de la competencia en el comercio? ¿También estas cosas están condenadas por la palabra de Cristo? No; cuando están contenidas dentro de límites de corrección deportiva y comercial, estas cosas son buenas, sirven para aumentar el nivel de las prestaciones físicas y... para bajar los precios en el comercio. Indirectamente sirven al bien común. ¡La invitación de Jesús a ser el último no se aplica, ciertamente, a las carreras ciclistas o a las de Fórmula 1!

Pero precisamente el deporte sirve para aclarar el límite de esta grandeza respecto a la del servicio. «En las carreras del estadio todos corren, más uno solo recibe el premio», dice San Pablo (1 Co 9,24). Basta con recordar lo que ocurre al término de una final de 100 metros lisos: el vencedor exulta, es rodeado de fotógrafos y llevado triunfalmente en volandas; todos los demás se alejan tristes y humillados. «Todos corren, más uno solo recibe el premio».

San Pablo extrae, sin embargo, de las competiciones atléticas, también una enseñanza positiva: «Los atletas -dice- se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros en cambio [para recibir de Dios la] corona incorruptible [de la vida eterna]». Luz verde, por lo tanto, a la nueva carrera inventada por Cristo en la que el primero es quien se hace último de todos y siervo de todos.
P. Raniero Cantalamessa

Nuevo vídeo y artículo

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"Juan Pablo II inolvidable"
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Agradecimientos
Dicen que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde Bogotá, Colombia, nuestro lector Carlos C. agradece a Dios y a la Santísima Virgen María por tantos favores recibidos en la esfera laboral, abriéndole nuevas e interesantes perspectivas para la cuales seguramente el Espíritu Santo lo iluminará con sus dones y lo conducirá siempre de la mejor manera.

Desde Cuba, nuestra amiga Idania E. quiere expresar públicamente su agradecimiento a Dios la inmensa gracia de que su ciudad (Santiago de Cuba) sea visitada por tercera vez por un Papa en tan solo 17 años. Deseamos abundantes bendiciones para el noble pueblo cubano.

Damos gracias a Dios por los 67 años de sacerdocio del Padre Félix Bruno sdb, (1948 - 18 de setiembre – 2015), querido amigo y colaborador de “Pequeñas Semillitas”. Gracias Dios por el sacerdocio fecundo de tu hijo “Lucho” y síguelo bendiciendo con salud, entrega y santidad.

Unidos a María
Si nos encomendamos frecuentemente a María, podemos estar seguros de nuestra salvación. Porque María no dejará de oír nuestro llamado y nos cubrirá con su manto defendiéndonos de las garras del Maligno. Pero tenemos que ser constantes en invocar a María, porque Ella da sus gracias a los que perseveran en su amor. María es nuestro auxilio hasta en los momentos más difíciles. Y si hemos estado por mucho tiempo lejos de Dios y de Ella, no tengamos miedo y arrojémonos a sus pies, que María no nos rechazará sino que nos levantará y nos abrazará tiernamente para que volvamos a vivir en gracia de Dios, cumpliendo los mandamientos y las enseñanzas de su Hijo. Especialmente recemos todos los días las Tres Avemarías, que son prenda de salvación eterna, pues la Virgen ha prometido que el que solo rece aunque sea esas tres Avemarías cada día, obtendrá la salvación eterna. ¡Qué felicidad tener semejante Madre en el Cielo, y que está a nuestro lado constantemente en la tierra!

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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