domingo, 13 de septiembre de 2015

Pequeñas Semillitas 2790

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 10 - Número 2790 ~ Domingo 13 de Setiembre de 2015
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Los tres [evangelios] sinópticos refieren el episodio de Jesús, cuando en Cesarea de Filipo preguntó a los apóstoles cuáles eran las opiniones de la gente sobre Él. El dato común en los tres es la respuesta de Pedro: «Tú eres el Cristo».
Pronto el título «Cristo» se convirtió en un segundo nombre de Jesús. Se encuentra más de 500 veces en el Nuevo Testamento, casi siempre en la forma compuesta «Jesucristo» o «Nuestro Señor Jesucristo». Pero al principio no era así. Entre Jesús y Cristo se sobreentendía un verbo: «Jesús es el Cristo». Decir «Cristo» no era llamar a Jesús por el nombre, sino hacer una afirmación sobre Él.
Cristo, se sabe, es la traducción griega del hebreo Mashiah, Mesías, y ambos significan «ungido». Toda la tradición primitiva de la Iglesia es unánime al proclamar que Jesús de Nazaret es el Mesías esperado. Él mismo, según Marcos, se proclamará tal ante el Sanedrín. A la pregunta del sumo sacerdote: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?», Él responde: «Sí, lo soy» (Mc 14, 61 s.).
Existe un salto por dar que no viene de la carne ni de la sangre, sino que es don de Dios que hay que acoger mediante la docilidad a una luz interior de la que nace la fe. Cada día hay hombres y mujeres que dan este salto. Una cosa es cierta: los que han dado este salto no volverían atrás por nada del mundo, y más todavía, se sorprenden de haber podido vivir tanto tiempo sin la luz y la fuerza que vienen de la fe en Cristo. Como San Hilario de Poitiers, que se convirtió siendo adulto, están dispuestos a exclamar: «Antes de conocerte, yo no existía».
P. Raniero Cantalamessa

¡Buenos días!

Al atardecer
Al fin de una jornada agitada de lucha y de trabajo, nada ayuda tanto a restaurar la paz en el alma como una oración llena de confianza en el Señor. En efecto, en él encontramos un refugio seguro, un guardián siempre vigilante, un pastor que nos acompaña con solícito cuidado. El himno litúrgico que te ofrezco te introducirá en este ambiente de celestial compañía.

Presentemos a Dios nuestras tareas, levantemos orantes nuestras manos,
porque hemos realizado nuestras vidas en el trabajo.
Cuando la tarde pide ya descanso y Dios está más cerca de nosotros,
es hora de encontrarnos en sus manos, llenos de gozo.

En vano trabajamos la jornada, hemos corrido en vano hora tras hora,
si la esperanza no enciende sus rayos en nuestra sombra.
Hemos topado a Dios en el bullicio, Dios se cansó conmigo en el trabajo;
es hora de buscar a Dios adentro, enamorado.

Ojalá que, por propia experiencia, tengas la certeza que el mejor descanso, ese oasis interior de paz que necesitas al fin del día, son los brazos divinos de Dios. Allí está “la verde pradera donde recostarte, de él fluye la fuente tranquila que repara tus fuerzas agotadas”. La oración es la llave para cerrar sabiamente cada jornada. El Señor te bendiga y proteja.
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?». Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas». Y Él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo».
Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de Él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle. Pero Él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».
Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará». (Mc 8,27-35)

Comentario
Hoy día nos encontramos con situaciones similares a la descrita en este pasaje evangélico. Si, ahora mismo, Dios nos preguntara «¿quién dicen los hombres que soy yo?» (Mc 8,27), tendríamos que informarle acerca de todo tipo de respuestas, incluso pintorescas. Bastaría con echar una ojeada a lo que se ventila y airea en los más variados medios de comunicación. Sólo que… ya han pasado más de veinte siglos de “tiempo de la Iglesia”. Después de tantos años, nos dolemos y —con santa Faustina— nos quejamos ante Jesús: «¿Por qué es tan pequeño el número de los que Te conocen?».
Jesús, en aquella ocasión de la confesión de fe hecha por Simón Pedro, «les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de Él» (Mc 8,30). Su condición mesiánica debía ser transmitida al pueblo judío con una pedagogía progresiva. Más tarde llegaría el momento cumbre en que Jesucristo declararía —de una vez para siempre— que Él era el Mesías: «Yo soy» (Lc 22,70). Desde entonces, ya no hay excusa para no declararle ni reconocerle como el Hijo de Dios venido al mundo por nuestra salvación. Más aun: todos los bautizados tenemos ese gozoso deber “sacerdotal” de predicar el Evangelio por todo el mundo y a toda criatura (cf. Mc 16,15). Esta llamada a la predicación de la Buena Nueva es tanto más urgente si tenemos en cuenta que acerca de Él se siguen profiriendo todo tipo de opiniones equivocadas, incluso blasfemas.
Pero el anuncio de su mesianidad y del advenimiento de su Reino pasa por la Cruz. En efecto, Jesucristo «comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho» (Mc 8,31), y el Catecismo nos recuerda que «la Iglesia avanza en su peregrinación a través de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios» (n. 769). He aquí, pues, el camino para seguir a Cristo y darlo a conocer: «Si alguno quiere venir en pos de mí (…) tome su cruz y sígame» (Mc 8,34).
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Palabras de San Juan Pablo II

“La solidaridad no es un sentimiento superficial, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, el bien de todos y cada uno para que todos seamos responsables de todos”

Tema del día:
Reconocer a Jesús, el Cristo
El episodio ocupa un lugar central y decisivo en el relato de Marcos. Los discípulos llevan ya un tiempo conviviendo con Jesús. Ha llegado el momento en que se han de pronunciar con claridad. ¿A quién están siguiendo? ¿Qué es lo que descubren en Jesús? ¿Qué captan en su vida, su mensaje y su proyecto?

Desde que se han unido a él, viven interrogándose sobre su identidad. Lo que más les sorprende es la autoridad con que habla, la fuerza con que cura a los enfermos y el amor con que ofrece el perdón de Dios a los pecadores. ¿Quién es este hombre en quien sienten tan presente y tan cercano a Dios como Amigo de la vida y del perdón?

Entre la gente que no ha convivido con él se corren toda clase de rumores, pero a Jesús le interesa la posición de sus discípulos: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». No basta que entre ellos haya opiniones diferentes más o menos acertadas. Es fundamental que los que se han comprometido con su causa, reconozcan el misterio que se encierra en él. Si no es así, ¿quién mantendrá vivo su mensaje? ¿Qué será de su proyecto del reino de Dios? ¿En qué terminará aquel grupo que está tratando de poner en marcha?
Pero la cuestión es vital también para sus discípulos. Les afecta radicalmente. No es posible seguir a Jesús de manera inconsciente y ligera. Tienen que conocerlo cada vez con más hondura. Pedro, recogiendo las experiencias que han vivido junto a él hasta ese momento, le responde en nombre de todos: «Tú eres el Mesías».

La confesión de Pedro es todavía limitada. Los discípulos no conocen aún la crucifixión de Jesús a manos de sus adversarios. No pueden ni sospechar que será resucitado por el Padre como Hijo amado. No conocen experiencias que les permitan captar todo lo que se encierra en Jesús. Solo siguiéndolo de cerca, lo irán descubriendo con fe creciente.

Para los cristianos es vital reconocer y confesar cada vez con más hondura el misterio de Jesús el Cristo. Si ignora a Cristo, la Iglesia vive ignorándose a sí misma. Si no lo conoce, no puede conocer lo más esencial y decisivo de su tarea y misión. Pero, para conocer y confesar a Jesucristo, no basta llenar nuestra boca con títulos cristológicos admirables. Es necesario seguirlo de cerca y colaborar con él día a día. Ésta es la principal tarea que hemos de promover en los grupos y comunidades cristianas.
© José Antonio Pagola

Nuevo vídeo

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Agradecimientos
Dicen que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde Bogotá, Colombia, recibimos la siguiente nota de nuestro amigo Carlos: Le realizaron a Trini (María Trinidad), mi amada esposa, un examen Doppler, el cual salió muy bien en su diagnóstico. Ella había visitado el sábado anterior el municipio de Soracá (departamento de Boyacá) con el propósito de participar en la peregrinación que los primeros sábados se realizan allí a la Virgen de la Esperanza (costumbre que ella cumple todos los primeros sábados) y le pidió porque todo saliera bien en ese examen, y así efectivamente fue. Damos gracias a Jesús de Nazaret, su Hijo, pues por la intercesión de la nuestra Señora de la Esperanza, prácticamente Trini ha sido curada de sus venas, que mucha molestia le han causado. Hacemos extensivo nuestro gesto de gratitud a todos los lectores de 'Pequeñas Semillitas' que siempre oran por nuestras peticiones e intenciones.

Desde Guatemala, nos escribe María Victoria y dice: Quisiera dar gracias a Dios porque hoy 12 de septiembre está cumpliendo años mi sobrino Ricky D. M., residente en Guatemala, quien padece desde hace muchos años de epilepsia lafora y a quienes los doctores habían diagnosticado que no viviría más de los 25 años;  pero para la Gloria de Dios hoy cumple 30 años y aunque tiene muchas limitaciones está vivo. Gracias por todos los que han orado por él y su familia durante tantos años.

Unidos a María
Entre los contemplativos, los hay quienes, como San Juan, recibieron la gracia de compartir a la Virgen María. El Padre María Eugenio forma parte de estos.
Su amor por la Virgen prospera en su entorno familiar. Al contacto de su madre, experimenta el amor materno, un amor fuerte, exigente y muy dulce. Aprende así a dejarse amar por María, a dejarse moldear por ella y hacerse el apóstol que escogió para contribuir a extender su acción materna en el mundo de hoy.
En la noche de su sacerdocio, en la alocución que pronuncia en el nombre de los nuevos ordenados, se voltea hacia Ella: “Y tú, oh María, te debo todo, puesto que eres tú quien me ha llevado y haz hecho lo que soy. Te daré todo pues, especialmente mi corazón con la alegría que está lleno. Eres mi Madre y, como sacerdote quiero más que nunca permanecer siendo tu hijo”.
En el Carmelo, hace suyo el ideal de su orden: contemplar a Dios, al Cristo Jesús y a su Madre. Medita a menudo en el misterio de María, y recibe, en la realización de su vocación carmelita, un profundo conocimiento experimental.

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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