domingo, 6 de septiembre de 2015

Pequeñas Semillitas 2783

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 10 - Número 2783 ~ Domingo 6 de Setiembre de 2015
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
El pasaje del Evangelio nos refiere una bella curación obrada por Jesús, que no hacía milagros como quien mueve una varita mágica o chasquea los dedos.  Los milagros de Cristo jamás son fines en sí mismos; son «signos». Lo que Jesús obró un día por una persona en el plano físico indica lo que Él quiere hacer cada día por cada persona en el plano espiritual. El hombre curado por Cristo era sordomudo; no podía comunicarse con los demás, oír su voz y expresar sus propios sentimientos y necesidades. Si la sordera y la mudez consisten en la incapacidad de comunicarse correctamente con el prójimo, de tener relaciones buenas y bellas, entonces debemos reconocer enseguida que todos somos, quien más quien menos, sordomudos, y es por ello que a todos dirige Jesús aquel grito suyo: “¡Effatá!” (ábrete). La diferencia es que la sordera física no depende del sujeto y es del todo inculpable, mientras que la moral lo es.
Jesús vino para «reconciliarnos con Dios» y así reconciliarnos los unos con los otros. Lo hace sobre todo a través de los sacramentos. La Iglesia siempre ha visto en los gestos aparentemente extraños que Jesús realiza en el sordomudo (le pone los dedos en los oídos y le toca la lengua) un símbolo de los sacramentos gracias a los cuales Él continúa «tocándonos» físicamente para curarnos espiritualmente. Por esto en el bautismo el ministro realiza sobre el bautizando los gestos que Jesús realizó sobre el sordomudo: le pone los dedos en los oídos y le toca la punta de la lengua, repitiendo la palabra de Jesús: “¡Effatá!” (ábrete).
En particular el sacramento de la Eucaristía nos ayuda a vencer la incomunicabilidad con el prójimo, haciéndonos experimentar la más maravillosa comunión con Dios.
P. Raniero Cantalamessa

¡Buenos días!

Un magnífico perro
Jorge Manrique dejó unas famosas coplas, donde señala que la muerte no perdona a nadie: rico o pobre, letrado o ignorante, rey o plebeyo: “Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar que es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar y consumir; allí los ríos caudales, allí los otros, medianos y más chicos, allegados son iguales los que viven por sus manos y los ricos”. Lee esta pintoresca fábula campera de Godofredo Daireaux.

Un magnífico perro, de gran precio, había muerto en la estancia, y su amo, para perpetuar su memoria, le hizo edificar un soberbio sepulcro a donde lo llevaron en solemne procesión. Al ver pasar el acompañamiento, en el cual figuraban todos los animales de la estancia, el cuis, que es pobre y vive como puede en su miserable cuevita, siguió también, de curioso y no sin sentir cierta envidia hacia esos ricos que, aun muertos, parecen otra cosa que la demás gente. Pero cuando lo hubo visto encerrar en el monumento aquel, volvió, curado ya de envidia, a su casa, pensando con razón que más vale un pobre cuis en su miserable cueva, que cualquier perro rico en su bóveda de gran lujo.

Pensar en la muerte es valioso, si te impulsa y motiva a vivir con sabiduría e intensidad. La vida del buen cristiano es un confiado caminar hacia la Casa del Padre, y la muerte es la puerta. Junto a ella está esperando Dios Padre para introducirnos en la eterna fiesta de su inmenso corazón. En una lápida se leía: “Vive moriturus”, vive como quien debe morir.
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan que imponga la mano sobre él. Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: “¡Ábrete!”. Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos». (Mc 7,31-37)

Comentario
Hoy, la liturgia nos lleva a la contemplación de la curación de un hombre «sordo que, además, hablaba con dificultad» (Mc 7,32). Como en muchas otras ocasiones (el ciego de Betsaida, el ciego de Jerusalén, etc.), el Señor acompaña el milagro con una serie de gestos externos. Los Padres de la Iglesia ven resaltada en este hecho la participación mediadora de la Humanidad de Cristo en sus milagros. Una mediación que se realiza en una doble dirección: por un lado, el “abajamiento” y la cercanía del Verbo encarnado hacia nosotros (el toque de sus dedos, la profundidad de su mirada, su voz dulce y próxima); por otro lado, el intento de despertar en el hombre la confianza, la fe y la conversión del corazón.
En efecto, las curaciones de los enfermos que Jesús realiza van mucho más allá que el mero paliar el dolor o devolver la salud. Se dirigen a conseguir en los que Él ama la ruptura con la ceguera, la sordera o la inmovilidad anquilosada del espíritu. Y, en último término, una verdadera comunión de fe y de amor.
Al mismo tiempo vemos cómo la reacción agradecida de los receptores del don divino es la de proclamar la misericordia de Dios: «Cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban» (Mc 7,36). Dan testimonio del don divino, experimentan con hondura su misericordia y se llenan de una profunda y genuina gratitud.
También para todos nosotros es de una importancia decisiva el sabernos y sentirnos amados por Dios, la certeza de ser objeto de su misericordia infinita. Éste es el gran motor de la generosidad y el amor que Él nos pide. Muchos son los caminos por los que este descubrimiento ha de realizarse en nosotros. A veces será la experiencia intensa y repentina del milagro y, más frecuentemente, el paulatino descubrimiento de que toda nuestra vida es un milagro de amor. En todo caso, es preciso que se den las condiciones de la conciencia de nuestra indigencia, una verdadera humildad y la capacidad de escuchar reflexivamente la voz de Dios.
Pbro. Fernando MIGUENS Dedyn (Buenos Aires, Argentina)

Palabras de San Juan Pablo II

"La santidad no es algo reservado  para algunas almas escogidas; todos, sin excepción, estamos llamados a la santidad. Para todos están las gracias necesarias y suficientes; nadie está excluido… La vocación del cristiano es la santidad, en todo momento de la vida. En la primavera de la juventud, en la plenitud del verano de la edad madura, y después también en el otoño y en el invierno de la vejez, y por último, en la hora de la muerte"

Tema del día:
Curar nuestra sordera
Los profetas de Israel usaban con frecuencia la «sordera» como una metáfora provocativa para hablar de la cerrazón y la resistencia del pueblo a su Dios. Israel «tiene oídos pero no oye» lo que Dios le está diciendo. Por eso, un profeta llama a todos a la conversión con estas palabras: «Sordos, escuchad y oíd».

En este marco, las curaciones de sordos, narradas por los evangelistas, pueden ser leídas como "relatos de conversión" que nos invitan a dejarnos curar por Jesús de sorderas y resistencias que nos impiden escuchar su llamada al seguimiento. En concreto, Marcos ofrece en su relato matices muy sugerentes para trabajar esta conversión  en las comunidades cristianas.

El sordo vive ajeno a todos. No parece ser consciente de su estado. No hace nada por acercarse a quien lo puede curar. Por suerte para él, unos amigos se interesan por él y lo llevan hasta Jesús. Así ha de ser la comunidad cristiana: un grupo de hermanos y hermanas que se ayudan mutuamente para vivir en torno a Jesús dejándose curar por él.

La curación de la sordera no es fácil. Jesús toma consigo al enfermo, se retira a un lado y se concentra en él. Es necesario el recogimiento y la relación personal. Necesitamos en nuestros grupos cristianos un clima que permita un contacto más íntimo y vital de los creyentes con Jesús. La fe en Jesucristo nace y crece en esa relación con él.

Jesús trabaja intensamente los oídos y la lengua del enfermo, pero no basta. Es necesario que el sordo colabore. Por eso, Jesús, después de levantar los ojos al cielo, buscando que el Padre se asocie a su trabajo curador, le grita al enfermo la primera palabra que ha de escuchar quien vive  sordo a Jesús y a su Evangelio: «Ábrete».

Es urgente que los cristianos escuchemos también hoy esta llamada de Jesús. No son momentos fáciles para su Iglesia. Se nos pide actuar con lucidez y responsabilidad. Sería funesto vivir hoy sordos a su llamada, desoír sus palabras de vida, no escuchar su Buena Noticia,  no captar los signos de los tiempos, vivir encerrados en nuestra sordera. La fuerza sanadora de Jesús nos puede curar.
José Antonio Pagola

Nuevo vídeo

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Agradecimientos
Dicen que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde Bogotá, Colombia, llega un agradecimiento a Dios, a la Virgen Santísima y a todos los que rezaron por la salud de Elizabeth S. que fue sometida a una operación de mama con resultados favorables.

Desde Buenos Aires, Argentina, llega un agradecimiento a Dios porque Isidoro (75 años) y María Rosa (65 años), que tuvieron un grave accidente automovilístico hace cinco días, se están recuperando y ya están en su domicilio por la intervención providencial de Dios.

Desde Buenos Aires, Argentina, llega el agradecimiento por Daniel que ha conseguido trabajo. Y desde Córdoba, Argentina, el agradecimiento a Dios por Franco, que también ha conseguido trabajo. Damos gracias al Señor que siempre escuchas nuestras súplicas.

Unidos a María
Si rogamos con  confianza a la Madre de Dios, entonces conseguiremos lo que queremos, porque quien pone su confianza en la Santísima Virgen y su auxilio, jamás quedará defraudado, por más imposible que sea una cosa, ya que para Dios no hay imposibles, y María, la Madre de Dios, que posee por gracia todo lo que Dios tiene por naturaleza, no dejará de oír nuestras súplicas y atendernos de la mejor manera posible.
Pero para esto es necesaria nuestra confianza plena en María, dejarle entero derecho de disponer de todo lo nuestro para que Ella lo embellezca y lo presente al Señor. Una de las promesas que hizo la Virgen a los que rezan devotamente el Santo Rosario, es que todo lo que pidan por medio de esta devoción, prontamente lo alcanzarán.
Así que entonces manos a la obra y recemos muchos rosarios, porque María no desoye jamás una súplica hecha con confianza en Ella y en su socorro.

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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