PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 10 - Número 2584 ~
Miércoles 28 de Enero de 2015
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Hoy quiero iniciar esta edición de “Pequeñas Semillitas”
con un relato breve pero lleno de moraleja:
Iba la peste
camino a la ciudad cuando se encontró con Nasrudín. Él le preguntó:
"¿A dónde vas?"
La peste le contestó:
"A la ciudad, a matar a diez mil personas".
Después de un tiempo, la peste volvió a encontrarse con
Nasrudín, que muy enojado, le dijo:
"Me mentiste. Dijiste que matarías a diez mil
personas y mataste a cien mil".
Y la peste respondió:
"Yo no mentí, maté diez mil, el resto... se murió de
miedo".
¡Buenos días!
Sé constante
Nadie alcanza la
meta con un solo intento, ni perfecciona la vida con una sola rectificación, ni
alcanza altura con un solo vuelo. Nadie camina la vida sin haber pisado en
falso muchas veces... nadie recoge la cosecha sin probar muchos sinsabores,
enterrar muchas semillas y abonar mucha tierra.
“Basta asomarse a un hospital para aprender
sabiduría para la vida. Allí hay un convaleciente, después de un accidente
gravísimo. Estuvo sin moverse durante seis meses. Ahora está incapacitado para
caminar porque sus músculos habían perdido toda consistencia. Después de hacer,
día a día, innumerables sesiones de masaje, sus músculos comienzan a recuperar
lentísimamente un poco del antiguo vigor y después de mucho tiempo recomienza a
dar heroicamente los primeros pasos”. I. Larrañaga.
Dios siempre está
dispuesto a concederte sus dones, pero pide tu colaboración, tu esfuerzo, tu
voluntad. Leonardo da Vinci dispuso grabar en su tumba este epitafio: “Tú,
Señor, regalas todos tus dones al precio del esfuerzo”. El éxito comienza con
una voluntad decidida a permanecer firme en la lucha, ése es el gran regalo de
Dios. Utilízalo con humildad.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús se puso otra vez a enseñar a
orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él que hubo de subir a una
barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del
mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su
instrucción: «Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al
sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la
comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y
brotó enseguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se
agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron
los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena
y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras
sesenta, otras ciento». Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que oiga».
Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los
Doce le preguntaban sobre las parábolas. Él les dijo: «A vosotros se os ha dado
comprender el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se
les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que
oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone».
Y les dice: «¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo,
entonces, comprenderéis todas las parábolas? El sembrador siembra la Palabra.
Los que están a lo largo del camino donde se siembra la Palabra son aquellos
que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la Palabra sembrada en ellos.
De igual modo, los sembrados en terreno pedregoso son los que, al oír la
Palabra, al punto la reciben con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos,
sino que son inconstantes; y en cuanto se presenta una tribulación o
persecución por causa de la Palabra, sucumben enseguida. Y otros son los
sembrados entre los abrojos; son los que han oído la Palabra, pero las
preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás
concupiscencias les invaden y ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Y los
sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la Palabra, la acogen y dan
fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento». (Mc 4,1-20)
Comentario
Hoy escuchamos de labios del Señor la “Parábola del
sembrador”. La escena es totalmente actual. El Señor no deja de “sembrar”.
También en nuestros días es una multitud la que escucha a Jesús por boca de su
Vicario —el Papa—, de sus ministros y... de sus fieles laicos: a todos los
bautizados Cristo nos ha otorgado una participación en su misión sacerdotal.
Hay “hambre” de Jesús. Nunca como ahora la Iglesia había sido tan católica, ya
que bajo sus “alas” cobija hombres y mujeres de los cinco continentes y de
todas las razas. Él nos envió al mundo entero (cf. Mc 16,15) y, a pesar de las
sombras del panorama, se ha hecho realidad el mandato apostólico de Jesucristo.
El mar, la barca y las playas son substituidos por
estadios, pantallas y modernos medios de comunicación y de transporte. Pero
Jesús es hoy el mismo de ayer. Tampoco ha cambiado el hombre y su necesidad de
enseñanza para poder amar. También hoy hay quien —por gracia y gratuita
elección divina: ¡es un misterio!— recibe y entiende más directamente la
Palabra. Como también hay muchas almas que necesitan una explicación más
descriptiva y más pausada de la Revelación.
En todo caso, a unos y otros, Dios nos pide frutos de
santidad. El Espíritu Santo nos ayuda a ello, pero no prescinde de nuestra
colaboración. En primer lugar, es necesaria la diligencia. Si uno responde a
medias, es decir, si se mantiene en la “frontera” del camino sin entrar
plenamente en él, será víctima fácil de Satanás.
Segundo, la constancia en la oración —el diálogo—, para
profundizar en el conocimiento y amor a Jesucristo: «¿Santo sin oración...? —No
creo en esa santidad» (San Josemaría).
Finalmente, el espíritu de pobreza y desprendimiento
evitará que nos “ahoguemos” por el camino. Las cosas claras: «Nadie puede
servir a dos señores...» (Mt 6,24).
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès,
Barcelona, España)
Santoral Católico:
Santo Tomás de Aquino
Presbítero y Doctor de la
Iglesia
Doctor de la Iglesia con el título de Doctor Angélico.
Nació alrededor del año 1225, hijo de los condes de Aquino, en Roccasecca
(Italia). Estudió en el monasterio de Montecasino y más tarde en Nápoles, donde
conoció a los dominicos e ingresó en su Orden. Completó sus estudios en Colonia
bajo la dirección de san Alberto Magno. Ya ordenado de sacerdote, marchó a la
Universidad de París. Escribió muchas obras de filosofía y teología y ejerció
también el profesorado, contribuyendo grandemente al desarrollo y sistematización
de las ciencias eclesiásticas en su Orden y en la Iglesia. Su obra más conocida
es la Suma Teológica. Decía: «Más he aprendido orando ante el crucifijo que de
los libros». Después residió, como teólogo y maestro, en Nápoles, en Orvieto
junto al Papa, en Roma, en París y una vez más en Nápoles. Cuando se dirigía al
Concilio de Lyon, al que había sido invitado por el Papa, murió en Fossanova el
7 de marzo de 1274. Su fiesta se celebra el 28 de enero, día en que su cuerpo
fue trasladado a Toulouse en 1369.
Oración: Oh Dios, que hiciste de santo Tomás de
Aquino un varón preclaro por su anhelo de santidad y por su dedicación a las
ciencias sagradas, concédenos entender lo que él enseñó e imitar el ejemplo que
nos dejó en su vida. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano
Frases de hoy
"Dios, que es acto puro y no tiene nada de potencialidad,
tiene un poder activo infinito sobre las demás cosas"
"Teme al hombre de un solo libro"
"La fe se refiere a cosas que no se ven,
y la esperanza, a cosas que no están al alcance de la
mano"
"El alma se conoce por sus actos"
Sto. Tomás de Aquino
Tema del día:
"No hay WiFi... les toca hablar a ustedes"
Escena n.° 1: finales de diciembre. Comedor de un hotel,
a media mañana. Un matrimonio joven con una niña de unos 6 años, sentada junto
a su mamá y con el papá enfrente. Mientras la pequeña contempla embelesada un
video en su iPad la señora le va dando la comida, que la nena consume
mecánicamente, sin despegar la mirada de la pantalla. Cuando se interrumpe por
momentos la imagen, la mamá la reactiva con un toque, para que su hija no se
desconcentre, al tiempo que le acerca a la boca el vaso de jugo para que beba
un poco. El papá no se da por enterado –o quizás ya está acostumbrado– y se
dedica a leer el periódico, mientras desayuna impávido.
Escena n.° 2: al día siguiente. Mismo comedor, mesa
diferente. Una pareja que debe rondar los 50 años, con dos hijos al final de la
adolescencia. La niña es mayor que su hermano. Cada uno recoge en el bufet lo
que va a comer y se sientan a la mesa. Los papás, a un lado; los muchachos, al
frente. Silencio sepulcral. No se determinan; escasamente le hablan al mesero
para pedirle un cubierto o un salero. El resto del tiempo, los cuatro, sin
excepción, clavan su mirada en sus respectivos iPhones y se dedican a teclear
con fruición. Cada tanto pican algún bocado o apuran con desgano un sorbo de
sus bebidas, sin perder de vista sus celulares ni por un segundo.
Escena n.° 3: jueves 1° de enero, en la noche; en el bar
del mismo hotel atiborrado de gente. Llega un hombre con su familia y al no
hallar una mesa disponible les toca sentarse en la barra. Los esposos deben
tener unos 35 años y el hijo, al que ubican en el medio, no debe llegar a los
3. Hacen el pedido y, acto seguido, el papá saca el celular y se pone a jugar
con el chiquitín, mientras la mamá se gira en su silla, les da la espalda a su
marido y al niño, se desconecta de ellos y se conecta a un chat en su
Blackberry, como si nada. En algún momento, el pequeño pide que lo lleven al
baño, solicitud que es atendida por el señor, sin que su esposa se inmute.
A medida que presenciaba las anteriores escenas, en vivo
y en directo, me asaltaban muchas preguntas acerca de la solidez de esas
relaciones o de la felicidad en sus hogares. En todos los casos, al final, me
resultaba inevitable sentir lástima; en particular por los hijos de esas
familias muy bien armaditas, con linda fachada, pero a todas luces
disfuncionales, por el abuso de los gadgets.
¿Cómo puede una mamá usar de niñera un iPad? ¿A qué
diablos se debe que, estando con sus padres e hijos, unos y otros prefieran
‘hablar’ con personas distantes, en vez de aprovechar el contacto cara a cara
con sus seres más queridos? ¿Qué cosa tan importante le impedía a la otra
señora disfrutar de su pequeño o departir con su marido?
Aunque como fanático de la tecnología no puedo desconocer
la importancia de los avances en este campo, creo que no se puede llegar a
tales niveles de alienación. ¿Para qué sirve viajar juntos si, en la práctica,
cada cual va a estar por su lado? Es diferente cuando uno se encuentra en un
viaje de trabajo y tiene que estar pendiente de un asunto urgente, pero en los
anteriores casos se trataba de familias en vacaciones, en días nulos de
actividad laboral.
Siempre he creído que en lo cotidiano, en las pequeñas
cosas, los papás vamos construyendo los recuerdos de nuestros hijos, pero
pegados a un celular o a una tableta, ¿de qué se van a acordar luego? Por eso
me pareció tan apropiado este aviso que vi hace un par de años en una
cafetería, en Buenos Aires: ‘No hay wifi;
les toca hablar entre ustedes’.
© Vladdo en “El
Tiempo”
Desde hace años hemos tenido esta sección llamada “El rincón del lector” destinada a
dar cabida a los mensajes, opiniones y comentarios de las personas que leen
Pequeñas Semillitas, que han podido expresarse libre y respetuosamente. Ahora,
con nuestra presencia en Facebook, la posibilidad de manifestarse es mucho más
abierta, directa y permanente.
Igual vamos a mantener esta sección para los que deseen
expresarse por esta vía. Para que tu mensaje se publique debes dirigirlo por
correo electrónico a feluzul@gmail.com con el título "El rincón del lector" y deberá ser muy breve y no
contener conceptos agraviantes para nada ni para nadie.
Los mensajes serán moderados por el propietario de esta
página y se publicarán a medida que el tiempo y el espacio en la misma lo permitan,
y no se admitirán réplicas o respuestas públicas a mensajes anteriores de otros
lectores.
Unidos a María
María desea nuestra salvación más que nosotros, pues Ella
conoce bien lo que es el Cielo y lo que es el Infierno y quiere salvarnos a
toda costa, respetando, por supuesto nuestra libertad. Pero es como que nos
quiere forzar dulcemente a que aceptemos su amor con el que María nos pueda
salvar. Recordemos aquí unas palabras que dijo la Santísima Virgen en uno de
sus mensajes: “Si los hombres supieran cómo es el Cielo, harían cualquier cosa
para salvarse”. Y como la Virgen conoce bien lo que es el Cielo, hace cualquier
cosa para salvarnos, incluso Ella misma vuelve a ofrecerse al Padre junto con
su Hijo por la salvación nuestra. ¡Qué felicidad tener semejante Madre que nos
ama y cuida tanto! No tengamos miedo si somos devotos de la Virgen, pues no nos
perderemos aunque todo el Infierno se ponga en nuestra contra, aunque Dios, en
su Justicia, nos quiera castigar, si tenemos a María con nosotros, no hay nada que temer. Amemos a la
Virgen y entreguémonos completamente a Ella, y seremos felices ya en este
mundo.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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