viernes, 9 de enero de 2015

Pequeñas Semillitas 2565

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 10 - Número 2565 ~ Viernes 9 de Enero de 2015
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
¡Cuántas veces nos parece que no fuimos perdonados por Dios! Hemos cometido un pecado muy grande, o muchos pecados gravísimos, o por lo menos así lo creemos nosotros, y a pesar de habernos acercado varias veces a confesarlos con el sacerdote y de recibir el perdón de ellos, desconfiamos de Dios, creemos que no hemos sido perdonados, y seguimos teniendo miedo y angustia.
Pero Dios, cuando nos perdona los pecados, los destruye completamente y somos nuevas criaturas, completamente limpias. Debemos tener confianza en la Misericordia divina, que es infinitamente más grande que todos los pecados de todos los hombres.
¿Hemos cometido un pecado muy grave? Muy bien, eso está mal. Pero lo que está peor es desconfiar del perdón de Dios, desconfiar de su Misericordia. Y eso es lo que quiere el demonio, para llevarnos a la desesperación y alejarnos así para siempre de Dios. No le demos el gusto y confiemos en Jesús, que es la Bondad infinita y que le duele más la desconfianza que el pecado más grave.
www.santisimavirgen.com.ar

¡Buenos días!

El verdadero nombre
Crecer es dejar atrás algo a lo cual estuvimos apegados y de lo cual nos cuesta desprendernos; es atrevernos una vez más y estar dispuestos a ser diferentes de lo que fuimos ayer; es desarrollarnos y evolucionar desde adentro. Cuando decidimos cambiar una actitud negativa, estamos creciendo. Cuando decidimos corregir un error, estamos evolucionando.

A eso de caer y volver a levantarte. De fracasar y volver a comenzar. De encontrar el dolor y tener que afrontarlo... A eso, no lo llames adversidad, llámalo Sabiduría. A eso de fijarte una meta y tener que seguir otra. De huir de una prueba y tener que encararla. De planear un vuelo y tener que recortarlo. De aspirar y no poder.  De avanzar y no llegar. A eso, no lo llames castigo, llámalo Enseñanza. A eso de pasar días juntos radiantes. Días felices y días tristes. Días de soledad y días de compañía. A eso, no lo llames rutina, llámalo Experiencia. A eso de que tus ojos miren y tus oídos oigan. Y tu cerebro funcione y tus manos trabajen. Y tu alma irradie y tu corazón ame. A eso, no le llames poder humano, llámale Milagro Divino.

“Actuamos movidos por la pasión, el prejuicio, la avaricia, el amor, el medio ambiente, los hábitos, y el peor de estos tiranos es el hábito. Así pues, si tienes que ser esclavo, sé esclavo de tus buenos hábitos. Si tienes algún mal hábito, destrúyelo; y prepara surcos para la buena semilla. Con una disciplina simple puedes triunfar” (Mandino).
Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús enseguida dio prisa a sus discípulos para subir a la barca e ir por delante hacia Betsaida, mientras Él despedía a la gente. Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar. Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y Él, solo, en tierra.
Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando sobre el mar y quería pasarles de largo. Pero ellos viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero Él, al instante, les habló, diciéndoles: «¡Ánimo!, que soy yo, no temáis!». Subió entonces donde ellos a la barca, y amainó el viento, y quedaron en su interior completamente estupefactos, pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada. (Mc 6,45-52)

Comentario
Hoy, contemplamos cómo Jesús, después de despedir a los Apóstoles y a la gente, se retira solo a rezar. Toda su vida es un diálogo constante con el Padre, y, con todo, se va a la montaña a rezar. ¿Y nosotros? ¿Cómo rezamos? Frecuentemente llevamos un ritmo de vida atareado, que acaba siendo un obstáculo para el cultivo de la vida espiritual y no nos damos cuenta de que tan necesario es “alimentar” el alma como alimentar el cuerpo. El problema es que, con frecuencia, Dios ocupa un lugar poco relevante en nuestro orden de prioridades. En este caso es muy difícil rezar de verdad. Tampoco se puede decir que se tenga un espíritu de oración cuando solamente imploramos ayuda en los momentos difíciles.
Encontrar tiempo y espacio para la oración pide un requisito previo: el deseo de encuentro con Dios con la conciencia clara de que nada ni nadie lo puede suplantar. Si no hay sed de comunicación con Dios, fácilmente convertimos la oración en un monólogo, porque la utilizamos para intentar solucionar los problemas que nos incomodan. También es fácil que, en los ratos de oración, nos distraigamos porque nuestro corazón y nuestra mente están invadidos constantemente por pensamientos y sentimientos de todo tipo. La oración no es charlatanería, sino una sencilla y sublime cita con el Amor; es relación con Dios: comunicación silenciosa del “yo necesitado” con el “Tú rico y trascendente”. El gusto de la oración es saberse criatura amada ante el Creador.
Oración y vida cristiana van unidas, son inseparables. En este sentido, Orígenes nos dice que «reza sin parar aquel que une la oración a las obras y las obras a la oración. Sólo así podemos considerar realizable el principio de rezar sin parar». Sí, es necesario rezar sin parar porque las obras que realizamos son fruto de la contemplación; y hechas para su gloria. Hay que actuar siempre desde el diálogo continuo que Jesús nos ofrece, en el sosiego del espíritu. Desde esta cierta pasividad contemplativa veremos que la oración es el respirar del amor. Si no respiramos morimos, si no rezamos expiramos espiritualmente.
Rev. D. Melcior QUEROL i Solà (Ribes de Freser, Girona, España)

Santoral Católico:
San Eulogio de Córdoba
Presbítero y Mártir
Nació en Córdoba a comienzos del siglo IX y en esta ciudad ejerció su ministerio sacerdotal. Es el principal escritor de la Iglesia mozárabe, y uno de sus santos más importantes. Dada la difícil situación de la comunidad cristiana española por la dominación árabe, san Eulogio fue siempre consuelo y aliento para todos los perseguidos por su fe. Lo decapitaron, por vivir y confesar públicamente la fe cristiana, el 11 de marzo del año 859, cuando había sido preconizado arzobispo de Toledo; en España su fiesta se celebra el 9 de enero.
Oración: Señor y Dios nuestro: tú que, en la difícil situación de la Iglesia mozárabe, suscitaste en san Eulogio un espíritu heroico para la confesión intrépida de la fe, concédenos superar con gozo y energía, fortalecidos por ese mismo espíritu, todas nuestras situaciones adversas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Fuente: Directorio Franciscano    

Palabras del Papa Francisco

“El atentado en París nos hace pensar en tanta crueldad, crueldad humana; en tanto terrorismo, tanto el terrorismo aislado como el terrorismo de estado. ¡Pero la crueldad de la que es capaz el hombre … Recemos por las víctimas de esta crueldad. ¡Muchas! Y también pidamos por los crueles, para que el Señor cambie sus corazones”

Tema del día:
Compañeros de viaje
En tren, en autobús, en coche, en avión o en barco, viajamos juntos.

Desde que cruzamos la puerta, comenzamos a ser compañeros de viaje. Quizá solo por unas horas, en ocasiones durante varios días. Luego, cada uno seguirá su camino, hasta alcanzar la meta que esperaba.

Mientras dura el viaje, estamos juntos. Tal vez en silencio, por respeto a los pensamientos del otro. Tal vez en una conversación intrascendente, hablando del tiempo, del fútbol o del mal estado de las carreteras. Tal vez, en un diálogo profundo, porque logramos conectar en un interés común.

El tiempo no perdona. Llega la hora de separarnos. Si el viaje ha permitido un encuentro feliz y fecundo, queda en el corazón algo de tristeza. Quizá nos volveremos a ver más adelante, en una de esas misteriosas casualidades de la vida. O tal vez hemos intercambiado teléfonos y mails, deseosos de seguir nuestro diálogo.

¿Qué significó ese encuentro casual? ¿Fuimos simplemente dos extraños que estaban juntos durante el viaje? ¿Había algo dentro de cada uno que nos permitía compartir intereses, ideales, sueños, temores y esperanzas?

Si alargamos la mirada, seremos capaces de reconocer que somos compañeros de camino de cada ser humano. Algunos están lejos, a miles de kilómetros de distancia. Otros están muy cerca, en el piso de arriba o de abajo, aunque en ocasiones no sabemos sus nombres...

Todos, lejanos o cercanos, vamos hacia adelante, nos acercamos, inexorablemente, a una meta común: la que inicia tras la muerte.

El camino hacia esa meta definitiva parece largo. Para algunos, el final llega de modo inesperado. Para otros, se retrasa más de lo que desearían. Para todos, esa meta nos une misteriosamente: al otro lado de esa frontera descubriremos que en cada uno había un alma llamada a lo eterno, hermanada, profundamente, con los demás seres humanos.

El viaje continúa, en este tren tranquilo o en ese camión que nos marea con sus curvas. Tú y yo estamos de camino. Somos compañeros, y es hermoso cuando logramos sintonizar en temas que deciden el presente y el futuro: Dios, el amor, la verdad, la justicia, la misericordia, la belleza de lo eterno...
   Autor: P. Fernando Pascual LC
   Fuente: Catholic.net

Unidos a María
Cuando tenemos la desgracia de hacer algo malo o equivocado, y nos hacen un juicio por ello, necesitamos imperiosamente de un buen abogado.
Cuando hemos cometido un pecado y somos reos ante Dios, y antes o después tenemos que presentarnos en el Tribunal divino, también necesitamos un buen abogado. Y Dios, que es infinitamente bueno, ha querido darnos la mejor abogada ante su divina Majestad: la Santísima Virgen, Abogada de los pecadores, que intercede y defiende a los indefendibles y revoca las más tremendas sentencias desfavorables.
Con María como Abogada no hay nada que temer, porque aunque hayamos sido los mayores pecadores, aunque hayamos cometido los pecados más terribles y humanamente pareciera que no tenemos perdón, con María de abogada, inclinaremos el juicio de Dios a nuestro favor.
Confiemos, entonces, en María, que sabe inclinar el Corazón de Dios a dar una sentencia favorable para los que somos pecadores.

Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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