PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 9 - Número 2341 ~ Jueves
8 de Mayo de 2014
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Hoy celebramos a Nuestra Señora de Luján, una de las
advocaciones de la Virgen María, de particular significación en nuestras
tierras porque es la Patrona de la República Argentina a la cual nos
encomendamos con la siguiente oración:
Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra. Nuestra
Señora de Luján, Patrona de nuestra Patria; hoy alzamos nuestros ojos y
nuestros brazos hacia tí... Madre de la Esperanza, de los pobres y de los
peregrinos, escúchanos...
Hoy te pedimos por Argentina, por nuestro pueblo. Ilumina
nuestra patria con el sol de justicia, con la luz de una mañana nueva, que es
la luz de Jesús. Enciende el fuego nuevo del amor entre hermanos.
Unidos estamos bajo la celeste y blanca de nuestra
bandera, y los colores de tu manto, para contarte que: hoy falta el pan
material en muchas, muchas casas, pero también falta el pan de la verdad y la
justicia en muchas mentes. Falta el pan del amor entre hermanos y falta el pan
de Jesús en los corazones.
Te pedimos madre, que extingas el odio, que ahogues las
ambiciones desmedidas, que arranques el ansia febril de solamente los bienes
materiales y derrama sobre nuestro suelo, la semilla de la humildad, de la
comprensión. Ahoga la mala hierba de la soberbia, que ningún Caín pueda plantar
su tienda sobre nuestro suelo, pero tampoco que ningún Abel inocente bañe con
su sangre nuestras calles.
Haz madre que comprendamos que somos hermanos, nacidos
bajo un mismo cielo, y bajo una misma bandera. Que sufrimos todos juntos las
mismas penas y las mismas alegrías. Ilumina nuestra esperanza, alivia nuestra
pobreza material y espiritual y que tomados de tu mano digamos más fuerte que
nunca: ¡ARGENTINA, CANTA Y CAMINA!
¡Buenos días!
Ahora mismo, ya
Es maravilloso el número de cosas imposibles que la gente
decidida logra realizar. Tú deberías formar parte de ese equipo. No olvides que
tus sueños carecen de valor, que tus planes son como el polvo, que tus metas
son fantasías, si no pones de tu parte decisión y acción. Sólo la acción es la
chispa que enciende tus sueños y planes hasta convertirlos en una realidad.
(Mandino).
Uno de los defectos
más comunes de la naturaleza humana es diferir lo que deberíamos y podríamos
hacer ahora. Más claramente es “patear la pelota para adelante”, como suele
decirse. Cuántas hermosas iniciativas han muerto por esta concesión a la pereza
que nos lleva a dejar para después lo que podemos hacer enseguida. Hay quienes
se han hecho especialistas en buscar excusas para evadir lo que urge llevar a
cabo hoy. Aprovecha, pues, bien el tiempo, “escucha hoy la voz del Señor”
(Salmo 95), y repite en tus adentros una y otra vez la frase que te impulsará a
la acción: “procederé ahora mismo, ya, ya, ya”. Así harás fecunda tu vida. Para
esto Dios te regala un nuevo día.
“Procederé ahora mismo”. Con estas palabras puedes
preparar tu mente para realizar todo acto necesario para lograr tus metas; con
ellas harás frente a todo desafío que los fracasados eluden. Hoy es el momento
oportuno. Este es el lugar. El impulso inicial tómalo al principio de la
jornada, orando así: “Con tu ayuda, Señor, hoy quiero ser decidido y
entusiasta”.
Padre Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Nadie puede
venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el
último día. Está escrito en los profetas: serán todos enseñados por Dios. Todo
el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al
Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en
verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida.
Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; éste es el pan que
baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del
cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a
dar, es mi carne por la vida del mundo». (Jn 6,44-51)
Comentario
Hoy cantamos al Señor de quien nos viene la gloria y el
triunfo. El Resucitado se presenta a su Iglesia con aquel «Yo soy el que soy»
que lo identifica como fuente de salvación: «Yo soy el pan de la vida» (Jn
6,48). En acción de gracias, la comunidad reunida en torno al Viviente lo
conoce amorosamente y acepta la instrucción de Dios, reconocida ahora como la
enseñanza del Padre. Cristo, inmortal y glorioso, vuelve a recordarnos que el
Padre es el auténtico protagonista de todo. Los que le escuchan y creen viven
en comunión con el que viene de Dios, con el único que le ha visto y, así, la
fe es comienzo de la vida eterna.
El pan vivo es Jesús. No es un alimento que asimilemos a
nosotros, sino que nos asimila. Él nos hace tener hambre de Dios, sed de
escuchar su Palabra que es gozo y alegría del corazón. La Eucaristía es
anticipación de la gloria celestial: «Partimos un mismo pan, que es remedio de
inmortalidad, antídoto para no morir, para vivir por siempre en Jesucristo»
(San Ignacio de Antioquía). La comunión con la carne del Cristo resucitado nos
ha de acostumbrar a todo aquello que baja del cielo, es decir, a pedir, a
recibir y asumir nuestra verdadera condición: estamos hechos para Dios y sólo
Él sacia plenamente nuestro espíritu.
Pero este pan vivo no sólo nos hará vivir un día más allá
de la muerte física, sino que nos es dado ahora «por la vida del mundo» (Jn
6,51). El designio del Padre, que no nos ha creado para morir, está ligado a la
fe y al amor. Quiere una respuesta actual, libre y personal, a su iniciativa.
Cada vez que comemos de este pan, ¡adentrémonos en el Amor mismo! Ya no vivimos
para nosotros mismos, ya no vivimos en el error. El mundo todavía es precioso
porque hay quien continúa amándolo hasta el extremo, porque hay un Sacrificio
del cual se benefician hasta los que lo ignoran.
Rev. D. Pere MONTAGUT i Piquet (Barcelona, España)
Santoral Católico:
Nuestra Señora de Luján
Advocación Mariana
La Virgen de Luján es la Patrona de la República
Argentina. Su historia es muy interesante y quien quiera leerla con detalle
puede acceder haciendo clic acá.
Fuente: EWTN
Palabras del Papa Francisco
“En este día, en el que se celebra Nuestra Señora de
Luján, celestial patrona de la Argentina, deseo hacer llegar a todos los hijos
de esa querida tierra argentina mi sincero afecto a la vez que pongo en manos
de la Santísima Virgen todas sus alegrías y preocupaciones”
Papa Francisco
Tema del día:
La Eucaristía,
necesidad de nuestro corazón
¿Por qué está Jesucristo en la Eucaristía? Muchas son las
respuestas que pudieran darse a esta pregunta; pero la que las resume todas es
la siguiente: porque nos ama y desea que le amemos. El amor, este es el motivo
determinante de la institución de la Eucaristía.
Sin la Eucaristía el amor de Jesucristo no sería más que
un amor de muerto, un amor pasado, que bien pronto olvidaríamos, olvido que por
lo demás sería en nosotros casi excusable.
El amor tiene sus leyes y sus exigencias. La sagrada
Eucaristía las satisface todas plenamente. Jesucristo tiene perfecto derecho de
ser amado, por cuanto en este misterio nos revela su amor infinito.
Ahora bien, el amor natural, tal como Dios lo ha puesto
en el fondo de nuestro corazón, pide tres cosas: la presencia o sociedad de
vida, comunidad de bienes y unión consumada.
El dolor de la amistad, su tormento, es la ausencia. El
alejamiento debilita los vínculos de la amistad, y por muy arraigada que esté,
llega a extinguirla si se prolonga demasiado.
Si nuestro señor Jesucristo estuviese ausente o alejado
de nosotros, pronto experimentaría nuestro amor los efectos disolventes de la
ausencia.
Está en la naturaleza del hombre, y es propio del amor el
necesitar para vivir la presencia del objeto amado.
Mirad el espectáculo que ofrecen los pobres apóstoles
durante aquellos tres días que permaneció Jesús en el sepulcro.
Los discípulos de Emaús lo confiesan, casi han perdido la
fe: claro, ¡cómo no estaba con ellos su buen maestro!
¡Ah! Si Jesús no nos hubiera dejado otra cosa por ofrenda
de su amor que Belén y el calvario, ¡pobre Salvador, cuán presto le hubiéramos
olvidado! ¡Qué indiferencia reinaría en el mundo!
El amor quiere ver, oír, conversar y tocar.
Nada hay que pueda reemplazar a la persona amada; no
valen recuerdos, obsequios ni retratos... nada: todo eso no tiene vida.
¡Bien lo sabía Jesucristo! Nada hubiera podido reemplazar
a su divina persona: nos hace falta Él mismo.
¿No hubiera bastado su palabra? No, ya no vibra; no
llegan a nosotros los acentos tan conmovedores de la voz del Salvador.
¿Y su evangelio? Es un testamento.
¿Y los santos sacramentos no nos dan la vida? Sí, más
necesitamos al mismo autor de la vida para nutrirla.
¿Y la cruz? ¡La cruz... sin Jesús contrista el alma!
Pero ¿la esperanza...? Sin Jesús es una agonía
prolongada. Los protestantes tienen todo eso y, sin embargo, ¡qué frío es el
protestantismo!, ¡qué helado está!
¿Cómo hubiera podido Jesús, que nos ama tanto,
abandonarnos a nuestra triste suerte de tener que luchar y combatir toda la
vida sin su presencia?
¡Oh, seríamos en extremo desventurados si Jesús no se
hallara entre nosotros! ¡Míseros desterrados, solos y sin auxilio, privados de
los bienes de este mundo y de los consuelos de los mundanos, que gozan hasta
saciarse de todos los placeres..., una vida así sería insoportable!
¡En cambio, con la Eucaristía, con Jesús vivo entre
nosotros y, con frecuencia, bajo el mismo techo, siempre a nuestro lado, tanto
de noche como de día, accesible a todos, esperándonos dentro de su casa siempre
con la puerta abierta, admitiendo y aun llamando con predilección a los
humildes! ¡Ah, con la Eucaristía, la vida es llevadera! Jesús es cual padre
cariñoso que vive en medio de sus hijos. De esta suerte, formamos sociedad de
vida con Jesús.
¡Cómo nos engrandece y eleva esta sociedad! ¡Qué
facilidad en sus relaciones, en el recurso al cielo y al mismo Jesucristo en
persona!
Esta es verdaderamente la dulce compañía de la amistad
sencilla, amable, familiar e íntima. ¡Así tenía que ser!
El amor requiere comunidad de bienes, la posesión común;
propende a compartir mutuamente así las desgracias como la dicha. Es de esencia
del amor y como su instinto el dar, y darlo todo con alegría y regocijo.
¡Con qué prodigalidad nos comunica Jesús sus
merecimientos, sus gracias y hasta su misma gloria en el santísimo Sacramento!
¡Tiene ansia por dar! ¿Ha rehusado dar alguna vez? ¡Jesús se da a sí mismo y se
da a todos y siempre! Ha llenado el mundo de hostias consagradas.
Quiere que lo posean todos sus hijos. De los cinco panes
multiplicados en el desierto sobraron doce canastos. Ahora la multiplicación es
más prodigiosa, porque es preciso que participen todos de este pan.
Jesús sacramentado quisiera envolver toda la tierra en
una nube sacramental; quisiera que las aguas vivas de esta nube fecundasen
todos los pueblos, yendo a perderse en el océano de la eternidad después de
haber apagado la sed de los elegidos y haberlos confortado.
Cuán verdadera y enteramente nuestro es, por tanto, Jesús
sacramentado.
La tendencia del amor, su fin, es unir entre sí a los que
se aman, es fundir a dos en uno, de modo que sean un solo corazón, un solo
espíritu, una sola alma.
Oíd a la madre expresar esta idea, cuando abrazando al
hijo de sus entrañas, le dice: “Me lo comería”.
Jesús se somete también a esta ley del amor por Él
establecida. Tras haber convivido con nosotros y compartido nuestro estado, se
nos da a sí mismo en Comunión y nos funde en su divino ser.
Unión divina de las almas, la cual es cada vez más
perfecta y más íntima, según la mayor o menor intensidad de nuestros deseos: In
me manet et ego in illo. Nosotros permanecemos en Él y Él permanece en
nosotros. Ahora somos una sola cosa con Jesús, y después esta unión inefable,
comenzada aquí en la tierra por la gracia, y perfeccionada por la Eucaristía,
se consumará en el cielo, trocándose en eternamente gloriosa.
El amor nos hace vivir con Jesús, presente en el
santísimo Sacramento; nos hace partícipes de todos los bienes de Jesús; nos une
con Jesús.
Todas las exigencias de nuestro corazón quedan
satisfechas; ya no puede tener otra cosa que desear.
San Pedro Julián Eymard
Oración por la Patria
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Nos
sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser
nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso
por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para
amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los
que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la
sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda. Tú nos
convocas. Aquí estamos, Señor, cercanos a María, que desde Luján nos dice:
¡Argentina! ¡Canta y camina! Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Un estímulo todos los días
Mayo 8
La virtud de la fortaleza es una firmeza interior que nos
capacita para resistir y soportar las contrariedades, sufrimientos, cansancios.
Nos permite perseverar en las cosas buenas cuando se vuelven difíciles. También
nos ayuda a superar la pereza, la flojera o la desgana cuando no tenemos deseos
de emprender algún proyecto o de realizar una acción buena.
La virtud de la fortaleza hace posible dominar los
temores y nos mueve a sacrificarnos por cosas que valen la pena.
Pero una sana fortaleza está íntimamente unida al amor,
porque una persona muy fuerte, sin amor, fácilmente se vuelve vanidosa,
autosuficiente y autoritaria.
Por otra parte, no hay que confundir la fortaleza con una
agresividad negativa, que nos lleva a la venganza. Porque alguien capaz de
perdonar en realidad es mucho más fuerte que alguien que no puede dominar su
ira.
Mons. Víctor Manuel Fernández
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias por participar comentando! Por favor, no te olvides de incluir tu nombre y ciudad de residencia al finalizar tu comentario dentro del cuadro donde escribes.