PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2040 ~ Domingo
26 de Mayo de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
A lo largo de los siglos, los teólogos se han esforzado
por investigar el misterio de Dios ahondando conceptualmente en su naturaleza y
exponiendo sus conclusiones con diferentes lenguajes. Pero, con frecuencia,
nuestras palabras esconden su misterio más que revelarlo. Jesús no habla mucho
de Dios. Nos ofrece sencillamente su experiencia.
A Dios Jesús lo llama “Padre” y lo experimenta como un
misterio de bondad. Lo vive como una Presencia buena que bendice la vida y
atrae a sus hijos e hijas a luchar contra lo que hace daño al ser humano. Para
él, ese misterio último de la realidad que los creyentes llamamos “Dios” es una
Presencia cercana y amistosa que está abriéndose camino en el mundo para
construir, con nosotros y junto a nosotros, una vida más humana.
Jesús no separa nunca a ese Padre de su proyecto de
transformar el mundo. No puede pensar en él como alguien encerrado en su
misterio insondable, de espaldas al sufrimiento de sus hijos e hijas. Por eso,
pide a sus seguidores abrirse al misterio de ese Dios, creer en la Buena
Noticia de su proyecto, unirnos a él para trabajar por un mundo más justo y
dichoso para todos, y buscar siempre que su justicia, su verdad y su paz reinen
cada vez más en entre nosotros.
Por otra parte, Jesús se experimenta a sí mismo como
“Hijo” de ese Dios, nacido para impulsar en la tierra el proyecto humanizador
del Padre y para llevarlo a su plenitud definitiva por encima incluso de la
muerte. Por eso, busca en todo momento lo que quiere el Padre. Su fidelidad a
él lo conduce a buscar siempre el bien de sus hijos e hijas. Su pasión por Dios
se traduce en compasión por todos los que sufren.
Por eso, la existencia entera de Jesús, el Hijo de Dios,
consiste en curar la vida y aliviar el sufrimiento, defender a las víctimas y
reclamar para ellas justicia, sembrar gestos de bondad, y ofrecer a todos la
misericordia y el perdón gratuito de Dios: la salvación que viene del Padre.
Por último, Jesús actúa siempre impulsado por el
“Espíritu” de Dios. Es el amor del Padre el que lo envía a anunciar a los
pobres la Buena Noticia de su proyecto salvador. Es el aliento de Dios el que
lo mueve a curar la vida. Es su fuerza salvadora la que se manifiesta en toda
su trayectoria profética.
Este Espíritu no se apagará en el mundo cuando Jesús se ausente.
Él mismo lo promete así a sus discípulos. La fuerza del Espíritu los hará
testigos de Jesús, Hijo de Dios, y colaboradores del proyecto salvador del
Padre. Así vivimos los cristianos prácticamente el misterio de la Trinidad.
José Antonio Pagola
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Mucho
tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el
Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por
su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él
me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo
que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: ‘Recibirá de lo mío y os lo
anunciará a vosotros’»
(Jn 16,12-15)
Comentario
Hoy celebramos la solemnidad del misterio que está en el
centro de nuestra fe, del cual todo procede y al cual todo vuelve. El misterio
de la unidad de Dios y, a la vez, de su subsistencia en tres Personas iguales y
distintas. Padre, Hijo y Espíritu Santo: la unidad en la comunión y la comunión
en la unidad. Conviene que los cristianos, en este gran día, seamos conscientes
de que este misterio está presente en nuestras vidas: desde el Bautismo —que
recibimos en nombre de la Santísima Trinidad— hasta nuestra participación en la
Eucaristía, que se hace para gloria del Padre, por su Hijo Jesucristo, gracias
al Espíritu Santo. Y es la señal por la cual nos reconocemos como cristianos:
la señal de la Cruz en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
La misión del Hijo, Jesucristo, consiste en la revelación
de su Padre, del cual es la imagen perfecta, y en el don del Espíritu, también
revelado por el Hijo. La lectura evangélica proclamada hoy nos lo muestra: el
Hijo recibe todo del Padre en la perfecta unidad: «Todo lo que tiene el Padre
es mío», y el Espíritu recibe lo que Él es, del Padre y del Hijo. Dice Jesús:
«Por eso he dicho: ‘Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros’» (Jn
16,15). Y en otro pasaje de este mismo discurso (15,26): «Cuando venga el
Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que
procede del Padre, Él dará testimonio de mí».
Aprendamos de esto la gran y consoladora verdad: la
Trinidad Santísima, lejos de ponerse aparte, distante e inaccesible, viene a
nosotros, habita en nosotros y nos transforma en interlocutores suyos. Y esto
por medio del Espíritu, quien así nos guía hasta la verdad completa (cf. Jn
16,13). La incomparable “dignidad del cristiano”, de la cual habla varias veces
san León el Grande, es ésta: poseer en sí el misterio de Dios y, entonces,
tener ya, desde esta tierra, la propia “ciudadanía” en el cielo (cf. Flp 3,20),
es decir, en el seno de la Trinidad Santísima.
Cardenal Jorge MEJÍA Archivista y Bibliotecario de la S.R.I.
(Città del Vaticano, Vaticano)
Santoral Católico:
San Felipe Neri
Apóstol de Roma
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Santa Mariana de Jesús Paredes
Azucena de Quito
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Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
Sáname, Señor
Todos, en mayor o
menor medida, necesitamos redescubrir el auténtico significado bíblico del
pecado y del perdón. Esto contribuye a la salud espiritual e incluso psíquica
del hombre. Nada más falso y enfermizo que una persona incapaz de admitir sus
faltas. Si soy sincero y honesto conmigo mismo, sé que me equivoco, que no
siempre elijo el bien, que tengo necesidad de arrepentimiento y perdón. Una
breve oración en forma responsorial (Salmo 41).
- Sáname, porque he pecado contra ti.
- Sáname, porque he pecado contra ti.
- Yo dije, “Señor, ten misericordia”.
- Porque he pecado contra ti.
- Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
- Sáname, porque he pecado contra ti.
“La realidad del
pecado es inseparable de la experiencia humana. Pero, también la realidad del
perdón es inseparable de Dios. Por eso, no hay ninguna situación de pecado que
no se pueda cambiar y que no permita reencontrar la paz. Nunca, jamás Dios le
quita al hombre la posibilidad de ser feliz”, (Aportes). Que la paz del perdón
divino inunde tu corazón.
Padre Natalio
Palabras del Beato Juan Pablo
II
“Las maravillas de Dios, es decir, su autorrevelación en
el misterio inefable de la Santísima Trinidad, también hablan del hombre, dado
que el hombre es un sujeto al cual Dios quiso confiar su misterio… La Iglesia
vive constantemente el misterio de Dios-Trinidad. Dios que habita en una luz
inaccesible: es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y al mismo tiempo es
Dios, que compenetra y abraza todas las cosas”
Beato Juan Pablo II
Tema del día:
Santísima Trinidad
Hoy es una fiesta importante en la Iglesia, porque
queremos celebrar a Dios en su esencia interior y en su relación con nosotros.
Si Dios nos ha creado y es nuestro destino eterno, nos interesa más que todo
conocer a Dios lo más íntimamente posible. Nuestra razón nos dice que Dios es
solo uno, porque debe haber Alguien que sea principio de todo y que tenga todas
las buenas cualidades posibles, como el ser eterno, todopoderoso, inmenso, y
sobre todo ser bueno. Esto es lo principal que nos reveló Jesús: que Dios es
AMOR. Y por el hecho de que es amor, medio comprendemos algo de que, aunque sea
uno, no puede estar solo, no puede ser alguien solitario, sino que debe ser
como una familia donde circule ampliamente el amor.
El misterio de la Santísima Trinidad, un solo Dios y tres
personas, de alguna manera tiene indicios en el Antiguo Testamento y en otras
religiones; pero fue Jesucristo quien nos lo reveló y nos enseñó la grandeza
del amor del Padre entregando a su Hijo, quien al mismo tiempo con el Padre
envía al Espíritu Santo para ayudarnos en nuestro caminar hacia Dios. En este
año, que es del ciclo C, nos presenta el evangelio unas palabras de Jesús en la
Última Cena. Ahí les dice a los apóstoles que tendría que decirles muchas cosas
o explicarles más ampliamente todo lo que les había dicho en aquellos años;
pero ellos aún no están capacitados para comprenderlo todo. Por eso, al marcharse
de este mundo, les envía Alguien que les va a ayudar a comprender todo.
Ese Alguien, de quien habla ampliamente en esa Cena, es
el Espíritu Santo, una persona divina, porque va a realizar acciones que sólo
Dios puede hacer. Él dará total gloria a Jesús y nos enseñará con exactitud lo
que Jesús estaba enseñando. Pero dice Jesús que lo que enseña no es suyo, sino
que El mismo lo ha recibido del Padre. De aquí la grandeza de este misterio,
que se fundamenta en el amor interno.
Este amor de Dios no se queda entre los Tres, sino que
sale a crear seres con los cuales pueda gozarse en el amor. Por eso creó
ángeles, seres espirituales, y seres humanos, que somos mezcla de materia y
espíritu. Nos creó para que haya un intercambio de amor ahora y por la eternidad.
Por eso este misterio de la Santísima Trinidad no es sólo el centro de nuestra
fe, sino, como dice el catecismo, debe ser el centro de nuestra vida. Nuestra
fe nos dice que el Padre envía a su Hijo como muestra del inmenso amor por la
humanidad, el Hijo, con suprema obediencia, se entrega a la muerte por amor a
la humanidad, y el Espíritu Santo es enviado por el Padre y el Hijo para
actualizar la obra salvadora de Jesús entre nosotros por todos los siglos.
Para cada uno de nosotros es diferente Dios, si nuestra
relación es como criatura, como esclavos o como hijos. Nuestra vida será
distinta si actualizamos nuestra postura de hijos ante Dios Padre, que nos ama
más que el mejor de los padres o de las madres, si convivimos con una
experiencia más fraternal hacia Jesucristo, que resucitado está vivo en la
Iglesia, especialmente en la Eucaristía, y si sabemos tratar en amistad con el
Espíritu Santo, que nos da la fuerza del vivir para poder realizar las labores
humanas con una vitalidad casi divina por medio de los dones del Espíritu.
Muchas veces invocamos a la Santísima Trinidad y lo
hacemos con poca atención. La Santa Misa está envuelta en invocaciones a la
Trinidad: Comenzamos haciendo la señal de la cruz en el nombre de la Trinidad y
terminamos con la bendición que da el sacerdote en el nombre de la Trinidad.
Dentro de la misa está el gloria, que es alabanza a los Tres, el Credo,
profesando nuestra fe en la Trinidad. Y así casi todas las oraciones, que se
dirigen al Padre, por medio de su Hijo en el Espíritu.
Muchas veces decimos: “Gloria al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo”. Que lo digamos con entusiasmo y mucho amor, para que esa
comunidad de vida que hay en la Trinidad sea un ejemplo a seguir en nuestras
comunidades, ya que hemos sido creados “a imagen y semejanza de Dios”.
P. Silverio Velasco (España)
Mayo, mes de María
Flor del 26 de mayo:
María, salud de los enfermos
Meditación:
María ama, María consuela y cubre con su Manto de amor, otorgando la curación
del alma y del cuerpo a sus hijos enfermos. Intercede ante el Señor para
nuestra sanación. Sino siempre se cura el cuerpo, es porque no nos conviene,
pero María nos ayuda y conforta aliviando el dolor y sanándonos el alma con sus
bellas lágrimas.
Oración: María
salud de los enfermos, no sólo del cuerpo, sino de todos los que no tenemos un
corazón bueno. Madre de todos los dolores, de los más atroces, sánanos en
cuerpo y alma para que prestemos a Dios alabanza. Amén.
Decena del Santo
Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para
este día: Orar a María por la salud de un enfermo, pidiendo su poderosa
intercesión para su sanación física y espiritual.
Fuente: reinadelcielo.org
Mensaje de María Reina de la
Paz
Mensaje de María Reina de la Paz del 25 de mayo de 2013
¡Queridos hijos! Hoy los invito a ser fuertes y decididos
en la fe y en la oración, hasta que sus oraciones sean tan fuertes que abran el
Corazón de mi amado Hijo Jesús. Oren hijitos, oren sin cesar hasta que vuestro
corazón se abra al amor de Dios. Estoy con ustedes e intercedo por todos
ustedes y oro por su conversión. Gracias por haber respondido a mi llamado.
Nuevo video y artículo
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo
II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:
Nunca nos olvidemos de
agradecer
Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas
diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la
tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por
las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
Permítanme que hoy el agradecimiento lo haga yo, a Dios,
a la Santísima Virgen, y a todos los lectores de “Pequeñas Semillitas”, que han
hecho posible esta hermosa realidad que es la continuidad de esta página. Que
sea para mayor gloria de Dios y para bien de todos.
“Intimidad Divina”
Domingo de la
Santísima Trinidad
Concluido el ciclo de los misterios de la vida de Cristo,
la Liturgia se eleva a contemplar el misterio de la Santísima Trinidad. En el
Antiguo Testamento este misterio es desconocido; sólo a la luz de la revelación
neotestamentaria se pueden descubrir en él lejanas alusiones. Una de las más
expresivas es la contenida en el elogio de la Sabiduría, atributo divino
presentado como persona (Pr 8, 22-31; 1ª. Lectura). El Señor me poseyó al
principio de sus tareas, al principio de sus obras antiquísimas… Antes de los
abismos de la tierra yo estaba junto a él, como arquitecto. Es, pues, una
persona coexistente con Dios desde la eternidad, engendrada por él y que tiene,
junto a él una misión de colaboradora en la obra de la creación. Para el
cristiano no es difícil descubrir en esta personificación de la
sabiduría-atributo una figura profética de la sabiduría increada, el Verbo
eterno, segunda Persona de la Santísima Trinidad, de la que escribió San Juan:
“En el principio la Palabra existía, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra
era Dios… Todo se hizo por ella” (1, 1-3). Pero las expresiones que más
impresionan son aquellas en que la sabiduría dice que se goza por la creación
de los hombres y que tiene sus delicias en ellos. ¿Cómo no pensar en la
Sabiduría eterna, en el Verbo que se hace carne y viene a morar entre los
hombres?
En la segunda lectura (Rm 5, 1-5), la revelación de la
Trinidad es claramente manifiesta. Ahí están las tres Personas divinas en sus relaciones
con el hombre. Dios Padre lo justifica restableciéndolo en su gracia, el Hijo
se encarna y muere en la cruz para obtenerle ese don y el Espíritu Santo viene
a derramar en su corazón el amor de la Trinidad. Para entrar en relaciones con
los “Tres”, el hombre debe creer en Cristo su Salvador, en el Padre que lo ha
enviado y en el Espíritu Santo que inspira en su corazón el amor del Padre y
del Hijo. De esta fe nace la esperanza de poder un día gozar “de la gloria de los hijos de Dios” (ib. 2) en una
comunión sin velos con la Trinidad sacrosanta. Las pruebas y las tribulaciones
de la vida no pueden remover la esperanza del cristiano; ésta no es vana,
porque se funda en el amor de Dios que desde el día del bautismo “ha sido
derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado” (ib.
5). Fe, esperanza y amor son las virtudes que permiten al cristiano iniciar en
la tierra la comunión con la Trinidad que será plena y beatificante en la
gloria eterna.
El Evangelio del día (Jn 16, 12-15) proyecta nueva luz
sobre la misión del Espíritu Santo y sobre todo el misterio trinitario. En el
discurso de la Cena, al prometer el Espíritu Santo, dice Jesús: “Cuando venga
él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena” (ib. 13). También
Jesús es la Verdad (Jn 14, 6) y ha enseñado a los suyos toda la verdad que ha
aprendido del Padre –“todo lo que he oído a mi Padre, os lo he dado a conocer”
(Jn 15, 15)–; por eso el Espíritu Santo no enseñará cosas que no estén
contenidas en el mensaje de Cristo, sino que hará penetrar su significado
profundo y dará su exacta inteligencia preservando la verdad del error. Dios es
uno solo, por eso única es la verdad; el Padre la posee totalmente y totalmente
la comunica al Hijo: “Todo lo que tiene el Padre es mío”, declara Jesús y
añade: el Espíritu Santo “tomará de lo mío os lo anunciará” (Jn 16, 15). De
este modo afirma Jesús la unidad de la naturaleza y la distinción de las tres
Personas divinas. No sólo la verdad, sino todo es común entre ellos, pues poseen
una única naturaleza divina. En ellos hay una perfecta comunión de vida, de
verdad y de amor. El Hijo de Dios vino a la tierra justamente para introducir
al hombre en esta comunión altísima haciéndolo capaz por la fe y el amor, de
vivir en sociedad con la Trinidad que mora en él.
Tú, Trinidad
eterna, eres el Hacedor, y yo, la hechura. En la re-creación que de mi hiciste
en la sangre de tu Hijo, he conocido que estabas enamorado de la belleza de tu
hechura. ¡Oh abismo, oh deidad eterna, oh mar profundo! ¿Podías dar algo más
que darte a ti mismo? Eres fuego que consume en su calor todo amor propio del
alma. Eres fuego que quita toda frialdad. Tú alumbras. En esta luz te conozco a
ti, santo e infinito. Bien; Bien sobre todo bien. Bien feliz. Bien incomprensible,
Bien inestimable. Belleza sobre toda belleza. Sabiduría sobre toda sabiduría,
porque tú eres la sabiduría misma. Tú, manjar de los ángeles, dado con fuego de
amor a los hombres. Tú, vestido que cubre toda desnudez, sacias al hombre en tu
dulzura. Dulce, sin mezcla de amargura. ¡Oh Trinidad eterna! En la luz que me
diste… he conocido… el camino de la gran perfección para que te sirva con luz y
no con tinieblas, sea espejo de buena y santa vida y me eleve de mi vida
miserable, ya que por culpa mía te he servido siempre en tinieblas… Y tú,
Trinidad eterna, con tu luz disipaste las tinieblas. (Santa Catalina de Siena,
Diálogo 167).
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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