jueves, 9 de mayo de 2013

Pequeñas Semillitas 2028


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2028 ~ Jueves 9 de Mayo de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)


Alabado sea Jesucristo…
Debemos ayudarnos unos a otros y asegurarnos de que estemos bien, y si alguien está a punto de caer, que exista alguien que pueda impedir que caiga.
En la mayoría de empresas de gran éxito existen sistemas que les permiten saber que si pasa algo fuera de sus parámetros de control, habrá alguien que los podrá soportar y ayudar que no exista una pérdida total como tal, los aseguradores valoran la capacidad de una persona para saber cuánta productividad pueda generar a lo largo de su vida y este es uno de los parámetros que existen para cuantificar el valor de sus capacidades.
El potencial que tienen los hijos de Dios es infinito, y me gusta saber que mi mejor asegurador es el Espíritu Santo de Dios, que él siempre está al pendiente de mí y mi familia en todo momento.
Por eso digo… ¡Ven Espíritu Santo!


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy

En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver». Entonces algunos de sus discípulos comentaron entre sí: «¿Qué es eso que nos dice: ‘Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver’ y ‘Me voy al Padre’?». Y decían: «¿Qué es ese ‘poco’? No sabemos lo que quiere decir». Se dio cuenta Jesús de que querían preguntarle y les dijo: «¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho: ‘Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver?’. En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo».
(Jn 16,16-20)

Comentario
Hoy contemplamos de nuevo la Palabra de Dios con la ayuda del evangelista Juan. En estos últimos días de Pascua sentimos una inquietud especial por hacer nuestra esta Palabra y entenderla. La misma inquietud de los primeros discípulos, que se expresa profundamente en las palabras de Jesús —«Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver» (Jn 16,16)— concentra la tensión de nuestras inquietudes de fe, de búsqueda de Dios en nuestra vida cotidiana.
Los cristianos de hoy sentimos la misma urgencia que los cristianos del primer siglo. Queremos ver a Jesús, necesitamos experimentar su presencia en medio de nosotros, para reforzar nuestra fe, esperanza y caridad. Por esto, nos provoca tristeza pensar que Él no esté entre nosotros, que no podamos sentir y tocar su presencia, sentir y escuchar su palabra. Pero esta tristeza se transforma en alegría profunda cuando experimentamos su presencia segura entre nosotros.
Esta presencia, así nos lo recordaba Juan Pablo II en su última Carta encíclica Ecclesia de Eucharistia, se concreta —específicamente— en la Eucaristía: «La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta experimenta con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor: ‘He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’ (Mt 28,20). (...) La Eucaristía es misterio de fe y, al mismo tiempo, “misterio de luz”. Cada vez que la Iglesia la celebra, los fieles pueden revivir de algún modo la experiencia de los dos discípulos de Emaús: «Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron» (Lc 24,31)».
Pidamos a Dios una fe profunda, una inquietud constante que se sacie en la fuente eucarística, escuchando y entendiendo la Palabra de Dios; comiendo y saciando nuestra hambre en el Cuerpo de Cristo. Que el Espíritu Santo llene de luz nuestra búsqueda de Dios.
Rev. D. Joan Pere PULIDO i Gutiérrez Secretario del obispo de Sant Feliu (Sant Feliu de Llobregat, España)

Santoral Católico:
San Gregorio Ostiense
Abad y Obispo

Son bastante confusas las noticias que tenemos sobre este santo muy venerado en las tierras de Rioja y Navarra. Se le conoce como abad del monasterio de san Cosme y san Damián, en Roma.

El papa Juan XVIII lo hace obispo de Ostia y luego lo eleva al cardenalato, pasando a ser Bibliotecario Apostólico, puesto que mantuvo durante cuatro papados. Participa en el gobierno de la Iglesia, tomando parte en asuntos arduos y complicados de política exterior al tiempo que procura no descuidar el ministerio pastoral.

Parece ser que vino a España en la primera mitad del siglo XI, como Legado papal ante las Cortes de Burgos y Pamplona. Muy probablemente tuvo que ver su envío desde Roma con las cuestiones relativas a la organización eclesiástica de España en una coyuntura en la que se hacía muy necesaria la determinación de los límites de las diócesis que era origen y fuente de numerosos conflictos y no sólo por interferencias de jurisdicción episcopal, sino también por la pertenencia a distintos soberanos. Ello conllevaba negociaciones con los reyes y con los obispos interesados, y para esa labor hacía falta un hombre con tacto político y gran sentido eclesial.

Era asunto difícil y espinoso por los muchos intereses que encerraba era la delimitación de la diócesis de Valpuerta cuya extensión perteneció en gran parte a la desaparecida diócesis visigoda de Calahorra y que llegó a perdurar hasta el 1086, después de la muerte del santo, fecha en que quedó incorporada a Burgos (Campus Castellae) que absorbió en torno a sí a todos los obispados circundantes.

También en el sur de Pamplona, en torno a Nájera, erigen los reyes Santa María la Real como panteón real. Ya había aparecido la figura del Nagalensis o Navarensis o Nazarensis episcopus desde el 925, abarcando las fronteras diocesanas hasta territorios que interfieren Valpuerta y Alava, amén de ocupar toda la Rioja, donde habían proliferado, durante los tres siglos de dominación musulmana, y con la ilusión de ser cada una la continuidad de Calahorra, las diócesis de Albelda, Castella Vetus, San Millán de la Cogolla y Nájera, cuya historia constituye una verdadera maraña, complicada aún más todavía por la presencia de prelados auxiliares u honorarios hasta que se reconquistó Calahorra, en el 1046, y recuperó su antigua capitalidad, aglutinando a las mencionadas.

No siempre dieron buen fruto, o el fruto apetecido, las negociaciones del Legado, pero sí que pudieron hacerse sin discordias entre los reyes y sin enfrentamientos entre los obispos y, desde luego, sentaron las bases para que la obra trascendiera al gestor.

Gregorio no olvidó nunca lo principal de su persona, el ejercicio del ministerio sacerdotal. Predicó en Calahorra y Logroño entre otras poblaciones de la Rioja y Navarra, destacando en sus pláticas la necesidad de conversión y penitencia. Parece ser que esta fue la ocasión en que santo Domingo de la Calzada vivió algún tiempo en su compañía, sirviéndole de paje.

Se cuenta que en cierta ocasión libró los campos riojanos de una plaga de animalitos, y por eso le invocan los agricultores de una manera especial contra la langosta.

Vivió alrededor de cinco años en España. Agotado y enfermo se retiró a Logroño donde parece que murió alrededor del año 1044; pero su cuerpo se venera en la iglesia de san Gregorio de Pinave, entre Viana y Logroño.

Fuente: Catholic.net


¡Buenos días!

El santo de la alegría

Defiende y cultiva la alegría. El sentido del humor te ayudará a encarar las situaciones estresantes de la vida. Ríe, y tus cargas serán aliviadas. Ríe, y tu vida se alargará. Ríe cuando más lo necesites. Si eres capaz de reírte de una situación, por más dolorosa que sea, podrás superarla.

Donde quiera que san Felipe Neri llegaba, se formaba un ambiente de fiesta y buen humor. Las gentes se reían de buena gana. A algunos muy serios les parecía que él debería ser un poco más mesurado y solemne. Por eso a veces se le llamaba “el bufón de Dios”. Tuvo siempre el don de la alegría. A él se le atribuye la frase: «Tristeza y melancolía, fuera de la casa mía».  Un día, una señora rica se presentó delante de Felipe Neri calzada con un par de zapatos bastante elevados. Cuando le preguntó a Felipe tímidamente, temiendo una condena o una crítica, si podía andar así de engalanada, el santo se limitó a decir: «Cuide de no caerse». Y en aquel “caerse” la interlocutora entendió todo un discurso.

Te sugiero un modo más para mantener la alegría que sale de adentro: “vive dando gracias a Dios”, como exhortaba san Pablo a los colosenses. Pues, dar gracias a Dios en toda ocasión te hará experto en descubrir lo bueno y gratificante que sucede en tu entorno. ¿Cómo no va a vivir sereno y alegre quien transformó la acción de gracias en una luminosa costumbre?

Padre Natalio


Palabras del Papa Francisco

"En este momento de profunda comunión en Cristo, sentimos viva en medio de nosotros la presencia espiritual de la Virgen María. Una presencia materna, familiar… el amor a la Virgen es una de las características de la piedad popular, que pide ser valorizada y bien orientada. Por esto, los invito a meditar el último capítulo de la Constitución del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia, la Lumen Gentium que habla justamente de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia. En el Año de la Fe les dejo la imagen de María peregrina, que sigue al Hijo Jesús y nos precede a todos nosotros en el camino de la fe. Recogidos en oración alrededor de María, pedimos a Dios el don del Espíritu Santo, el Paráclito, para que consolide y conforte a todos los cristianos, especialmente aquellos que celebran la Pascua en medio de pruebas y sufrimientos, y los guíe en el camino de la reconciliación y la paz”.

Papa Francisco


Tema del día:
María provoca la primera "señal"

Ojalá puedas leer en el Evangelio Jn 2, 1-12, cuando María le dice a su Hijo que les falta el vino en una boda donde fueron invitados en Caná.

A mí me llama poderosamente la atención ese detalle de María de acercarse a visitar a su prima santa Isabel tras tener conocimiento de su estado de gestación, también su fina observación en las bodas de Caná, en una situación de tanto embarazo para aquellos jóvenes esposos. Todo ello habla de un corazón amable, sencillo, bondadoso, atento, comprensivo, servicial en nuestra madre del cielo.

Una contemplación superficial del episodio de la boda de Caná nos dice que lo más milagroso fue el hecho de que Jesús mostró su dominio absoluto sobre la materia, convirtiendo agua en vino. Sin embargo, el Evangelista nos da a entender que no fue así al decir "Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos" (Jn 2, 11).

Según el Evangelista la finalidad intrínseca de este milagro fue el convencer a sus discípulos que Él era lo que decía que era: el Hijo de Dios. Así manifestó su "gloria" que era su divinidad, pues María le obligó a "hacer llegar su hora" de mostrar su gloria o divinidad.

Independientemente de la gran confianza que María mostró en su Hijo, como hemos comentado antes, está el hecho de que ella fue el medio que Dios usó para dar comienzo a la manifestación de Jesús de Nazaret como su Hijo. Aquí María aparece como aquella que hace conocer a Cristo. Uno podría pensar que tal vez su misión fuese solamente traer al Hijo al mundo y después dejarlo manifestarse como le pareciera mejor. Dios en su providencia quería hacer las cosas de otra manera: quería dar a conocer a su Hijo al mundo por medio de su Madre. Nosotros podemos no estar de acuerdo con esta metodología, pero no se puede negar que Él quiso adoptarla para manifestar a su Hijo.

Parece ser que el Padre sigue usando esta metodología para dar a conocer a su Hijo. Son elocuentes las múltiples apariciones de la Virgen en estos dos últimos siglos. Pensemos en Lourdes, Fátima...

Autor: P. Fintan Kelly
Fuente: Catholic.net


Mayo, mes de María
Flor del 9 de mayo: 
Madre del buen consejo

Meditación: María nos aconsejó en las bodas de Caná, “Haced lo que El os diga” (Juan 2,5), y nos lo vuelve a dictar. ¿Qué quiere Cristo de mi?. ¿Lo podemos seguir cuando nos dice “deja todo y sígueme?”.
“Hijo, ¿por qué nos haz hecho esto?” (Lucas 2,48). Cristo tenía que mostrarnos ante todo más el amor a Dios que el de la familia. ¡Pero cuántas veces abandonamos a nuestra Madre por amores, caprichos, vanidades y miedos!.

Oración: ¡Oh dulce consejera del alma, oh hermosa Esclava!. Entrega a Dios nuestra alma para que se haga santa, que abramos nuestros oídos y seamos hijos solícitos. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Ser un verdadero Cristo al aconsejar a mi hermano.

Fuente: reinadelcielo.org


Jesuitas en el mundo
(Uno de ellos es Francisco)

La Compañía de Jesús, que el 15 de agosto próximo cumplirá 478 años de fundación por San Ignacio de Loyola, acaba de publicar sus estadísticas correspondientes al año 2013, en las que consta que hoy en el mundo hay 17.287 jesuitas.

La Compañía de Jesús, presente en los cinco continentes, está organizada en 83 circunscripciones o provincias, 6 regiones independientes y 10 regiones dependientes. De los 17.287 jesuitas, 12.298 son sacerdotes, 1.400 son hermanos (religiosos que no serán ordenados sacerdotes), 2.878 religiosos que están en el período de formación para llegar a ser sacerdotes, y 711 novicios.

En comparación con el año 2012, hay 203 sacerdotes menos, 63 hermanos menos y 64 novicios menos. Pero hay 34 religiosos más que están en período de formación para ser sacerdotes. Respecto del año 2012 hay una disminución general de 337 jesuitas. En las últimas cuatro décadas los jesuitas pasaron de 29.436 a 17.287. Visto en un cuadro más general la disminución de los últimos 40 años no puede considerarse como algo negativo. Y es que en 1910 los jesuitas eran 16.295, aunque las cifras actuales están muy lejos de los 36.038 jesuitas que fueron en 1965. Los datos estadísticos publicados íntegramente en el sitio web oficial de la Compañía de Jesús evidencian que los jesuitas crecen en África (+16) y disminuyen en Europa meridional (-89). 

Fuente: Iglesias y Templos de Córdoba


“Intimidad Divina”

La fe de María

La Iglesia, haciendo suyas las palabras de Isabel, dirige a María esta bellísima alabanza: “Bienaventurada tú que has creído, porque se cumplirán en ti las cosas que el Señor te ha dicho” (Lc 1, 45). Grande fue la fe de la Virgen que creyó sin dudar el mensaje del ángel que le anunciaba cosas admirables e inusitadas. Creyó, obedeció, y, como afirma el Concilio, refiriendo palabras de los antiguos Padres, creyendo y obedeciendo “fue causa de la salvación propia y de la del género humano entero… Lo que ató la virgen Eva por la incredulidad, la Virgen María lo desató por la fe” (LG 56). Fiada en la palabra de Dios, María creyó que sería verdadera Madre de Dios, que el fruto de su seno sería realmente el Hijo del Altísimo. Se adhirió con plena fe a cuanto le fue revelado, sin dudar un instante frente a un plan que venía a trastornar todo el orden natural de las cosas: una madre virgen, una criatura Madre del Creador. Creyó cuando el ángel le habló, pero continuó creyendo aun cuando el ángel la dejó sola, y se vio rodeada de las humildes circunstancias de una mujer cualquiera que está para ser madre.

“También la bienaventurada Virgen –afirma el Concilio– avanzó en la peregrinación de la fe… una fe sin mezcla de duda alguna” (LG 58, 63), pero al fin y al cabo fe. Muy lejos estaría de la verdad quien pensase que los misterios divinos fueron totalmente manifiestos a la Virgen y que la divinidad de su Jesús fuese para ella tan evidente que no tuviese necesidad de creer. Exceptuada la Anunciación y los hechos que rodearon el nacimiento de Cristo, no encontramos en su vida manifestaciones sobrenaturales de carácter extraordinario. Ella vive de pura fe, exactamente como nosotros, apoyándose en la palabra de Dios. Los mismos divinos misterios que en ella y en torno suyo se verifican, permanecen habitualmente envueltos en el velo de la fe y toman al exterior el giro común a las varias circunstancias de la vida ordinaria; más aún: frecuentemente se ocultan bajo aspectos muy oscuros y desconcertantes. Así por ejemplo, la extrema pobreza en que nació Jesús, la necesidad de  huir al destierro para salvarle a él –Rey del Cielo– de la furia de un rey de la tierra, las fatigas para procurarle lo estrictamente necesario y, a veces, hasta la falta de ello.

Pero María no dudó jamás de que aquel Niño débil e impotente, necesitado de cuidados maternos y de defensa como cualquier otro niño, fuese el Hijo de Dios. Creyó siempre, aun cuando no entendía el misterio. Así fue, por ejemplo, en la repentina desaparición de Jesús, cuando a la edad de doce años, se quedó en el templo sin ellos saberlo. San Lucas advierte que cuando el Niño explicó el motivo alegando la misión que le había confiado el Padre celestial, María y José “no comprendieron lo que les decía” (Lc 2, 50). Si María sabía con certeza que Jesús era el Mesías, no sabía, sin embargo, el modo cómo cumpliría su misión; de ahí que por el momento no entendió la relación que había entre su permanencia en el templo y la voluntad de Dios. Con todo, no quiso saber más: sabía que Jesús era su Dios y esto le bastaba; estaba segura, totalmente segura de él. El alma de la fe no se detiene a examinar la conducta de Dios y, aun no comprendiendo, se lanza a creer y a seguir ciegamente las disposiciones de la voluntad divina. Algunas veces en nuestra vida espiritual nos detenemos porque queremos entender demasiado, indagar demasiado los designios de  Dios sobre nuestra alma; no, el Señor no nos pide entender, sino creer con todas nuestras fuerzas.

¡Oh María!, creyendo al ángel que te aseguraba que, sin cesar de ser virgen, serías madre del Señor, trajiste al mundo la salvación… Tu fe abrió a los hombres el paraíso… ¡Oh Virgen!, tú tuviste mayor fe que todos los hombres y que todos los ángeles. Veías a tu Hijo en el establo de Belén, y creías que era el Creador del mundo. Lo veías huir de Herodes, y no dejabas de creer que era el Rey de los reyes. Lo viste nacer, y creías que era eterno. Lo viste pobre, necesitado de alimento, y sin embargo creías que era el Señor del mundo: reclinado sobre la paja, y creías que era omnipotente. Viste que no hablaba, y creíste que era la Sabiduría infinita. Lo escuchabas llorar, y crías que él era el gozo del paraíso. Lo viste en su muerte vilipendiado y crucificado, pero aunque vaciló la fe de los demás, la tuya permaneció firme creyendo que él era Dios… Virgen santa, por los merecimientos de tu grande fe, consígueme la gracia de una fe viva: “¡Señora, aumenta en nosotros la fe!”. (San Alfonso M. de Ligorio, Las glorias de María).

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Gracias por participar comentando! Por favor, no te olvides de incluir tu nombre y ciudad de residencia al finalizar tu comentario dentro del cuadro donde escribes.