viernes, 24 de mayo de 2013

Pequeñas Semillitas 2038


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 8 - Número 2038 ~ Viernes 24 de Mayo de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…!!!

Y más que nunca saludamos hoy felices al Señor en este día en que también celebramos a la Madre Celestial bajo la advocación de María Auxiliadora, porque han sido escuchadas nuestras oraciones y hemos conseguido ya una parte de los apoyos mínimos necesarios para poder decir que la continuidad de PEQUEÑAS SEMILLITAS estará asegurada.

Gracias a las personas que han comprometido su ayuda, que esperamos se pueda mantener en el tiempo y se sumen otras, esta página no se desactivará y continuará brindando su apostolado en internet tal como lo viene haciendo desde 2006 por correos electrónicos y desde 2007 también en internet.

Asimismo quiero informar a los lectores que se ha procedido al cambio de la Moderadora, que es la persona que se ocupa de administrar y mantener activadas y en orden las más de veinte mil suscripciones de lectores que reciben PEQUEÑAS SEMILLITAS por correo electrónico gratis todos los días.

Nuestra querida amiga chilena Melissa, que nos acompañó y ayudó desinteresadamente desde el primer día, ha cumplido un largo ciclo y seguirá de ahora en más sus actividades en otros emprendimientos que son de su especial interés. Y en su lugar se incorpora desde ahora una querida amiga argentina, Rocío, a quien doy la más cordial bienvenida a este espacio deseando que María Auxiliadora sea siempre su amparo y compañía en la tarea que inicia.

Agradezco a Dios por concedernos estas gracias. Agradezco a María que ha sido nuestro auxilio en esta y tantas oportunidades.
Agradezco a Melissa por sus años de incasable labor y a Rocío que se incorpora para ser mi más directa colaboradora de ahora en adelante.
Y mediante todas esas gracias recibidas, seguiremos sembrando con alegría la Palabra de Dios por internet.


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy

En aquel tiempo, Jesús, levantándose de allí, va a la región de Judea, y al otro lado del Jordán, y de nuevo vino la gente donde Él y, como acostumbraba, les enseñaba. Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?». Él les respondió: «¿Qué os prescribió Moisés?». Ellos le dijeron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla». Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre».
Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».
(Mc 10,1-12)

Comentario
Hoy, Señor, quisiera hacer un rato de oración para agradecerte tu enseñanza. Tú enseñabas con autoridad y lo hacías siempre que te dejábamos, aprovechabas todas las ocasiones: ¡claro!, lo entiendo, Señor, tu misión básica era transmitir la Palabra del Padre. Y lo hiciste.
—Hoy, “colgado” en Internet te digo: Háblame, que quiero hacer un rato de oración como fiel discípulo. Primero, quisiera pedirte capacidad para aprender lo que enseñas y, segundo, saber enseñarlo. Reconozco que es muy fácil caer en el error de hacerte decir cosas que Tú no has dicho y, con osadía malévola, intento que Tú digas aquello que a mí me gusta. Reconozco que quizá soy más duro de corazón que aquellos oyentes.
—Yo conozco tu Evangelio, el Magisterio de la Iglesia, el Catecismo, y recuerdo aquellas palabras del papa Juan Pablo II en la Carta a las Familias: «El proyecto del utilitarismo asentado en una libertad orientada según el sentido individualista, es decir, una libertad vacía de responsabilidad, es el constitutivo de la antítesis del amor». Señor, rompe mi corazón deseoso de felicidad utilitarista y hazme entrar dentro de tu verdad divina, que tanto necesito.
—En este lugar de mirada, como desde la cima de la cordillera, comprendo que Tú digas que el amor matrimonial es definitivo, que el adulterio —además de ser pecado como toda ofensa grave hecha a ti, que eres el Señor de la Vida y del Amor— es un camino errado hacia la felicidad: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla» (Mc 10,11).
—Recuerdo a un joven que decía: «Mossèn el pecado promete mucho, no da nada y lo roba todo». Que te entienda, buen Jesús, y que lo sepa explicar: Aquello que Tú has unido, el hombre no lo puede separar (cf. Mc 10,9). Fuera de aquí, fuera de tus caminos, no encontraré la auténtica felicidad. ¡Jesús, enséñame de nuevo!
Gracias, Jesús, soy duro de corazón, pero sé que tienes razón.
Rev. D. Miquel VENQUE i To (Barcelona, España)


Santoral Católico:
María Auxiliadora
Advocación Mariana

Historia de la devoción a María Auxiliadora en la Iglesia Antigua

Los cristianos de la Iglesia de la antigüedad en Grecia, Egipto, Antioquía, Efeso, Alejandría y Atenas acostumbraban llamar a la Santísima Virgen con el nombre de Auxiliadora, que en su idioma, el griego, se dice con la palabra "Boetéia", que significa "La que trae auxilios venidos del cielo". Ya San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla nacido en 345, la llama "Auxilio potentísimo" de los seguidores de Cristo. Los dos títulos que más se leen en los antiguos monumentos de Oriente (Grecia, Turquía, Egipto) son: Madre de Dios y Auxiliadora. (Teotocos y Boetéia). En el año 476 el gran orador Proclo decía: "La Madre de Dios es nuestra Auxiliadora porque nos trae auxilios de lo alto". San Sabas de Cesarea en el año 532 llama a la Virgen "Auxiliadora de los que sufren" y narra el hecho de un enfermo gravísimo que llevado junto a una imagen de Nuestra Señora recuperó la salud y que aquella imagen de la "Auxiliadora de los enfermos" se volvió sumamente popular entre la gente de su siglo.

El gran poeta griego Romano Melone, año 518, llama a María "Auxiliadora de los que rezan, exterminio de los malos espíritus y ayuda de los que somos débiles" e insiste en que recemos para que Ella sea también "Auxiliadora de los que gobiernan" y así cumplamos lo que dijo Cristo: "Dad al gobernante lo que es del gobernante" y lo que dijo Jeremías: "Orad por la nación donde estáis viviendo, porque su bien será vuestro bien". En las iglesias de las naciones de Asia Menor la fiesta de María Auxiliadora se celebra el 1º de octubre, desde antes del año mil (En Europa y América se celebre el 24 de mayo). San Sofronio, Arzobispo de Jerusalén dijo en el año 560: "María es Auxiliadora de los que están en la tierra y la alegría de los que ya están en el cielo". San Juan Damasceno, famoso predicador, año 749, es el primero en propagar esta jaculatoria: "María Auxiliadora rogad por nosotros". Y repite: "La Virgen es auxiliadora para conseguir la salvación. Auxiliadora para evitar los peligros, Auxiliadora en la hora de la muerte".

San Germán, Arzobispo de Constantinopla, año 733, dijo en un sermón: "Oh María Tú eres Poderosa Auxiliadora de los pobres, valiente Auxiliadora contra los enemigos de la fe. Auxiliadora de los ejércitos para que defiendan la patria. Auxiliadora de los gobernantes para que nos consigan el bienestar, Auxiliadora del pueblo humilde que necesita de tu ayuda".

La batalla de Lepanto

En el siglo XVI, los mahometanos estaban invadiendo a Europa. En ese tiempo no había la tolerancia de unas religiones para con las otras. Y ellos a donde llegaban imponían a la fuerza su religión y destruían todo lo que fuera cristiano. Cada año invadían nuevos territorios de los católicos, llenando de muerte y de destrucción todo lo que ocupaban y ya estaban amenazando con invadir a la misma Roma. Fue entonces cuando el Sumo Pontífice Pío V, gran devoto de la Virgen María convocó a los Príncipes Católicos para que salieran a defender a sus colegas de religión. Pronto se formó un buen ejército y se fueron en busca del enemigo. El 7 de octubre de 1572, se encontraron los dos ejércitos en un sitio llamado el Golfo de Lepanto. Los mahometanos tenían 282 barcos y 88.000 soldados. Los cristianos eran inferiores en número. Antes de empezar la batalla, los soldados cristianos se confesaron, oyeron la Santa Misa, comulgaron, rezaron el Rosario y entonaron un canto a la Madre de Dios. Terminados estos actos se lanzaron como un huracán en busca del ejército contrario. Al principio la batalla era desfavorable para los cristianos, pues el viento corría en dirección opuesta a la que ellos llevaban, y detenían sus barcos que eran todos barcos de vela o sea movidos por el viento. Pero luego -de manera admirable- el viento cambió de rumbo, batió fuertemente las velas de los barcos del ejército cristiano, y los empujó con fuerza contra las naves enemigas. Entonces nuestros soldados dieron una carga tremenda y en poco rato derrotaron por completo a sus adversarios. Es de notar, que mientras la batalla se llevaba a cabo, el Papa Pío V, con una gran multitud de fieles recorría las calles de Roma rezando el Santo Rosario.

En agradecimiento de tan espléndida victoria San Pío V mandó que en adelante cada año se celebrara el siete de octubre, la fiesta del Santo Rosario, y que en las letanías se rezara siempre esta oración: “María Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros”.

El Papa y Napoleón

En el siglo XIX sucedió un hecho bien lastimoso: El emperador Napoleón llevado por la ambición y el orgullo se atrevió a poner prisionero al Sumo Pontífice, el Papa Pío VII. Varios años llevaba en prisión el Vicario de Cristo y no se veían esperanzas de obtener la libertad, pues el emperador era el más poderoso gobernante de ese entonces. Hasta los reyes temblaban en su presencia, y su ejército era siempre el vencedor en las batallas. El Sumo Pontífice hizo entonces una promesa: "Oh Madre de Dios, si me libras de esta indigna prisión, te honraré decretándote una nueva fiesta en la Iglesia Católica". Y muy pronto vino lo inesperado. Napoleón que había dicho: "Las excomuniones del Papa no son capaces de quitar el fusil de la mano de mis soldados", vio con desilusión que, en los friísimos campos de Rusia, a donde había ido a batallar, el frío helaba las manos de sus soldados, y el fusil se les iba cayendo, y él que había ido deslumbrante, con su famoso ejército, volvió humillado con unos pocos y maltrechos hombres. Y al volver se encontró con que sus adversarios le habían preparado un fuerte ejército, el cual lo atacó y le proporcionó total derrota. Fue luego expulsado de su país y el que antes se atrevió a aprisionar al Papa, se vio obligado a pagar en triste prisión el resto de su vida. El Papa pudo entonces volver a su sede pontificia y el 24 de mayo de 1814 regresó triunfante a la ciudad de Roma. En memoria de este noble favor de la Virgen María, Pío VII decretó que en adelante cada 24 de mayo se celebrara en Roma la fiesta de María Auxiliadora en acción de gracias a la madre de Dios.

San Juan Bosco y María Auxiliadora

El 9 de junio de 1868, se consagró en Turín, Italia, la Basílica de María Auxiliadora. La historia de esta Basílica es una cadena de favores de la Madre de Dios. Su constructor fue San Juan Bosco, humilde campesino nacido el 16 de agosto de 1815, de padres muy pobres. A los tres años quedó huérfano de padre. Para poder ir al colegio tuvo que andar de casa en casa pidiendo limosna. La Sma. Virgen se le había aparecido en sueños mandándole que adquiriera "ciencia y paciencia", porque Dios lo destinaba para educar a muchos niños pobres. Nuevamente se le apareció la Virgen y le pidió que le construyera un templo y que la invocara con el título de Auxiliadora.

Empezó la obra del templo con tres monedas de veinte centavos. Pero fueron tantos los milagros que María Auxiliadora empezó a hacer en favor de sus devotos, que en sólo cuatro años estuvo terminada la gran Basílica. El santo solía repetir: "Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen". Desde aquel santuario empezó a extenderse por el mundo la devoción a la Madre de Dios bajo el título de Auxiliadora, y son tantos los favores que Nuestra Señora concede a quienes la invocan con ese título, que ésta devoción ha llegado a ser una de las más populares.

San Juan Bosco decía: "Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros" y recomendaba repetir muchas veces esta pequeña oración: "María Auxiliadora, rogad por nosotros". Él decía que los que dicen muchas veces esta jaculatoria consiguen grandes favores del cielo.

Fuente: Catholic.net

Más información 
sobre María Auxiliadora 


¡Buenos días!

Cómo hacer maravillas

La Reina de la Paz nos asegura que la oración hace maravillas en el corazón de los hombres y en el mundo. “El espíritu de oración que animó la vida entera de Jesucristo entre los hombres, nos enseña que todas las obras, grandes y pequeñas, han de ir precedidas, acompañadas y seguidas de oración” (San Josemaría Escrivá).

“¡Queridos hijos! Los invito, aún hoy, a orar de todo corazón y a amarse los unos a los otros. Queridos hijos, han sido escogidos para testimoniar la paz y la alegría. Si no hay paz, oren y la recibirán. A través de ustedes y de su oración, hijitos, la paz comenzará a fluir en el mundo. Por eso, hijitos, oren, oren, oren; porque la oración hace maravillas en el corazón de los hombres y en el mundo. Yo estoy con ustedes y agradezco a Dios por cada uno de ustedes que han aceptado con seriedad la oración y que la viven. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado! ”

La Virgen María te invita a que aceptes con seriedad un compromiso de oración. “Mucha gente, entre los creyentes, por no haber rezado durante mucho tiempo, no tiene ya ganas de rezar. ¿Cómo salir de este círculo mortal? Orando con perseverancia y sin ganas para que afloren las ganas de orar y el sentido de Dios”, (I. Larrañaga). Así serás testigo de paz y alegría.

Padre Natalio


Palabras del Beato Juan Pablo II

“Los cristianos invocan a María como «Auxiliadora», 
reconociendo su amor materno, 
que ve las necesidades de sus hijos 
y está dispuesto a intervenir en su ayuda, 
sobre todo cuando está en juego la salvación eterna”

Beato Juan Pablo II


Palabras de San Juan Bosco

“En todos los peligros invoquen a María
y les aseguro que serán liberados…
Confíen en María Auxiliadora
y verán lo que son milagros”

Don Bosco


Mayo, mes de María
Flor del 24 de mayo:
María Auxiliadora de los Cristianos

Meditación: “Todos estaban unidos, insistiendo en la oración, con María la Madre de Jesús” (Hechos 1,14). María siempre ha estado presente en todas las persecuciones de la Iglesia, por su ayuda en Lepanto protegió milagrosamente a toda la cristiandad, incluyéndola San Pío X en las Letanías. También es el auxilio de la Iglesia del silencio, ya que todo cristiano fiel “padecerá persecución” (Segunda carta a Timoteo 3,12), pero “de los perseguidos por causa de la Justicia es el Reino de los Cielos” (Mateo 5,10). ¿Defendemos a Cristo y Su Doctrina con la voz, con el corazón y con nuestra labor, o sólo tenemos un corazón tibio y poco digno?. Seamos soldados valientes, enamorados de Jesús y María, quien como Capitana nos defenderá con la Espada de la Justicia y el Manto de la Verdad. Y a través de Ella el Espíritu con Sus Alas nos cubrirá y nada nos pasará.

Oración: ¡Oh María auxilio de los cristianos!, cúbrenos con tu Manto de toda amenaza física y espiritual, para así poder luchar por la Patria Celestial. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Auxiliar a un hermano cercano que esté en dificultad física o espiritual, dando testimonio mediante ésta obra de misericordia de la fe en Cristo a través de Su Madre.

Fuente: reinadelcielo.org


“Intimidad Divina”

María Madre de la Iglesia

El Concilio Vaticano II ha puesto bien de relieve el lugar especialísimo de la Bienaventurada Virgen María en la historia de la salvación y consiguientemente en la historia y en la vida de la Iglesia. Hija humilde del antiguo Israel, María es al mismo tiempo la hija primogénita y la madre del nuevo, algo así como es hija y madre de Dios. Hija primogénita de la Iglesia, por ser el primer fruto de la salvación, “redimida de un modo eminente en atención a los méritos futuros de su Hijo” (LG 53), y por lo tanto primer sarmiento injertado en Cristo, primer miembro de su Cuerpo Místico. Pero sobre todo María es madre de la Iglesia, en cuanto predestinada desde toda la eternidad para ser la madre de Aquel que debía dar vida a la Iglesia misma. A través de esta humilde Virgen llegó hasta los hombres la salvación prometida por Dios desde el principio del género humano… María primogénita de los redimidos, la madre del nuevo Pueblo de Dios, tanto que los Santos Padres comparándola con Eva, la llaman “Madre de los vivientes”, y afirman con mayor frecuencia: “la muerte vino por Eva, por María la vida” (LG 56). La Madre del Salvador es por derecho la madre de los que han sido salvados, y esto no sólo porque ha engendrado el Salvador a la vida terrena, sino porque estuvo íntimamente asociada a su obra de salvación.

“La Bienaventurada Virgen… está unida también íntimamente a la Iglesia” en cuanto es su figura y modelo, “en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo” (LG 63). María, que en circunstancias por demás oscuras y difíciles creyó en Dios sin sombra de duda, y perseveró impertérrita en su fe en la muerte misma de su Hijo cuando todo parecía derrumbarse, es el modelo sublime de la fe de la Iglesia. Las dificultades, las contradicciones, los desbandamientos internos, lo mismo que las persecuciones y las luchas externas no deben debilitar la fe; y si la tentación, la duda o el error pueden amenazarla, la Iglesia encuentra en María el sostén de su propia fe. Precisamente por el mérito de su fe la Virgen tiene, como canta la Liturgia, el poder de destruir ella sola todas las herejías del mundo (Brev. Romano, Común de las fiestas de la Virgen).

Y es también modelo de caridad. La Virgen de Nazaret, que más que ninguna otra criatura amó a Dios y a los hombres, “en su vida fue ejemplo de aquel afecto materno, con el que es necesario estén animados todos los que en la misión apostólica de la Iglesia cooperan para regenerar a los hombres” (LG 65). La Iglesia –tanto la jerarquía como los seglares– no tiene más que reflejarse en María para comprender de qué manera y en qué medida debe cumplir su misión de caridad, consagrándose totalmente al servicio de Dios y de los hombres. Pero hay otro motivo que impulsa a la Iglesia a seguir los pasos de la Madre de Dios y madre suya; también ella, como María, por su unión con Cristo es madre y virgen. Madre, porque “por la predicación y el bautismo engendra para la vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios”; virgen, porque “custodia pura e íntegramente la fe prometida al Esposo” (LG 64). Y tanto más perfectamente conseguirá todo esto la Iglesia, cuanto con mayor perfección y fidelidad procure copiar las virtudes de María, especialmente su perfecta adhesión a Dios y la fidelidad en acoger y conservar la palabra divina. Este es el camino que todo miembro de la Iglesia debe seguir para crecer continuamente en la caridad y en la fe, o mejor dicho para conservar “virginalmente la fe íntegra, la sólida esperanza, la sincera caridad (LG 64).

¡Oh María, verdaderamente tú eres bendita entre las mujeres, porque has cambiado en bendición la maldición contra Eva; porque has hecho que Adán fuese bendecido por causa tuya! Verdaderamente tú eres la bendita entre las mujeres, porque por medio tuyo se ha extendido sobre todos los hombres la bendición del Padre celestial y los ha librado de la antigua maldición. Verdaderamente tú eres bendita entre las mujeres, porque por ti tus progenitores hallaron la salvación de Dios. Verdaderamente tú eres bendita entre las mujeres, porque sin concurso de varón has producido el fruto que da al mundo entero la bendición y lo rescata de la maldición que le hacía producir espinas. Verdaderamente tú eres la bendita entre las mujeres, porque siendo por naturaleza sólo una mujer, has sido hecha madre de Dios. En efecto, si el que de ti debe nacer es verdadero Dios encarnado, con todo derecho tú te llamas Madre de Dios, habiendo engendrado verdaderamente a todo un Dios. (San Sofronio de Jerusalén)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D. 
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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