PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 2024 ~ Domingo
5 de Mayo de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Que no se pierda mi Mensaje. Es el
primer deseo de Jesús. Que no se olvide su Buena Noticia de Dios. Que sus
seguidores mantengan siempre vivo el recuerdo del proyecto humanizador del
Padre: ese “reino de Dios” del que les ha hablado tanto. Si le aman, esto es lo
primero que han de cuidar: “el que me ama, guardará mi palabra...el que
no me ama, no la guardará”.
Después de veinte siglos, ¿qué hemos hecho del Evangelio
de Jesús? ¿Lo guardamos fielmente o lo estamos manipulando desde nuestros
propios intereses? ¿Lo acogemos en nuestro corazón o lo vamos olvidando? ¿Lo
presentamos con autenticidad o lo ocultamos con nuestras doctrinas?
Después de veinte siglos, ¿qué espíritu reina entre los
cristianos? ¿Nos dejamos guiar por el Espíritu de Jesús? ¿Sabemos actualizar su
Buena Noticia? ¿Vivimos atentos a los que sufren? ¿Hacia dónde nos impulsa hoy
su aliento renovador?
Os doy mi paz. Jesús quiere que
vivan con la misma paz que han podido ver en él, fruto de su unión íntima con
el Padre. Les regala su paz. No es como la que les puede ofrecer el mundo. Es
diferente. Nacerá en su corazón si acogen el Espíritu de Jesús.
Esa es la paz que han de contagiar siempre que lleguen a
un lugar. Lo primero que difundirán al anunciar el reino de Dios para abrir
caminos a un mundo más sano y justo. Nunca han de perder esa paz. Jesús
insiste: “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”.
Después de veinte siglos, ¿por qué nos paraliza el miedo
al futuro? ¿Por qué tanto recelo ante la sociedad moderna? Hay mucha gente que
tiene hambre de Jesús. El Papa Francisco es un regalo de Dios. Todo nos está
invitando a caminar hacia una Iglesia más fiel a Jesús y a su Evangelio. No
podemos quedarnos pasivos.
José Antonio Pagola
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si alguno
me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos
morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que
escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado. Os he dicho estas cosas
estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre
enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he
dicho. Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se
turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: ‘Me voy y
volveré a vosotros’. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre,
porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda,
para que cuando suceda creáis».
(Jn 14,23-29)
Comentario
Hoy, antes de celebrar la Ascensión y Pentecostés,
releemos todavía las palabras del llamado sermón de la Última Cena, en las que
debemos ver diversas maneras de presentar un único mensaje, ya que todo brota
de la unión de Cristo con el Padre y de la voluntad de Dios de asociarnos a
este misterio de amor.
A Santa Teresita del Niño Jesús un día le ofrecieron
diversos regalos para que eligiera, y ella —con una gran decisión aun a pesar
de su corta edad— dijo: «Lo elijo todo». Ya de mayor entendió que este elegirlo
todo se había de concretar en querer ser el amor en la Iglesia, pues un cuerpo
sin amor no tendría sentido. Dios es este misterio de amor, un amor concreto,
personal, hecho carne en el Hijo Jesús que llega a darlo todo: Él mismo, su
vida y sus hechos son el máximo y más claro mensaje de Dios.
Es de este amor que lo abarca todo de donde nace la
“paz”. Ésta es hoy una palabra añorada: queremos paz y todo son alarmas y
violencias. Sólo conseguiremos la paz si nos volvemos hacia Jesús, ya que es Él
quien nos la da como fruto de su amor total. Pero no nos la da como el mundo lo
hace (cf. Jn 14,27), pues la paz de Jesús no es la quietud y la
despreocupación, sino todo lo contrario: la solidaridad que se hace
fraternidad, la capacidad de mirarnos y de mirar a los otros con ojos nuevos
como hace el Señor, y así perdonarnos. De ahí nace una gran serenidad que nos
hace ver las cosas tal como son, y no como aparecen. Siguiendo por este camino
llegaremos a ser felices.
«El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os
lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Jn 14,26). En
estos últimos días de Pascua pidamos abrirnos al Espíritu: le hemos recibido al
ser bautizados y confirmados, pero es necesario que —como ulterior don— rebrote
en nosotros y nos haga llegar allá donde no osaríamos.
Rev. D. Francesc CATARINEU i Vilageliu (Sabadell,
Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Hilario de Arlés
Obispo
Arzobispo, nacido por el año 401; fallecido el 5 de Mayo
del 449.
El lugar preciso de su nacimiento es desconocido. Todo lo
que se ha dicho es que perteneció a una notable familia de la parte Norte de
Galia, de la cual probablemente descendió San Honorato, su predecesor de la
Sede de Arles.
Culto y rico, Hilario había calculado todo para asegurar
su éxito en el mundo, pero abandonó honores y riquezas ante las urgentes
demandas de Honorato, acompañándolo a la ermita de Lerins, que este último
había fundado y dedicándose él mismo bajo la santa obediencia a practicar la
austeridad y el estudio de la Sagrada Escritura.
Mientras tanto Honorato, quién había llegado a Arzobispo
de Arles, estaba a punto de morir. Hilario corrió a su lado y lo asistió en sus
últimos momentos. Estaba Hilario por partir de regreso a Lerins cuando fue
retenido por la fuerza y proclamado arzobispo en lugar de Honorato.
Obligado a ceder a esta coacción, emprendió resueltamente
las tareas de su pesado cargo, y asistió a varios concilios que tuvieron lugar
en Riez, Orange, Vaison y Arles.
Seguidamente empezó entre él y el Papa San Leo la famosa
riña que constituye una de las etapas más curiosas de la historia de la Iglesia
de Gallicia. En una reunión de obispos que presidió en el año 444 y en la que
estuvieron presentes San Euterio de Lyon y St. German de Auxerre, destituyó por
incapacidad a un tal Cheldonius.
Este último se apresuró a ir a Roma, tuvo éxito en la
intercesión de su causa ante el Papa y como resultado fue reinstalado en su
sede. Hilario entonces solicitó al Papa San Leo que justificara su acción sobre
el asunto, pero no fue bien recibido por el soberano pontífice y fue obligado a
regresar precipitadamente a Galia.
Después de esto envió a algunos sacerdotes a Roma a
explicar su conducta pero sin ningún buen resultado. Además algunas personas
que estaban hostiles por dicho asunto llevaron varias acusaciones contra él a
la Corte de Roma, por lo cual el Papa excomulgó a Hilario, transfiriendo las
prerrogativas de su sede a Frejus y motivó la proclamación del Emperador
Valentiniano III con el famoso decreto que liberaba a la Iglesia de Viena de
toda dependencia de Arles.
Sin embargo hay razones para creer que una vez terminada
la tormenta, fue restaurada la paz rápidamente entre Hilario y Leo. Estamos
lejos de la época en que ocurrió esta memorable riña y los documentos que
pueden arrojar una luz sobre ella son muy pocos para permitirnos emitir un
juicio definitivo sobre esta causa y sus consecuencias.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
El águila agradecida
Ser agradecido es
una virtud humana muy digna. Dar las gracias ante un favor, ante un buen gesto,
ante una atención recibida, es una forma concreta de reconocer que lo que han hecho
por nosotros, nos agrada, nos ayuda, nos hace bien... Poco de lo que somos o
poseemos lo hemos logrado por mérito propio. Generalmente, se lo debemos a
alguien.
Un labrador encontró un águila atrapada en
una trampa. Admirado por su belleza, la libró y la dejó libre. El águila no fue
ingrata con su bienhechor. Viendo que estaba sentado junto a un muro a punto de
derrumbarse, voló hasta él y le arrebató con sus garras la cinta con que se
ceñía su cabeza. Se levantó el hombre para perseguirla, pero el águila dejó
caer la cinta; la recogió el labriego y, al volver sobre sus pasos, halló
desplomada la tapia junto a la cual había estado sentado. Quedó sorprendido y
muy agradecido de haber sido retribuido así por el águila. (Esopo).
Un inmenso
desfile de quienes merecen que les demos las gracias, puede aparecer delante de
nuestros ojos con sólo pensarlo: padres, maestros, familiares, amigos, vecinos,
colaboradores, servidores públicos, antepasados… Una lista interminable de gente
que con su obra han hecho posible que hoy seamos lo que somos. De bien nacidos
es ser agradecidos.
Padre Natalio
Palabras del Beato Juan Pablo
II
"Que nadie se haga ilusiones de que la simple
ausencia de guerra,
aun siendo tan deseada, sea sinónimo de una paz verdadera.
No hay verdadera paz sino viene acompañada
de equidad, verdad, justicia, y solidaridad.
La paz es un don de Dios y, al mismo tiempo,
una tarea de todos"
aun siendo tan deseada, sea sinónimo de una paz verdadera.
No hay verdadera paz sino viene acompañada
de equidad, verdad, justicia, y solidaridad.
La paz es un don de Dios y, al mismo tiempo,
una tarea de todos"
Beato Juan Pablo II
Tema del día:
La paz de Cristo
Estas palabras son de la despedida de Jesús a los
apóstoles en la Ultima Cena; pero son palabras que Jesús podría haber repetido
en su despedida antes de subir al cielo, cuya fiesta de la Ascensión
celebraremos el próximo domingo. La despedida de Jesús es diferente de la de
otra persona, aunque sea familiar o de mucha amistad, que se va, sobre todo en
la muerte, aunque nos deje algún recuerdo. Jesucristo se va, pero se queda. Y
se queda de muchas maneras: en la Eucaristía, en su palabra, en la Iglesia. Hoy
nos dice que se queda dentro de nosotros por medio del amor.
Esto puede parecer muy simple, porque otras personas en
cierto sentido se quedan por el amor en el recuerdo. Jesús promete que hará
“morada” en aquel que le ama. En Dios el amor no es algo abstracto o etéreo,
sino que realiza una unión real. Se trata de una unión real del Padre con el
Hijo y el Espíritu Santo. Sólo se necesita que cada uno de nosotros correspondamos
a su amor “guardando su palabra”. Este guardar está unido con el cumplir, como
la Virgen María que guardaba las palabras de Jesús en su corazón, no para que
se quedasen ocultas, sino para hacerlas vida. Y la vida de las palabras de
Jesús es el amor. Cuanto más amemos, más profundamente habitará Dios en
nosotros. Por eso podemos hablar íntimamente con quien habita en nosotros.
Otras religiones tenían a Dios como algo muy externo.
Hasta los israelitas del Antiguo Testamento sentían que estaba Dios cuando se
presentaba entre rayos y truenos. Pero Jesús nos enseñó que Dios está, no sólo
cerca, sino en lo íntimo del alma. Dios es nuestro Padre que nos ama hasta el
punto de vivir con nosotros, en unión del Hijo y el Espíritu Santo, que nos va
enseñando lo que debemos hacer, si somos dóciles. Esta unión por medio del amor
es muy diferente del ideal de un buen israelita, como los fariseos, cuyo ideal
no era la unión con Dios, sino el cumplimiento de la Ley.
Para poder tener la unión íntima con Dios necesitamos
mucha paz interior. Al despedirse les da Jesús su paz. También lo hará cuando
resucite. Dice que es una paz distinta de la que da el mundo. En el mundo
suelen decir que hay paz cuando no hay guerra; pero muchas veces esa paz está
envuelta en odios y rencores, de modo que no permanece en lo íntimo del alma.
Además siempre es transitoria. La paz que da Cristo es un fruto del Espíritu
Santo, que se obtiene con el amor y permanece en el amor.
Hoy en la 2ª lectura, que es del Apocalipsis, se expone
la visión de aquella ciudad santa bajada del cielo. Simbólicamente es la
Iglesia, cuya cabeza es Cristo. Si seguimos sus enseñanzas, estaremos en la
Verdad, guiados por el Espíritu. En la Iglesia hay mucha santidad y caridad,
pero también hay manchas y pecados. En la 1ª lectura de hoy nos habla de que
también en la primitiva cristiandad había disensiones. Por eso se tuvieron que
reunir algunos apóstoles y ancianos en Jerusalén para dejarse guiar por el
Espíritu en un ambiente de oración. Luego dieron un decreto para toda la
Iglesia: “Ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros...” Así ha sido en toda la
historia de la Iglesia por medio de los concilios y la enseñanza del Papa.
No basta sólo la Biblia. Es necesario el magisterio vivo
de la Iglesia, que va guiado por el Espíritu Santo. Jesús sabía que los humanos
somos imperfectos y frágiles, pues a veces cambiamos las ideas y los sentidos
de las ideas. Por eso prometió que enviaría al Espíritu Santo para que velase
por el mantenimiento de la fe, enseñando lo que Jesús dijo. Alguno dirá que
está clarito lo que Jesús dijo; pero Él lo dijo en otra lengua que no se habla
y hasta en las traducciones se pueden cambiar muchas cosas. Por eso es
necesaria una unidad, dentro de la paz y el amor. Esta unidad no es fácil verla
muchas veces y por eso pedimos para que el Espíritu Santo nos ayude a tenerla.
La verdadera “ciudad santa” sólo se dará en el cielo. La
Iglesia es como un signo; pero también la “ciudad santa” es nuestro corazón
donde habita la Santísima Trinidad. Hagamos viva esa presencia con las muestras
continuas de nuestro amor.
P. Silverio Velasco (España)
Mayo, mes de María
Flor del 5 de mayo:
Madre de
la Divina Gracia
Meditación:
“Mujer, ahí tienes a tu hijo, después dijo al discípulo, he ahí a tu Madre”
(Juan 19,26-27). Madre no sólo adoptiva sino que nos da la Vida, nos da a
Cristo, más exactamente nos da la gracia santificante, la vida sobrenatural,
algo físico y real que consiste en la unión con Cristo.
Oración: ¡Oh
Madre de la Divina Gracia, que nos llevas a la Vida!. Muéstranos como Manantial
de Gracia el camino hacia la verdadera Patria. Tu, llena de Gracia, sed la
Salvación de nuestras pobres almas. Amén.
Decena del Santo
Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para
este día: Poner los medios para estar en gracia de Dios.
Fuente: reinadelcielo.org
Mensaje de María Reina de la
Paz
Mensaje de María Reina de la Paz del 2 de mayo de 2013
Queridos hijos, nuevamente los invito a amar y a no juzgar.
Mi Hijo, por voluntad del Padre Celestial, estuvo en medio de ustedes para
mostrarles el camino de la salvación, para salvarlos y no para juzgarlos. Si
quieren seguir a mi Hijo, no deben juzgar sino amar, como el Padre del Cielo
los ama a ustedes. Aun cuando estén muy mal, cuando caigan bajo el peso de la
cruz, no desesperen, no juzguen, sino recuerden que son amados y alaben al
Padre Celestial por su amor. Hijos míos, no se desvíen del camino por el que
los guío. No corran hacia la perdición. Que la oración y el ayuno los
fortalezcan de modo que puedan vivir como desea el Padre Celestial; para que
sean mis apóstoles de la fe y del amor; para que vuestra vida bendiga a
aquellos con quienes se encuentren; para que sean una sola cosa con el Padre
Celestial y con mi Hijo. Hijos míos, esta es la única verdad, la verdad que
lleva a vuestra conversión y luego a la conversión de todos los que encuentren
y que no han conocido a mi Hijo, de todos aquellos que no saben qué significa
amar. Hijos míos, mi Hijo les ha donado los pastores, oren por ellos. Gracias.
Nuevo video y artículo
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo
II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:
Nunca nos olvidemos de
agradecer
Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas
diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la
tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por
las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
Desde Rosario, Argentina, nuestra amiga y lectora de esta
página Silvia Gómez agradece a Dios por el hermoso viaje que hizo la semana
pasada a la provincia de Misiones y Cataratas de Iguazú, junto con su esposo
Omar, y que le permitió conocer personalmente a Rosi Peralta, otra querida
lectora de Pequeñas Semillitas, con la que mantenían una amistad virtual de
varios años, que ahora se hizo real en el abrazo amistoso.
Quiero en este espacio agradecer a Dios Creador el don de
la vida que me ha regalado, mis 62 años cumplidos ayer, los padres maravillosos
que me dio que me educaron y me formaron como cristiano, mi familia, mi salud,
mi trabajo, y esta hermosa posibilidad de ser apóstol de Jesús. También agradezco los muchísimos
saludos recibidos con motivo del cumple (Felipe).
“Intimidad Divina”
Domingo 6 de
Pascua
La Liturgia de la Palabra nos presenta hoy la situación
de la Iglesia desde el día de la
Ascensión del Señor hasta cuando ella misma sea elevada a la gloria con
él. La presencia corporal de Jesús es sustituida por una presencia espiritual
interior prometida a cuantos le aman: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y
mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada” (Jn 14, 23). Jesús
no habita ya hombre entre los hombres, sino que, Hijo de Dios, pone su morada
en lo íntimo de sus fieles, mas no él solo, sino con el Padre y el Espíritu
Santo, a los cuales está inseparablemente unido. San Agustín comenta: “Dios,
Trinidad, Padre e Hijo y Espíritu Santo, vienen a nosotros cuando nosotros
vamos a ellos: vienen a nosotros socorriéndonos, vamos a ellos contemplándolos;
vienen llenándonos de su presencia, vamos a ellos acogiéndolos”. La
inhabitación de la Trinidad es el don supremo que Cristo nos mereció con su
muerte y resurrección y que él ofrece a quien corresponde a su amor escuchando
y cumpliendo fielmente su palabra. Misterio inefable que para ser comprendido y
vivido exige una especial iluminación divina.
También ésta la ha prometido Jesús a sus discípulos: “el
Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése os lo enseñará todo y os
traerá a la memoria todo lo que yo os he dicho” (Jn 14, 26). Él es el maestro
interior que nos lleva a la comprensión viva, íntima y experimental de las
verdades anunciadas por Jesús, especialmente las del misterio de la Trinidad y
de su inhabitación en los creyentes, y la llamada de éstos a la comunión
personal con Cristo y con la Trinidad. Él sugiere el sentido genuino de las
Escrituras y la inteligencia del plan divino para la salvación universal; él
guía a la Iglesia en el cumplimiento de su misión. Esto se verificó con
especial plenitud en la vida de la Iglesia primitiva cuando los apóstoles
hablaban y obraban con total dependencia de él: “Ha parecido al Espíritu Santo
y a nosotros…” (Hc 15, 28; primera lectura), declaraban al resolver la
controversia acerca de las obligaciones que debían imponerse a los convertidos
provenientes del paganismo. Es cosa humana e inevitable que en la vida de los
individuos y de la Iglesia surjan problemas y divergencias, pero cuando la
solución se busca y se toma con plena docilidad al Espíritu Santo, a sus
inspiraciones interiores y a su indicaciones a través de quien tiene el oficio
de interpretar la voluntad divina, todo se resuelve en bien y en paz.
La paz es precisamente el don que Jesús ha dejado a sus
discípulos tras haberles asegurado la presencia de la Trinidad en sus corazones
y la asistencia del Espíritu Santo. “La paz os dejo, mi paz os doy; no como el
mundo la da os la doy yo” (Jn 14, 27). Es la paz fundada en las buenas
relaciones con Dios, en la observancia de su palabra, en la comunión íntima con
él; la paz de quien se deja guiar por el Espíritu Santo y obra a la luz de su
inspiración. Paz que no dispensa del sufrimiento en este mundo, pero que
infunde ánimo para afrontar también la lucha cuando es necesaria para
mantenerse fieles a Dios. Paz que será completa y sin sombra alguna de
turbación en la Jerusalén celestial donde Cristo, “el Cordero”, será “la
lámpara” que iluminará (Ap 21, 23; segunda lectura) y la alegría que regocijará
para siempre a los elegidos.
En aquel día
vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, que vosotros estáis en mí y que
yo estoy en vosotros… Entonces podremos ver lo que ahora creemos. También ahora
está Él entre nosotros, y nosotros en Él; mas ahora lo creemos, entonces lo
conoceremos por la contemplación. Mientras vivimos en este cuerpo corruptible y
pesado al alma, como es ahora, vivimos como peregrinos fuera del Señor, porque
caminamos por la fe, no por la contemplación… Y que nosotros, aun ahora estamos
en Él, lo expresa con bastante claridad cuando dice: Yo soy la vida y vosotros
los sarmientos. Pero en aquel día en que vivamos con la vida, que absorbe a la
muerte veremos que Él está en el Padre, nosotros en Él y Él en nosotros; porque
entonces llegará a la perfección lo que ahora Él tiene ya comenzado, es decir,
su morada en nosotros y la nuestra en Él. Nos deja la paz cuando va a partir, y
nos dará su paz cuando venga el fin del mundo. Nos deja la paz en este mundo,
nos dará su paz en el otro. Nos deja su paz para que, permaneciendo en ella,
podamos vencer al enemigo; nos dará su paz cuando reinemos libres de enemigos.
Nos deja su paz para que aquí nos amemos unos a otros, nos dará su paz allí
donde no podamos tener diferencias. (San Agusín)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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