miércoles, 19 de septiembre de 2012

Pequeñas Semillitas 1822


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1822 ~ Miércoles 19 de Setiembre de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Mes de la Biblia
   

Alabado sea Jesucristo…
La esencia de la vida cristiana es una paradoja. La vida plena se consigue perdiendo la propia. No es nada complicado explicarlo de forma teórica. Lo complicado es vivirlo. Los mártires cristianos de todos los tiempos lo descubren a la primera. Ellos saben que si viven con radicalidad el mensaje cristiano enfrentarán hostilidades y ataques por parte de todas aquellas instituciones que ven amenazados sus intereses.
Así le sucedió a nuestro Señor Jesús y luego a uno de sus discípulos: Santiago Zebedeo; lo mismo pasó con Monseñor Romero que con San Francisco de Asís o con Martin Luther King. La fidelidad al mensaje de Jesús genera reacciones violentas contra los testigos de una sola pieza.
En un primer momento el apóstol Pedro quiso poner a salvo su propia vida, finalmente reconsideró las cosas y selló su fidelidad al Señor con su entrega martirial.
"La verdad católica"


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, el Señor dijo: «¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonando endechas, y no habéis llorado’. Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: ‘Demonio tiene’. Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos».
(Lc 7,31-35)

Comentario
Hoy, Jesús constata la dureza de corazón de la gente de su tiempo, al menos de los fariseos, que están tan seguros de sí mismos que no hay quien les convierta. No se inmutan ni delante de Juan el Bautista, «que no comía pan ni bebía vino» (Lc 7,33), y le acusaban de tener un demonio; ni tampoco se inmutan ante el Hijo del hombre, «que come y bebe», y le acusan de “comilón” y “borracho”, es más, de ser «amigo de publicanos y pecadores» (Lc 7,34). Detrás de estas acusaciones se esconden su orgullo y soberbia: nadie les ha de dar lecciones; no aceptan a Dios, sino que se hacen su Dios, un Dios que no les mueva de sus comodidades, privilegios e intereses.
Nosotros también tenemos este peligro. ¡Cuántas veces lo criticamos todo: si la Iglesia dice eso, porque dice aquello, si dice lo contrario...; y lo mismo podríamos criticar refiriéndonos a Dios o a los demás. En el fondo, quizá inconscientemente, queremos justificar nuestra pereza y falta de deseo de una verdadera conversión, justificar nuestra comodidad y falta de docilidad. Dice san Bernardo: «¿Qué más lógico que no ver las propias llagas, especialmente si uno las ha tapado con el fin de no poderlas ver? De esto se sigue que, ulteriormente, aunque se las descubra otro, defienda con tozudez que no son llagas, dejando que su corazón se abandone a palabras engañosas».
Hemos de dejar que la Palabra de Dios llegue a nuestro corazón y nos convierta, dejar cambiarnos, transformarnos con su fuerza. Pero para eso hemos de pedir el don de la humildad. Solamente el humilde puede aceptar a Dios, y, por tanto, dejar que se acerque a nosotros, que como “publicanos” y “pecadores” necesitamos que nos cure. ¡Ay de aquél que crea que no necesita al médico! Lo peor para un enfermo es creerse que está bueno, porque entonces el mal avanzará y nunca pondrá remedio. Todos estamos enfermos de muerte, y solamente Cristo nos puede salvar, tanto si somos conscientes de ello como si no. ¡Demos gracias al Salvador, acogiéndolo como tal!
Rev. D. Xavier SERRA i Permanyer (Sabadell, Barcelona, España)


Santoral Católico:
San Jenaro
Mártir


Este santo, famoso por el prodigio de su sangre que se obra cada año en Nápoles, (Italia) era obispo de esa ciudad cuando estalló la terrible persecución de Diocleciano. Fue hecho prisionero y encerrado en una oscura cárcel, junto con sus diáconos y colaboradores. Los llevaron al anfiteatro o coliseo para que fueran devorados por las fieras. Pero estas, aunque estaban muy hambrientas, se contentaron con dar vueltas rugiendo alrededor de ellos. Entonces la chusma pidió a gritos que les cortaran la cabeza a estos valientes cristianos. Y así lo hicieron. Personas piadosas recogieron un poco de la sangre de San Jenaro y la guardaron.

La fama universal de que goza San Jenaro se debe a un milagro que se obra todos los años en Nápoles. Este milagro se viene obrando desde hace 400 años, sin que lo hayan podido explicar ni los sabios ni los estudiosos o investigadores. Un sacerdote expone en el altar una ampolleta del tamaño de una pera, que contiene la sangre solidificada del santo. La coloca frente a la urna que contiene la cabeza del santo. Todos empiezan a rezar, y de un momento a otro la sangre que estaba sólida y negruzca se vuelve líquida y rojiza, y crece de tamaño dentro de la vasija de vidrio donde está. El pueblo estalla en cánticos de alegría bendiciendo a Dios.

La ciudad de Nápoles le tiene un gran cariño a San Jenaro, porque además del prodigio de la liquefacción de la sangre, los ha librado varias veces de las temibles erupciones del volcán Vesubio. En 1631, millones de toneladas de lava se dirigían hacia la cuidad. El obispo llevó en procesión la sangre de San Jenaro y la lava cambió de dirección y la ciudad se salvó.

Señor: por la sangre de tus santos mártires, concédenos la gracia de perseverar toda nuestra vida fieles a la religión católica de librarnos de los estallidos de nuestras pasiones.

Fuente: EWTN


La frase de hoy

“Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar...
indefectiblemente te encontrarás a ti mismo,
y ésa, sólo ésa, puede ser
la más feliz o la más amarga de tus horas”

Pablo Neruda


Tema del día:
Dame un poco de tu tiempo


La enfermedad, el dolor, pueden ser aislantes. El que sufre siente la tentación de encerrarse en sí mismo, de guardar el dolor dentro de su alma, de no develar un secreto que le pertenece a él, que no puede ser comprendido del todo por los otros.

Pero otras veces la enfermedad nos impulsa a pedir ayuda. Sufrir en soledad no es nada fácil. Sufrir con alguien nos permite sentir que en el dolor somos valiosos, que nuestra incapacidad, nuestra pequeñez, nuestra nulidad, no resultan un obstáculo para que otros nos cuiden, nos amen, nos apoyen.

Las manos de muchos hombres y mujeres que sufren nos aprietan con firmeza. Nos piden una parte de nuestra vida. El enfermo necesita amor, cariño, cercanía, a veces tanto o más que una medicina, que una nueva dosis de calmante. El médico que sabe acariciar la frente de sus enfermos, que les conoce, que les da no sólo su ciencia y su técnica, sino su corazón, hace un bien incalculable. El enfermero o la enfermera que peina a una anciana, que le ayuda a refrescarse la boca, que le cuenta una historia del periódico o le pregunta por sus nietos, ofrece un bálsamo profundo, que llega al corazón. El familiar, el amigo, que pasa horas y horas junto al trabajador o al estudiante víctima de un accidente inesperado, hace un gesto de amor y de cariño que sólo los que han sufrido saben apreciar en toda su grandeza.

Es cierto que vivimos en un mundo de prisas. Es cierto que tenemos mil cosas por hacer. Es cierto que desde muy temprano hemos de luchar contra el tráfico, en medio de mil tensiones y problemas. Pero también es cierto que somos más hombres cuando podemos darnos al que sufre, para que su dolor no sea vacío, para que su pena no lo hunda en la soledad, para que su angustia no lo lleve a la desesperación.

Cuando algún enfermo nos apriete la mano y no nos deje ir, no tengamos miedo. Nos pide un poco de tiempo, pero sobre todo nos pide un poco de amor. Nos ofrece también, quizá sin saberlo, la oportunidad de ser un poco más buenos, de sentir lo hermoso que es ser hombre cuando el amor se convierte en lo más importante. Quizá incluso el enfermo sepa amarnos más de lo que nosotros le amemos.

Entonces, de un modo misterioso, nuestro dar se convierte en recibir. Los dos somos así un reflejo de Dios, que supo amar sin buscar recompensa, que dio su sangre en una Cruz porque nos quiso, que ha iluminado cada lecho de hospital con un rayo de esperanza, con una lágrima de alegría. Lágrima de un enfermo y de un sano que supieron dejar algo de sí mismos para vivir, generosos, buenos, junto al que sigue allí, a nuestro lado.

P. Fernando Pascual LC


Pensamientos sanadores


Pide al Señor que acreciente tu fe

Jesús, quien todo lo puede, pidió a las personas que iba a sanar, que reunieses tres cualidades esenciales: fe en él, un corazón agradecido y voluntad para cambiar de vida.
Él siempre animó a los enfermos a que tuvieran fe. Así, muchos de ellos lograban vencer las dudas y recibir un milagro para sus vidas.
La fe es el primer puente que permite a Jesús llegar hasta el enfermo y tocarlo espiritualmente. La mujer que tocó el borde del manto del Señor, fue sanada porque tenía tanta fe, que Jesús le dijo: “Ten confianza hija, tu fe te ha salvado” (Mt 9, 22). Sin embargo, Jesús demostró que la curación no está limitada a quienes tienen una fe extraordinaria e inmutable. Aun si tienes la cantidad más pequeña de fe y la centras en Dios, puedes ser sanado y también puedes ser una bendición para la curación de otros.

Porque ustedes tienen poca fe. Les aseguro que si tuvieran la fe del tamaño de un grano de mostaza (…) nada sería imposible para ustedes. Mateo 17, 20


Pedidos de oración


Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo, por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por la salud de Mirta A., de la ciudad de San Cayetano, provincia de Buenos Aires, Argentina, que fuera operada de tumor en colon y obstrucción intestinal y ahora se le ha sumado una profunda depresión, para que la Santísima Virgen de Schoenstatt la tome muy fuerte de su mano y la ayude a salir de esta tristeza infinita y que Jesús Misericordioso le brinde mucha fortaleza a ella y a su esposo, que es ciego. También pedimos por la salud de José A., hermano de Mirta, que sufre de esclerosis múltiple. Oramos con mucha fe por todo este grupo familiar.

Pedimos oración por Daniel, de la comunidad de Chimbote, Perú, que ha sido hospitalizado por un problema de insuficiencia respiratoria, rogando a Jesús que esté junto a él y lo toque con su gracia de sanación.

Pedimos oración por el viaje de Ana Victoria C. V., de Paraguay, que es bailarina e irá a una competencia a Corrientes, Argentina, rogando al Señor que todo le salga bien. Ella viaja acompañada con su madre la señora Elodia V. Que María las acompañe y las proteja.

Pedimos oración por Josué B. C. de dos años de edad, de Asunción, Paraguay, y por su abuela Mercedes que sufre de hipertensión y problemas reumáticos.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Por favor: en los pedidos ser breves y concretos y enviarlos a pequesemillitas@gmail.com y deben poner en el asunto “Pedido de oración”, ya que los correos que llegan sin asunto (o con el asunto en blanco) son eliminados sin abrirlos. No se reciben pedidos de oración a través de Facebook ni por otro medio que no sea el correo antes señalado.


"Intimidad Divina"

El siervo fiel y prudente

Al enviar a sus discípulos en medio del mundo, Jesús les recomendó: “Sed prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas” (Mt 10, 16). El cristiano debe ser cauto: para no dejarse engañar por el mal, para reconocer a los lobos disfrazados de corderos, para distinguir a los verdaderos de los falsos profetas y para aprovechar toda ocasión propicia de anunciar el Evangelio y de obrar el bien; pero su precaución no debe estar nunca reñida con la sencillez. La prudencia sin sencillez es una lámpara apagada incapaz de iluminar… Por otra parte la misma sencillez exige prudencia: ponderar lo que se tiene que hacer, reflexionar para conocer la voluntad de Dios y, sobre todo en las decisiones importantes, saber esperar en oración que se manifieste el querer divino. La vida cristiana es una vigilia: laboriosidad, solicitud, precaución para estar prontos a la venida del Señor, son las características de una espera prudente.

El Evangelio (Mt 24, 45-56) habla también de un “siervo fiel y prudente” al que el amo le confió el gobierno de su casa durante su ausencia. Dichoso él si el amo, al volver, lo encontrare aplicado a sus tareas, fiel al mandato recibido. La parábola tiene aplicación a todos los que han sido encargados del gobierno de otros: padres, educadores, superiores, apóstoles, sacerdotes. Si hace falta prudencia para guiar sabiamente la propia conducta, hace falta más aún para guiar la de los otros; no en vano se considera la prudencia virtud típica de los superiores. El que tiene alguna responsabilidad debe ante todo considerarse simple administrador y no dueño, encargado de prestar un servicio según el beneplácito del único Dueño y no según los propios puntos de vista.

Por eso adoptará una actitud humilde y respetuosa de la voluntad de Dios, que se esforzará en interpretar con prudencia, procurando facilitar a los otros su cumplimiento. Adoptará una actitud de bondad y de respeto para con los que le han sido confiados. Promoverá el bien colectivo y el individual, teniendo en cuenta la personalidad, el temperamento, las cualidades, las limitaciones y las necesidades de cada uno. Pero también los súbditos están obligados a una prudencia particular que consiste en la docilidad y el respeto para con los que los gobiernan en nombre de Dios. A ellos va dirigida la exhortación de San Pablo: “Obedece a vuestros dirigentes y someteos a ellos, pues velan sobre vuestras almas como quienes han de dar cuenta de ellas, para que lo hagan con alegría y no lamentándose, cosa que no os traería ventaja alguna” (Hb 13, 17). El cometido arduo de los superiores ha de ser facilitado por la docilidad filial de los súbditos.

Señor, tú eres mi dueño absoluto porque me has creado, porque me conservas el ser, porque soy tu siervo. Haz, pues, que mi vida esté toda consagrada a ti, a cumplir tu querer del todo y para siempre. Cuando no pienso en ti, cuando atiendo a mi comodidad, a mi amor propio o a mi alabanza, falto a un deber mío gravísimo, me hago un siervo desobediente. Y tú entonces ¿qué harás de mí? Oh Señor, no me alejes de tu servicio como por desgracia merecería. ¡Siervo de Dios! ¡Qué título, qué morada bellísima es ésta! ¿No dijiste tú, Señor, que tu yugo es suave y tu carga liviana? ¿No está escrito acaso en tus Escrituras que servirte es reinar? ¿No es tal vez para un hombre santo que se pueda decir de él que es un siervo de Dios? Servirte a ti. ¿Y luego? El premio, la patria, el cielo, el hermoso paraíso… Oh Señor, yo te doy gracias por ese premio que me has preparado a cambio de cuatro días de servicio; por el honor altísimo al que me condujiste. Yo soy un peregrino en la tierra, yo miro al cielo, mi fin, mi patria, mi morada. (Juan XXIII, Diario del alma)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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