domingo, 16 de septiembre de 2012

Pequeñas Semillitas 1819


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1819 ~ Domingo 16 de Setiembre de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Mes de la Biblia
   

Alabado sea Jesucristo…
El episodio de Cesarea de Filipo ocupa un lugar central en el evangelio de Marcos. Después de un tiempo de convivir con él, Jesús hace a sus discípulos una pregunta decisiva: "¿Quién decís que soy yo?". En nombre de todos, Pedro le contesta sin dudar: "Tú eres el Mesías". Por fin parece que todo está claro. Jesús es el Mesías enviado por Dios y los discípulos lo siguen para colaborar con él.
Jesús sabe que no es así. Todavía les falta aprender algo muy importante. Es fácil confesar a Jesús con palabras, pero todavía no saben lo que significa seguirlo de cerca compartiendo su proyecto y su destino. Marcos dice que Jesús "empezó a instruirlos". No es una enseñanza más, sino algo fundamental que los discípulos tendrán que ir asimilando poco a poco
Seguir a Jesús no es obligatorio. Es una decisión libre de cada uno. Pero hemos de tomar en serio a Jesús. No bastan confesiones fáciles. Si queremos seguirlo en su tarea apasionante de hacer un mundo más humano, digno y dichoso, hemos de estar dispuestos a dos cosas. Primero, renunciar a proyectos o planes que se oponen al reino de Dios. Segundo, aceptar los sufrimientos que nos pueden llegar por seguir a Jesús e identificarnos con su causa.
José Antonio Pagola


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?». Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas». Y Él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo».
Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de Él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle. Pero Él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».
Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará».
(Mc 8,27-35)

Comentario:
Hoy día nos encontramos con situaciones similares a la descrita en este pasaje evangélico. Si, ahora mismo, Dios nos preguntara «¿quién dicen los hombres que soy yo?» (Mc 8,27), tendríamos que informarle acerca de todo tipo de respuestas, incluso pintorescas. Bastaría con echar una ojeada a lo que se ventila y airea en los más variados medios de comunicación. Sólo que… ya han pasado más de veinte siglos de “tiempo de la Iglesia”. Después de tantos años, nos dolemos y —con santa Faustina— nos quejamos ante Jesús: «¿Por qué es tan pequeño el número de los que Te conocen?».
Jesús, en aquella ocasión de la confesión de fe hecha por Simón Pedro, «les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de Él» (Mc 8,30). Su condición mesiánica debía ser transmitida al pueblo judío con una pedagogía progresiva. Más tarde llegaría el momento cumbre en que Jesucristo declararía —de una vez para siempre— que Él era el Mesías: «Yo soy» (Lc 22,70). Desde entonces, ya no hay excusa para no declararle ni reconocerle como el Hijo de Dios venido al mundo por nuestra salvación. Más aun: todos los bautizados tenemos ese gozoso deber “sacerdotal” de predicar el Evangelio por todo el mundo y a toda criatura (cf. Mc 16,15). Esta llamada a la predicación de la Buena Nueva es tanto más urgente si tenemos en cuenta que acerca de Él se siguen profiriendo todo tipo de opiniones equivocadas, incluso blasfemas.
Pero el anuncio de su mesianidad y del advenimiento de su Reino pasa por la Cruz. En efecto, Jesucristo «comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho» (Mc 8,31), y el Catecismo nos recuerda que «la Iglesia avanza en su peregrinación a través de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios» (n. 769). He aquí, pues, el camino para seguir a Cristo y darlo a conocer: «Si alguno quiere venir en pos de mí (…) tome su cruz y sígame» (Mc 8,34).
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)


Santoral Católico:
Santos Cornelio y Cipriano
Mártires


Víctimas ilustres de la persecución de Valeriano, respectivamente en junio del 253 y el 14 de septiembre del 258, son el Papa Cornelio y Cipriano el obispo de Cartago, cuyas memorias aparecen unidas en los antiguos libros litúrgicos de Roma desde mediados del siglo IV. Su historia, en efecto, se entrelaza, aunque sobresale más la imagen del gran obispo africano.

Nacido en el año 200 en Cartago (África), Cipriano se convirtió al cristianismo cuando era mayor de 40 años. Su mayor inspiración fue un sacerdote llamado Cecilio. Una vez bautizado descubrió la fuerza del Espíritu Santo capacitándolo para ser un hombre nuevo. Se consagró al celibato. Tuvo un gran amor al estudio de las Sagradas Escrituras por lo que renunció a libros mundanos que antes le eran de gran agrado. Es famoso su comentario del Padrenuestro.

Fue ordenado obispo por aclamación popular, el año 248, al morir el obispo de Cartago. Quiso resistir pero reconoció que Dios le llamaba. "Me parece que Dios ha expresado su voluntad por medio del clamor del pueblo y de la aclamación de los sacerdotes". Fue gran maestro y predicador.

En el año 251, el emperador Decio decreta una persecución contra los cristianos, sobre todo contra los obispos y libros sagrados. Muchos cristianos, para evitar la muerte, ofrecen incienso a los dioses, lo cual representa caer en apostasía.

Cipriano se esconde pero no deja de gobernar, enviando frecuentes cartas a los creyentes, exhortándoles a no apostatar. Cuando cesó la persecución y volvió a la ciudad se opuso a que permitieran regresar a la Iglesia a los que habían apostatado sin exigirles penitencia. Todo apóstata debía hacer un tiempo de penitencia antes de volver a los sacramentos. Esta práctica era para el bien del penitente que de esta forma profundizaba su arrepentimiento y fortalecía su propósito de mantenerse fiel en futuras pruebas. Esto ayudó mucho a fortalecer la fe y prepararse ya que pronto comenzaron de nuevo las persecuciones.

El año 252, Cartago sufre la peste de tifo y mueren centenares de cristianos. El obispo Cipriano organiza la ayuda a los sobrevivientes. Vende sus posesiones y predica con gran unción la importancia de la limosna.

El año 257 el emperador Valeriano decreta otra persecución aun más intensa. Todo creyente que asistiera a la Santa Misa corre peligro de destierro. Los obispos y sacerdotes tienen pena de muerte celebrar una ceremonia religiosa. El año 257 decretan el destierro de Cipriano pero el sigue celebrando la misa, por lo que en el año 258 lo condenan a muerte.

Cornelio había sido elegido Papa en el 251, después de un largo periodo de sede vacante, a causa de la terrible persecución de Decio. Su elección no fue aceptada por Novaciano, que acusaba al Papa de ser un libelático. Cipriano, y con él los obispos africanos, se puso de parte de Cornelio.

El emperador Galo confinó al Papa en Civitavecchia, en donde murió. Fue enterrado en las catacumbas de Calixto. Cipriano, a su vez, fue relegado en Capo Bon, pero cuando supo que había sido condenado a la pena capital, regresó a Cartago, porque quería dar su testimonio de amor a Cristo frente a toda su grey. Fue decapitado el 14 de septiembre del 258. Los cristianos de Cartago pusieron pañuelos blancos sobre su cabeza para conservarlos, así manchados de sangre, como reliquias preciosas. El emperador Valeriano, al hacer decapitar al obispo Cipriano y al Papa Esteban, inconscientemente puso fin a una disputa entre los dos sobre la validez del bautismo administrado por herejes, no aceptada por Cipriano y afirmada por el pontífice.

Fuente: Catholic.net


Palabras del Beato Juan Pablo II

“¡Contemplemos  siempre a María, modelo insuperable! Ella es la memoria contemplativa de la Iglesia, que vive con el deseo de unirse más profundamente a su Esposo para influir aun más en nuestra sociedad”

Beato Juan Pablo II


Tema del día:
“Quien pierde su vida la salvará”


Hoy se nos plantea un tema muy serio en la vida como es el dolor y sufrimiento. Hay personas que creen que la Iglesia, en su doctrina, es algo así como masoquista o que enseña que hay que buscar el dolor y que no se debe gozar en la vida... En realidad el dolor, como la muerte, sigue siendo una especie de misterio; pero tiene que tener un sentido. Por algo llamó Jesús “dichosos” a los que sufren. Lo cierto es que el dolor aquí no es un castigo divino ni el remedio es la sola resignación. Aunque sea difícil entenderlo, lo cierto es que Dios, para salvarnos, ha escogido compartir nuestro dolor. Darle sentido es comprender que Jesús, Dios hecho hombre, entre muchas posibilidades, nos ha salvado con el dolor. Pero lo mismo que Jesús resucitó, también es una promesa para nosotros. Por eso debemos vivir en una confianza continua en la presencia de Dios que nos acompaña. Esta es nuestra fe, que nos une con Dios.

La escena que hoy nos trae el evangelio sucede en Cesarea de Filipo. Esta ciudad parece que se había llamado Paneas; pero el tetrarca Filipo la nombró Cesarea en honor al César Augusto. Primero les pregunta Jesús a los apóstoles quién dice la gente que es Él. No se trata de saber lo que dicen los muy amigos o los enemigos, sino los indiferentes. Estos suelen decir que es Juan Bautista resucitado o algún profeta. Hoy también hay muchas opiniones sobre Jesús, algunas muy distanciadas porque sigue teniendo muy buenos amigos y sigue teniendo enemigos que le odian. Pero lo que le interesaba más a Jesús era la opinión de sus mismos discípulos. Es san Pedro quien primero dice: “Eres el Mesías”. ¿Qué entendería san Pedro entonces por “Mesías”?

Ya Jesús había hablado de servicio, ya les había dicho las bienaventuranzas, que primeramente se aplicaban a su propia vida y actuación, ya había prohibido a los endemoniados que proclamasen que era “Hijo de Dios”; Pero era difícil entender la mentalidad de Jesús, cuando tenían bien metida la idea de un mesías triunfador, que con su poder les llevase a los israelitas a ser los dueños del mundo.

Jesús va a explicarles lo que Él entiende por Mesías, siguiendo lo que ya había dicho el profeta Isaías sobre el “Siervo de Yahvé”, un siervo sufriente. Lo primero que les encarga es que no digan a nadie que Él es el Mesías. ¡Menudo lío se hubiera armado! Pues toda la gente le hubiera aclamado por su rey. Es lo que pasó después de la multiplicación de panes y peces. Jesús tuvo que esconderse. Así que acepta que Él es el Mesías. Pero a continuación les explica que Él, siendo el Mesías, debe padecer e ir a la muerte. Y esas palabras denotan un sentido de cercanía a esos sucesos.

Claro que después, y pronto, vendría la resurrección. Esto lo entendían menos. San Pedro, que todavía no era santo, sino muy apegado a sus ideas triunfalistas, le lleva un poco aparte, porque comprende que le tiene que decir algo serio al maestro: “Esto no puede ser”. Para Jesús era una nueva tentación de triunfalismo. Podemos decir que las antiguas tentaciones del desierto en varias ocasiones vuelven a suscitarse. Y una fuerte es en este momento. Por eso Pedro está haciendo las veces de Satanás. Y así se lo dice Jesús. Más bien parece como un grito para vencer la tentación. Pedro había representado a lo que nosotros a veces queremos: un mesianismo o una religión sin sufrimiento. San Pablo nos dirá que “sin efusión de sangre no hay redención”. Una religión sin sufrimiento quiere decir también de intereses personales y egoístas o sin compromisos hacia el bien de los demás, sólo con intereses materiales o terrenos.

Y comienza a explicar Jesús que el desprendimiento terreno no es sólo para el Mesías, sino para todo el que quiere ser discípulo suyo. Y dice esas frases desconcertantes: “Quien pierde su vida la salvará”. Para algunos salvar su vida es no meterse en líos o problemas por el bien de los demás. Ese está perdiendo su vida. Por encima de la vida que se ve, hay otra vida que se gana con seguir a Jesús en medio de las cruces de cada día, pero cumpliendo cada uno con su propio deber.

P. Silverio Velasco (España)


Nuevo video y artículo

Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.

Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:



Pensamientos sanadores


Únete al Espíritu e Dios

¡Es tan importante invocar con frecuencia al Santo Espíritu de Dios!
Es que en los momentos de dolor, tenemos la tendencia de olvidar cuántas veces, durante las situaciones difíciles del pasado, Dios vino en nuestra ayuda.
Fácilmente olvidamos que, cuando todas las puertas parecían cerradas, se abrió de manera milagrosa, una puerta aun mucho más grande y que ni siquiera sabíamos que existía.
Cuántas veces, en la más negra oscuridad, comenzó a brillar una pequeña luz, que lentamente fue creciendo hasta que llegó el nuevo día.
Pues bien, si invocásemos más frecuentemente al Espíritu de Dios, él nos recordaría esas intervenciones maravillosas del Señor, y no sucumbiríamos como efecto de la angustia y de la desesperanza.
Él te estaría diciendo: recuerda que así como Dios obró en el pasado, también puede actuar a favor tuyo en el presente.

El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho. Juan 14, 26.


Nunca nos olvidemos de agradecer


Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde la ciudad de Buenos Aires, Argentina, Dolores E. quiere agradecer a Dios y a las personas que rezaron por ella, pues la punción tiroidea que le efectuaron ha salido bien. Nos sumamos a su acción de gracias.

Desde El Chaco, Argentina, agradecen las oraciones hechas en favor de la niña Julieta, que se recupera favorablemente de su operación.

Desde Estados Unidos, Yvette C. agradece al Señor porque el día 11 cumplió años y el especial porque hace justo un año Él salvó su hogar. ¡Felicidades Yvette! Y nos unimos en tu oración de acción de gracias al Padre del cielo.

Desde la provincia de Buenos Aires recibimos un agradecimiento especial a la Virgen María y al Sagrado Corazón de Jesús por los buenos resultados de los análisis de Tamara, que es una madre joven con una hermosa familia formada por  4 hijos y su esposo.

Desde Córdoba, Argentina, se agradecen las oraciones hechas por Valentina, una niña de tres añitos, que tenía un problema de absceso y gracias a Dios y a la Virgen de Lourdes, por la intercesión de los Beatos Juan Pablo II y Teresa de Calcuta, no ha tenido que ser intervenida quirúrgicamente.


"Intimidad Divina"

Domingo XXIV del Tiempo Ordinario

Una vez más se presenta en la Liturgia dominical la paradoja de la cruz, misterio de dolor y de salvación, de muerte y de vida. La introduce la primera lectura (Is 50, 5-9ª) con el canto tercero del Siervo de Yahvé, celebración patética pero llena de esperanza de los sufrimientos expiatorios. Dos son las actitudes del Siervo subrayadas por el fragmento de hoy: su espontánea y mansa aceptación del dolor y su abandono confiado en Dios. Descripción anticipada e impresionante de la actitud de Jesús, que irá voluntariamente al encuentro de la pasión y de la muerte para estar al mandato del Padre.

Sobre este fondo, la lectura del Evangelio (Mc 8, 27-35) resulta particularmente luminosa. Después de haber provocado el reconocimiento de su mesianidad por parte de sus discípulos, Jesús corrige y completa la idea que los Doce, como todos sus connacionales, tenían de ella. El pueblo judío, en efecto, dando de lado a las profecías del Siervo de Yahvé y basándose únicamente sobre las que representaban al Mesías como libertador y restaurador de Israel, lo imaginaba cumpliendo su misión mediante el triunfo y la gloria. Jesús mismo desdeña esa concepción y anuncia claramente su pasión.

Pedro, el que primero y con tanto aplomo había proclamado: “Tú eres el Mesías” (ib 29), es también el primero en reaccionar: “se lo llevó aparte y se puso a increparlo” (ib 32). Precisamente porque reconoce en él al Mesías, el Hijo de Dios vivo, no puede admitir que Jesús debía sucumbir a la persecución y a la muerte… Jesús, después de haber hablado a sus íntimos de la pasión, convoca a la muchedumbre y les anuncia a todos la necesidad de la cruz. “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue su cruz y me siga”. Los  apóstoles irán comprendiendo gradualmente esta lección; todos ellos, de un modo u otro, llevarán la cruz y darán su vida por Cristo; y Pedro morirá por amor de él en esa cruz que tanto le había escandalizado.

Una última reflexión sugerida por le segunda lectura (Sant 2, 14-18), en la que se dice que la fe sin obras es muerte. Si el cristiano no testimonia su fe en Cristo aceptando llevar con él la cruz, esa fe es vana.

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Gracias por participar comentando! Por favor, no te olvides de incluir tu nombre y ciudad de residencia al finalizar tu comentario dentro del cuadro donde escribes.