jueves, 24 de mayo de 2012

Pequeñas Semillitas 1714


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1714 ~ Jueves 24 de Mayo de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
En estos días que nos llevan a la gran celebración de la venida del Espíritu Santo (Pentecostés), hoy hacemos un alto para celebrar a la Santísima Virgen en una de sus advocaciones más querida: Auxilio de los Cristianos.
Dijo Juan Pablo II: “El Concilio Vaticano II nos presenta a María como modelo de la Iglesia por su riqueza de gracia, su firme testimonio de fe, su maternidad y su solicitud por la salvación de los hombres. Lo que María es personalmente de forma plena en su singular unión con Cristo y en la comunión con la primera comunidad de los Apóstoles, lo es también, a lo largo de la peregrinación de los siglos, la Iglesia, hecha Cuerpo místico de Cristo en todas las latitudes”
Recordemos que María estaba junto a los apóstoles en aquel día en que el Espíritu Santo descendió sobre ellos en forma de lenguas de fuego. Porque Ella fue la primera seguidora de Jesús, y hoy nos sigue invitando a que también nosotros lo sigamos y lo hagamos conocer.


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.
»Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos».
(Jn 17,20-26)

Comentario
Hoy, encontramos en el Evangelio un sólido fundamento para la confianza: «Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que (...) creerán en mí» (Jn 17,20). Es el Corazón de Jesús que, en la intimidad con los suyos, les abre los tesoros inagotables de su Amor. Quiere afianzar sus corazones apesadumbrados por el aire de despedida que tienen las palabras y gestos del Maestro durante la Última Cena. Es la oración indefectible de Jesús que sube al Padre pidiendo por ellos. ¡Cuánta seguridad y fortaleza encontrarán después en esta oración a lo largo de su misión apostólica! En medio de todas las dificultades y peligros que tuvieron que afrontar, esa oración les acompañará y será la fuente en la que encontrarán la fuerza y arrojo para dar testimonio de su fe con la entrega de la propia vida.
La contemplación de esta realidad, de esa oración de Jesús por los suyos, tiene que llegar también a nuestras vidas: «No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que (...) creerán en mí». Esas palabras atraviesan los siglos y llegan, con la misma intensidad con que fueron pronunciadas, hasta el corazón de todos y cada uno de los creyentes.
En el recuerdo de la última visita de Juan Pablo II a España, encontramos en las palabras del Papa el eco de esa oración de Jesús por los suyos: «Con mis brazos abiertos os llevo a todos en mi corazón —dijo el Pontífice ante más de un millón de personas—. El recuerdo de estos días se hará oración pidiendo para vosotros la paz en fraterna convivencia, alentados por la esperanza cristiana que no defrauda». Y ya no tan cercano, otro Papa hacía una exhortación que nos llega al corazón después de muchos siglos: «No hay ningún enfermo a quien le sea negada la victoria de la cruz, ni hay nadie a quien no le ayude la oración de Cristo. Ya que si ésta fue de provecho para los que se ensañaron con Él, ¿cuánto más lo será para los que se convierten a Él?» (San León Magno).
P. Joaquim PETIT Llimona, L.C. (Barcelona, España)


Santoral Católico:
María Auxiliadora
Advocación Mariana


Historia de la devoción a María Auxiliadora en la Iglesia Antigua.

Los cristianos de la Iglesia de la antigüedad en Grecia, Egipto, Antioquía, Efeso, Alejandría y Atenas acostumbraban llamar a la Santísima Virgen con el nombre de Auxiliadora, que en su idioma, el griego, se dice con la palabra "Boetéia", que significa "La que trae auxilios venidos del cielo". Ya San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla nacido en 345, la llama "Auxilio potentísimo" de los seguidores de Cristo. Los dos títulos que más se leen en los antiguos monumentos de Oriente (Grecia, Turquía, Egipto) son: Madre de Dios y Auxiliadora. (Teotocos y Boetéia).

En el año 476 el gran orador Proclo decía: "La Madre de Dios es nuestra Auxiliadora porque nos trae auxilios de lo alto". San Sabas de Cesarea en el año 532 llama a la Virgen "Auxiliadora de los que sufren" y narra el hecho de un enfermo gravísimo que llevado junto a una imagen de Nuestra Señora recuperó la salud y que aquella imagen de la "Auxiliadora de los enfermos" se volvió sumamente popular entre la gente de su siglo. El gran poeta griego Romano Melone, año 518, llama a María "Auxiliadora de los que rezan, exterminio de los malos espíritus y ayuda de los que somos débiles" e insiste en que recemos para que Ella sea también "Auxiliadora de los que gobiernan" y así cumplamos lo que dijo Cristo: "Dad al gobernante lo que es del gobernante" y lo que dijo Jeremías: "Orad por la nación donde estáis viviendo, porque su bien será vuestro bien".

En las iglesias de las naciones de Asia Menor la fiesta de María Auxiliadora se celebra el 1º de octubre, desde antes del año mil (En Europa y América se celebre el 24 de mayo). San Sofronio, Arzobispo de Jerusalén dijo en el año 560: "María es Auxiliadora de los que están en la tierra y la alegría de los que ya están en el cielo". San Juan Damasceno, famoso predicador, año 749, es el primero en propagar esta jaculatoria: "María Auxiliadora rogad por nosotros". Y repite: "La "Virgen es auxiliadora para conseguir la salvación. Auxiliadora para evitar los peligros, Auxiliadora en la hora de la muerte". San Germán, Arzobispo de Constantinopla, año 733, dijo en un sermón: "Oh María Tú eres Poderosa Auxiliadora de los pobres, valiente Auxiliadora contra los enemigos de la fe. Auxiliadora de los ejércitos para que defiendan la patria. Auxiliadora de los gobernantes para que nos consigan el bienestar, Auxiliadora del pueblo humilde que necesita de tu ayuda".

La batalla de Lepanto

En el siglo XVI, los mahometanos estaban invadiendo a Europa. En ese tiempo no había la tolerancia de unas religiones para con las otras. Y ellos a donde llegaban imponían a la fuerza su religión y destruían todo lo que fuera cristiano. Cada año invadían nuevos territorios de los católicos, llenando de muerte y de destrucción todo lo que ocupaban y ya estaban amenazando con invadir a la misma Roma.

Fue entonces cuando el Sumo Pontífice Pío V, gran devoto de la Virgen María convocó a los Príncipes Católicos para que salieran a defender a sus colegas de religión. Pronto se formó un buen ejército y se fueron en busca del enemigo. El 7 de octubre de 1572, se encontraron los dos ejércitos en un sitio llamado el Golfo de Lepanto. Los mahometanos tenían 282 barcos y 88.000 soldados. Los cristianos eran inferiores en número. Antes de empezar la batalla, los soldados cristianos se confesaron, oyeron la Santa Misa, comulgaron, rezaron el Rosario y entonaron un canto a la Madre de Dios. Terminados estos actos se lanzaron como un huracán en busca del ejército contrario.

Al principio la batalla era desfavorable para los cristianos, pues el viento corría en dirección opuesta a la que ellos llevaban, y detenían sus barcos que eran todos barcos de vela o sea movidos por el viento. Pero luego - de manera admirable - el viento cambió de rumbo, batió fuertemente las velas de los barcos del ejército cristiano, y los empujó con fuerza contra las naves enemigas. Entonces nuestros soldados dieron una carga tremenda y en poco rato derrotaron por completo a sus adversarios.

Es de notar, que mientras la batalla se llevaba a cabo, el Papa Pío V, con una gran multitud de fieles recorría las calles de Roma rezando el Santo Rosario. En agradecimiento de tan espléndida victoria San Pío V mandó que en adelante cada año se celebrara el siete de octubre, la fiesta del Santo Rosario, y que en las letanías se rezara siempre esta oración: María Auxilio de los Cristianos, ruega por nosotros.

El Papa y Napoleón

En el siglo XIX sucedió un hecho bien lastimoso: El emperador Napoleón llevado por la ambición y el orgullo se atrevió a poner prisionero al Sumo Pontífice, el Papa Pío VII. Varios años llevaba en prisión el Vicario de Cristo y no se veían esperanzas de obtener la libertad, pues el emperador era el más poderoso gobernante de ese entonces. Hasta los reyes temblaban en su presencia, y su ejército era siempre el vencedor en las batallas.

El Sumo Pontífice hizo entonces una promesa: "Oh Madre de Dios, si me libras de esta indigna prisión, te honraré decretándote una nueva fiesta en la Iglesia Católica". Y muy pronto vino lo inesperado. Napoleón que había dicho: "Las excomuniones del Papa no son capaces de quitar el fusil de la mano de mis soldados", vio con desilusión que, en los friísimos campos de Rusia, a donde había ido a batallar, el frío helaba las manos de sus soldados, y el fusil se les iba cayendo, y él que había ido deslumbrante, con su famoso ejército, volvió humillado con unos pocos y maltrechos hombres. Y al volver se encontró con que sus adversarios le habían preparado un fuerte ejército, el cual lo atacó y le proporcionó total derrota. Fue luego expulsado de su país y el que antes se atrevió a aprisionar al Papa, se vio obligado a pagar en triste prisión el resto de su vida.

El Papa pudo entonces volver a su sede pontificia y el 24 de mayo de 1814 regresó triunfante a la ciudad de Roma. En memoria de este noble favor de la Virgen María, Pío VII decretó que en adelante cada 24 de mayo se celebrara en Roma la fiesta de María Auxiliadora en acción de gracias a la madre de Dios.

Fuente: Catholic.net


La frase de hoy

“Sin el Espíritu Santo, somos como una piedra de las que es en el camino. Toma en una mano una esponja empapada de agua y en la otra una piedra; apriétalas igualmente. No saldrá nada de la piedra, y de la esponja verás salir el agua en abundancia. La esponja es el alma llena del Espíritu Santo; y la piedra es el corazón frío y duro donde el Espíritu Santo no vive”

Santo Cura de Ars


Tema del día:
San Juan Bosco 
y María Auxiliadora


El 9 de junio de 1868, se consagró en Turín, Italia, la Basílica de María Auxiliadora. La historia de esta Basílica es una cadena de favores de la Madre de Dios.

Su constructor fue San Juan Bosco, humilde campesino nacido el 16 de agosto de 1815, de padres muy pobres. A los tres años quedó huérfano de padre. Para poder ir al colegio tuvo que andar de casa en casa pidiendo limosna. La Santísima Virgen se le había aparecido en sueños mandándole que adquiriera "ciencia y paciencia", porque Dios lo destinaba para educar a muchos niños pobres. Nuevamente se le apareció la Virgen y le pidió que le construyera un templo y que la invocara con el título de Auxiliadora.

Empezó la obra del templo con tres monedas de veinte centavos. Pero fueron tantos los milagros que María Auxiliadora empezó a hacer en favor de sus devotos, que en sólo cuatro años estuvo terminada la gran Basílica. El santo solía repetir: "Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen". Desde aquel santuario empezó a extenderse por el mundo la devoción a la Madre de Dios bajo el título de Auxiliadora, y son tantos los favores que Nuestra Señora concede a quienes la invocan con ese título, que ésta devoción ha llegado a ser una de las más populares.

San Juan Bosco decía: "Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros" y recomendaba repetir muchas veces esta pequeña oración: "María Auxiliadora, rogad por nosotros". Él decía que los que dicen muchas veces esta jaculatoria consiguen grandes favores del cielo.


Nuevo video y artículo

Hay un nuevo video sobre María Auxiliadora
subido a este blog de “Pequeñas Semillitas”
Para verlo tienes que ir al final de la página.

Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:


Pensamientos sanadores


Sirve al Señor con gozo y alegría

La actitud de agradecimiento a Dios y a las demás personas no es sólo una obligación, sino que también es una necesidad psicosomática.
Sucede que la persona que no sabe ver todo lo que tiene, con el pasar de los años se va volviendo quejosa y malhumorada, cargándose a sí misma de emociones negativas.
Toda emoción supone reacciones físicas encadenadas que, si bien en un primer momento son normales, cuando se prolongan o tienen lugar en forma desproporcionada aumentan los niveles de toxicidad de nuestras células, pudiendo llegar a desencadenar enfermedades orgánicas.
En cambio, la persona que sabe ver todo lo que tiene, todo lo que ha recibido, se vuelve agradecida, la gratitud la hace humilde, la humildad le proporciona alegría, y así se predispone a recibir un sinfín de bendiciones.

Por no haber servido al Señor, tu Dios, con alegría y de todo corazón, mientras lo tenías todo en abundancia, servirás a los enemigos que el Señor enviará contra ti en medio del hambre y la sed, de la desnudez y de toda clase de privaciones. Y él pondrá en tu cuello un yugo de hierro hasta destruirte. Deuteronomio 28, 47-48.


Mayo, mes de María


Mirando papeles viejos encuentro la fotocopia de una carta que leí no sé dónde. Te la transcribo:

"María: no sé cómo empezar esta carta. Me había hecho muy feliz que con toda sinceridad hubiese podido decir: Querida Madre Mía, pero siento que no alcanzo a decirlo porque no sé si te quiero lo suficiente para ello. El querer a alguien es dar y hacer por el otro "el todo". Yo sé que Tú lo eres todo eso para mí: ¡Eres mi Madre!; pero por mi parte no confío lo suficiente, no amo lo suficiente, no me entrego lo suficiente. ¿Será por todo eso por lo que no recibo respuesta a mis peticiones? Diariamente te cuento mis temores, mis inquietudes, mis preocupaciones, incluso mis alegrías, y Tú callas. ( ... ). ¿Es, como te decía antes, mi falta de amor y confianza, en definitiva mi falta de fe, la que no me deja entenderte del todo? Yo te espero todos los días. Gracias"

¿Puedes tú decirle con sinceridad Querida Madre mía?; ¿Das y haces "el todo" por Ella y por Dios?

Puedes hablarlo con Ella. Lo que no está escrito, es ahora cuando puedes decírselo, comentando el texto que has leído y las preguntas. Después termina con una oración final.

Texto del P. José Pedro Manglano Castellary
Tomado del Web Católico de Javier


Pedidos de oración

Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por la unión familiar de Marta, Natividad, Luciana e Irma, de Argentina. Que el Espíritu Santo les conceda serenidad, luz y sabiduría.

Pedimos oración por Romina, de 24 años, de Argentina, que cursa un embarazo en séptimo mes, de alto riesgo y con probables malformaciones fetales, y que valientemente se negó a abortar cuando se lo propusieron. Que Dios Misericordioso proteja a la mamá y al bebé concediéndole la gracia de la salud.

Pedimos oración por Marta M., que ha entrado en estado de profunda depresión y pánico, entregada y sin fuerzas para luchar. Que el Espíritu Santo descienda sobre ella, la llene con sus dones y produzca su renacimiento espiritual para que pueda llevar una vida normal con su familia.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Enviar los pedidos de oración a pequesemillitas@gmail.com


"Intimidad Divina"

Guiados por el Espíritu

“Tu Espíritu, Señor, infunda en nosotros tus dones espirituales y forme en nosotros un corazón que te sea agradable” (Misal Romano, Colecta). Esta oración nos invita a reflexionar aún sobre la acción interior del Espíritu Santo en los fieles. La gracia santificante, las virtudes teologales y morales infundidas en el bautismo colocan al cristiano en un plano sobrenatural y lo hacen capaz de obrar sobrenaturalmente y de tender a Dios y a la santidad. Sin embargo, su modo de obrar permanece siempre humano y por lo tanto limitado e imperfecto. De hecho, nuestro entendimiento, aunque iluminado por la fe, es siempre inadecuado respecto del ser infinito, e incapaz de representárselo tal cual es; mientras estamos sobre la tierra, conocemos a Dios “como a través de un espejo y en enigma”, y solamente en el cielo “le veremos cara a cara” (1 Cr 13, 12). Y no solo no tenemos un conocimiento adecuado de Dios, pero ni siquiera de la santidad: sólo hasta cierto punto conocemos las cosas de Dios, y así también, sólo hasta cierto punto conocemos el camino de la santidad; realmente no siempre sabemos distinguir lo más perfecto, y muchas veces, aun a pesar nuestro, erramos creyendo santo y bueno lo que en realidad no lo es.

“Los que son movidos por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Rm 8, 14). Los hijos deben parecerse a sus padres, deben poseer su mismo espíritu. Dios ha dado a todos los bautizados su Espíritu, pero no todos se dejan guiar por él y por eso no todos llevan a perfección su condición de hijos. Sólo quienes se abandonan con docilidad a la acción del Espíritu Santo viven en plenitud la gracia de la adopción y como verdaderos hijos consiguen su fin: la comunión con Dios en el amor. El Espíritu Santo con sus dones influye directamente en la voluntad del hombre: la urge, la inflama, la atrae hacia sí y por medio del amor ilumina su mente. Así nace en nosotros aquel “sentido de Dios” y de las cosas divinas que no sabemos explicar, pero que nos hace conocer y gustar a Dios y nos orienta a él más que cualquier otro razonamiento e industria nuestra. Sentimos entonces que Dios es “único”, que todas las criaturas están infinitamente distantes de él; sentimos que merece todo nuestro amor y que éste es nada frente a la infinita amabilidad divina; sentimos que todo sacrificio es siempre demasiado poco para un Dios tan grande. Es precisamente éste el modo como el Espíritu Santo nos coloca en el camino de la santidad.

La acción del Espíritu Santo es por demás poderosa y eficaz, pero sin embargo, Espíritu de amor como es, no quiere violentar la libertad humana, sino que espera a que el hombre acepte libremente sus impulsos y le entregue por amor la propia voluntad. Si encuentra en él resistencia, retira de él sus gracias y lo deja en la mediocridad. Por eso San Pablo exhorta a vivir no “según la carne”, es decir, según aquellas inclinaciones que llevan al hombre a afirmar más o menos su propia independencia y la de su voluntad con respecto a Dios, sino “según el Espíritu” (ib. 6). “Esta es la vida y la paz de los hijos de Dios: dejarse guiar por el Espíritu””; esta es la lógica de quien desea vivir su propio bautismo: “Si vivimos del Espíritu, andamos siempre según el Espíritu” (Gl 5, 25).

Bien sabes, Señor, que lo que el hombre necesita no es una guía visible, sino ante todo y sobre todo una ayuda interior, íntima e invisible. Tú te has dignado asegurarle una curación completa y no sólo parcial; no te has contentado con corregir en él lo que está en la superficie, sino que has querido eliminar el motivo básico, la raíz de todos los males. Por eso has querido penetrar en el alma del hombre, y te alejaste de él corporalmente para volver a él en el Espíritu. No has querido quedarte con tus Apóstoles como en los días de tu vida terrena, pero has puesto tu morada para siempre en su interior, estrechando con ellos relaciones más directas y más verdaderas, en la virtud del divino Paráclito. (J. H. Newman, Madurez cristiana)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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