PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 7 - Número 1718 ~ Lunes 28
de Mayo de 2012
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
El Enviado por excelencia, nos envía a todos. El Espíritu
llena por dentro y lanza hacia fuera. El soplo del Espíritu genera un nuevo
modo de ser con una misión en la vida. Nos encarga llevar la libertad a las
personas angustiadas, la alegría a las desencantadas, la Buena Noticia a todas.
Para que seamos la forma externa de la presencia, acogida y compañía de Dios.
Para que mostremos su Espíritu y a las personas se les despierte la paz, la
luz, la confianza, la alegría... al sentir que nunca están solas ni abandonadas.
Para lograrlo es necesario dejarnos conducir por Él, superar nuestros miedos,
salir de la rutina y afrontar los retos de un mundo siempre en cambio, siempre
nuevo.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Un día que Jesús se ponía ya en camino, uno corrió a su
encuentro y arrodillándose ante Él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de
hacer para tener en herencia la vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me
llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No
mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas
injusto, honra a tu padre y a tu madre». Él, entonces, le dijo: «Maestro, todo
eso lo he guardado desde mi juventud». Jesús, fijando en él su mirada, le amó y
le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres
y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme». Pero él, abatido por
estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.
Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos:
«¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». Los
discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de
nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios!
Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico
entre en el Reino de Dios». Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a
otros: «Y ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para
los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios».
(Mc 10,17-27)
Comentario
Hoy, la liturgia nos presenta un evangelio ante el cual
es difícil permanecer indiferente si se afronta con sinceridad de corazón.
Nadie puede dudar de las buenas intenciones de aquel
joven que se acercó a Jesucristo para hacerle una pregunta: «Maestro bueno:
¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?» (Mc 10,17). Por lo que
nos refiere san Marcos, está claro que en ese corazón había necesidad de algo
más, pues es fácil suponer que —como buen israelita— conocía muy bien lo que la
Ley decía al respecto, pero en su interior había una inquietud, una necesidad
de ir más allá y, por eso, interpela a Jesús.
En nuestra vida cristiana tenemos que aprender a superar
esa visión que reduce la fe a una cuestión de mero cumplimiento. Nuestra fe es
mucho más. Es una adhesión de corazón a Alguien, que es Dios. Cuando ponemos el
corazón en algo, ponemos también la vida y, en el caso de la fe, superamos
entonces el conformismo que parece hoy atenazar la existencia de tantos
creyentes. Quien ama no se conforma con dar cualquier cosa. Quien ama busca una
relación personal, cercana, aprovecha los detalles y sabe descubrir en todo una
ocasión para crecer en el amor. Quien ama se da.
En realidad, la respuesta de Jesús a la pregunta del
joven es una puerta abierta a esa donación total por amor: «Anda, cuanto tienes
véndelo y dáselo a los pobres (…); luego, ven y sígueme» (Mc 10,21). No es un
dejar porque sí; es un dejar que es darse y es un darse que es expresión genuina
del amor. Abramos, pues, nuestro corazón a ese amor-donación. Vivamos nuestra
relación con Dios en esa clave. Orar, servir, trabajar, superarse,
sacrificarse... todo son caminos de donación y, por tanto, caminos de amor. Que
el Señor encuentre en nosotros no sólo un corazón sincero, sino también un
corazón generoso y abierto a las exigencias del amor. Porque —en palabras de
Juan Pablo II— «el amor que viene de Dios, amor tierno y esponsal, es fuente de
exigencias profundas y radicales».
P. Joaquim PETIT Llimona, L.C. (Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Germán de París
Obispo
Gran parte de su vida la conocemos por el testimonio de
su colega el obispo Fortunato que asegura estuvo adornado del don de milagros.
Nació Germán en la Borgoña, en Autun, del matrimonio que
formaban Eleuterio y Eusebia en el último tercio del siglo V. No tuvo buena
suerte en los primeros años de su vida carente del cariño de los suyos y hasta
estuvo con el peligro de morir primero por el intento de aborto por parte de su
madre y luego por las manipulaciones de su tía, la madre del primo Estratidio
con quien estudiaba en Avalon, que intentó envenenarle por celos.
Su pariente de Lazy con quien vive durante 15 años es el
que compensa los mimos que no tuvo Germán en la niñez. Allí sí que encuentra
amor y un ambiente de trabajo lleno de buen humor y de piedad propicio para el
desarrollo integral del muchacho que ya despunta en cualidades por encima de lo
común para su edad.
Con los obispos tuvo suerte. Agripin, el de Autun, lo
ordena sacerdote solucionándole las dificultades y venciendo la resistencia de
Germán para recibir tan alto ministerio en la Iglesia; luego, Nectario, su
sucesor, lo nombra abad del monasterio de san Sinforiano, en los arrabales de
la ciudad. Modelo de abad que marca el tono sobrenatural de la casa caminando
por delante con el ejemplo en la vida de oración, la observancia de la
disciplina, el espíritu penitente y la caridad.
Es allí donde comienza a manifestarse en Germán el don de
milagros, según el relato de Fortunato. Por lo que cuenta su biógrafo, se había
propuesto el santo abad que ningún pobre que se acercara al convento a pedir se
fuera sin comida; un día reparte el pan reservado para los monjes porque ya no
había más; cuando brota la murmuración y la queja entre los frailes que veían
peligrar su pitanza, llegan al convento dos cargas de pan y, al día siguiente,
dos carros llenos de comida para las necesidades del monasterio. También se
narra el milagro de haber apagado con un roción de agua bendita el fuego del
pajar lleno de heno que amenazaba con arruinar el monasterio. Otro más y
curioso es cuando el obispo, celoso que de todo hay por las cosas buenas que se
hablan de Germán, lo manda poner en la cárcel por no se sabe qué motivo (quizá hoy
se le llamaría «incompatibilidad»); las puertas se le abrieron al estilo de lo
que pasó al principio de la cristiandad con el apóstol, pero Germán no se
marchó antes de que el mismo obispo fuera a darle la libertad; con este
episodio cambió el obispo sus celos por admiración.
El rey Childeberto usa su autoridad en el 554 para que
sea nombrado obispo de París a la muerte de Eusebio y, además, lo nombra
limosnero mayor. También curó al rey cuando estaba enfermo en el castillo de
Celles, cerca de Melun, donde se juntan el Yona y el Sena, con la sola
imposición de las manos.
Como su vida fue larga, hubo ocasión de intervenir varias
veces en los acontecimientos de la familia real. Alguno fue doloroso porque un
hombre de bien no puede transigir con la verdad; a Cariberto, rey de París el
hijo de Clotario y, por tanto, nieto de Childeberto, tuvo que excomulgarlo por
sus devaneos con mujeres a las que va uniendo su vida, después de repudiar a la
legítima Ingoberta.
El buen obispo parisino murió octogenario, el 28 de mayo
del 576. Se enterró en la tumba que se había mandado preparar en san
Sinfroniano. El abad Lanfrido traslada más tarde sus restos, estando presentes
el rey Pipino y su hijo Carlos, a san Vicente que después de la invasión de los
normandos se llamó ya san Germán. Hoy reposan allí mismo y se veneran en una
urna de plata que mandó hacer a los orfebres el abad Guillermo, en el año 1408.
Fuente: Catholic.net
La frase de hoy
“El Espíritu Santo que hemos recibido
nos lanza por el mundo
a anunciar con convicción y credibilidad,
que una fuerza nueva
puede hacer nuevas todas las cosas
y renovar la faz de la tierra”
Tema del día:
Otro Pentecostés
Habían transcurrido cincuenta días (“Pentecostés”) de la
fiesta de la Pascua. Entre miedos y preguntas se aprontaban a una celebración
ritual. Aquellos hombres, devotos judíos, no podían omitir tal fiesta pero,
tampoco, podían olvidar su experiencia con Jesús.
Tenían miedo. Se mantenían, aún, escondidos. Celosamente
conservaban la puerta de acceso cerrada. Mantenían la remota esperanza de una
promesa por cumplir. Pero dicha promesa era tan lejana que predominaba en ellos
el miedo.
Si bien todo había concluido en un dramático fracaso el
hecho de la resurrección era demasiado asombroso como para que pudiesen acallar
sus miedos y sus preguntas. Sus mentes mantenían una perdurable nebulosa y ello
hacía que fuese más seguro y más tranquilo reunirse en secreto y a puerta
cerrada. Allí esperaban sin saber qué y, mucho menos, por cuánto tiempo.
Repentinamente una convicción interior les sacude. Ya no
dudan. Todo se hace certezas. Ya no hay lugar para los miedos. Jesús es Cristo.
Jesús era el Mesías esperado. No se hace necesario continuar esperando. Era un
salvador de una realidad distinta a la esperada. La liberación ya ha llegado.
El nuevo Reino ya está en marcha. Se ha perdido demasiado tiempo
pero....solamente se hace necesario abrir la puerta.
Es el tiempo de la proclamación, del anuncio. Durante
mucho tiempo habían estado aferrados a Jesús y, ahora, se daban cuenta que
debían aferrarse a Cristo. El Espíritu Santo había llegado hasta ellos y,
juntos, habían podido dar el salto de la fe. Podían ver claro y la Buena
Noticia que descubrían en sus manos era demasiado grande como para no salir a
compartirla.
De allí en más todo es camino, testimonio y anuncio. De
allí en más todo es volverse peregrinos proclamantes de esa Buena Noticia que
descubrían estaba en ellos sin haberse dado cuenta. Se transforman en
caminantes más allá de los caminos para dar sus vidas en pos de un anuncio.
Quizás nunca quedó, en ellos, registrado el momento del
cambio puesto que en un día de Pentecostés dejaron de ser judíos (como
religión) para comenzar a ser cristianos. Quedó, sí, registrado aquel día de
Pentecostés como el día en que, porque gracias al Espíritu Santo, supieron
descubrir que Jesús era el Cristo y dejaron de tener miedo para, plenos de
audacia, comenzar a compartirlo.
Es el comienzo de esa comunidad cristiana que se vuelve
misionera, anunciadora y fraternidad de testigos. Era el comienzo de la
Iglesia. Era el tiempo de la puerta abierta. Ya nada iba a ser igual para aquel
grupo de hombres. Aquel sacudón interior, aquel llegar a la certeza de que
Jesús el Nazareno era el Cristo, cambiaría sus vidas definitivamente.
Era el momento de dejar la plenitud de la dedicación a
sus tareas para transformarse, con cuerpo y alma, al apostolado. Comienzan a
ver todo de una manera distinta puesto que ya no importaba lo que hizo aquel
Jesús con el que habían compartido sino aquel Cristo (Buena Noticia) que ahora
descubrían.
Conducidos por el Espíritu Santo y haciendo diversos
signos como para que su mensaje fuese creíble recorren cien caminos para
llegarse hasta muchos para hacerles la propuesta de un estilo de vida según Cristo.
El Espíritu Santo es, siempre, un sacudón interior que
transforma en testigos de Cristo.
El Espíritu Santo es, siempre, una puerta que permanece
abierta para que la Buena Noticia llegue a todos.
Es la Iglesia que comienza a andar. Es la Iglesia que
comienza a ser. Es Pentecostés. La puerta está abierta.
Somos nosotros, hoy, quienes debemos mirarnos como los
nuevos testigos. ¿No necesitamos la ayuda del Espíritu Santo para poder serlo
correctamente?.
P. Martín Ponce de León SDB.
Pensamientos sanadores
Pide el don de la docilidad
Tu vida, querido(a) hermano(a), es como una hermosa
pintura, que Dios junto a ti va pintando cada día.
En esta obra, se entrecruzan las divinas y las humanas
pinceladas, a tal punto que lo divino se transforma en humano, y lo humano es
elevado a lo divino.
Para que el Divino Pintor pueda plasmar en ti su obra
maestra, es necesario que asumas la actitud del pincel, el cual se deja guiar
dócilmente por la mano del pintor.
Esto no siempre será fácil, pues parecería que la rebeldía
y la tozudez están escritas en nuestros genes e influyen en nuestro diario
vivir, y en las elecciones que, en ocasiones, hacemos.
Sin embargo, tengamos confianza en que, así como el
Espíritu Santo pudo vencer sobre hombres y mujeres aun más duros y rebeldes que
nosotros, hasta transformarlos en rayos de su santidad, también está
comprometido en transformarnos a nosotros, a fin de que vivamos nuestra vida
siendo cada día más semejantes a Jesús, nuestro modelo.
María dijo
entonces: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has
dicho”. Y el Ángel se alejó. Lucas 1, 38
Mayo, mes de María
Te copio una noticia del periódico que hace referencia a
la operación que Juan Pablo II sufrió en octubre de 1996.
El Papa pasará más días en el hospital de los
inicialmente previstos. Una circunstancia que, según el cirujano Francesco
Crucitti, se debe a que Juan Pablo II "es un paciente rebelde" y en
el Vaticano podría estar más ansioso por retomar sus actividades normales. Ello
podría dificultar su recuperación.
Crucitti recordó que el Papa impidió que se adelantara su
operación, a pesar que le fue diagnosticada en las Navidades pasadas, porque
tenía numerosos compromisos. Ha preferido esperar a un "hueco" en su
agenda para acceder a la intervención, aunque esto le haya supuesto más
malestares.
Por otra parte, el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro
Valls, comentó que el Pontífice se había levantado el día de la operación a las
tres de la mañana, que rezó sólo en su capilla particular, contigua a su
habitación en el décimo piso del Policlínico, donde leyó el Breviario y rezó
parte del Rosario.
A las cinco de la mañana concelebró la Misa con su
secretario, monseñor Estanislao Dziwisz.
Ayúdame, Madre mía, a rezar todos los días. Que no acepte
excusas. Que no deje de dedicarte un rato aunque esté cansado. Quiero que me
resulte necesario rezar. Gracias.
Comenta ahora estas cosas con Ella.
Texto del P. José Pedro Manglano Castellary
Tomado del Web Católico de Javier
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa
Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el
cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno,
así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu
Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos
especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las
familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones
sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Todos los 28 de mayo se celebra en Argentina a las
Maestras Jardineras, en recuerdo de la desaparición física de Rosario Vera
Peñaloza, “Maestra de la Patria”. Elevamos una oración por todas las Maestras
Jardineras, por la noble y generosa labor que desarrollan, pidiendo a Jesús y a
María que renueven sus fuerzas para seguir adelante en la formación de nuestros
pequeñitos.
Pedimos oración por el éxito del curso que se ofrece para
la Preparación Sacramental de los estudiantes del Colegio Distrital 'Rodolfo
Llinás' de la ciudad de Bogotá, Colombia, cuyo convenio de realiza con la
Parroquia de Nuestra Señora de Copacabana. Por todas las personas que colaboran
en esta misión evangelizadora y catequética. Porque los estudiantes adquieran
conciencia plena de su fe y de su compromiso con la Iglesia. Todo está en manos
de Nuestro Señor Jesucristo y por la intercesión de nuestra Madre la Virgen
María.
Seguimos rezando por la salud de Fray Miguel Ángel Jovel
ocd, de El Salvador, que ha sido operado y continúa delicado (se aguardan los
resultados de las biopsias). Rogamos al Señor que lo bendiga con la gracia de
la recuperación para que pueda continuar con su labor apostólica.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros
hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo
ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible
dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no
publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la
solicitud de oración. Enviar los pedidos de oración a pequesemillitas@gmail.com
"Intimidad Divina"
La pobreza evangélica
Explicando la parábola del sembrador dice Jesús: “La
simiente es la Palabra de Dios… Lo que cayó entre los abrojos son los que han
oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las
riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a la madurez” (Lc 8, 14). La
simiente fecunda de la Palabra de Dios no puede llegar a madurez en quien tiene
el corazón ocupado y preocupado por los bienes terrenos. Es la historia del
joven rico, el cual, cuando oyó decir a Jesús: “Si quieres ser perfecto, vete,
vende lo que tienes y dáselo a los pobres… se marchó apenado porque tenía muchos
bienes” (Mt 19, 21-22). Era un joven bueno, desde su infancia había observado
los mandamientos y deseaba sinceramente la vida eterna, tanto que Jesús,
“fijando en él su mirada, le amó” (Mc 10, 21). Además la Palabra de Dios había
sido sembrada en su corazón, no por intermediarios sino por Dios mismo, y sin
embargo, no agarró, quedando sofocada por el amor a las riquezas. Es por tanto
muy oportuna la exhortación del Concilio Vaticano II: “Estén todos atentos a
encauzar rectamente sus afectos, no sea que el uso de las cosas del mundo y un
apego a las riquezas contrario al espíritu de pobreza evangélica les impida la
persecución de la caridad perfecta” (LG 42).
Al que quiere seguirle Jesús no le promete honores o
riquezas, sino que le pone delante el cuadro de su vida extremadamente pobre y
carente de toda comodidad, porque quien no se anima a compartir su pobreza
terrena, no podrá ser partícipe de su riqueza eterna. Todos los fieles –aunque
en forma diferente, según el estado de cada uno– están llamados a seguir a
Cristo “pobre, humilde y cargado con la cruz, a fin de merecer ser hechos
partícipes de su gloria” (LG 41). La pobreza libra al hombre del apego excesivo
a las riquezas, denunciada por el Señor como impedimento serio para la
salvación eterna: “Nadie puede servir a dos señores… No podéis servir a Dios y
al dinero” (Mt 6, 24).
Sin embargo, no es la pobreza material en sí misma la que
salva al hombre. Esta no es suficiente a librarlo de la esclavitud del dinero,
si no va acompañada y completada de la pobreza espiritual, es decir, de la
pobreza de los afectos, de los deseos y de las ansiedades por los bienes
terrenos San Juan de la Cruz enseña que sólo esa pobreza libra al hombre de
tales apegos. La mera privación de las cosas “no desnuda al alma si tiene apetito
de ellas…, sino la desnudez del gusto y apetito de ellas, que es lo que deja al
alma libre y vacía de ellas, aunque las tenga” (S I, 3, 4). La pobreza material
es el medio para llegar a privaciones y austeridades. En efecto, quien después
de haber renunciado a algo continúa alimentando su deseo y nostalgia, tendrá
siempre el corazón atado a ello. “Porque no ocupan al alma las cosas de este
mundo ni la dañan, pues no entran en ella, sino la voluntad y apetito de ellas
que moran en ella”.
He aprendido por
experiencia, ¡oh benignísimo Señor Jesucristo!, ilimitadamente rico en amor,
que nada es más penoso en este mundo que estar abrasado de deseos terrenos,
porque el amor a las riquezas de la tierra es insaciable y con sus exigencias
tortura al alma mucho más que lo que lo que le puede aliviar con su goce. El
conseguimiento de las riquezas requiere, en efecto, muchos trabajos; su
posesión genera grandes preocupaciones y su perdida ocasiona graves afanes.
Quien las ama no puede amarte a ti, ¡oh Señor!; y con esas cosas caducas cae
también él en la perdición; quien se ata a ellas con el corazón, con ellas
desfallece en la tristeza. Quien las encuentra pierde la paz, y mientras está
en vela, piensa en el modo de aumentarlas; cuando duerme, sueña en ladrones;
durante el día está pensativo y de noche lleno de miedo, y así es siempre un
pobre infeliz. (R. Jordán, Contemplaciones sobre el amor divino, 35)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.
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