domingo, 13 de mayo de 2012

Pequeñas Semillitas 1703


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1703 ~ Domingo 13 de Mayo de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Hola…
Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Los ha querido apasionadamente. Los ha amado con el mismo amor con que a Él lo ha amado el Padre. Ahora los tiene que dejar. Conoce su egoísmo. No saben quererse. Los ve discutiendo entre sí por obtener los primeros puestos. ¿Qué será de ellos? Las palabras de Jesús adquieren un tono solemne. Han de quedar bien grabadas en todos: "Éste es mi mandato: que se amen unos a otros como yo los he amado".
Los evangelios recuerdan en diversas ocasiones cómo Jesús captaba con su mirada el sufrimiento de la gente. Los miraba y se conmovía: los veía sufriendo, o abatidos o como ovejas sin pastor. Rápidamente, se ponía a curar a los más enfermos o a alimentarlos con sus palabras. Quien ama como Jesús, aprende a mirar con compasión los rostros de las personas.
José Antonio Pagola


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado.
»Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros».
(Jn 15,9-17)

Comentario
Hoy celebramos el último domingo antes de las solemnidades de la Ascensión y Pentecostés, que cierran la Pascua. Si a lo largo de estos domingos Jesús resucitado se nos ha manifestado como el Buen Pastor y la vid a quien hay que estar unido como los sarmientos, hoy nos abre de par en par su Corazón.
Naturalmente, en su Corazón sólo encontramos amor. Aquello que constituye el misterio más profundo de Dios es que es Amor. Todo lo que ha hecho desde la creación hasta la redención es por amor. Todo lo que espera de nosotros como respuesta a su acción es amor. Por esto, sus palabras resuenan hoy: «Permaneced en mi amor» (Jn 15,9). El amor pide reciprocidad, es como un diálogo que nos hace corresponder con un amor creciente a su amor primero.
Un fruto del amor es la alegría: «Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros» (Jn 15,11). Si nuestra vida no refleja la alegría de creer, si nos dejamos ahogar por las contrariedades sin ver que el Señor también está ahí presente y nos consuela, es porque no hemos conocido suficientemente a Jesús.
Dios siempre tiene la iniciativa. Nos lo dice expresamente al afirmar que «yo os he elegido» (Jn 15,16). Nosotros sentimos la tentación de pensar que hemos escogido, pero no hemos hecho nada más que responder a una llamada. Nos ha escogido gratuitamente para ser amigos: «No os llamo ya siervos (...); a vosotros os he llamado amigos» (Jn 15,15).
En los comienzos, Dios habla con Adán como un amigo habla con su amigo. Cristo, nuevo Adán, nos ha recuperado no solamente la amistad de antes, sino la intimidad con Dios, ya que Dios es Amor.
Todo se resume en esta palabra: “amar”. Nos lo recuerda san Agustín: «El Maestro bueno nos recomienda tan frecuentemente la caridad como el único mandamiento posible. Sin la caridad todas las otras buenas cualidades no sirven de nada. La caridad, en efecto, conduce al hombre necesariamente a todas las otras virtudes que lo hacen bueno».
Rev. D. Francesc CATARINEU i Vilageliu (Sabadell, Barcelona, España)


Santoral Católico:
Nuestra Señora de Fátima
Advocación Mariana


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Fuente: Catholic.net


Palabras del Beato Juan Pablo II

“El amor es el primer y eterno contenido del mandamiento que proviene del Padre. Cristo dice que Él mismo ‘observa’ este mandamiento. Es también Él quien nos da este mandamiento, en el que está todo el contenido esencial de nuestra semejanza a Dios en Cristo”

Beato Juan Pablo II


Tema del día:
El mandamiento del amor


Estas son palabras que Jesús pronunció en su despedida de la Última Cena; pero que seguramente repetiría en aquellas apariciones poco antes de su Ascensión, que celebraremos el próximo domingo. El domingo anterior nos hablaba Jesús de la unión íntima que debemos tener con Él, como hay entre la vid y los sarmientos. Hoy nos explica en qué consiste esa unión: en el amor. Un amor que procede de la esencia misma de Dios. San Juan hoy en la segunda lectura nos dice que “Dios es amor”. Esa es su esencia: el Padre que entrega su naturaleza amorosa al Hijo, y el Padre y el Hijo al Espíritu, formando la más íntima unidad de amor. Si el Padre fuera egoísta y dijera: toda la naturaleza divina para mí... se destruiría Dios, lo cual no puede ser.

De este amor procede el ideal humano. El amor íntimo de la Santísima Trinidad no lo vemos; pero lo experimentamos en muchas circunstancias. Lo primero: lo que nos dice también hoy san Juan en su carta (I Jn 4, 9): “El amor de Dios hacia nosotros se manifiesta en que Dios envió al mundo a su Hijo unigénito para que nosotros vivamos por El”. Para el mundo sería una locura que un padre entregue a su hijo para salvar a unos extraños y hasta enemigos. Y Jesús, que es el Hijo de Dios que se hizo hombre, es nuestro ejemplo e ideal de amor. El “pasó haciendo el bien” y nos amó hasta dar su vida en la cruz para salvarnos, siendo como somos pecadores. Nos amó hasta el fin.

Así cumplía el mandamiento de su Padre o su Voluntad. Como, además de Dios, era hombre, no le fue fácil: Hasta “con lágrimas” pedía que pudiera pasar ese “cáliz de amargura”. Pero se arrojaba en las manos de su Padre, que nos ama y veía que es la mejor manera de salvarnos. Con ese amor nos dice Jesús que tenemos que amarnos.

Es su mandamiento por excelencia. Como hay quienes dicen que el amar no se puede mandar, podemos llamarlo: recomendación. Es el principal deseo de Jesús para nosotros, porque es lo que nos dará la verdadera libertad y alegría. El mundo está envuelto en violencia, odios y egoísmo. El amor es el lenguaje de la Iglesia y de los cristianos. El amor es el estilo y el espíritu de la nueva alianza que Dios ha querido pactar con la humanidad. En el Antiguo Testamento se hablaba más de sumisión a Dios. Ahora Jesús nos habla de relación amigable con Dios y fraterna entre nosotros.

En este amor permaneceremos, si guardamos sus mandamientos. No se trata por lo tanto de un amor etéreo o abstracto, sino real y expresado en obras: “Obras son amores y no buenas razones”. No se trata de un amor vacío y de solos sentimientos y buenas intenciones, sino sustentado por buenas acciones hacia los demás. Es tan fundamental el amor entre los cristianos, que en esto “conocerán que somos discípulos de Jesús”. Y será la materia principal de la que seremos juzgados el día final.

El amor nos hace felices. Hoy nos dice Jesús que, si permanecemos unidos a El por el amor y permanecemos unidos entre nosotros, “el gozo será pleno”. Dios no quiere de una manera directa el dolor ni la tristeza. Si Jesús tuvo que pasar por ratos tan amargos fue por culpa de nuestros pecados, pero el final sería la resurrección. A veces para salvar a un hermano o por diversas circunstancias de la vida tendremos dolores y sufrimientos. Pero también los tienen los que viven metidos en el odio. Normalmente el ambiente del que ama es el de la paz y la alegría. Eso sin pensar en la alegría total y definitiva del premio que Dios le dará para siempre. Y la alegría principal es el saberse hijo de Dios Padre y amigo de Jesús. El amor es lo que nos da plenitud. Decía el concilio vaticano II: “El hombre no puede encontrar su propia plenitud, si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás”. El amor libera, el odio esclaviza.

Termina hoy Jesús diciendo que, si estamos unidos a El por el amor, podremos  conseguir todo lo que pidamos en la oración. Esto es así, porque, si estamos unidos a Jesús, lo que pidamos será siempre lo que mejor nos convenga, según la voluntad de Dios. Y el fruto de nuestro apostolado será maravilloso.

P. Silverio Velasco (España)


Nuevo video y artículo

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Pensamientos sanadores


Nuestra Señora de Fátima intercede por ti

Sabiendo Dios la necesidad que tiene la humanidad de que, con frecuencia, nos recuerden el camino que debemos seguir en diversos momentos, quiso enviarnos a su Madre desde el cielo, para que su mensaje de amor, de oración y de conversión se esparciese por el mundo entero.
Aceptar a María como Madre y Maestra implica contemplar su vida, intuir lo que hay en su corazón y aprender de ella.
Aprender a través de sus palabras, sus silencios y de las diferentes actitudes con las cuales ella irradia la paz que brota desde el interior de su Inmaculado Corazón.
Esa paz es la que sigue irradiando en todos los santuarios del mundo, lugares que pisaron sus pies y que impregnados de la oración de sus hijos, son faros de luz para el mundo entero.

Al ver a la Madre y cerca de ella al discípulo a quien Él amaba, Jesús le dijo: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. Luego al discípulo: “Aquí tienes a tu Madre”. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa. Juan 19, 26-27.


Mayo, mes de María


En la primera ocasión en que se apareció a los tres pastorcitos, Lucía preguntó a la Virgen
-¿Yo iré al cielo?
-Sí, irás.
-¿Y Jacinta?
-Irá también
-¿Y Francisco?
-También irá, pero tiene que rezar antes muchos rosarios.
Lucía se acordó de dos amigas que habían muerto hacía poco:
-¿Está María de las Nieves en el cielo?
-Sí, está (tenía cerca de dieciséis años).
- ¿Y Amelia?
- Pues estará en el purgatorio hasta el fin del mundo (tenía entre 18 y 20 años).
Les dice la Virgen entonces:
- ¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quisiera enviaros como reparación de los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?
-Sí, queremos.
-Tendréis mucho que sufrir, pero la gracia de Dios os fortalecerá.
En la segunda aparición, después de rezar el rosario -nos cuenta Lucía- con otras personas que estaban presentes (unas cincuenta) vimos de nuevo el reflejo de la luz que se aproximaba, y que llamábamos relámpago, y enseguida a Nuestra Señora sobre la encina, todo como en mayo.
- ¿Qué es lo que quiere? pregunté a María.
- Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, que recéis el rosario todos los días y que aprendáis a leer. Después diré lo que quiero además.
Le pedí la curación de una enferma. Nuestra Señora respondió:
- Si se convierte se curará durante el año.
- Quisiera pedirle que nos llevase al cielo.
- Sí, a Jacinta y a Francisco los llevaré en breve, pero tú te quedas aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. Quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien lo abrazare, le prometo la salvación; y sus almas serán queridas por Dios como flores puestas por Mí a adornar su Trono.
- ¿Me quedo aquí solita? Pregunté con pena.
- No, hija. ¿Y tú sufres mucho por eso? ¡No te desanimes! Nunca te dejaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios.

Puedes pedir ahora a nuestra Señora que también te lleve a ti al cielo y a los que tú quieres, como le pidió Lucía. Y también: María, que me dé cuenta que el tiempo de vida que tengo, me lo da Dios para que yo le ame y le dé a conocer. Y que Tú no me dejas nunca; que todo lo mío te interesa. Que viva todo contigo.

Ahora puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído.
Después termina con una oración final.

Texto del P. José Pedro Manglano Castellary
Tomado del Web Católico de Javier


Nunca nos olvidemos de agradecer


Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde Viedma, Argentina, María Cristina agradece a la Santísima Trinidad, a San José, a la Virgen María y a las personas que rezaron por Alicia, cuyos estudios médicos han salido todos bien.

Araceli agradece a nuestro Dios y María, Madre de Dios y Madre nuestra, como así también a los que rezaron por Lisa G., de Texas, USA, pues su operación de cerebro se realizó sin inconvenientes y según el cirujano, espera que todo va a andar bien.

Sirley, de Montevideo pone de manifiesto su eterno agradecimiento a DIOS y a todas aquellas personas que oraron por Esteban, de esa misma ciudad, que en la unión de la oración pudo superar su problema de salud. 

Martha agradece las oraciones hechas por César Augusto S. P., de Perú, quien luego de dos meses de doloroso calvario, ya descansa en los brazos del Señor. Y también por la recuperación de Emilio luego del infarto severo que tuvo. También porque Virgilio C. de  Cuba-Miami salió bien de la operación de pulmón por cáncer.

Amalia nos escribe para agradecer las oraciones hechas por Sandra, que está recuperándose satisfactoriamente.

Ayer mismo pedíamos oraciones por Diego, de México, que estaba siendo operado. Hoy con alegría damos gracias a Dios porque esa operación fue exitosa y él está recuperándose bien. Gracias Señor…

María Angélica, de la provincia de El Chaco, Argentina, agradece a los que rezaron por Hilda Nélida Y. quién después de tres operaciones y de estar un año y medio en cama, gracias a Dios y la Virgen comenzó a levantarse, y a crecer en la fe.

Ahora pido que se me permita hacer un agradecimiento a mí, el autor de la página, por todo lo que Jesús, la Virgen de Lourdes, San José y el amado Beato Juan Pablo II, me brindan cada día desde hace 61 años: por mi familia (partiendo de los maravillosos padres que me dio, siguiendo por mi esposa Adriana, mis hijos Stefanía y Franco, mi hermano y demás familiares inmediatos), por mi vida, por mi salud, por mi formación cristiana que empezó con mis padres y siguió con los curas jesuitas en mi niñez y hoy continúa con curas y monjas amigos maravillosos, por mi trabajo, y especialmente por este camino de apostolado que Dios me ha regalado desde hace varios años y en el que me siento muy feliz (y encima hasta me premian). Por todo eso Gracias Señor… Gracias María… Mi vida es de ustedes.


"Intimidad Divina"

VI Domingo de Pascua

“La caridad procede de Dios… Dios es amor” (1 Jn 4, 7-8). Estas palabras de San Juan sintetizan el mensaje de la Liturgia del día. Es amor el Padre “que envió al mundo a su Hijo unigénito para que nosotros vivamos por él” (ib. 9; Segunda Lectura). Es amor el Hijo que ha dado la vida no sólo “por sus amigos” (Jn 15, 13; Evangelio), sino también por sus enemigos. Es amor el Espíritu Santo en quien “no hay acepción de personas” (Hc 10, 34; Primera Lectura) y que está como impaciente por derramarse sobre todos los hombres (ib. 44). El amor divino se ha adelantado a los hombres sin algún mérito de parte de ellos: “En esto está el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó” (1 Jn 4, 10). Sin el amor proveniente de Dios que ha sacado al hombre de la nada y luego lo ha redimido del pecado, nunca hubiera sido el hombre capaz de amar. Así como la vida no viene de la criatura sino del Creador, tampoco el amor viene de ella, sino de Dios, la sola fuente infinita.

El amor de Dios llega al hombre a través de Cristo. “Como el Padre me amó, yo también os he amado” (Jn 15, 9). Jesús derrama sobre los hombres el amor del Padre amándolos con el mismo amor con que de él es amado; y quiere que vivan en este amor: “permaneced en mi amor”. Y así como Jesús permanece en el amor del Padre cumpliendo su voluntad, del mismo modo los hombres deben permanecer en su amor observando sus mandamientos. Y aquí aparece de nuevo en primera fila lo que Jesús llama su mandamiento: “que os améis unos a otros como yo os he amado” (ib. 12). Jesús ama a sus discípulos como es amado por el Padre, y ellos deben amarse entres sí como son amado por el Maestro. Cumpliendo este precepto se convierten en sus amigos: “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando” (ib. 14). La amistad exige reciprocidad de amor, se corresponde al amor de Cristo amándolo con todo el corazón y amando a los hermanos con los cuales él se identifica cuando afirma ser hecho a él lo que se ha hecho al más pequeño de aquellos (Mt 25, 40).

Es conmovedora e impresionante la insistencia con que Jesús recomienda a sus discípulos en el discurso de la Cena el amor mutuo; sólo mira a formar entre ellos una comunidad compacta, cimentada en su amor, donde todos se sientan hermanos y vivan los unos para los otros. Lo cual no significa restringir el amor al círculo de los creyentes; al contrario: cuando más fundidos están en el amor de Cristo, tanto más capaces serán de llevar ese amor a los hombres. Ellos deben demostrar en su conducta que Dios es amor y que uniéndose a él se aprende a amar y se hace uno amor; que el Evangelio es amor y que no en vano Cristo ha enseñado a los hombres a amarse; que el amor fundado en Cristo vence las diferencias, anula las distancias, elimina el egoísmo, las rivalidades, las discordias. Todo esto convence más y atrae más a la fe que cualquier otro medio. Sólo quien vive en el amor puede dar al mundo el fruto precioso del amor.

Tú eres amor, ¡oh Dios! En esto se ha manifestado tu amor en nosotros, en que has enviado a tu hijo unigénito al mundo para que pudiéramos vivir por medio de Él. El Señor mismo lo ha dicho: nadie tiene mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos; el amor de Cristo por nosotros se demuestra en que murió por nosotros. ¿Cuál es la prueba, ¡oh, Padre de tu amor por nosotros? El que has enviado a tu Hijo único a morir por nosotros. No fuimos nosotros los que primero te amamos; pero nos has amado para que nosotros te amásemos… Si tú nos has amado así, también nosotros nos debemos amar mutuamente… Tú eres amor. ¿Cuál es el rostro del amor? ¿Su forma, su estratura, sus pies, sus manos? Nadie lo puede decir. Él tiene pies que conducen a la Iglesia, manos que socorren a los pobres, ojos con los que se conoce a quien está necesitado… Estos distintos miembros no están separados en lugares diversos; quien tiene caridad, ve con la mente todo y al mismo tiempo. ¡Oh, Señor! haz que yo viva en la caridad para que ella habite en mí, que permanezca en ella para que ella permanezca en mí. (San Agustín)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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