viernes, 25 de mayo de 2012

Pequeñas Semillitas 1715


PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1715 ~ Viernes 25 de Mayo de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
Hoy los argentinos recordamos (no me surge escribir “celebramos”) lo que de niños nos enseñaron como “el día de la Patria”, el primer grito de libertad de los criollos en Buenos Aires allá por 1810, que alcanzaría su plenitud con la declaración de la Independencia seis años más tarde.
Como esta es una página esencialmente religiosa, no caben acá consideraciones políticas, ni referencias a la difícil realidad nacional actual. Por lo tanto no las haré. Y desde nuestra condición de católicos vamos a pedir a la Virgen de Luján, patrona de la Argentina, todas sus bendiciones para nuestra Patria y que Dios Misericordioso haga de nuestro suelo un lugar de paz, prosperidad, trabajo, justicia, igualdad y futuro, tal como lo soñaron aquellos patriotas de los primeros años del siglo XIX. Y que se cumplan las palabras de nuestro Himno Nacional: “Se levanta a la faz de la tierra una nueva y gloriosa nación… Libertad, Libertad, Libertad…”


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos y comiendo con ellos, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos». Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?». Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas».
Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas a donde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras». Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».
(Jn 21,15-19)

Comentario
Hoy hemos de agradecer a san Juan que nos deje constancia de la íntima conversación entre Jesús y Pedro: «‘Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?’ Le dice él: ‘Sí, Señor, tú sabes que te quiero’. Le dice Jesús: ‘Apacienta mis corderos’» (Jn 21,15). —Desde los más pequeños, recién nacidos a la Vida de la Gracia... has de tener cuidado, como si fueras Yo mismo... Cuando por segunda vez... «le dice Jesús: ‘Apacienta mis ovejas’», Él le está diciendo a Simón Pedro: —A todos los que me sigan, tú los has de presidir en mi Amor, debes procurar que tengan la caridad ordenada. Así, todos conocerán por ti que me siguen a Mí; que mi voluntad es que pases por delante siempre, administrando los méritos que —para cada uno— Yo he ganado.
«Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: ‘¿Me quieres?’ y le dijo: ‘Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero’» (Jn 21,17). Le hace rectificar su triple negación y, solamente recordarla, le entristece. —Te amo totalmente, aunque te he negado..., ya sabes cómo he llorado mi traición, ya sabes cómo he encontrado consuelo solamente estando con tu Madre y con los hermanos.
Encontramos consuelo al recordar que el Señor estableció el poder de borrar el pecado que separa, mucho o poco, de su Amor y del amor a los hermanos. —Encuentro consuelo al admitir la verdad de mi alejamiento respecto de Ti y al sentir de tus labios sacerdotales el «Yo te absuelvo» “a modo de juicio”.
Encontramos consuelo en este poder de las llaves que Jesucristo otorga a todos sus sacerdotes-ministros, para volver a abrir las puertas de su amistad. —Señor, veo que un desamor se arregla con un acto de amor inmenso. Todo ello, nos conduce a valorar la joya inmensa del sacramento del perdón para confesar nuestros pecados, que realmente son “des-amor”.
Rev. D. Joaquim MONRÓS i Guitart (Tarragona, España)


Santoral Católico:
San Beda el Venerable
Presbítero y Doctor de la Iglesia


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San Gregorio VII
Papa


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Fuente: Catholic.net


La frase de hoy

“El verdadero fin de la vida cristiana
consiste en la adquisición del Espíritu Santo.
En cuanto a la oración, al ayuno,
a las vigilias, a la limosna
y toda otra buena acción hecha
en nombre de Cristo,
no son sino medios para lograrlo”

San Serafín de Sarov


Tema del día:
Conociendo al Espíritu Santo


¿Quién es el Espíritu Santo?

Es la tercera Persona de la Santísima Trinidad. Persona, regalo o don que Dios Padre nos da a cambio de nada, lo envía como una promesa. Es también Creador, al mismo tiempo Espíritu de Jesucristo. Es Santo porque es divino, es Dios, es paz y no tiene pecado. Se presenta como el soplo de Jesucristo resucitado (cf. Jn 20, 22).

¿Cómo lo podemos recibir?

Es importante desearlo profundamente, buscarlo y pedirlo. Con los sacramentos, en el Bautismo y la Confirmación lo recibimos de modo específico, así también en la Eucaristía y en la Confesión se repite continuamente su presencia.

El Espíritu de Dios se nos regala a través de siete Dones. ¿Cuáles son?

Sabiduría: Gusto para lo espiritual, capacidad de juzgar según la medida de Dios.

Entendimiento: Es una gracia para poder comprender la Palabra de Dios y profundizar las Verdades reveladas.

Consejo: Ilumina la conciencia en las opciones que la vida diaria le impone, sugiriéndole lo que es licito, lo que corresponde, lo que conviene más al alma.

Fortaleza: Fuerza sobre natural para obrar valerosamente lo que Dios quiere de nosotros, y sobre llevar las contrariedades de la vida. Para resistir las instigaciones de las pasiones internas y las presiones del ambiente. Supera la timidez y la agresividad.

Ciencia: Nos da a conocer el verdadero valor de las creaturas en su relación con el Creador.

Piedad: Sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para con Dios como Padre, y para con los hermanos como hijos del mismo Padre.

Temor de Dios: Temor a ofender a Dios, humildemente reconociendo nuestra debilidad. Sobre todo: temor filial, que es el Amor de Dios: el alma se preocupa de no disgustar a Dios, amado como Padre, de no ofenderlo en nada, de permanecer y de crecer en la caridad.

¿Cómo actúa el Espíritu Santo?

Principalmente nos hace Hijos de Dios, creando intimidad y reconciliándonos con Él. El Espíritu Santo fundó una sola Iglesia, la de todos los pueblos del mundo entero, superando todas las fronteras de raza, clase, nación; bajando todas las barreras. Desde el principio la Iglesia es una, católica y apostólica: esta es su verdadera naturaleza y como tal debe ser reconocida. Es Santa no por la capacidad de sus miembros, sino porque Dios mismo, con su Espíritu, la crea, la purifica y la santifica siempre.

¿Cuáles son sus frutos?

Los frutos son la manifestación del Espíritu que vive interiormente:

Caridad: Es el sentimiento de amor llevado a la práctica, aquel que impulsa la solidaridad y la fraternidad con los semejantes. Es el verdadero amor sentido al prójimo, demostrado por la acción. Es dar sin esperar nada a cambio, desinteresadamente.

Gozo: Cuando el Espíritu Santo habita en el alma, esta tiene gozo de estar en comunión con Dios, afecta al cuerpo pero se ubica en las facultades altas del alma.

Paz: es la tranquilidad que procede del orden y de la unidad de voluntades; la serenidad existente donde no hay conflicto.

Paciencia: una persona que no es fácil de exaltar, ni pronto en enojarse, ni rencoroso.

Benignidad: es una persona amable, los demás vienen a él con sus disgustos y preocupaciones, y encuentran en el una atención sincera. Se interesa por las alegrías y los problemas de los demás.

Bondad: no juzga a otros, no condena, ni critica, es comprensivo para con la ignorancia y la debilidad de los otros. Es generoso con Dios y nunca busca el camino más fácil.

Longanimidad: o perseverancia, nos ayudan a mantenernos fieles al Señor a largo plazo. Impide el aburrimiento y la pena que provienen del deseo del bien que se espera, o de la lentitud y duración del bien que se hace, o del mal que se sufre y no de la grandeza de la cosa misma o de las demás circunstancias.

Mansedumbre: es la virtud que modera la ira y sus efectos desordenados. Es una forma de templanza que evita todo movimiento desordenado de resentimiento por el comportamiento de otro.

Fe: es cierta facilidad para aceptar todo lo que hay que creer, firmeza para afianzarnos en ello, seguridad de la verdad que creemos sin sentir repugnancias ni dudas, ni esas oscuridades y terquedades que sentimos naturalmente respecto a las materias de la fe. No es suficiente creer, hace falta meditar en el corazón lo que creemos, sacar conclusiones y responder coherentemente.

Modestia: regula los movimientos del cuerpo, los gestos y las palabras. Como fruto del Espíritu Santo, todo esto lo hace sin trabajo y como naturalmente, y además dispone todos los movimientos interiores del alma, como en la presencia de Dios.

Continencia: es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad.

Castidad: es la virtud que gobierna y modera el deseo del placer sexual según los principios de la fe y la razón. Por la castidad la persona adquiere dominio de su sexualidad y es capaz de integrarla en una sana personalidad, en la que el amor de Dios reina sobretodo. Por lo tanto no es una negación de la sexualidad.

En conclusión… Disponemos nuestra alma para recibir este espíritu, el mismo que recibieron los Apóstoles junto a María en Pentecostés, llenándose de alegría por el impacto que el mismo hizo en sus corazones, derramando una plena confianza en Jesús y creando un lazo infinito con Dios Padre. Saber que el Espíritu Santo está en todos lados, pero sobre todo en lo más intimo de nuestra alma si así lo pedimos. Es creador de un gozo profundo e inspirador.

Fuente: Pastoral de Juventudes
Arquidiócesis de Córdoba (Argentina)


Poesía para el 25 de Mayo


Patria si eternamente proclamada
siempre más derrotada que vencida
siempre más asustada que atrevida
siempre más que querida, violentada.

Patria, que el veinticinco, nos contaran,
naciste. Y nació un mito con tu vida:
te inventamos lluviosa y conmovida,
te pintamos pacífica y romana,
tan altiva, de trigos bien poblada,
tan soberbia, de glorias más erguida,
de blanco peplo toda revestida,
señora de laureles coronada.

Apenas nos sostienes la mirada
cuando en tu espejo nuestro afán se mira
pues en los niños lloran tus heridas
y sobre la indigencia te derramas.
Patria completamente traicionada,
Patria que desayunas con mentiras,
Patria que te recuestas sobre espinas,
Patria desconsolada,
de desaparecidos alumbrada,
de deudas confundida,
de demagogos harta y convencida,
de sabios que se fueron olvidada.

Aquí tienes la sangre renovada,
aquí tienes tu fuerza renacida:
ellos dirán tu nombre una mañana,
tendrán que decidirse por la vida,
tendrán que establecer las cuentas claras,
ser la verdad, ser toda la justicia,
ser el pan solidario y el trabajo,
el estudio, la honra, el sacrificio,
como el abuelo que empezó de abajo
con su silencio y su sencillo oficio…
O dejaremos de llamarte “Patria”
o dejarán de festejar tus días.
Diles, ¿qué esperas? ¡Qué se acaba el tiempo,
que necesitas de su juramento,
que tienes esperanza todavía!

María Rosa Meléndez


Pensamientos sanadores


Pide a la Virgen María seguir creciendo en el verdadero amor

En las profundidades de su alma, la Virgen María es movida por el motor del amor, el cual la lleva a estar atenta y a responder persistentemente a las necesidades de quienes la rodean.
De allí que en Caná de Galilea, percibe anticipadamente el problema cuando le dice a su Hijo Jesús: “No tienen más vino”.
También nosotros necesitamos desarrollar la capacidad de atención y de servicio perseverante y desinteresado que caracteriza a la Virgen Madre; y no para escandalizarnos de los defectos de los otros y quejarnos de ello, sino para preguntarnos qué es lo que el otro precisa y de qué modo podemos unir nuestras fuerzas y talentos para que sean satisfechas las auténticas necesidades de cada uno.
Pídele a María ese mismo amor, a fin de estar atento tú también y ayudar a quienes más te necesitan.

Como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “Mujer ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía”. Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que él les diga”. Juan 2, 3-5.


Mayo, mes de María


Finales de julio de 1637. Miguel Juan Pellicer, natural de Calanda (Teruel) tuvo un accidente durante su trabajo. Cayó al suelo y le pasó por encima de la pierna derecha una de las ruedas del carro de su tío rompiéndosela más o menos a la altura del tobillo. Le llevaron al hospital de Valencia y, al ver que cada vez empeoraba más, lo trasladaron a Zaragoza donde llegó a primeros de octubre, con mucha fiebre y la pierna totalmente gangrenada. Antes de ingresar en el hospital fue a la iglesia del Pilar, donde se confesó y comulgó.

Ya en el hospital, viendo los médicos que la pierna no tenía curación decidieron cortarla cuatro dedos por debajo de la rodilla. Se la serraron sin más anestesia que una bebida bien cargada de alcohol mientras él se encomendaba a la Virgen del Pilar. Después de la operación, dos médicos enterraron la pierna en el cementerio del hospital.

Cuando se repuso de la operación, pasó dos años y medio pidiendo limosna en la puerta del Pilar y durmiendo en una posada o en los bancos del hospital. Regresó a Calanda. Una noche soñó que se untaba el muñón con el aceite de la lámpara de la iglesia del Pilar. Al entrar sus padres en la habitación notaron una extraña fragancia; la madre se aproximó con el candil a su hijo y vio que le salían de entre las sábanas no una sino las dos piernas. Era su misma pierna amputada: con antiguas cicatrices de niño y la lesión cerca de tobillo que le hizo el carro cuando le pasó por encima. Además se comprobó que la pierna enterrada en el cementerio del hospital no estaba. Todo el pueblo fue testigo del milagro y el párroco celebró una misa en acción de gracias.

¡Qué grande eres, Madre mía! No necesito ver milagros, porque ya has hecho miles. Pero sí necesito que aumentes mí fe cada día, hasta tenerla tan grande como la tuya. ¡Creo, Madre, pero haz que crea más y más!

Ahora puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído. Después termina con una oración final.

Texto del P. José Pedro Manglano Castellary
Tomado del Web Católico de Javier


Pedidos de oración

Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por José Rodrigo S. A., de 17 años, reside en El Salvador, para que el Señor Jesucristo renueve su corazoncito y le de la sabiduría para tomar buenas decisiones en su vida.

Pedimos oración por Roxana, una joven mujer argentina de aproximadamente 30 años de edad, que hace poco ha perdido un embarazo y ahora está afectada de anemia hemolítica, por lo que está siendo internada para su tratamiento. Rogamos que el Espíritu Santo la ilumine con sus dones y gracias para que pueda superar la situación de enfermedad y sea bendecida desde lo alto.

Pedimos oración por Luz Delia y su esposo J. D. que viven en Puerto Rico, rogando que el Señor los bendiga con buena salud física, psíquica y espiritual. Y si es Su Voluntad, que los premie con la llegada del hijo que desean tener.

Desde Chile piden oraciones por las siguientes personas: por Ana María que sufre depresión y pánico; por Gustavo que está en coma; por Graciela que está grave; por las intenciones y necesidades de Ana María, Magaly, Cristina, Celina, Leonardo y familia; por Cristian, Patty, Ana y Claudia. Oramos por las necesidades materiales y espirituales de todas estos hermanos nuestros.

Pedimos oración por el señor Mario P. P. que vive en Nicaragua y que hoy se realiza un importante estudio de las arterias de su pierna izquierda, para que por la intercesión de María Santísima todo salga bien y no sea necesario amputarla.

Seguimos rezando por Blanca Estela B. que está internada en Guatemala, por una infección pos operatoria. Que el Señor la bendiga y María la proteja.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Enviar los pedidos de oración a pequesemillitas@gmail.com


Oración por la Patria


Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Nos sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda. Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor, cercanos a María, que desde Luján nos dice: ¡Argentina! ¡Canta y camina! Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Amén.


"Intimidad Divina"

Transformados en la imagen de Cristo

El Concilio Vaticano II enseña que la “santidad de la Iglesia se manifiesta… en los frutos de gracia que el Espíritu Santo produce en los fieles” (LG 39). Entre ellos, el más excelente, al cual todos los demás van ordenados, es la conformidad con Cristo. La Encíclica Mystici Corporis lo dice expresamente: el Espíritu Sato “ha sido comunicado a la Iglesia… para que cada uno de sus miembros, día a día, se vaya haciendo más semejante al Redentor”. Todos los elegidos son por Dios “predestinados para ser conformes a la imagen de su Hijo” (Rm 8, 29); nosotros seremos santos según la medida de nuestra semejanza con Cristo. Y el Espíritu Santo nos ha sido dado precisamente para que esculpa en nosotros los rasgos de esta divina semejanza, haciéndonos “de día en día más semejantes al Redentor”. ¡Oh!, sería menester realmente que no pasase un solo día en que esta divina semejanza no aumentase en nosotros. Si Jesús es el modelo al cual debemos asemejarnos, no es presunción aspirar a asemejarnos a él de tal modo que nuestra vida sea una “prolongación” de la suya. Nosotros somos incapaces de llegar a una conformidad tan perfecta con Cristo, pero el Espíritu Santo está en nosotros para realizarla.

“Todos nosotros, a cara descubierta, reflejamos como espejos la gloria del Señor y nos transformamos en la misma imagen de gloria en gloria, como movidos por el Espíritu del Señor” (2 Cr 3, 18). En su condición de hijos de Dios, los bautizados reflejan en sí mismos la “gloria” de Cristo, es decir, la gracia de su “filiación”. Esto puede llegar a realizarse con tal perfección que sean transformados “en la misma imagen” del Señor por acción de su Espíritu que habita en los creyentes. El ideal de la perfecta conformidad con Cristo es tan sublime que sobrepasa inmensamente la capacidad del hombre y sería locura pensar que lo puede conseguir con sus propias fuerzas; sin embargo lo puede alcanzar por el poder del Espíritu Santo “que nos ha sido dado” (Rm 5, 5) y permanece siempre con nosotros para sostener nuestra debilidad.

El Espíritu Santo impulsa desde dentro el deseo de imitar a Cristo, de asemejarnos a sus sentimientos y a su vida; infunde energías sobrenaturales, sostiene la buena voluntad del hombre y la refuerza con su divina potencia. Él, que guió a Jesús en el cumplimiento perfecto de la voluntad del Padre, guía al cristiano por el mismo camino. Lo ilumina acerca del querer divino, se lo hace apreciar como el mayor tesoro y se lo hace amar como el bien más grande, pues sólo en la voluntad de Dios encontrará su santificación y podrá hacerse semejante a Cristo. En espera de la fiesta de Pentecostés, la Liturgia invoca al Espíritu Santo para que venga a purificar los corazones de los fieles (Misal Romano, Oración sobre las ofrendas). Sólo el Espíritu Santo podrá apartar todos los obstáculos que impiden a la gracia de adopción calar hondamente en la vida del cristiano; y así su espíritu totalmente puro, podrá recibir “cara a cara” la irradiación de la gloria de Cristo y ser transformado a su imagen.

¡Oh Jesús!, infunde en mí un gran deseo de ser guiado, conducido, movido en todas las cosas por tu Espíritu. Tú, en cuanto hombre, nada hacías sino por impulso del Espíritu Santo y bajo su dependencia… Haz que yo me abandone sin reservas y sin resistencia a este Espíritu, Padre de los pobres y dador de los dones, y así seré conducido ciertamente por tu mismo camino y de la manera que tú quieres. El Espíritu Santo me mueve a dirigirme al Padre como tú: ¡Abba, Padre! (C. Marmión)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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