lunes, 21 de mayo de 2012

Pequeñas Semillitas 1711

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1711 ~ Lunes 21 de Mayo de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Alabado sea Jesucristo…
No imaginemos a Cristo “subiendo al cielo” en una nave espacial. Subir al cielo…estar sentado a la derecha de Dios… son fórmulas humanas para indicar el triunfo definitivo de Jesús, su glorificación junto al Padre.
La Ascensión celebra la culminación de la vida de Cristo, la coronación de su obra, la promesa del Espíritu Santo, el anuncio de nuestra misión: “Serán mis testigos. Vayan por todo el mundo, anuncien el evangelio”
La Ascensión marca el fin del tiempo público de Jesús, y el comienzo del nuestro. Cristo nos confió su misión. Que nadie se sienta incapaz, excluido, indigno. A todos Jesús nos asegura: “Recibirán la fuerza del Espíritu Santo… y serán mis testigos”.


La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy


En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: «Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios». Jesús les respondió: «¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo».
(Jn 16,29-33)

Comentario
Hoy podemos tener la sensación de que el mundo de la fe en Cristo se debilita. Hay muchas noticias que van en contra de la fortaleza que querríamos recibir de la vida fundamentada íntegramente en el Evangelio. Los valores del consumismo, del capitalismo, de la sensualidad y del materialismo están en boga y en contra de todo lo que suponga ponerse en sintonía con las exigencias evangélicas. No obstante, este conjunto de valores y de maneras de entender la vida no dan ni la plenitud personal ni la paz, sino que sólo traen más malestar e inquietud interior. ¿No será por esto que, hoy, las personas van por la calle enfurruñadas, cerradas y preocupadas por un futuro que no ven nada claro, precisamente porque se lo han hipotecado al precio de un coche, de un piso o de unas vacaciones que, de hecho, no se pueden permitir?
Las palabras de Jesús nos invitan a la confianza: «¡Ánimo!: yo he vencido al mundo» (Jn 16,33), es decir, por su Pasión, Muerte y Resurrección ha alcanzado la vida eterna, aquella que no tiene obstáculos, aquella que no tiene límite porque ha vencido todos los límites y ha superado todas las dificultades.
Los de Cristo vencemos las dificultades tal y como Él las ha vencido, a pesar de que en nuestra vida también hayamos de pasar por sucesivas muertes y resurrecciones, nunca deseadas pero sí asumidas por el mismo Misterio Pascual de Cristo. ¿Acaso no son “muertes” la pérdida de un amigo, la separación de la persona amada, el fracaso de un proyecto o las limitaciones que experimentamos a causa de nuestra fragilidad humana?
Pero «sobre todas estas cosas triunfamos por Aquel que nos amó» (Rom 8,37). Seamos testigos del amor de Dios, porque Él en nosotros «ha hecho (...) cosas grandes» (Lc 1,49) y nos ha dado su ayuda para superar toda dificultad, incluso la muerte, porque Cristo nos comunica su Espíritu Santo.
Rev. D. Jordi CASTELLET i Sala (Sant Hipòlit de Voltregà, Barcelona, España)


Santoral Católico:
San Eugenio de Mazenod
Obispo y Fundador de los
Oblatos de María Inmaculada


Información ampliada haciendo clic acá

Fuente: Catholic.net


La frase de hoy

“María ante el Espíritu es la mujer de la escucha y del silencio, de la espera y la esperanza. María nos indica con su vida que siendo dóciles al Espíritu, él nos colmará como a ella de sus dones”


Tema del día:
Con María, recordando la Ascensión


Cuarenta largos y extraordinarios días han trascurrido, Madre querida, desde el glorioso Domingo de Pascua.

Durante este tiempo, tu humilde corazón de Madre repasó una y otra vez sus tesoros escondidos. En ése volver del alma cada acontecimiento vivido cobra ahora, sentido diferente. Pero tú, dulce Madre, a pesar de ser la elegida, la llena de gracia, la saludada por los ángeles y por los creyentes, tú no quieres brillar por esos días, pues Aquél cuya luz es inextinguible aún debe terminar la labor por la que había bajado del cielo a habitar en tu purísimo vientre. Por eso te mantienes casi oculta, limitándote a ser una presencia orante en la Iglesia naciente. Así te encuentro en los Evangelios, pero... necesito que me cuentes, Señora, lo que ha sido para ti el día de la Ascensión.

Y cierro los ojos tratando de imaginar tu rostro, tu mirada, tu voz serena que me responde al alma.

- El día de la Ascensión fue el final ansiado, presentido, mas nunca totalmente imaginado por mí, de la historia de amor más bella que jamás haya existido. Una historia de amor que comenzó un día, ya lejano, y al mismo tiempo tan cercano, en Nazaret. Una historia que trascurrió durante treinta años, en el silencio y sumisión a mi amor materno, de Aquél por quien el mundo debía salvarse.

- ¡Ah, Señora!, en esa sumisión a ti Jesús glorificó grandemente al Padre, por ello es que tus hijos glorificamos al Padre sometiéndonos a ti (1).

Sonríes... Tu mirada se pierde ahora en la lejanía.

- Como te decía, la Ascensión es final y, al mismo tiempo, comienzo y promesa, camino y esperanza... por esos días Jesús se aparecía a sus amigos y les daba, con la fuerza extraordinaria de quien es la Verdad, los últimos consejos, las últimas recomendaciones, y les regalaba al alma, las más hermosas promesas.

Recuerdo claramente el día de su partida... era casi mediodía, el sol brillaba con fuerza, y hasta casi con alegría. Mi Hijo caminaba cerca de Betania con sus amigos, les pedía que fuesen hasta los confines de la tierra enseñando su Palabra. Su voz sonaba segura, serena, protectora, especialmente cuando les entregó aquella promesa que sería luego manantial de fe y esperanza para tantos hijos de mi alma...” Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”

Yo presentía la partida... y Él sabía que necesitaba abrazarlo... como cuando era pequeño, como cuando le hallamos en el Templo, luego de aquella lejana angustia. Él lo sabía y vino hasta mí, me miró con ternura infinita y me abrazó fuerte, muy fuerte, y susurró a mis oídos...:

- Gracias Madre, gracias... gracias por tu entrega generosa, por tu confianza sin límites, por tu humildad ejemplar... gracias.

Cuando se alejaba ya de mí se acercó Juan, el discípulo a quien Jesús amaba mucho. Entonces el Maestro le dijo, mirándome:

- Cuídala Juan, cuídala y hónrala... protégela y escúchala. Ella será para ti, y para todos, camino corto, seguro y cierto hasta mi corazón. Hónrala Juan, pues haciéndolo... me honras.

- Lo haré, Maestro, lo haré...- contestó Juan desde lo más profundo de su corazón.

Jesús y Juan volvieron con los demás. En ese momento mi Hijo, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos y subió al cielo ante sus ojos y una nube comenzó a cubrirlo, delicadamente.

Los apóstoles se arrodillaron ante Él. Mientras yo levantaba mi mano en señal de despedida y mis ojos se llenaban de lágrimas, sentí que me miraba... y su mirada me hablaba...

- ¿Qué te decía, Señora? ¿Qué te decía Jesús mientras partía?

- “Espérame, Madre, enviaré por ti... espérame...”

¡Ay! Hija mía, mi corazón rebosaba de gozo. En tanto los amigos de Jesús miraban fijamente al cielo, como extasiados. En ese momento se acercaron a ellos dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: “Hombres de Galilea, ¿Por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir” (Hch 1,11)

Los hombres tardaron un rato en reaccionar, luego, uno a uno, se fueron acercando a mí.

- Debemos volver a Jerusalén, tal como Él lo pidió- dijo Pedro, quien sentía que debía velar por esa Iglesia naciente, hasta en el más mínimo detalle.

Los demás asintieron. Volvimos y subimos a la habitación superior de la casa. Nos sentamos todos. Pedro comenzó a recitar, emocionado, la oración que Jesús nos enseñó, al finalizar dijo:

- Hermanos, permanezcamos en oración hasta que llegue el día en que, según la promesa de Cristo, seamos bautizados con el Espíritu Santo.

Yo me retiré a prepararles algo para comer. Juan se acercó y me abrazó largamente. Yo sentía que comenzaba a amarlos como a mis hijos... me sentía madre... intensamente madre... y nacía en mí una necesidad imperiosa de repetir a cada hijo del alma, aquellas palabras que pronunciara en Caná de Galilea: “...Hagan todo lo que él les diga” (Jn 2,5)

Así nos quedamos, hija, nos quedamos todos esperando Pentecostés, la Iglesia primera, en una humilde casa de Jerusalén. Espero haber contestado lo que tu alma me preguntó...

-Claro, Madre amada, claro que sí, como siempre, eres para tus hijos modelo de virtud, camino seguro hacia Jesús... compañera y amiga. Una vez más y millones de veces te lo diría, gracias, gracias por haber aceptado ser nuestra mamá, gracias por ocuparte de cada detalle relacionado a la salvación de nuestras almas, gracias por enseñarnos como honrarte, porque haciéndolo, honramos a Jesús... gracias por defendernos en el peligro... gracias por ser compañera, compañera, compañera....

Ahora, Santa Madre, debes enseñarnos a esperar, adecuadamente, Pentecostés.

Amigos que leen estas líneas, María ansía entrar a sus corazones para contarles las maravillas de Pentecostés... háganle sitio... es la mejor decisión que pueden tomar... no lo duden jamás...

Autor: María Susana Ratero
Villa María - Córdoba - Argentina


Pensamientos sanadores


Bendice a quienes más lo estén necesitando

Hay quienes están atravesando indecibles sufrimientos y tienen necesidad de un particular auxilio de Dios.
Tú puedes ayudarlos de diversas maneras: con tu tiempo, con tu escucha, con tus dones y, especialmente, intercediendo por ellos, y pidiéndole a Dios que derrame en sus vidas rocío de bendiciones.
No sabemos con exactitud los efectos que tu oración puede producir en las vidas de las personas que pedimos sean bendecidas, eso lo dejamos en las manos de Dios. Pero debemos creer que el orar pidiendo la bendición de Dios por una persona, puede transformar sus vidas y generar cambios significativos.
Lo importante es no sólo iniciar, sino también perseverar en la práctica de orar para bendecirnos los unos a los otros.

No devuelvan mal por mal, ni injuria por injuria: al contrario, retribuyan con bendiciones, porque ustedes mismos están llamados a heredar una bendición. 1 Pedro 3, 9.


Mayo, mes de María


En 1808 el ejército napoleónico entró en la pequeña localidad de Guadix. Alarcón relata algunos sucesos ocurridos en su pueblo. Éste entre otros:

"El general recibe noticias de boca del jefe de la expedición.

- ¿Cuántos prisioneros traéis? -Le pregunta-. ¡Necesitamos ahorcarlos para que escarmienten los demás pueblos del partido!

- Sólo traigo dos: un viejo y un muchacho! ¡En toda la villa no encontré más enemigos! -responde el jefe bajando los ojos.

Entonces el general no puede menos de admirar la actitud verdaderamente antigua, clásica, espartana de aquellos montañeses. Pero con todo, insiste en que sean ahorcados los dos débiles prisioneros... Nuestros padres nos han referido muchas veces de aquella ejecución... Pero nosotros la contaremos rápidamente... Son de índole demasiado feroz para que la pluma se detenga en su relato. Ataron una soga al cuello del niño, y lo arrojaron desde un mirador de la casa del ayuntamiento a la plaza mayor del pueblo. Rompiose la soga, que sin duda era vieja, y el niño cayó contra el empedrado. Anudaron la parte rota, tornaron a subir a la pobre criatura, colgáronlo de nuevo, y la soga se volvió a romper.

El niño quedo en el suelo sin poder moverse. No había muerto pero todas sus costillas se habían roto. Entonces un oficial de dragones, conmovido al mirar que se pensaba en colgarlo por tercera vez, llegóse al infeliz... y le deshizo la cabeza de un pistoletazo. Saciada de este modo, al menos por aquel día, la ferocidad de los vencedores, dignáronse perdonar al anciano enfermo, el cual había presenciado toda la anterior escena acurrucado al pie de una columna, esperando a que le llegase su vez de ser ahorcado.

Diéronle, pues libertad, y el pobre viejo salió de la plaza corriendo y tambaleándose, y tomó el camino de su pueblo, donde murió de tristeza aquella misma noche. ¡El niño asesinado... era su hijo!"

¡Pobre niño y pobre viejo! Quizá nos podamos haber acostumbrado al drama de la cruz ¡Pobre Jesucristo y pobre María!

Madre mía, que no me acostumbre a ver crucifijos; que no me acostumbre a vivir la Misa como si allí no ocurriese nada, como si nadie sufriese en ella. Ayúdame a ser generoso e ir a Misa con toda la frecuencia que me sea posible: ¡qué necesite la Misa!

Continúa hablándole con tus palabras un rato.

Texto del P. José Pedro Manglano Castellary
Tomado del Web Católico de Javier


Pedidos de oración


Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio.

Pedimos oración por el eterno descanso del alma de Ray, de USA, que ha sido llamado por Dios al cielo. Que la Santísima Virgen acompañe en estos momentos a su esposa Susana y a sus hijos Lourdes, Miguel y Mónica.

Pedimos oración por Catalina E. M. que tiene 66 años, vive en México, y está buscando trabajo que le ayude a resolver su situación económica. Que Jesús la ayude en esta búsqueda y pueda solucionar su problema.

Pedimos oración por Jorge L., que tiene 7 años de edad y vive en la ciudad de El Progreso, Honduras, y que ha sido diagnosticado con cáncer de tiroides y operado el viernes pasado, por lo que invocamos a Jesús para que lo ayude a recuperarse y poder llevar una vida normal.

Pedimos oración por las personas afectadas por la inundación generada por el río Tapalqué en la ciudad de Azul, Buenos Aires, Argentina. Que el Señor apacigüe las fuerzas de la naturaleza.

Pedimos oración por el joven Nicolás, de San Antonio de Litín, provincia de Córdoba, Argentina, para que el Señor le conceda la gracia de hacerle desaparecer un glioblastoma (tumor maligno inoperable por su desarrollo y ubicación en la base del cráneo).Solamente Él puede hacer lo que el hombre no.

Pedimos oración por Daniel D., de la ciudad de Mar del Plata, Argentina, para que pueda superar una operación a la que será sometido. Señor, Padre Santo, rogamos pongas tu mano sanadora y permitas que pueda, tu hijo, aliviar sus males.

Pedimos oración por Rosario M. S., de 14 años de edad, de Tucumán, Argentina, quien padece fibrosis quística y se encuentra internada en la Fundación Favaloro a la espera de un donante porque necesita un transplante bipulmonar con urgencia. Rosario se encuentra conectada ya a un pulmón artificial y en emergencia nacional. Pidamos oraciones para que aparezca pronto un donante y sea posible el transplante exitoso, por su pronta recuperación, y por la fortaleza de Rosario y su familia.

Pedimos oración por María Milagros B., de Perú, que vive ahora en Suecia, que padece de tinnitus, enfermedad caracterizada por zumbidos permanentes en los oídos y migrañas. La encomendamos a Jesús para que le quite estas molestias.

Pedimos oración por la Hermana Sierva del Espíritu Santo María Felisa M., de Argentina, que hoy será operada de la vista, para que por el Santo Espíritu ilumine a los médicos y la cirugía sea exitosa.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración. Enviar los pedidos de oración a pequesemillitas@gmail.com


"Intimidad Divina"

Dulce huésped del alma

Los Hechos de los Apóstoles refieren el suceso de los cristianos de Efeso, que, habiendo sido bautizados con el bautismo de Juan, no sólo no habían recibido el Espíritu Santo, sino que ni aún conocían su existencia. Entonces Pablo los instruyó y los bautizó “en el nombre del Señor Jesús, e imponiéndoles las manos, descendió sobre ellos el Espíritu Santo” (Hc 19, 5-6). El bautismo de Juan era sólo preparatorio: él mismo lo había dicho “Yo os bautizo en agua, pero llegando está otro más fuerte que yo…, él os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego” (Lc 3, 16). Este es el bautismo que Jesús había anunciado a Nicodemo: “En verdad, en verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos” (Jn 3, 5); éste es el bautismo por medio del cual Cristo hace participantes a la Iglesia y a todos sus fieles de su Espíritu para que vivan de su misma vida.

“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo rogaré al Padre, y os dará otro Paráclito, que estará con vosotros para siempre: el Espíritu de la verdad” (Jn 14, 15-17). Al prometer Jesús a sus apóstoles el Espíritu Santo les pide una sola condición: el amor auténtico que se prueba con las obras, con el generoso cumplimiento del divino querer. El Espíritu Santo, Espíritu de amor, no puede ser dado a quien no vive en el amor. Pero a quienes viven en el amor y por lo tanto en gracia, les es asegurado el Espíritu Santo por la promesa infalible de Jesús y por la omnipotencia de su oración. No se trata de un don pasajero limitado al tiempo en que se reciben los sacramentos sino de un don estable, permanente: “en los corazones [de los fieles] habita el Espíritu Santo como en un templo”, afirma el Concilio (LG 9). Él es el “dulce huésped del alma” (Secuencia), y cuanto más crece ésta en gracia, tanto más se complace el Espíritu Santo en habitar en ella y en obrar en ella para llevar a cabo su santificación.

El Espíritu Santo está en el hombre para plasmarlo a imagen de Cristo, para solicitarlo al cumplimiento de la voluntad de Dios, para sostenerlo en la lucha contra el mal y ayudarlo en el conseguimiento del bien. Si los bautizados tienen un abogado tan poderoso y un sostén tan valedero, ¿cómo es que los que llegan a la santidad son tan pocos? Es el tremendo misterio de la libertad del hombre y al mismo tiempo de su responsabilidad. Dios que ha creado al hombre libre, no lo santifica contra su voluntad. Si el cristiano no se santifica, es únicamente porque no deja campo libre en sí a la acción del Espíritu Santo, sino que la impide con sus pecados, con su falta de docilidad y de generosidad. Su usase su libertad para abrirse completamente a la invasión del Espíritu Paráclito y para someterse en todo a su influjo, él lo tomaría bajo su guía y lo santificaría. “Ven Espíritu divino, lava las manchas, riega la tierra en sequía, doma el Espíritu indómito, infunde calor de vida en el hielo” (Secuencia).

Oh Espíritu Santo Paráclito, lleva a su perfección en nosotros la obra comenzada por Jesús; fortalece y haz continua la oración que hacemos en nombre del mundo entero; apresura para cada uno de nosotros el tiempo de una profunda vida interior; da ardor a nuestro apostolado que desea llegar a todos los hombres y a todos los pueblos, redimidos todos por la sangre de Cristo y heredad suya. Mortifica en nosotros nuestra natural presunción y elévanos a las regiones de la santa humildad, del verdadero temor de Dios, del impulso generoso. Que ninguna atadura terrena nos impida hacer honor a nuestra vocación; que ningún interés mortifique, por pereza nuestra, las exigencias de la justicia; que ningún cálculo humano reduzca a la angostura de los pequeños egoísmos los espacios inmensos de la caridad. Que todo sea grande en nosotros: la búsqueda y el culto a la verdad, la prontitud para el sacrificio hasta la cruz y la muerte; y que todo, finalmente, corresponda a la última oración del Hijo al Padre celestial, y a aquella efusión tuya, oh Espíritu de amor, que el Padre y el Hijo desean para la Iglesia y sus instituciones, para los pueblos y para cada una de las almas. (Juan XXIII, Breviario)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-

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