domingo, 5 de febrero de 2012

Pequeñas Semillitas 1614

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1614 ~ Domingo 5 de Febrero de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Hola…
Jesús es para los cristianos “la mano que Dios tiende” a todo ser humano necesitado de fuerza, apoyo, compañía y protección. Así está siempre Jesús en medio de los suyos: como una mano tendida que nos levanta, como un amigo cercano que nos infunde vida. Jesús solo sabe servir, no ser servido.     
Pero sería un error pensar que la comunidad cristiana es una familia que piensa solo en sus propios miembros y vive de espaldas al sufrimiento de los demás. El relato del Evangelio de hoy dice que, ese mismo día, «al ponerse el sol», cuando ha terminado el sábado, le llevan a Jesús toda clase de enfermos y poseídos por algún mal. Los cristianos hemos de grabar bien la escena. Al llegar la oscuridad de la noche, la población entera con sus enfermos «se agolpa a la puerta». Los ojos y las esperanzas de los que sufren buscan la puerta de esa casa donde está Jesús. La Iglesia solo atrae de verdad cuando la gente que sufre puede descubrir dentro de ella a Jesús curando la vida y aliviando el sufrimiento. A la puerta de nuestras comunidades hay mucha gente sufriendo. No lo olvidemos.
José Antonio Pagola


La Palabra de Dios:
Evangelio del día


En aquel tiempo, cuando Jesús salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles. Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan». Él les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido». Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.
(Mc 1,29-39)

Comentario
Hoy, contemplamos a Jesús en Cafarnaúm, el centro de su ministerio, y más en concreto en casa de Simón Pedro: «Cuando salió de la sinagoga se fue (...) a casa de Simón y Andrés» (Mc 1,29). Allí encuentra a su familia, la de aquellos que escuchan la Palabra y la cumplen (cf. Lc 8,21). La suegra de Pedro está enferma en cama y Él, con un gesto que va más allá de la anécdota, le da la mano, la levanta de su postración y la devuelve al servicio.
Se acerca a los pobres-sufrientes que le llevan y los cura solamente alargando la mano; sólo con un breve contacto con Él, que es fuente de vida, quedan liberados-salvados.
Todos buscan a Cristo, algunos de una manera expresa y esforzada, otros quizá sin ser conscientes de ello, ya que «nuestro corazón está inquieto y no encuentra descanso hasta reposar en Él» (San Agustín).
Pero, así como nosotros le buscamos porque necesitamos que nos libere del mal y del Maligno, Él se nos acerca para hacer posible aquello que nunca podríamos conseguir nosotros solos. Él se ha hecho débil para ganarnos a nosotros débiles, «se ha hecho todo para todos para ganar al menos algunos» (1Cor 9,22).
Hay una mano alargada hacia nosotros que yacemos agobiados por tantos males; basta con abrir la nuestra y nos encontraremos en pie y renovados para el servicio. Podemos “abrir” la mano mediante la oración, tomando ejemplo del Señor: «De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración» (Mc 1,35).
Además, la Eucaristía de cada domingo es el encuentro con el Señor que viene a levantarnos del pecado de la rutina y del desánimo para hacer de nosotros testigos vivos de un encuentro que nos renueva constantemente, y que nos hace libres de verdad con Jesucristo.
Rev. D. Francesc CATARINEU i Vilageliu (Sabadell, Barcelona, España)


Santoral Católico:
Santa Águeda o Ágata
Virgen y Mártir


Memoria de santa Águeda, virgen y mártir, que en Catania, ciudad de Sicilia, siendo aún joven, en medio de la persecución mantuvo su cuerpo incontaminado y su fe íntegra en el martirio, dando testimonio en favor de Cristo Señor (c. 251).

Santa Águeda de Catania fue una joven siciliana de una familia distinguida y de singular belleza que vivió en el siglo III. El senador Quintianus intentó poseerla aprovechando las persecuciones que el emperador Decio realizó contra los cristianos. El Senador fue rechazado por la joven que ya se había comprometido con Jesucristo. Quintianus intentó con ayuda de una mala mujer, Afrodisia, convencer a la joven Águeda, pero esta no cedió.

El Senador en venganza por no conseguir sus placeres la envía a un lupanar, donde milagrosamente conserva su virginidad. Aún más enfurecido, ordenó que torturaran a la joven y que le cortaran los senos. La respuesta de la luego Santa fue "Cruel tirano, ¿no te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?". Aunque en una visión vio a San Pedro y este curó sus heridas, siguió siendo torturada y fue arrojada sobre carbones al rojo vivo en la ciudad de Catania, Sicilia (Italia). Además se dice que lanzó un gran grito de alegría al expirar, dando gracias a Dios.

Según cuentan el volcán Etna hizo erupción un año después de la muerte de la Santa en el 250 y los pobladores de Catania pidieron su intervención logrando detener la lava a las puertas de la ciudad. Desde entonces es patrona de Catania y de toda Sicilia y de los alrededores del volcán e invocada para prevenir los daños del fuego, rayos y volcanes. También se recurre a ella con los males de los pechos, partos difíciles y problemas con la lactancia. En general se la considera protectora de las mujeres. En el País Vasco se le atribuye una faceta sanadora.

Es la Patrona de las enfermeras y fue meritoria de la palma del martirio con la que se suele representar.

Fuente: Catholic.net



Palabras del Beato Juan Pablo II

"Esto dice el Beato Bartolomé Longo: Como dos amigos, frecuentándose, suelen parecerse también en las costumbres, así nosotros, conversando familiarmente con Jesús y la Virgen, al meditar los Misterios del Rosario, y formando juntos una misma vida de comunión, podemos llegar a ser, en la medida de nuestra pequeñez, parecidos a ellos, y aprender de estos eminentes ejemplos el vivir humilde, pobre, escondido, paciente y perfecto".

Beato Juan Pablo II


Tema del día:
Jesús nos quiere curar


Jesús estaba en Cafarnaún. Había explicado su doctrina en la sinagoga y había curado a un poseído por un espíritu malo. La gente estaba admirada. En ese día se va a manifestar Jesús como sanador de enfermedades. Saliendo de la sinagoga, se va con los 4 primeros apóstoles a casa de Pedro. La suegra de éste está acostada, pues estaba enferma de fiebre, con calentura alta, según certifica el evangelista Lucas. Jesús, que siempre que se encuentra con el mal busca superarlo, muestra ahora su misericordia y ternura, tomándola de la mano y levantándola. Un rabino judío no se hubiera acercado a tocar a un enfermo, menos siendo mujer y menos siendo día de sábado. Pero para Jesús lo que importa es la manifestación de la bondad.

Una reflexión que podemos hacer es que en el mundo hay muchas clases de fiebres espirituales y quizá nosotros mismos estamos con calentura de avaricia, de soberbia, ira, orgullo, egoísmo, odio ambición, etc. Jesús pasa junto a nosotros y nos quiere curar. Lo primero esencial que se necesita es que el enfermo quiera curarse. Si esto es necesario en una enfermedad corporal ¡Cuánto más en una espiritual! Una señal de que la curación de la suegra de Pedro fue un milagro, es que inmediatamente se puso a servirles. Esto es lo que ella deseaba por estar en su casa. Y es lo que Jesús quiere de nosotros, si nos sentimos curados: que nos dediquemos a servir a otros.

Jesús nos ha dejado grandes poderes de sanación espiritual, que muchas veces se manifiesta en lo corporal, por medio de los sacramentos. Para ello está el sacramento de la Reconciliación, la Eucaristía, en que nos unimos con el mismo Jesús, y la Unción de los enfermos. ¡Cuánto bien ha hecho este sacramento, muchas veces en el cuerpo, pero sobre todo en el espíritu, para aquellos que lo pueden recibir, enfermo su cuerpo, pero con consciente humildad y con mucha fe y esperanza en su espíritu!

Dice el evangelio que al atardecer muchos le llevaban a Jesús los enfermos en el cuerpo o endemoniados (enfermos mentales). De todos se compadecía y los curaba. Es curiosa la anotación de “al atardecer”. Es muy posible que la gente tuviera cierto temor a los fariseos por lo del descanso sabático que terminaba al atardecer. Con ello nos quiere enseñar a los cristianos que ante el mal no debemos quedarnos cruzados de brazos. De hecho en la historia de la Iglesia encontramos muchos testimonios de santos y de instituciones, cuya labor predominante es la curación de enfermos.

Evangelizar no es sólo hablar, sino hacer positivamente el bien. Lo difícil a veces es saber equilibrar lo que debemos hacer y acompañarlo con la oración. Por eso muy de mañanita se retiró a solas a orar. Jesús, como hombre, necesitaba orar. Y esta es una gran enseñanza que nos da a todos. La oración es necesaria para encontrar la paz del espíritu, saber que estamos unidos cada vez más con Dios y encontrar el verdadero sentido de la misión, como Jesús encontraba el sentido de su misión como Mesías. De la oración profunda y larga volvía a los suyos renovado, luminoso y sereno. No parece ser que orase con muchas palabras o palabrería, como Él nos dice alguna vez. Más bien serían afectos interiores. Así nuestra oración nos demarca la manera de ser.

Otra reflexión que podemos hacer al ver a Jesús sanando enfermedades y otras clases de males es el por qué de tantos males que hay en el mundo. Muchas personas no ven el sentido de un Dios misericordioso, cuando en verdad hay tantos males. Hay cosas esenciales que debemos saber: Dios no quiere el sufrimiento. Ciertamente es un misterio el por qué es así el mundo; pero sabemos que este mundo es un paso para el definitivo y totalmente feliz. La libertad es un bien. El mal proviene de haber usado mal la libertad. Dios mismo ha venido a sufrir con nosotros; pero nos enseña a trabajar para desterrar todo el mal que podamos con nuestras fuerzas. El mal no es un castigo y Dios mismo nos da fuerzas suficientes para superarlo y poder sacar bienes de todo mal. Pidamos gracia para comprenderlo y para trabajar con alegría por el bien.

P. Silverio Velasco (España)


Nuevo video y artículo

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"Juan Pablo II inolvidable"
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Pensamientos sanadores


Hoy pide crecer en las madres de todas las virtudes.

Las virtudes no surgen de manera natural y espontánea, sino que hay que desearlas y cultivarlas, día tras día.
Son como las plantas delicadas de un jardín, que necesitan de cuidados, tales como el riego y la protección contra las heladas y los insectos.
De manera similar, es necesario nutrir y proteger las virtudes que el Espíritu del Señor va desarrollando en la vida.
Entre las virtudes, yo encuentro que las más importantes son la humildad y la caridad, las cuales son necesarias para la paz interior y para las relaciones interpersonales armoniosas.
Santa Teresa de Ávila decía que la humildad y la caridad son como dos hermanas que siempre van juntas, si está una, también está la otra; y donde falta una, también su hermana estará ausente.
Estas virtudes son tan importantes, a tal punto que son madres de todas las demás virtudes.

Antes de la ruina el hombre se ensoberbece, pero la humildad precede a la gloria. Proverbios 18, 12


Nunca nos olvidemos de agradecer


Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Nos llega desde Grand Bourg, Buenos Aires, Argentina, un agradecimiento al Altísimo por los favores concedidos a Lelia y Edgar en la recuperación de su salud. Nos sumamos a la oración con gratitud.


"Intimidad Divina"


Domingo 5° del Tiempo Ordinario

El Evangelio presenta a Jesús rodeado de una muchedumbre de dolientes: “le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que adolecían de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios” (Mc 1, 32-34). El Salvador está a la obra, el Salvador está en acto. “Y recorrió toda la Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios” (ib 39). Para levantar a la humanidad de su estado de sufrimiento físico y moral en que se debate, Cristo predica y da la salud.

Con su predicación ilumina los espíritus, revela el amor de Dios, induce a la fe, da sentido al dolor y muestra el camino de la salvación. Con sus milagros sana los cuerpos dolientes y arroja los demonios. Cristo quiere salvar a todo el hombre, alma y cuerpo; sana la carne para que esto venga a ser signo y medio de la salud del espíritu. Y cuando no suprime el sufrimiento, enseña a llevarlo con esperanza y amor para que produzca frutos de vida eterna.

La obra de salvación iniciada por Cristo está todavía en acto, y para que se perpetúe hasta el fin de los tiempos, ha dejado el mandato de hacerlo a la Iglesia y, en la Iglesia, a todo creyente. El apóstol Pablo, sensibilísimo a este deber y empeñado en él con todas sus fuerzas, declaraba a los Corintios: “Predicar el Evangelio no es ara mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe; y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1 Cor 9, 16). Todo cristiano que tiene el privilegio de haber recibido el Evangelio, tiene que sentirse responsable de él frente a los que no tienen ese don y hacer lo posible por comunicárselo. El que está ya en órbita de salvación no puede mirar con indiferencia a los que están fuera de ella; a él le incumbe el deber de arrastrar el mayor número posible de hermanos.

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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