jueves, 2 de febrero de 2012

Pequeñas Semillitas 1611

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1611 ~ Jueves 2 de Febrero de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Hola…
Hoy la Iglesia celebra la fiesta de la Presentación del Señor (antes llamada de la Purificación de María), comúnmente llamado Día de la Candelaria.
En esta fecha, no sólo se conmemora la purificación de nuestra Madre sino también, un segundo gran misterio: la presentación de Nuestro Redentor en el templo. Además de la ley que obligaba a purificarse, había otra que ordenaba ofrecer a Dios al primogénito. María cumplió estrictamente con todas esas ordenanzas. Permaneció 40 días en su casa sin dejarse ver, absteniéndose de entrar al templo y de participar en las ceremonias de culto. Luego se dirigió a Jerusalén con su hijo en brazos, hizo sus ofrendas como acción de gracias y para su expiación, presentó a su Hijo, por manos del sacerdote a su Padre Celestial y luego lo rescató por cinco shekels recibiéndolo de nuevo en sus brazos hasta que el Padre volviera a reclamarlo. Sin duda alguna, Cristo nos dio un ejemplo de humildad, obediencia y devoción al renovar públicamente la propia oblación al Padre como Él lo había hecho en su Encarnación.


La Palabra de Dios:
Evangelio del día


Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor» y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.
Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él.
Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.
(Lc 2, 22-40)

Comentario
Hoy, aguantando el frío del invierno, Simeón aguarda la llegada del Mesías. Hace quinientos años, cuando se comenzaba a levantar el Templo, hubo una penuria tan grande que los constructores se desanimaron. Fue entonces cuando Ageo profetizó: «La gloria de este templo será más grande que la del anterior, dice el Señor del universo, y en este lugar yo daré la paz» (Ag 2,9); y añadió que «los tesoros más preciados de todas las naciones vendrán aquí» (Ag 2,7). Frase que admite diversos significados: «el más preciado», dirán algunos, «el deseado de todas las naciones», afirmará san Jerónimo.
A Simeón «le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor» (Lc 2,26), y hoy, «movido por el Espíritu», ha subido al Templo. Él no es levita, ni escriba, ni doctor de la Ley, tan sólo es un hombre «justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel» (Lc 2,25). Pero el Espíritu sopla allí donde quiere (cf. Jn 3,8).
Ahora comprueba con extrañeza que no se ha hecho ningún preparativo, no se ven banderas, ni guirnaldas, ni escudos en ningún sitio. José y María cruzan la explanada llevando el Niño en brazos. «¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para que entre el rey de la gloria!» (Sal 24,7), clama el salmista.
Simeón se avanza a saludar a la Madre con los brazos extendidos, recibe al Niño y bendice a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2,29-32).
Después dice a María: «¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!» (Lc 2,35). ¡Madre!, —le digo— cuando llegue el momento de ir a la casa del Padre, llévame en brazos como a Jesús, que también yo soy hijo tuyo y niño.
Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés (Tarragona, España)


Santoral Católico:
La presentación del Señor
Fiesta de la Candelaria


La festividad de hoy, de la que tenemos el primer testimonio en el siglo IV en Jerusalén, se llamaba hasta la última reforma del calendario, fiesta de la Purificación de la Virgen María, en recuerdo del episodio de la Sagrada Familia, que nos narra San Lucas en el capitulo 2 de su Evangelio. Para cumplir la ley, María fue al Templo de Jerusalén, a los cuarenta días del nacimiento de Jesús, para ofrecer su primogénito y cumplir el rito legal de su purificación. La reforma litúrgica de 1960 y 1969 restituyó a la celebración el título de “presentación del Señor” que tenía al principio: la oferta de Jesús al Padre, en el Templo de Jerusalén, es un preludio de su oferta sacrificial sobre la cruz.

Este acto de obediencia a un rito legal, al que no estaban obligados ni Jesús ni María, constituye una lección de humildad, como coronación de la meditación anual sobre el gran misterio navideño, en el que el Hijo de Dios y su divina Madre se nos presentan en el cuadro conmovedor y doloroso del pesebre, esto es, en la extrema pobreza de los pobres, de los perseguidos, de los desterrados.

El encuentro del Señor con Simeón y Ana en el Templo acentúa el aspecto sacrificial de la celebración y la comunión personal de María con el sacrificio de Cristo, pues cuarenta días después de su divina maternidad la profecía de Simeón le hace vislumbrar las perspectivas de su sufrimiento: “Una espada te atravesará el alma”: María, gracias a su íntima unión con la persona de Cristo, queda asociada al sacrificio del Hijo. No maravilla, por tanto, que a la fiesta de hoy se le haya dada en otro tiempo mucha importancia, tanto que el emperador Justiniano decretó el 2 de febrero día festivo en todo el imperio de Oriente.

Roma adoptó la festividad a mediados del siglo VII, y el Papa Sergio I (687-701) instituyó la más antigua de las procesiones penitenciales romanas, que salía de la iglesia de San Adriano y terminaba en Santa María Mayor. El rito de la bendición de los cirios, del que ya se tiene testimonio en el siglo X, se inspire en las palabras de Simeón: “Mis ojos han visto tu salvación, que has preparado ante la faz de todos los pueblos, luz para iluminar a las naciones”. Y de este rito significativo viene también el nombre popular de esta fiesta: la así llamada fiesta de la “candelaria”.

Para saber más consulta: Presentación de Jesús al Templo

Fuente: Catholic.net


La frase de hoy

"La vida es un lienzo en blanco,
puedes pintar lo que quieras en él.
Puedes pintar miseria, tristeza,
puedes pintar alegría, celebración.
Es tu libertad poder pintar lo que quieras,
es tu propio lienzo..."

Manuela Omedas


Tema del día:
Profetas de desventuras


Aquella viejecita -con esa santa ingenuidad que sólo tienen los ancianos y los niños- contaba que asistió un día a un sermón en el que el cura habló con palabras tan terribles del próximo fin del mundo, del sol que se iba a destruir y las estrellas que se iban a caer, que, al salir, «como todo aquello era tan triste, me fui a una pastelería y me comí un dulce».

Yo hubiera hecho algo muy parecido. Porque me temo que si yo estuviera tan convencido de que el mundo se va a acabar en los dos próximos meses, lo más seguro es que, en lugar de tratar de mejorarlo, me dedicase a cultivar mi corazoncete y me olvidase de los demás. Con lo cual -lo sé- corrompería a la vez mi corazoncete y el mundo. Y así anticiparía la hora de su destrucción.

Hablando un poco más en serio, diré que eso es lo que me preocupa del catastrofismo que ahora está tan de moda: que invita más al egoísmo que a la lucha, que reduce la idea de conversión a la de prepararse para morir. Y son cosas muy diferentes.

Pero ¡vaya usted a detener a los amigos de las fábulas! De poco sirvió que Juan XXIII estigmatizase a los profetas de desventuras. Desde entonces hasta hoy se han multiplicado. Pero las palabras del papa Roncalli siguen ahí, lucidísimas:

"Nos llegan de cuando en cuando, en el ejercicio cotidiano de nuestro ministerio, voces que ofenden nuestros oídos, cuando algunas personas, inflamadas de cierto celo religioso, carecen de justeza en su juicio y en su manera de ver las cosas. En la situación actual de la sociedad no ven más que ruinas y calamidades. Tienen la costumbre de decir que nuestra época ha empeorado profundamente en relación con los siglos pasados y se conducen como si la historia, que es maestra de la vida, no les hubiera enseñado nada... Nos parece necesario expresar nuestro completo desacuerdo con tales profetas de desgracias que anuncian incesantemente catástrofes, como si el fin del mundo estuviera a la vuelta de la esquina".

Y es que para saber que en el mundo hay muchas cosas que están mal no hace falta ser profeta: basta con tener ojos. Y para aceptar que un día concluirá este mundo y regresará el Señor, no hace falta ser un visionario; basta con tener fe. Pero hay que falsificar mucho el Evangelio para confundir al Señor con el terror y el miedo. Y es que Jesús no dijo: «Temblad, que estoy llegando», sino «trabajad mientras vuelvo».

Por eso yo no tengo ninguna curiosidad por conocer cuándo acabará el mundo. De momento sé que el día de hoy acabará dentro de unas horas y que este año se concluirá el 31 de diciembre y que yo tengo obligación de llenar de amor esas pocas horas y esos muchos días.

Mañana me plantearé la tarea de volver a llenar las horas de mañana, y en el próximo año -si ese año existe y si yo vivo en él- trataré de seguir haciéndolo mejor. Y me da lo mismo que ya sólo quedan dos papas, como dice del señor Fontbrune que dice el supuesto San Malaquías.

De momento, quiero al que hay y estoy seguro de que querré -si llego a verles- a sus sucesores. Y no me preocupan los profetas que anuncian la caída del sol. Por hoy tengo suficiente con darle gracias a Dios por este bonito sol que brilla hoy en el cielo.

Autor: José Luis Martín Descalzo
Fuente: Razones para el amor


Nuevo video y artículo

Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.

Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:


Pensamientos sanadores


Hoy entrega tu ansiedad a Dios y descansa en su presencia.

¿Por qué esa ansiedad que hoy sufres por lo que has de hacer mañana, si aún te queda por vivir toda esta jornada?
El tener la mente puesta en lo lejano o en lo que podría llegar a suceder, de modo incierto, te hace vivir como un fantasma lo cercano y concreto.
Comprende que ese temor y esa ansiedad anticipatoria son una tentación sutil por medio de la cual el maligno toca tus inseguridades y te roba la paz interior.
Por lo del después, no vives el ahora; por el mañana, dejas de vivir el hoy; por lo incierto del futuro, pierdes lo cierto del presente.
Si entregas serenamente tu jornada de hoy, estás sembrando bendiciones para el día de mañana.

No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción. Mateo 6, 34


Pedidos de oración

Pedimos oración por la Paz del Mundo; por la Santa Iglesia Católica; por el Papa, los sacerdotes y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones, por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el hambre y la pobreza; por la unión de las familias y la fidelidad de los matrimonios; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y por las Benditas Almas del Purgatorio. Agregamos también un pedido especial por los niños todavía no nacidos y en peligro de ser abortados y para que el Señor guarde en su seno a los que desgraciadamente ya lo fueron.

Pedimos oración por Martha, de Buenos Aires, que tiene 62 años de edad, ha tenido cáncer que fue tratado aunque no se sabe si remitió totalmente, y ahora cursa complicaciones respiratorias que están siendo estudiadas. Rogamos al Señor, por la intercesión de Santa Brígida, que pose sobre ella sus manos sanadoras para que su cuerpo y su espíritu reciban todo su amor y pueda recuperarse.

Pedimos oración para Jesús, que es un niño de 6 años de edad, internado en la ciudad de Córdoba, Argentina, por neumonía en situación delicada, por lo que rogamos a nuestra Inmaculada Madre que interceda por él para que el Señor lo cure.

Sumamos a estos pedidos de oración, todos los que sean dejados por los lectores en nuestro muro de Facebook.

Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén

Nota de Redacción:
Para dar curso a los Pedidos de Oración es imprescindible dar los siguientes datos: nombres completos de la persona (habitualmente no publicamos apellidos), ciudad y país donde vive, y explicar el motivo de la solicitud de oración.


Para el blog 
"Juan Pablo II inolvidable"


Seguramente los lectores conocen que toda la tarea de preparación del material de "Pequeñas Semillitas" y de "Juan Pablo II inolvidable" corre por cuenta exclusiva de este humilde servidor que utiliza para esa finalidad sus pocos ratos libres fuera de su profesión de médico y de su tarea como padre de familia. Es decir que no hay un equipo de redactores o colaboradores sino que toda la tarea recae sobre una sola y única persona.

Así pues, "Pequeñas Semillitas" tiene una cierta prioridad, ya que se actualiza diariamente, para que no falte el Evangelio y el Santoral de cada día, acompañados de pedidos de oración por aquellos hermanos que atraviesan situaciones difíciles, y otros artículos y material que completan la edición cotidiana.

En cambio, "Juan Pablo II inolvidable" se actualiza sólo un par de veces por semana, siendo fundamental y determinante para ello la disponibilidad de material para su publicación en el blog.

Y es en este punto donde pido la colaboración de los lectores, para que todos los que tengan material de texto sobre Juan Pablo II tengan la amabilidad de hacérmelo llegar para su eventual publicación futura. Pueden ser artículos, anécdotas de su vida, historias, documentos, y todo lo que pueda ser de interés difundir dentro del blog que intenta exaltar su magna figura y destacar su ejemplo de santidad que lo han convertido en el hombre más grande de nuestro tiempo.

La dirección para enviar material (preferentemente documentos Word) es: pequesemillitas@gmail.com

Desde ya muchas gracias a todos.

Felipe de Urca


"Intimidad Divina"

La Iglesia

Al despedirse de sus discípulos, antes de subir al cielo, Jesús dijo “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Se ha quedado, en efecto, con todos los hombres en la Eucaristía para ser su compañero y viático de su peregrinar; se ha quedado invisible, pero realmente presente en su Iglesia para ser su guía, su pastor y su maestro. La Iglesia, enseña el Concilio Vaticano II, es la esposa “que Cristo amó y se entregó por ella para santificarla y unió consigo con pacto indisoluble” (LG 6) constituyéndola colaboradora y continuadora de su obra de salvación de los hombres. Cristo no vive ya aquí abajo en su cuerpo físico ascendido a la gloria del cielo, sino en su cuerpo místico, la Iglesia, esposa suya y madre de los creyentes.

La Iglesia vive únicamente por la vida que Cristo le comunica, es santa por la santidad de que Él le da parte, es madre de las almas por los poderes y la fecundidad que se le derivan de su unión con Él. Esta unión es tan íntima y vital, que la Iglesia puede considerarse como una prolongación de Cristo. El que quiera, pues, encontrar a Jesús, el que quiere ser vivificado por su gracia, alimentado de su doctrina y guiado por su gobierno, tiene que recurrir a la Iglesia, pues Jesús “la enriqueció perpetuamente con bienes celestiales” y mediante ella comunica “la verdad y la gracia a todos” (LG 6.8).

“No puede tener a Dios por Padre el que no tiene a la Iglesia por madre” dice  San Cipriano. Jesús ha venido a salvar y santificar al mundo, pero de ordinario lo hace mediante la Iglesia. En efecto, la Iglesia, predicando la palabra de Dios, difunde la fe; y administrando los sacramentos comunica y alimenta la vida de la gracia, por la cual los hombres son injertados en Cristo como miembros vivos de su Cuerpo místico. Sentir y vivir con la Iglesia es sentir y vivir con Cristo, el cual en ella continuamente vive y obra, salva y santifica, uniendo a todos los hombres a sí y entre ellos para que lleguen a la vida eterna. Ir a la Iglesia es ir a Jesús; amar y servir a la Iglesia es amar y servir a Jesús.

¡Oh divino Redentor, que has amado a la Iglesia y te has entregado por ella, a fin de santificarla… y presentártela a ti mismo resplandeciente de gloria, haz brillar sobre ella tu Rostro Santo!. Que tu Iglesia, una en tu caridad, santa por la participación de tu misma santidad, sea todavía hoy en el mundo bandera de salvación para los hombres, centro de unidad de todos los corazones, inspiradora de santos propósitos para una renovación general y avasallante. Que sus hijos, superada toda división y bajeza, le hagan honor siempre y en todas partes, para que todos los hombres que no le pertenecen aún, mirando a ella, te encuentren a ti, camino, verdad y vida, y en ti sean conducidos de nuevo al Padre, en la unidad del Espíritu Santo. (Pablo VI, Enseñanzas)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
.

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