domingo, 12 de febrero de 2012

Pequeñas Semillitas 1621

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 7 - Número 1621 ~ Domingo 12 de Febrero de 2012
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
   

Hola…
Jesús era muy sensible al sufrimiento de quienes encontraba en su camino, marginados por la sociedad, despreciados por la religión o rechazados por los sectores que se consideraban superiores moral o religiosamente. Es algo que le sale de adentro. Sabe que Dios no discrimina a nadie. No rechaza ni excomulga. No es sólo de los buenos. A todos acoge y bendice.
El rasgo más original y provocativo de Jesús fue su costumbre de comer con pecadores, prostitutas y gentes indeseables. El hecho es insólito. Nunca se había visto en Israel a alguien con fama de "hombre de Dios" comiendo y bebiendo animadamente con pecadores. Los dirigentes religiosos más respetables no lo pudieron soportar. Su reacción fue agresiva: "Ahí tienen a un comilón y borracho, amigo de pecadores". Jesús no se defendió. Era cierto. En lo más íntimo de su ser sentía un respeto grande y una amistad conmovedora hacia los rechazados por la sociedad o la religión.
Marcos recoge en su relato (Evangelio de hoy) la curación de un leproso para destacar esa predilección de Jesús por los excluidos.
Siempre que discriminamos desde nuestra supuesta superioridad moral a diferentes grupos humanos (vagabundos, prostitutas, toxicómanos, sidóticos, inmigrantes, homosexuales...), o los excluimos de la convivencia negándoles nuestra acogida, nos estamos alejando gravemente de Jesús.
José Antonio Pagola


La Palabra de Dios:
Evangelio del día


En aquel tiempo, se acerca a Jesús un leproso suplicándole, y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio». Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio». Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a Él de todas partes.
(Mc 1,40-45)

Comentario
Hoy, el Evangelio nos invita a contemplar la fe de este leproso. Sabemos que, en tiempos de Jesús, los leprosos estaban marginados socialmente y considerados impuros. La curación del leproso es, anticipadamente, una visión de la salvación propuesta por Jesús a todos, y una llamada a abrirle nuestro corazón para que Él lo transforme.
La sucesión de los hechos es clara. Primero, el leproso pide la curación y profesa su fe: «Si quieres, puedes limpiarme» (Mc 1,40). En segundo lugar, Jesús -que literalmente se rinde ante nuestra fe- lo cura («Quiero, queda limpio»), y le pide seguir lo que la ley prescribe, a la vez que le pide silencio. Pero, finalmente, el leproso se siente impulsado a «pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia» (Mc 1,45). En cierta manera desobedece a la última indicación de Jesús, pero el encuentro con el Salvador le provoca un sentimiento que la boca no puede callar.
Nuestra vida se parece a la del leproso. A veces vivimos, por el pecado, separados de Dios y de la comunidad. Pero este Evangelio nos anima ofreciéndonos un modelo: profesar nuestra fe íntegra en Jesús, abrirle totalmente nuestro corazón, y una vez curados por el Espíritu, ir a todas partes a proclamar que nos hemos encontrado con el Señor. Éste es el efecto del sacramento de la Reconciliación, el sacramento de la alegría.
Como bien afirma san Anselmo: «El alma debe olvidarse de ella misma y permanecer totalmente en Jesucristo, que ha muerto para hacernos morir al pecado, y ha resucitado para hacernos resucitar para las obras de justicia». Jesús quiere que recorramos el camino con Él, quiere curarnos. ¿Cómo respondemos? Hemos de ir a encontrarlo con la humildad del leproso y dejar que Él nos ayude a rechazar el pecado para vivir su Justicia.
Rev. D. Ferran JARABO i Carbonell (Agullana, Girona, España)


Santoral Católico:
Santa Eulalia de Barcelona
Virgen y Mártir


Según la tradición cristiana, santa Eulalia vivió cerca de Barcina, Hispania (actual Barcelona, España) en los tiempos del emperador Diocleciano (284-305) durante el siglo III o IV, siendo papa san Marcelino.

Durante la persecución de los cristianos en la región, Eulalia, una muchacha de entre 13 y 15 años escapó de una casa de campo donde sus padres la habían encerrado para que no se entregase a las autoridades, abiertamente confesó su fe y fue entregada al martirio.

Fue víctima de diferentes tormentos y murió en la cruz, si bien hay serias dudas sobre la historicidad de la narración de su martirio.

De acuerdo con la tradición, uno de estos tormentos consistió en lanzarla rodando dentro de un tonel lleno de vidrios rotos por la calle (actualmente llamada Baixada de Santa Eulàlia -Bajada de Santa Eulalia-), donde hay una imagen de la santa en una pequeña capilla.

Dice la leyenda que fue clavada desnuda en una cruz de forma de ´X´ (forma conocida como cruz de Santa Eulalia). En aquel momento para preservar su intimidad le crecieron los cabellos y comenzó a nevar.

Fue canonizada y se considera santa tanto por la Iglesia Católica Romana, como por la Ortodoxa.

Sus despojos fueron localizados en 878 por el obispo Frodoino y trasladados solemnemente a la catedral.

Fuente: Catholic.net


Palabras del Beato Juan Pablo II

“Dios no es un ser indiferente o lejano, por lo que no estamos abandonados a nosotros mismos. En las inevitables pruebas y dificultades de la existencia, como en los momentos de alegría y entusiasmo, confiarse al Señor infunde paz en el ánimo, induce a reconocer el primado de la iniciativa divina y abre el espíritu a la humildad y a la verdad"
Beato Juan Pablo II


Tema del día:
El amor por encima de todo


Hoy nos presenta el evangelio la curación de un leproso por Jesús. La lepra era una enfermedad terrible. No era muy definida, pues se unía a diversas enfermedades de la piel; pero se creía muy contagiosa, aunque no es tanto, y por eso a los leprosos se les excluía de la sociedad: debían vivir aparte y así su vida era muy penosa. Lo peor es que se les consideraba “impuros” o malditos, porque creían que era consecuencia de pecados y por lo tanto maldecidos por Dios. Esto era lo que más desagradaba a Jesús, que en varias ocasiones testificó que la enfermedad no tiene porqué estar de una manera necesaria unida al pecado, aunque puede ser consecuencia de un pecado.

Hoy se nos muestra la confianza de aquel leproso en la oración que dirige a Jesús y el amor misericordioso que Jesús muestra al curarle. Aquel leproso habría escuchado hablar de Jesús y mucho tuvo que sentir en su alma las palabras y las actitudes del maestro para acercarse y hacerle una petición. La ley mandaba que desde lejos gritase: “impuro, impuro” para que nadie se acercase; pero es tanta su necesidad y su confianza que se acerca para pedir. Encuentra a Jesús lleno de misericordia y sin ningún prejuicio. Para Jesús el amor está por encima de toda exigencia de normas y leyes externas. Se enternece ante una petición tan confiada y no sólo le sana, sino que antes le toca, como mostrando su gran misericordia. El amor es lo que debe ir formando nuestra conciencia para saber actuar en momentos conflictivos; pero un amor que sea desinteresado y gratuito, lo cual es difícil y debemos pedirlo al Señor.

Mucha tuvo que ser la alegría del que dejaba de ser leproso y grande y ostentoso el entusiasmo que debía manifestar, cuando Jesús “severamente” le tuvo que decir que no lo dijese a nadie. Esta es una amonestación que encontramos con frecuencia en el evangelio, ya que la gente esperaba a un mesías triunfante y todos querían ponerse a sus órdenes en el sentido de batalla campal. El mesianismo de Jesús era por medio del amor y la entrega abnegada para el bien de todos. Esto era muy difícil entenderlo y aun hoy día sigue muchas veces siendo difícil; pero esta es la enseñanza que nos sigue dando Jesús hoy a todos: hacer el bien en lo que podamos, pues hay muchos que se sienten marginados: algunos por enfermedades como el SIDA, otros por la pobreza o diversas discriminaciones sociales o particulares. Jesús no sólo le cura en un sentido particular, sino que se preocupó de que se incorporase legalmente ante la sociedad. Por eso le mandó que cumpliese con la norma de ir a registrarse ante el sacerdote.

Hay muchos que no quieren hablar del pecado; pero es una realidad que está no sólo a nuestro alrededor, sino dentro de nosotros mismos: todos somos pecadores. Así nos reconocemos al comienzo de la misa, aunque a veces lo hagamos sólo con los labios y no con el corazón. El pecado suele decirse que es como una lepra del alma: Nos hace mal a nosotros y también a la comunidad. Hoy se nos invita a acudir a Jesús como aquel leproso con mucha humildad y valentía. Y desde el fondo del corazón le pidamos a Jesús que nos limpie del egoísmo, la avaricia, la soberbia... Todos debemos ser conscientes de que no estamos limpios ante Dios; pero también debemos ser conscientes de la infinita misericordia de Dios. El milagro es un signo del poder que recibió Jesús para librarnos de otra esclavitud más profunda que la lepra: el pecado.

Esta bondad de Jesús es también el ejemplo a seguir por nosotros. No es fácil, pues es exponerse a ser nosotros mismos marginados. Jesús no buscaba ostentación ni aplausos. Nos dice el evangelio que después Jesús ya “no podía entrar públicamente en una ciudad”. Esto podía ser por dos razones: porque su popularidad era más grande y porque haciendo el bien, a costa de no tener en cuenta diversos aspectos de impurezas legales, se había ganado más enemigos entre los fariseos y escribas.

Busquemos nosotros hacer el bien, a pesar de las dificultades y encontraremos más fácilmente al Corazón de Cristo dispuesto a sanar nuestras propias debilidades.

P. Silverio Velasco (España)


Pensamientos sanadores


Hoy pide los mayores dones: caridad y humildad.

Sin humildad ni caridad, aun la persona más talentosa y carismática, de poco servirá al Plan de Dios.
Por el contrario, cuanto más humilde y caritativa es la persona, más posibilidades tiene Dios de actuar en su vida y ocuparse, de un modo que nosotros podríamos considerar milagroso, de esas situaciones que parecían humanamente imposibles de resolver.
Es que Dios no puede dejar de enamorarse de los corazones que anhelan estas virtudes y que están atentos para desarrollarlas a lo largo de toda la jornada y valiéndose de todos los acontecimientos.
La Virgen María gozó, en un grado elevadísimo, de ambas virtudes.
Pídele a ella la gracia de ver tu corazón tal como está y pídele también que te dé un santo anhelo de crecer en ambas virtudes.

Moisés era un hombre muy humilde, más humilde que cualquier otro hombre sobre la tierra. No sucede así con mi servidor Moisés: él es el hombre de confianza en toda mi casa. Yo hablo con él cara a cara. Números 12, 3, 7, y 8.


Distinción para el Blog
“Juan Pablo II inolvidable”


Ayer, en feliz coincidencia con el día de celebración de la Virgen de Lourdes, he recibido la comunicación que informa que el blog “Juan Pablo II inolvidable” ha sido seleccionado entre las mejores webs del catolicismo, distinción hecha por catolicos.35webs.com “por la excelencia de su contenido y por su buen diseño”.

Comparto esta alegría con todos los lectores y elevo una oración de agradecimiento a la Santísima Virgen de Lourdes que me protege y orienta; y al Beato Juan Pablo II, cuya vida y ejemplo me han marcado para siempre y en cuyo homenaje comencé a escribir ese blog en la Navidad del año 2009.

Gracias…. Seguiré sembrando con alegría y entusiasmo renovado a través de internet.

Felipe


Nunca nos olvidemos de agradecer


Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

Desde Asunción, Paraguay, nos escribe María Liliana para dar gracias a Dios por su hijo Matías Josué, porque es un niño sano y muy alegre. También agradece por la hermosa familia que me le ha permitido formar. Nos unimos a su agradecimiento.

Desde Santiago, Chile, nos expresan el agradecimiento a Dios por la recuperación del jovencito José Cruzat, que fue trasplantado del corazón el 19 de enreo y ya ha sido dado de alta a su casa con controles periódicos. Damos gracias a Dios…!!!!

También agradecen a Dios y a su infinita misericordia por el milagro que está realizando en la salud de Luis Ricardo A. R., que vive en Fort Hood, Texas, EEUU, militar del ejército que fue herido en Afganistán hace un mes y medio y que se encontraba en estado crítico, en coma; pero por la intercesión de Juan Pablo II se ha manifestado el milagro, contra todos los pronósticos, y ya muestra signos de conciencia luego de tan largo tiempo. Que Dios le siga acompañando en esta proceso de recuperación.

Llega desde Olavarría, Argentina, un agradecimiento especial al Señor por el nacimiento de Santiago (3,600 Kgs) por cesárea y lleno de salud. Su mamá, Carolina, había pedido oportunamente oraciones por el buen término de su gestación. ¡Gracias Jesús!


"Intimidad Divina"

Domingo 6° del Tiempo Ordinario

La ley de Moisés prescribía: “El leproso habitará solo; fuera del campamento tendrá su morada” (Lv 13, 26). Precepto duro que se explica por la preocupación de evitar el contagio y por la idea que de la lepra tenían los hebreos como castigo de Dios a los pecadores. En consecuencia el leproso era huido de todos y tenido por impuro, herido de Dios y maldito. Jesús, venido a redimir al hombre del pecado y de sus consecuencias, tenía pleno derecho a contravenir la ley antigua y lo hace con el gesto resuelto de quien tiene plenos poderes “Se acercó a Jesús un leproso suplicándole de rodillas: Si quieres puedes limpiarme” (Mc 1, 40). Aquel pobrecito, abandonado de los hombres y tenido por abandonado de Dios, tiene más fe que muchos que se consideran seguidores de Jesús.

A la atrevida demanda que expresa una confianza ilimitada, Jesús responde con un gesto inaudito para un pueblo al que se le había prohibido cualquier contacto con los leprosos: “extendió la mano y lo tocó” Dios es señor de la ley y puede contravenirla. “Quiero –dice–; queda limpio”. Si acogiendo y tocando al leproso, Jesús contraviene la ley, luego la cumple diciendo: “ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés”. La caridad puede legitimar las infracciones de determinados preceptos, pero no autoriza nunca la actitud de quienes, bajo pretexto de mayor libertad en el ejercicio del amor, querrían liberarse de toda ley.

Marcos precisa que Jesús hizo el milagro “sintiendo lástima”; frase que retorna muchas veces en el Evangelio. Jesús tiene lástima de la lepra que destroza el cuerpo, pero más aún de la que destroza las almas. Curando la primera, demuestra que quiere y puede curar la segunda; así demuestra su misión de Salvador, que Él actuará plenamente cuando, tomando sobre sí la lepra del pecado, aparecerá él también “despreciado” y evitado de los hombres… como un leproso, herido de Dios y humillado (Is 53, 3-4)

¡Dichoso el que es perdonado de su culpa y le queda cubierto su pecado! Dichoso el hombre a quien el Señor no imputa falta y en cuyo espíritu no hay fraude… Mi pecado te reconocí y no oculté mi culpa. Dije: Me confesaré al Señor de mis rebeldías. Y tú absolviste mi culpa, perdonaste mi pecado. (Salmo 32, 2-3, 5)

P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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