PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
12 - Número 3365 ~ Miércoles 21 de Junio de 2017
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
El
viernes completamos el maravilloso ciclo de solemnidades del Señor. Después del
Corpus Christi, el Sagrado Corazón de Jesús: ¡no es casual! Le debemos al Amor
infinito de Dios —inmortalizado para siempre en el Corazón traspasado de
Jesucristo— la venida del Espíritu Santo y su actuación eficaz a través de los
sacramentos. Dios ve al hombre débil, a menudo ingrato e indiferente, pero su
Amor Misericordioso no conoce límites. La Eucaristía es el máximo exponente de
este corriente de amor.
Jesús,
consumando pacientemente —sin enfadarse— su entrega en la Cruz, nos muestra un
amor tan grande que “desborda” su Corazón y se derrama sobre nuestros espíritus
como buena “medicina” para remediar nuestras debilidades. La eficacia
regeneradora del agua bautismal no es “gratuita”, sino que tiene un precio: la
Sangre que también fluyó del costado abierto del Señor.
¡Un
corazón “reventado”!. Ahí, en el umbral de este corazón “abierto”, podemos
asomarnos y descubrir cómo es la Santísima Trinidad. Dios —que no es un ser “solitario”
y “aburrido”— no necesita de los hombres para ser Amor. ¡No nos necesitaba! Sin
embargo, ha querido “necesitarnos” hasta el punto de sentir pasión por cada uno
de nosotros personalmente. Al discípulo, todavía peregrino en los caminos
polvorientos de esta vida, se le ofrece para su descanso el Corazón de Cristo
que permanece “abierto”: ¡Siempre abierto para acoger y consolar al creyente!
¡Reposemos contemplando al Sagrado Corazón de Jesús! (P. Antoni Carol i
Hostench)
¡Buenos días!
Honestidad política
Los
puestos públicos están para servir a la comunidad. Para ofrecer un buen
servicio se requiere sentido del deber, compromiso con los principios y querer
a la gente. El servicio de calidad debe ser permanente, con cada persona. La
Patria necesita estos servidores. Cada uno encienda su lucecita y las tinieblas
comenzarán a retirarse.
El cónsul romano Cayo Fabricio fue célebre por su
sencillez, honestidad y desinterés. Luchó contra pueblos vecinos y contra
Pirro, rey de Epiro. Perdida una batalla, fue enviado por Roma a negociar el
rescate de los prisioneros. Pirro lo recibió con grandes honores e insistió
para que aconsejara al Senado a aceptar la paz, pero Fabricio se negó. Entonces
Pirro le ofreció tentadores sobornos y, aunque Fabricio era pobre, se negó
decididamente. Pirro para probarlo, mandó poner un elefante detrás del romano
sin que éste lo advirtiera y que bramase ruidosamente. Fabricio ni siquiera se
inmutó y Pirro, admirado, ordenó liberar los prisioneros sin rescate. El nombre
de este magistrado se ha hecho proverbial para designar a una persona que, a
pesar de su elevada condición política, permanece pobre e íntegro.
Para
vivir en una Patria noble y digna cada ciudadano debe aportar su conducta
honesta. A veces la falta de integridad
se quiere justificar diciendo que todos actúan así; o que es la única forma de
salir adelante. Es necesario vivir según los principios: es la única manera de
levantar el nivel moral de nuestra sociedad.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra
justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no
tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas
limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las
sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en
verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que
no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en
secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
»Y
cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas
y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres;
en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar,
entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está
allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
»Cuando
ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro
para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu
ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo
secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará». (Mt 6,1-6.16-18)
Comentario:
Hoy,
Jesús nos invita a obrar para la gloria de Dios, con el fin de agradar al
Padre, que para eso mismo hemos sido creados. Así lo afirma el Catecismo de la
Iglesia: «Dios creó todo para el hombre, pero el hombre fue creado para servir
y amar a Dios y para ofrecerle toda la creación». Éste es el sentido de nuestra
vida y nuestro honor: agradar al Padre, complacer a Dios. Éste es el testimonio
que Cristo nos dejó. Ojalá que el Padre celestial pueda dar de cada uno de
nosotros el mismo testimonio que dio de su Hijo en el momento de su bautizo:
«Éste es mi Hijo amado en quien me he complacido» (Mt 3,17).
La
falta de rectitud de intención sería especialmente grave y ridícula si se
produjera en acciones como son la oración, el ayuno y la limosna, ya que se
trata de actos de piedad y de caridad, es decir, actos que —per se— son propios
de la virtud de la religión o actos que se realizan por amor a Dios.
Por
tanto, «cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser
vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre
celestial» (Mt 6,1). ¿Cómo podríamos agradar a Dios si lo que procuramos de
entrada es que nos vean y quedar bien —lo primero de todo— delante de los
hombres? No es que tengamos que escondernos de los hombres para que no nos
vean, sino que se trata de dirigir nuestras buenas obras directamente y en
primer lugar a Dios. No importa ni es malo que nos vean los otros: todo lo
contrario, pues podemos edificarlos con el testimonio coherente de nuestra
acción.
Pero
lo que sí importa —¡y mucho!— es que nosotros veamos a Dios tras nuestras
actuaciones. Y, por tanto, debemos «examinar con mucho cuidado nuestra
intención en todo lo que hacemos, y no buscar nuestros intereses, si queremos
servir al Señor» (San Gregorio Magno).
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del
Vallès, Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Luis Gonzaga
Religioso
Nació
en 1568 cerca de Mantua (Italia), siendo el heredero del primer marqués de
Castiglione. Aunque dio unos primeros pasos de iniciación en la vida militar y
aristocrática, muy pronto se sintió inclinado a la vida religiosa. De 1581 a
1584 estuvo en Madrid como paje del príncipe don Diego, y allí se sintió
inspirado a hacerse jesuita. Después de superar la oposición de su padre,
renunció a sus derechos en favor de su hermano, ingresó en la Compañía de Jesús
en 1585 e inició sus estudios de teología en Roma. Había recibido la primera
comunión de manos de san Carlos Borromeo, y en la Compañía tuvo por padre
espiritual a san Roberto Belarmino. Su vida fue ejemplo de austeridad y dominio
de sí mismo y, sobre todo, de entrega el servicio de los demás. En 1591 estalló
la peste de tabardillo, y Luis se ofreció a asistir a los enfermos. Mientras
transportaba a un apestado al hospital, se contagió él mismo. Murió en la
enfermería del Colegio Romano el 21 de junio de 1591, a los 23 años de edad.
Oración: Señor Dios, dispensador de los dones
celestiales, que has querido juntar en san Luis Gonzaga una admirable inocencia
de vida y un austero espíritu de penitencia, concédenos, por su intercesión,
que, si no hemos sabido imitarle en su vida inocente, sigamos fielmente sus
ejemplos en la penitencia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano
Pensamiento del día
"Reconoce el y el poder valor dinámico de la palabra.
Que lo que digas sea verdad y que tus palabras sean las adecuadas, que
reconozcan la dignidad humana y realcen los valores humanos. Utiliza tus
palabras sólo para agradecer, para bendecir, para servir, orientar, aconsejar y
promover acciones positivas de superación, crecimiento y armonía entre todas
las personas”.
Historias:
Los anteojos de Dios
Un
día el alma de un negociante caminaba hacia el cielo. Esperaba encontrarse con
Dios para rendirle cuentas de su vida. No iba tranquilo. Y no era para menos,
porque en la conciencia, a más de llevar muchas cosas negras, tenía muy pocas
positivas que hacer valer.
Buscaba
ansiosamente aquellos recuerdos de buenas acciones que había hecho en sus
largos años de usurero y sólo había encontrado unos cuantos recibos de
conmovidos: "Que Dios se lo pague".
Fuera de eso, nada importante que realmente valiera la pena. La cercanía
del juicio de Dios lo tenía muy preocupado. Se acercó despacito a la puerta de
entrada principal y se extrañó mucho de no ver a nadie haciendo cola. Pensó: O
no son muchos los clientes o los trámites se realizan sin complicaciones. La
puerta estaba abierta de par en par, nadie la cuidaba. Entró por ella y gritó:
“¡Ave
María Purísima!”
Pero
nadie le respondió. Miró hacia adentro y vio que todo era maravilloso, pero no
había nadie que le impidiese el paso. Parece, se dijo, que aquí son todos bien
honrados.
De
patio en patio, de jardín en jardín y de sala en sala, se fue internando en las
mansiones celestiales hasta que llegó donde tenía que llegar, a la oficina de
Dios.
La
puerta estaba abierta. Nadie la cuidaba. Parece que el cielo inspira confianza.
Por ello nuestro amigo sin ningún problema entró hasta la oficina y allí, sobre
el escritorio, vio los anteojos de Dios.
Se
acercó y sin poder resistir a la tentación, los tomó y se los puso, mira a la
Tierra y... ¡qué maravilla! A todos se
les veía en su verdad, sin mentira ni caretas.
Se
le ocurrió una idea: ubicar a su socio, el de la financiera, y no le resultó
difícil. Allí estaba entablando un negocio con una pobre viuda a la que estaba
hundiendo más en su pobreza. Y al ver la sucia acción de su socio, le subió al
corazón un profundo deseo de justicia. Nunca le había pasado en la Tierra, pero
claro, ahora estaba en el cielo. Tantos eran sus deseos de hacer justicia que
no pudo menos que coger un banquito que estaba debajo de la mesa y lanzarlo a
su amigo de la Tierra, con tan buena puntería que el socio cayó
instantáneamente.
En
eso entró Dios a la sala. Nuestro amigo se asustó, pero Dios lo tranquilizó
diciéndole:
-
¿Dónde has puesto el banquito que uso para mis pies?
-
Bueno, yo...
Hasta
que se animó y le contó todo.
-
Ya lo sabía, le respondió Dios. Pero
mira, cuando uses mis anteojos debes usar también mi corazón. Imagínate, si
cada vez que Yo viera una injusticia en la Tierra, me decidiera a tirar un
banquito... ¡No alcanzarían todos los carpinteros del Universo para
abastecerme! No, hijo mío, hay que tener mucho cuidado con ponerse mis anteojos
si no se está bien seguro de tener también mi corazón. Sólo tiene derecho de
juzgar el que tiene el poder de salvar.
Y
poniéndole la mano encima al hombre, le dijo:
-
Vuelve, hijo mío, a la Tierra, y di siempre esta jaculatoria: "Jesús,
manso y humilde corazón, dame un corazón semejante al tuyo".
Es
verdad que cuando existe rectitud en la conciencia se aprecian mejor las
injusticias, pero no es menos cierto que con amor éstas tienen mejor solución. Dios
no aprobó la injusticia del socio usurero, sino que le pidió otros medios para
corregirla.
© Fray Mamerto Menapace
Mes del Sagrado Corazón de Jesús
Día 21: La mortificación
Es
el mandato de Jesús. Mandato duro para los cristianos débiles y demasiado
apegados a las propias comodidades. Mandato suave y dulce para aquellas almas
que sienten la belleza de la perfección, gustan las dulzuras íntimas de la vida
cristiana. "Quien quiera seguirme, debe renunciar a sí mismo"
Para
seguirle, para ser verdaderos cristianos, debemos corregir nuestros defectos,
mortificar nuestras pasiones y nuestros sentidos. El primer médico de nosotros
somos nosotros mismos.
Para
conocerte bien debes hacer el examen de conciencia cada día, cuando estás libre
de ocupaciones materiales.
¿Cómo
regulas tus pasiones? ¿Reina en tu corazón la soberbia, la avaricia, la cólera,
la indiferencia en hacer el bien, la envidia del bien ajeno? Bajo la excusa de
la prudencia, ¿no escondes, quizá el respeto humano? ¿Cómo mortificas tus
sentidos?
Del Web Católico de Javier
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Pedidos de oración
Pedimos
oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo
místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como
Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por
las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado
Corazón de María; por la conversión de
todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por
los cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros
lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente
por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo,
el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por
el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes
naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por
más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las
vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Los cinco minutos de María
Junio 21
Moisés
quiso ver a Dios, pero el Señor todopoderoso le recordó que para nadie era
posible contemplar su rostro sin caer muerto. Dios es una fuerza que todo lo
supera y anonada.
Pero
Dios, en el seno de María asumió rostro humano. Es el rostro de Jesús que nos
revela la misericordia y la bondad de Dios. Es el rostro que nos mira y que
nosotros podemos mirar. María ha humanizado a Dios. Y el rostro de María es un
rostro maternal y misericordioso, signo de la cercanía del Padre y de su Hijo
Jesús, con quienes ella nos invita a entrar en comunión (Cf Puebla 282).
Los
ojos puros de María gozaron de la mirada de Dios. Ella pudo contemplar al Hijo
de Dios entre sus brazos. Y ella es, a su vez, la mirada de Dios sobre la humanidad,
signo y anticipo de nuestra última mirada: contemplar el rostro de Dios.
Santa María de los ojos limpios. Destellos de tu
Dios, que yo sea limpio de corazón para poder ver a Dios.
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
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