PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
12 - Número 3362 ~ Domingo 18 de Junio de 2017
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Desde
la Última Cena del jueves de pasión del Señor Jesús hasta hoy, los cristianos creemos
que él vive en el pan y en el vino, transformados por el Espíritu Santo en su Cuerpo
y en su Sangre. Y así también vive en lo que llamamos su Cuerpo Místico, la Iglesia.
Esta
unión es tan estrecha que san Pablo habla de la comunión del cuerpo eclesial, formado
por muchos miembros. Por lo mismo, las peleas, enemistades y divisiones son,
para el Apóstol, fruto de la idolatría y contrarios a la vida de Jesús
eucaristíco.
Jesús
es el Pan de Vida, que es energía para la vida del mundo. El maná fue transitorio
y temporal, pero el Pan es para la vida perdurable. Por eso, el Cuerpo de Cristo
es la fuerza para la misión eclesial y
un
camino al cielo.
Los
pastores de nuestra Iglesia nos piden que, al experimentar la comunión con el
Cuerpo de Cristo, vivamos de cerca las necesidades de los hombres y mujeres, especialmente
de los jóvenes esclavizados por la droga y el alcoholismo. Esta es la vida que da
el Pan de Vida.
© El Domingo
¡Buenos días!
Diálogo con un ateo
El
joven irlandés Alfonso Lambe (1932-1959), fue enviado por la Legión de María a
implantar en Sudamérica grupos misioneros de esta asociación de laicos. De dos
en dos difunden fe católica bajo el amparo de la Reina de los Apóstoles. Se
reúnen cada semana a rendir cuenta de su trabajo apostólico. Son valientes y
disciplinados. ¡Hasta hay grupos en algunas cárceles!
Alfonso y su compañera de trabajo visitaron a un
señor ateo. El señor, un poco molesto, les pidió que se retiraran. Alfonso
respondió: Si usted nos permite volveremos en otra ocasión, sólo para
visitarlo. Queremos ser sus amigos y conversaremos también de las cosas que
usted acepta, porque nos interesan mucho. A la semana volvieron, el señor los
dejó pasar y él mismo sacó el tema de la fe. Alfonso, lleno de Espíritu Santo,
comenzó a hablar. El señor lo interrumpió: Perdone, joven, que lo interrumpa.
Yo no sé qué tiene usted, pero siento que mi espíritu se llena de paz y se
colma un vacío que nunca pude llenar. Quizás por ser esta la primera vez en 67
años que alguien me habla de estas cosas.
La
vocación no es el camino de los desilusionados, los aburridos o los tristes,
sino el de aquellos en cuya alma se ha encendido el ideal del Evangelio y han
conocido la gloria de las bienaventuranzas.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo.
Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es
mi carne por la vida del mundo».
Discutían
entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?».
Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo
del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi
carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.
Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come
mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre,
que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá
por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros
padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre». (Jn 6,51-58)
Comentario:
Hoy,
todo el mensaje que hemos de escuchar y vivir está contenido en “el pan”. El
capítulo sexto del Evangelio según san Juan refiere el milagro de la
multiplicación de los panes, seguido de un gran discurso de Jesús, uno de cuyos
fragmentos escuchamos hoy. Nos interesa mucho entenderle, no sólo para vivir la
fiesta del “Corpus” y el sacramento de la Eucaristía, sino también para
comprender uno de los mensajes centrales de su Evangelio.
Hay
multitudes hambrientas que necesitan pan. Hay toda una humanidad abocada a la
muerte y al vacío, carente de esperanza, que necesita a Jesucristo. Hay un
Pueblo de Dios creyente y caminante que necesita encontrarle visiblemente para
seguir viviendo de Él y alcanzar la vida. Tres clases de hambre y tres
experiencias de saciedad, que corresponden a tres formas de pan: el pan
material, el pan que es la persona de Jesucristo y el pan eucarístico.
Sabemos
que el pan más importante es Jesucristo. Sin Él no podemos vivir de ninguna
manera: «Separados de mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Pero Él mismo quiso
dar de comer al hambriento y, además, hizo de ello un imperativo evangélico
fundamental. Seguramente pensaba que era una buena manera de revelar y
verificar el amor de Dios que salva. Pero también quiso hacerse accesible a
nosotros en forma de pan, para que, quienes aún caminamos en la historia,
permanezcamos en ese amor y alcancemos así la vida.
Quería
ante todo enseñarnos que hemos de buscarle y vivir de Él; quiso demostrar su
amor dando de comer al hambriento, ofreciéndose asiduamente en la Eucaristía:
«El que coma este pan vivirá para siempre» (Jn 6,58). San Agustín comentaba
este Evangelio con frases atrevidas y plásticas: «Cuando se come a Cristo, se
come la vida (…). Si, pues, os separáis hasta el punto de no tomar el Cuerpo ni
la Sangre del Señor, es de temer que muráis».
Mons. Agustí CORTÉS i Soriano Obispo de Sant Feliu de
Llobregat (Barcelona, España)
Palabras de San Juan Pablo II
“La
Eucaristía es el triunfo del amor sobre el odio. Cada Eucaristía es más fuerte
que todo el mal del mundo, es una realización de la redención y reconciliación;
cada vez más profunda de la humanidad con Dios […] Es el Sacramento del amor
más fuerte que la muerte. El Sacramento de las especies pobres que se convierte
en nuestra mayor riqueza […] En la Hostia Santa está la respuesta a todos los
interrogantes, consuelo al dolor, prenda de satisfacción de la sed abrasadora
de felicidad y de amor que cada uno lleva dentro de sí en el secreto del
corazón. Lleva el sabor y el perfume de la Virgen Madre”.
Predicación del Evangelio:
El Cáliz y el Pan de Vida
La
fiesta del «Corpus Domini» asume un significado del todo especial en el año de
la Eucaristía. Uno de los frutos que el Papa San Juan Pablo II (aún nos cuesta
convencernos de que ya no está entre nosotros) esperaba era «reavivar en los
cristianos el estupor eucarístico», esto es, la maravilla de frente a la
«enormidad divina» (Paul Claudel) que es la Eucaristía.
En
la segunda lectura de la fiesta del día, San Pablo escribe: «La copa de
bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el
pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?». La Eucaristía es
por lo tanto fundamentalmente un misterio de comunión. Conocemos distintos
tipos de comunión. Una, muy íntima, es aquella entre nosotros y el alimento que
comemos, porque éste se convierte en carne de nuestra carne y sangre de nuestra
sangre. He oído a las madres decir a sus criaturas, mientras las estrechan
contra su pecho y las besan: «¡Te quiero tanto que te comería!». Es verdad que
el alimento no es una persona viva e inteligente con la que podamos
intercambiar pensamientos y afectos, pero supongamos por un momento que el
alimento fuera él mismo vivo e inteligente, ¿no parece que entonces se tendría
finalmente la perfecta comunión?
Esto
es precisamente lo que ocurre en la comunión eucarística. Jesús, en el pasaje
evangélico, dice: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo... Mi carne es
verdadera comida... Quien come mi carne tiene vida eterna». Aquí el alimento no
es una cosa, sino que es una persona viva. Se tiene la más íntima, si bien
también la más misteriosa, de las comuniones.
Veamos
lo que ocurre en la naturaleza en el ámbito de la alimentación. Es el principio
vital más fuerte el que asimila al menos fuerte. Es el vegetal el que asimila
el mineral; es el animal el que asimila el vegetal. También en las relaciones
entre el hombre y Cristo se verifica esta ley. Es Cristo quien nos asimila a
él; nosotros nos transformamos en él, no él en nosotros. Un famoso materialista
ateo dijo: «El hombre es lo que come». Sin saberlo dio una definición óptima de
la Eucaristía. Gracias a ésta, el hombre se convierte verdaderamente en lo que come,
¡o sea, cuerpo de Cristo!
Leemos
a continuación del texto inicial de San Pablo: «Porque aun siendo muchos, un
sólo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan». Está
claro que en este segundo caso la palabra «cuerpo» ya no indica el cuerpo de
Cristo nacido de María, sino que indica «todos nosotros», indica ese cuerpo de
Cristo mayor que es la Iglesia. Esto quiere decir que la comunión eucarística
es siempre también comunión entre nosotros. Comiendo todos del único alimento,
formamos un solo cuerpo.
¿Cuál
es la consecuencia? Que no podemos hacer verdadera comunión con Cristo si
estamos divididos entre nosotros, nos odiamos, no estamos dispuestos a
reconciliarnos. «Si has ofendido a un hermano», decía San Agustín, «si has
cometido una injusticia contra él, y después vas a recibir la comunión como si
nada, tal vez lleno de fervor, te pareces a uno que ve llegar a un amigo a
quien no ve desde hace tiempo. Corre a su encuentro, le echa los brazos al
cuello y se eleva sobre la punta de sus pies para besarle en la frente... Pero,
al hacer esto, no se da cuenta de que le está pisando los pies con zapatos de
clavos. Los hermanos, de hecho, especialmente los más pobres y desamparados,
son los miembros de Cristo, son sus pies posados aún en la tierra».
Al
darnos la hostia, el sacerdote dice: «El cuerpo de Cristo», y nosotros
respondemos: «¡Amén!». Ahora sabemos a quién decimos «Amén», esto es: «Sí, te
acojo»: no sólo a Jesús, el Hijo de Dios, sino también a quien tenemos al lado.
© P. Raniero Cantalamessa
Poesía:
Eucaristía
Amor
de ti nos quema, blanco cuerpo;
amor
que es hambre, amor de las entrañas;
hambre
de la palabra creadora
que
se hizo carne; fiero amor de vida
que
nos se sacia con abrazos, besos,
ni
con enlace conyugal alguno.
Solo
comerte nos apaga el ansia,
pan
de inmortalidad, carne divina.
Nuestro
amor entrañado, amor hecho hambre,
¡oh
Cordero de Dios!, manjar Te quiere;
quiere
saber ardor de tus redaños,
comer
tu corazón, y que su culpa
como
maná celeste se derrita
sobre
el ardor de nuestra seca lengua,
que
no es gozar en Ti; es hacerte nuestro,
carne
de nuestra carne, y tus dolores
pasar
para vivir muerte de vida.
Y
tus brazos abriendo como en muestra
de
entregarte amoroso nos repites:
"¡Venid,
comed, tomad: esto es mi cuerpo!"
¡Carne
de Dios, verbo encarnado, encarna
nuestra
divina hambre carnal de Ti!
Miguel de Unamuno
Mes del Sagrado Corazón de Jesús
Día 18: Cuida de la juventud
El
Corazón de Jesús ama a todos, pero tiene un amor especial por los jóvenes, por
los niños. "Dejad que los niños vengan a Mí". Jesús ve alrededor de
ellos a madres doloridas y llorosas. "Hijas de Jerusalén, no lloréis por
Mí, sino por vuestros hijos".
Ved
cómo hoy crece parte de la juventud. Son muchos los que crecen ligeros,
vanidosos, volubles, llenos de exigencias, inclinados a la arrogancia, a la
frivolidad, a la libertad desenfrenada. Son el llanto de tantas familias... y
en ocasiones el deshonor de la casa. Padres, que vuestra principal preocupación
sea vuestros hijos.
Del Web Católico de Javier
Nuevo vídeo y artículo
Hay
un nuevo vídeo subido al blog
de
"Pequeñas Semillitas" en
internet.
Para
verlo tienes que ir al final de esta página
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nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
Puedes
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Agradecimientos
Desde
Colombia, nos escribe Marta y dice: “Hace un tiempo solicite oraciones por Mónica D., una señora de Bogotá que
tuvo diagnóstico de cáncer, pero gracias por todas las oraciones en su favor,
los estudios que le practicaron con más profundidad la salieron bien. Bendito
Dios que todo lo puede y que para Él no hay nada imposible. Gracias a todos los
que unieron sus ruegos y oraciones”.
Desde Córdoba, Argentina, nos
agradecen las oraciones hechas en favor de María
Belén, que tenía neumonía y se va recuperando satisfactoriamente, hasta ya
ha podido volver a la facultad. Damos gracias a Dios.
Desde
San Lorenzo, Santa Fe, Argentina, nuestro lector amigo Exequiel, escribe y
dice: “Quiero agradecer a Dios Padre por darme el gran regalo de la vida y que
esta esté llena de beneficios entre tantos malos tragos... Hoy se conmemora el
día del Padre y el día del Cuerpo y Sangre de Cristo, que por su santa sangre
hoy estamos vivos... Un saludo a todos los que tenemos el oficio de serlo, por
aquellos que tienen hijos en el cielo junto a nuestro Redentor, en su jardín,
por los papás que leen este mensaje que viven en el mas allá donde nos
aguardan... Dios los bendiga a todos”.
Desde
“Pequeñas Semillitas” adherimos al saludo para todos los padres del mundo en su día. Para
los que están entre nosotros y para todos aquellos que ya nos cuidan desde el
cielo…
Los cinco minutos de María
Junio 18
“Yo
lo sé, tú tienes en tu calidad de Madre del Altísimo un poder igual a tu
querer.
Por
eso nuestra confianza en ti no tiene límites. No hay nadie, oh Santísima, que
se haya salvado, si no es por ti.
Nadie,
oh Inmaculada, se ha librado del mal, ni no es por ti.
Nadie,
oh Purísima, recibe los dones divinos, si no es por ti.
A
nadie, oh Soberana, la bondad divina concede sus gracias, si no es por ti. (San
Germán).
Santa María, estrella del alba, anuncia a mi alma el
Sol de la alegría, que es Cristo Jesús.
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
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