PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
12 - Número 3257 ~ Martes 31 de Enero de 2017
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Como
todos los años, terminamos el mes de Enero celebrando la fiesta de San Juan
Bosco, o simplemente “Don Bosco” como le llamaban sus muchachos…
Su
niñez fue dura, pues después de perder a su padre, tuvo que trabajar sin
descanso para sacar adelante la hacienda familiar. Quería estudiar para ser
sacerdote, por lo que tenía que hacer todos los días a pie unos diez
kilómetros, y a veces descalzo, por no gastar zapatos. Ya como presbítero, su
mayor interés fue atender las necesidades de los niños y jóvenes, especialmente
los más pobres y marginados, a los cuales conquistaba con su simpatía, su buen
humor, su alegría, sus juegos y trucos de magia… para de ese modo llevarlos al
conocimiento de Dios a través del catecismo y de sus predicaciones y ejemplos
de vida. De él dijo una vez Pío XI: "En su vida, lo sobrenatural se hizo
casi natural y lo extraordinario, ordinario"...
Fue
llamado con toda justicia “Padre y Maestro de la juventud”. Pero también fue
escritor, editor, predicador, sociólogo, diplomático y fue considerado
precursor de la enseñanza profesional. Su obra más perdurable fue la fundación
de la Sociedad Salesiana, el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, y la
Pía Unión de Cooperadores Salesianos.
Todos
tenemos algunos santos que son de nuestra particular devoción. Y en nuestro
caso, San José, San Ignacio de Loyola, San Francisco de Asís, San Alberto
Hurtado, San Juan María Vianney, Santa Teresa de Calcuta, San Vicente de Paul,
San Maximiliano Kolbe, San Juan Pablo II, San José Gabriel Brochero, el Santo
Padre Pío, y San Juan Bosco, conforman ese ramillete especial al que invocamos
con mucha más frecuencia.
Buena
parte de esta edición de "Pequeñas Semillitas" está dedicada a
exaltar su figura y su modelo de santidad. Y en su nombre saludamos a todos los
amigos que conforman la comunidad salesiana esparcida por el mundo entero.
¡Buenos días!
Ayuda inesperada
Hoy
celebramos a San Juan Bosco. No tuvo una vida fácil. A los dos años quedó
huérfano de padre. Pero se constituyó en padre de numerosos huérfanos. Y
millares de jóvenes de toda raza y nación, lo aclaman como “Padre y maestro de
la juventud”. Su vida transcurrió en la pobreza, pero dedicó sus mejores
energías a la juventud indigente y necesitada. El mismo refiere algunas de las
persecuciones que sufrió.
“Era una noche lluviosa y volvía yo de la ciudad,
cuando observo en un lugar desierto a dos hombres que marchan delante de mí,
acelerando o disminuyendo el paso, conforme andaba yo. Quise cambiar de vereda,
pero no me dieron lugar, se fueron hacia atrás y en el mayor silencio me
arrojaron un manto a la cara. Uno me ciñó la boca con un pañuelo, para que no
gritase. En ese momento apareció un perro enorme y, gruñendo como un oso,
plantó las zarpas en el rostro de uno y el hocico en el del otro, obligados así
a atender al perro antes que a mí. —¡Llame a su perro!, me gritaron aterrados.
—Sí, lo llamaré, pero déjenme libre. —¡Pronto, llámelo! El perro seguía
rugiendo como lobo rabioso. Los asaltantes huyeron y el perro se me puso al
lado y me acompañó hasta el hospital Cottolengo, a donde me dirigía”.
Dios
lo protegió repetidas veces en forma prodigiosa. Don Bosco, el santo turinés,
anunciaba, a través de revelaciones nocturnas, el futuro de la Iglesia y de la
Congregación Salesiana. Por su intercesión, personas afectadas de diversas
enfermedades se curaron milagrosamente. Y hubo hasta multiplicación de
panecillos, hostias y avellanas. Todos estos dones y su vida entera los
consagró a sus queridos jóvenes.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró
junto a Él mucha gente; Él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes
de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con
insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos
sobre ella, para que se salve y viva». Y se fue con él. Le seguía un gran
gentío que le oprimía.
Entonces,
una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había
sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho
alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se
acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar
aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré». Inmediatamente se le secó la fuente
de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús,
dándose cuenta de la fuerza que había salido de Él, se volvió entre la gente y
decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?». Sus discípulos le contestaron:
«Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’». Pero
Él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la
mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se
postró ante Él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha
salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
Mientras
estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu
hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?». Jesús que oyó lo que habían
dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe». Y no permitió
que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de
Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos
que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué
alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él.
Pero Él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre
y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le
dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate». La
muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años.
Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo
supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer. (Mc 5,21-43)
Comentario:
Hoy
el Evangelio nos presenta dos milagros de Jesús que nos hablan de la fe de dos
personas bien distintas. Tanto Jairo —uno de los jefes de la sinagoga— como
aquella mujer enferma muestran una gran fe: Jairo está seguro de que Jesús
puede curar a su hija, mientras que aquella buena mujer confía en que un mínimo
de contacto con la ropa de Jesús será suficiente para liberarla de una
enfermedad muy grave. Y Jesús, porque son personas de fe, les concede el favor
que habían ido a buscar.
La
primera fue ella, aquella que pensaba que no era digna de que Jesús le dedicara
tiempo, la que no se atrevía a molestar al Maestro ni a aquellos judíos tan
influyentes. Sin hacer ruido, se acerca y, tocando la borla del manto de Jesús,
“arranca” su curación y ella enseguida lo nota en su cuerpo. Pero Jesús, que
sabe lo que ha pasado, no la quiere dejar marchar sin dirigirle unas palabras:
«Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad» (Mc
5,34).
A
Jairo, Jesús le pide una fe todavía más grande. Como ya Dios había hecho con
Abraham en el Antiguo Testamento, pedirá una fe contra toda esperanza, la fe de
las cosas imposibles. Le comunicaron a Jairo la terrible noticia de que su
hijita acababa de morir. Nos podemos imaginar el gran dolor que le invadiría en
aquel momento, y quizá la tentación de la desesperación. Y Jesús, que lo había
oído, le dice: «No temas, solamente ten fe» (Mc 5,36). Y como aquellos
patriarcas antiguos, creyendo contra toda esperanza, vio cómo Jesús devolvía la
vida a su amada hija.
Dos
grandes lecciones de fe para nosotros. Desde las páginas del Evangelio, Jairo y
la mujer que sufría hemorragias, juntamente con tantos otros, nos hablan de la
necesidad de tener una fe inconmovible. Podemos hacer nuestra aquella bonita
exclamación evangélica: «Creo, Señor, ayuda mi incredulidad» (Mc 9,24).
* Rev. D. Francesc PERARNAU i Cañellas (Girona,
España)
Santoral Católico:
San Juan Bosco
Presbítero y Fundador
San
Juan Bosco nació el 16 de agosto de 1815 en Castelnuovo de Asti, y recibió de
su madre Margarita Occhiena una sólida educación cristiana y humana. Dotado de
inteligencia, memoria, voluntad y agilidad física no comunes, desde niño fue
seguido por sus coetáneos, a quienes organizaba juegos que interrumpía al toque
de las campanas para llevarlos a la iglesia. Fue ordenado sacerdote en Turín en
1841, y allí comenzó su actividad pastoral con San José Cafasso.
Su
programa, o mejor, su pasión era la educación de los jóvenes, los más pobres y
abandonados. Reunió un grupito que llevaba a jugar, a rezar y a menudo a comer
con él. La incómoda y rumorosa compañía de Don Bosco (así se lo llamaba y se lo
llama familiarmente) tenía que estar cambiando de lugar continuamente hasta que
por fin encontró un lugar fijo bajo el cobertizo Pinardi, que fue la primera
célula del Oratorio. Con la ayuda de mamá Margarita, sin medios materiales y
entre la persistente hostilidad de muchos, Don Bosco dio vida al Oratorio de
San Francisco de Sales: era el lugar de encuentro dominical de los jóvenes que
quisieran pasar un día de sana alegría, una pensión con escuelas de arte y
oficios para los jóvenes trabajadores, y escuelas regulares para los estudios
humanísticos, según una pedagogía que sería conocida en todo el mundo como
“método preventivo” y basada en la religión, la razón y el amor. “La práctica
del método preventivo se base toda en las palabras de San Pablo que dice: La
caridad es benigna y paciente; sufre todo, pero espera todo y aguanta todo”.
Para
asegurar la continuidad de su obra, San Juan Bosco fundó la Pía Sociedad de San
Francisco de Sales (los Salesianos) y Hijas de María Auxiliadora (las
Salesianas). Fue un fecundísimo escritor popular, fundó escuelas tipográficas,
revistas y editoriales para el incremento de la prensa católica, la “buena
prensa”. Aunque ajeno a las luchas políticas, prestó su servicio como
intermediario entre la Santa Sede, el gobierno italiano y la casa Saboya.
Fue
un santo risueño y amable, se sentía “sacerdote en la casa del pobre; sacerdote
en el palacio del Rey y de los Ministros”. Buen polemista contra la secta de
los Valdeses, según la mentalidad del tiempo, nunca se avergonzó de sus
amistades con los protestantes y los hebreos de buena voluntad: “Condenamos los
errores, escribió en el “Católico”, pero respetamos siempre a las personas”.
San Juan Bosco murió el 31 de enero de 1888 y fue canonizado por Pío XI en
1934.
© Catholic.net
Frases de Don Bosco
• Entre vosotros jóvenes, es donde me encuentro bien.
• Cuando estoy lejos de vosotros me falta algo.
• Iría hasta Superga arrastrando la lengua con tal de salvar un alma.
• Estad siempre unidos al Señor.
• Aquí hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres.
• Ahora hemos de trabajar, ya descansaremos en el paraíso.
• Quien deja una casa por seguir la vocación encuentra ciento.
• Dadme almas y quedaos el resto.
• Hemos de hacer buenos cristianos y honrados ciudadanos.
• Salud, sabiduría, santidad (son las tras « S» en las que insistía Don
Bosco).
• Nunca hay que decir «no me toca», sino «¡Voy yo!».
• Mi sistema se basa en la religión, la razón y el amor.
• Al dar cultura y principios religiosos prevenimos a los delincuentes.
• Más moscas se cazan con una gota de miel que con un barril de vinagre.
• Vosotros jóvenes sois los responsables de vuestro futuro.
• La Eucaristía y la Virgen son las dos columnas que han de sostener
nuestras vidas.
• Sed devotos del Papa, es una de nuestras principales devociones.
• Tristeza y melancolía fuera de la casa mía.
• Como padres amorosos corrijamos siempre con amabilidad.
• Por los jóvenes hemos de estar dispuestos a soportar cualquier
contratiempo y fatiga.
• Los jóvenes no sólo deben ser amados, sino que deben notar que se les
ama.
• Amemos lo que aman los jóvenes.
• Procurad siempre vivir en la amistad de Dios.
Tema del día:
María Auxiliadora y Don Bosco
Esta
es una historia sobre la total confianza de Don Bosco en los cuidados
maternales de Nuestra Madre María.
San
Juan Bosco necesitaba construir una Iglesia en honor a María Auxiliadora, pero
no tenía nada de dinero. Se lanzó, pero las deudas también se lanzaron sobre
él. Para conseguir dinero en un momento en que no podía retrasar más los pagos,
un día le dijo a la Virgen: “¡Madre mía! Yo he hecho tantas veces lo que tú me
has pedido… ¿Consentirás en hacer hoy lo que yo te voy a pedir?”
Con
la sensación de que la Virgen se ha puesto en sus manos, don Bosco penetra en
el palacio de un enfermo que tenía bastante dinero pero que también era
bastante tacaño. Este enfermo, que hace tres años vive crucificado por los
dolores y no podía siquiera moverse de la cama, al ver a don Bosco le dijo: “Si
yo pudiera sentirme aliviado, haría algo por usted”.
“Muchas
gracias; su deseo llega en el momento oportuno; necesito precisamente ahora
tres mil liras”.
“Está
bien; obténgame siquiera un alivio, y a fin de año se las daré”.
“Es
que yo las necesito ahora mismo”.
El
enfermo cambia con mucho dolor de postura, y mirando fijamente a don Bosco, le
dice: “¿Ahora? Tendría que salir, ir yo mismo al Banco Nacional, negociar unas
cédulas ¡ya ve!, es imposible”.
“No,
señor, es muy posible replica don Bosco mirando su reloj. Son las dos de la
tarde… Levántese, vístase y vamos allá dando gracias a María Auxiliadora”.
“¡Este
hombre está chiflado!” Protesta el viejo entre las cobijas. “Hace tres años que
no me muevo en la cama sin dar gritos de dolor, ¿y usted dice que me levante?
¡Imposible!”.
“Imposible
para usted, pero no para Dios… ¡Ánimo! Haga la prueba”.
Al
rumor de las voces han acudido varios parientes, la habitación está llena. Todos
piensan de don Bosco lo mismo que el enfermo: que está chiflado.
“Traigan
la ropa del señor, que va a vestirse dice don Bosco, y hagan preparar el coche,
porque va a salir. Entretanto, nosotros recemos”.
Llega
el médico. “¿Qué imprudencia está por cometer señor mío?”
Pero
ya el enfermo no escuchaba más que a don Bosco; se arroja de la cama y empieza
a vestirse solo, y solo, ante los ojos maravillados de sus parientes, sale de
la habitación y baja las escaleras y sube al coche. Detrás de él, don Bosco. “¡Cochero,
al Banco Nacional!”
Ya
la gente no se acuerda de él: llevaba tres años sin salir a la calle. Vende sus
cédulas y entrega a don Bosco sus tres mil liras.
* Padre
José Pedro Manglano Castellary
Meditación
Entre
los múltiples talentos que tuvo san Juan Bosco está el de escritor. Por varios
años cada mes producía un opúsculo popular para una colección llamada “Lecturas
católicas”. Se empeñó en redactar con estilo sencillo y claro para que
cualquiera pudiera entender fácilmente. Con ese fin leía los borradores a su
madre Margarita, y corregía toda palabra que no comprendiera. He aquí algunos
pensamientos simples pero luminosos de este admirable santo.
La
vida es demasiado corta - Hay que hacer de prisa lo poco que se pueda, antes
que nos sorprenda la muerte - Los ociosos, al final de la vida, experimentarán
grandes remordimientos por el tiempo perdido - Las espinas de la vida serán las
flores de la eternidad - A la hora de la muerte se ven las cosas desde otro
punto de vista - ¿Quieres llevar contigo el dinero a la eternidad? Da limosna a
los pobres - Hagamos el bien que podamos y no aguardemos la recompensa del
mundo, sino solamente de Dios - Un trocito de paraíso lo arregla todo.
Como
los santos, Don Bosco vivió en la tierra sumergido en múltiples tareas y
aspiraciones, en especial buscaba la promoción de los jóvenes humildes a una
vida más digna; pero se notaba siempre que su corazón estaba en la eternidad,
en los bienes celestiales que pagarían con creces su trabajo incansable y
dedicación total a sus queridos jóvenes.
Los cinco minutos de María
Enero 31
Si
María santísima es el modelo del cristiano, lo es de un modo muy señalado para
la juventud, porque María siempre fue joven; muy joven cuando fue Madre de
Dios, y siempre joven de espíritu; la fuente de su juventud está en la bondad
de su corazón.
María
tuvo siempre un ideal joven y por eso se ha convertido en el ideal de los
jóvenes; ella fue siempre noble y digna, pura y limpia, inmaculada y santa,
como debe ser todo ideal.
Si
todo ideal es azul, como el color del cielo, la juventud toma el manto azul de
la Inmaculada como el ideal de sus pensamientos y el imán que atrae sus
afectos.
Aunque
pasen los años por nosotros, no perdamos la juventud de nuestro espíritu, no
perdamos la juventud de la Inmaculada.
Señor, ayúdanos a vivir como María, y, así, crecer en
seguridad y alegría.
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
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