PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
12 - Número 3241 ~ Domingo 15 de Enero de 2017
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
En
el Evangelio de hoy Juan Bautista da testimonio de Jesucristo. Todos debemos
dar testimonio de Cristo, y esto de dos maneras: con la palabra y con el ejemplo.
Primero,
con la palabra. En esto hay mucha negligencia, falta de interés. Nos
preocupamos poco de hacer bien espiritual a los demás. De la salud del cuerpo
nos preocupamos mucho, y cuando uno está mal todo el mundo le pregunta por su
salud. Del alma, no. A veces, acercar a Cristo a una persona puede suponer
sacrificios. ¡Pero merece la pena! Hacerlo con caridad, prudencia, oportunidad;
pero hacerlo.
Segundo,
confesar a Cristo con las obras. Es triste la frase de Gandhi: «Me gusta
Jesucristo, pero no me gustan los cristianos». Es verdad que hay católicos
ejemplares, que son un espléndido testimonio; pero también es verdad que hay
demasiados católicos ramplones, que no son ejemplo para nadie. ¿En qué grupo
estamos nosotros?
Debemos
ser luz. Si no podemos ser potente foco, seamos pequeña cerilla; pero
iluminemos al mundo con la luz del Evangelio. Recuerdo la bonita frase de
Teresita González Quevedo, que murió antes de
tener veinte años y va camino de los altares: «Madre mía, que quien me
mire te vea».
Cada
uno, según sus circunstancias, debería aplicarse esta frase y procurar que su
vida ilumine al mundo con la luz del Evangelio. (Padre
Jorge Loring S.J.)
¡Buenos días!
Acepta los contratiempos
Cuántas
pequeñas contrariedades pasan cada día pueden desestabilizarte, ponerte de mal
humor, amenazando oscurecer toda tu jornada. Hoy te ofrezco una oración muy
buena del P. Víctor Fernández para disponerte a sobrellevar con paciencia y en
paz estos incidentes, sin que te envuelvan en su negatividad.
Señor, acepto que hoy no sea un día perfecto, ya he
aprendido que esta tierra todavía no es el cielo. Sólo te pido que mi vida no
sea inútil, que lo que yo viva hoy sirva para algo. No pretendo que todo sea
fascinante en este día, y quiero regalarte con amor todo pequeño cansancio,
sufrimiento, contratiempo o dificultad que deba soportar. Te ofrezco, Señor
amado, todo lo que me pueda desagradar en esta jornada, te lo entrego con amor,
así como tú te entregaste entero, hasta el fin, en la cruz. Dame mucha paciencia,
Señor mío, para poder responder al mal con el bien, para no entrar en una
espiral de violencia, para aceptar con calma todo lo que me perturbe en mi
relación con los demás. Te lo entrego todo a ti. Recíbelo, Señor.
Una
persona te falla a una cita sin avisar, una comunicación que no puedes hacer
porque nadie atiende el teléfono, la comida es insuficiente y no de tu gusto,
etc., son situaciones que requieren calma y buen humor para no perturbarte.
Puedes fortalecer tu decisión repitiendo: “Ayúdame, Señor, a mantenerme sereno
y tranquilo”.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, vio Juan venir Jesús y dijo: «He ahí el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo. Éste es por quien yo dije: ‘Detrás de mí viene un
hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo’. Y yo no
le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que Él sea manifestado a
Israel».
Y
Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma
del cielo y se quedaba sobre Él. Y yo no le conocía pero el que me envió a
bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se
queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo’. Y yo le he visto y
doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios». (Jn 1,29-34)
Comentario:
Hoy
hemos escuchado a Juan que, al ver a Jesús, dice: «He ahí el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). ¿Qué debieron pensar aquellas gentes?
Y, ¿qué entendemos nosotros? En la celebración de la Eucaristía todos rezamos:
«Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros / danos
la paz». Y el sacerdote invita a los fieles a la Comunión diciendo: «Éste es el
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo...».
No
dudemos de que, cuando Juan dijo «he ahí el Cordero de Dios», todos entendieron
qué quería decir, ya que el “cordero” es una metáfora de carácter mesiánico que
habían usado los profetas, principalmente Isaías, y que era bien conocida por
todos los buenos israelitas.
Por
otro lado, el cordero es el animalito que los israelitas sacrifican para
rememorar la pascua, la liberación de la esclavitud de Egipto. La cena pascual
consiste en comer un cordero.
Y
aun los Apóstoles y los padres de la Iglesia dicen que el cordero es signo de
pureza, simplicidad, bondad, mansedumbre, inocencia... y Cristo es la Pureza,
la Simplicidad, la Bondad, la Mansedumbre, la Inocencia. San Pedro dirá:
«Habéis sido rescatados (...) con una sangre preciosa, como de cordero sin
tacha y sin mancilla, Cristo» (1Pe 1,18.19). Y san Juan, en el Apocalipsis,
emplea hasta treinta veces el término “cordero” para designar a Jesucristo.
Cristo
es el cordero que quita el pecado del mundo, que ha sido inmolado para darnos
la gracia. Luchemos para vivir siempre en gracia, luchemos contra el pecado,
aborrezcámoslo. La belleza del alma en gracia es tan grande que ningún tesoro
se le puede comparar. Nos hace agradables a Dios y dignos de ser amados. Por
eso, en el “Gloria” de la Misa se habla de la paz que es propia de los hombres
que ama el Señor, de los que están en gracia.
Juan
Pablo II, urgiéndonos a vivir en la gracia que el Cordero nos ha ganado, nos
dice: «Comprometeos a vivir en gracia. Jesús ha nacido en Belén precisamente
para eso (...). vivir en gracia es la dignidad suprema, es la alegría inefable,
es garantía de paz, es un ideal maravilloso».
* Rev. D. Joaquim FORTUNY i Vizcarro (Cunit,
Tarragona, España)
Palabras de San Juan Pablo II
«¿Cómo
darnos cuenta si nuestro propio ojo está libre o cubierto con una viga? Jesús
responde: “cada árbol se conoce por sus frutos”. Este sano discernimiento es
don del Señor y hay que implorarlo con oración incesante. Al mismo tiempo es
conquista personal que exige humildad y paciencia, capacidad de escucha y
esfuerzo por comprender a los demás»
Predicación del Evangelio
“He aquí el Cordero de Dios”
El
cuarto evangelio está redactado como un largo proceso en donde se suceden los
testigos para declarar oficialmente lo que saben de Jesús, Palabra hecha carne,
Luz del mundo, Hijo único de Dios, Rey de Israel. Así, desde el primer día de
la semana inaugural, Juan Bautista respondió a los sacerdotes y levitas
enviados de Jerusalén: les declaró que no era el Mesías. Al día siguiente,
testimonia ante los discípulos, hombres dispuestos a creer: “He aquí, les dice,
al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
Los
comentaristas no se entienden acerca del sentido preciso de esta palabra. ¿Es
Jesús el cordero inmolado durante la Pascua, en memorial de la liberación de
Egipto? ¿Es el cordero inmolado y vencedor del Apocalipsis (5, 6 y 12)? ¿Es el
servidor de Isaías que “no abría la boca como un cordero llevado al matadero”
(53, 7). ¿O quizá debe reemplazar al cordero que era necesario inmolar cada día
en el Templo, para la expiación de los pecados del pueblo?
La
mejor respuesta está sin duda en la fe de los primeros creyentes, a los que el
evangelio de san Juan se destinó ante todo. No pensaban tanto en la dulzura o
en la debilidad del cordero cuanto en la manifestación en él del poder de Dios
Salvador de Israel. La eucaristía era para ellos el recuerdo de la Pascua a la
que se asociaba en adelante la asamblea cristiana.
Cada
vez que recibían el cuerpo y la sangre de Cristo resucitado, los primeros
creyentes reconocían al “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Como
ellos, encontramos el mismo sentido en la comunión y las aclamaciones en el
corazón de nuestras eucaristías: “Cuando comemos de este pan y bebemos de este
cáliz, celebramos el misterio de la fe.”
Nuestro
mundo tiene una larga experiencia de revoluciones y de liberaciones que no
hacen otra cosa que desplazar las opresiones y las injusticias. Este mundo
tiene sed de una liberación profunda que vaya al corazón del mal. He aquí en
fin el que debe “quitar” el pecado del mundo.
La
palabra griega empleada aquí por san Juan significa a la vez “llevar” en el
sentido de tomar consigo cargando con el pecado, y al mismo tiempo
“transportar” en el sentido de quitarlo, de quitarlo haciéndolo desaparecer.
Por
la acción del Cordero, el mundo herido por tanto tiempo por la injusticia y el
odio conocerá su verdadera liberación: será restaurado en el amor del Padre.
P.
Felipe Santos Campaña SDB
Nuevo vídeo
Hay
un nuevo vídeo subido al blog
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"Pequeñas Semillitas" en
internet.
Para
verlo tienes que ir al final de esta página
Agradecimientos
Imaginemos
que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las
oraciones de las personas en la tierra:
Una
es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que
atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que
llegan en todo momento.
La
otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y
en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega
ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde
esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por
semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina:
agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros
pedidos de oración.
Desde
Bogotá, Colombia, María Elvia B. escribe y dice: “Muy apreciado Doctor Felipe
quiero agradecer por este medio, por el
cual e solicité oraciones por Wendy
R., de Bogotá , quien tenía en la médula una masa, ya fue intervenida y gracias a Dios resultó negativa, está en
recuperación, todo por la eficacia de la oración de quienes se unieron para
orar y pedir la voluntad de Dios. El Señor y la Santísima Virgen los bendiga”
Desde
Puerto Rico, nos llega un agradecimiento a Dios y a las personas que rezaron
por la salud de José Antonio C., que
sufrió infarto y paro cardíaco y que se está recuperando en forma que los
médicos consideran “milagrosa”. Agradecemos a Jesús y seguimos rezando para que
siga en el proceso de volver a la normalidad.
Los cinco minutos de María
Enero 15
“Virgen
amable, Madre amable, Virgen mansa”; así la llamamos a María Santísima; toda bondad,
toda dulzura, toda amabilidad. Ella fue la que mejor imitó a Jesús en aquel
precepto que de Él recibimos: “Aprendan de mí, que soy manso y humilde de
corazón (Mt 11,27)”.
¡Cuánta
necesidad tenemos de la bondad de corazón, de la dulzura de carácter, de la
suavidad de formas y de trato! ¡Qué distinta sería la vida si todos fuéramos
más amables!
María, que nunca olvidemos que la dulzura forma parte
del amor.
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el
más pequeñito de todos-
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